Ya tengo mi escritorio frente a la ventana, puedo ver el limonero del vecino y entra tanta luz. Estoy tan contenta. No solo porque la casa ya parece una casa (un poquito más, al menos), sino porque lo que me faltaba ya ha aparecido: un rinconcito para mí. Un lugar para sentarme a escribir, a plumear, a seguir investigando, a tener mis cosas "de tesis". Y, la verdad, estoy muy contenta.
Además, ya ha llegado la lluvia, y el rumor del agua contra el tejado es absolutamente maravilloso.
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