23 de septiembre de 2014

El albino VI

Al-Ahmar respiró con pesadez e hizo una mueca de dolor. Avani apartó la vista de aquel extraño océano y metió los dedos por debajo del vendaje. Presionó con cuidado y tuvo un escalofrío al sentir el tacto de la sangre caliente en las yemas. Aunque llevaba mucho tiempo tiritando, aquella sensación fue más bien de alivio. Suspiró y se secó la frente con la manga.
Alhamdulillah —la muchacha le lanzó un interrogante con la mirada. El filósofo ajustó el vendaje del sultán—. El golpe ha sido en el costado derecho, así que su bazo está a salvo. Si las costillas hubiesen perforado por dentro, probablemente este verraco ya estaría muerto —esbozó una sonrisa, y entre los dientes pareció escapársele el aliento—. Se pondrá bien.
—Pero no puede respirar… —repuso ella.
Al-Ahmar lo confirmó con una tos pesada. La chica se mordió el labio con fuerza; parecía que se estaba ahogando. Avani siguió con las pupilas sobre el pecho del nasrí, que subía y bajaba con rapidez.
—Duele mucho —murmuró.
Los sorprendió un trueno, que los puso en alerta. Temieron que la bestia, aquel pájaro descomunal de la tormenta, volviese a aparecer. Sus ojos escudriñaron el cielo, pero no vieron más que las nubes nubladas. De repente, dos de los tres polluelos alzaron el vuelo. Se pusieron a dar vueltas sobre la superficie de agua, que picada se levantaba en iracundas olas. La oscuridad de su superficie le dio a la chica mucho, mucho miedo. No importaba que estuviese cubierta de estrellas brillantes. Aquel negror inspiraba tanto terror como el ave monstruosa de antes.
Apartó los ojos y acarició los mechones de pelo mojado que al-Ahmar tenía sobre la frente.
Entonces, como una exhalación, el príncipe albino pasó por su lado. Avani se dio cuenta de que había dejado su aljaba y su arco en el suelo. Sin que les diera tiempo a preguntar ni a entender nada, Zal corrió hasta el borde de la roca sobre la que estaban, agarrado a las plumas del cuello del tercer pajarillo. Al llegar allí, dieron un salto y cayeron al agua de cabeza.
Avani se puso de pie de un salto y ella no pudo porque la cabeza de al-Ahmar seguía en su regazo.
—¡Pero qué demonios…! —gritó el filósofo.
—¡Zal! —chilló ella, y luego se dio cuenta de que había sido totalmente estúpido llamarlo. Un acto reflejo estúpido.
Avani fue hasta el borde, en otro impulso poco coherente, y miró el agua negra que se había tragado al animal y al muchacho. Era imposible ver nada. Agudizó la vista todo lo que pudo, sin éxito. El príncipe albino había desaparecido en aquel mar. El trino de sus hermanos hizo que el filósofo levantase los ojos al cielo. Los polluelos sobrevolaban el agua, en apariencia bastante tranquilos.
Él giró sobre sus talones y empezó a pasearse sin entender nada.
—Pero… ¿pero qué demonios…? ¿Me quieres decir tú qué se le ha perdido ahí abajo? —voceó, señalando a sus espaldas con el brazo —. Y… ¿y ahora nosotros qué vamos a hacer?
La chica simplemente negó con la cabeza; no lo sabía. Avani se pasó las manos por el pelo en un gesto de su desesperación. Siguió paseándose, inquieto, sin tener absolutamente ninguna idea. Pero dentro de la cabeza de ella se encendía una tímida lucecilla. Algo que le decía que la acción del albino tenía sentido. Sintió que se estaba olvidando de algo. ¿Pero de qué?
Zal buceó hasta el tenebroso corazón del océano cósmico, impulsado por el polluelo. Él era incapaz de ver nada, pero sabía que su hermano lo guiaba bien. Sintió la presión en los oídos y su cuerpo le lanzó el primer aviso de que se quedaba sin aire, pero no le importó demasiado. Al fin y al cabo, él no era un ser humano normal. Cuando se acercó a la tierra del fondo, su cabello desprendió una pálida luz blanca. Se iluminó, al mismo tiempo que miles de estrellas a su alrededor.
El suelo estaba cubierto de plantas alargadas, que bailaban al compás de la corriente marina. Parecían azules en aquella media oscuridad. El muchacho parpadeó un par de veces y sus dedos buscaron el cuchillo que se había colgado del cinturón. Le dio un suave tirón a su hermano, para indicarle que debían descender un poco más.
Su piel rozó la rugosa superficie de una de las plantas. Un par de burbujas se le escaparon de los labios cuando los separó para sujetar la hoja del puñal. Agarró una de las hojas y se soltó del polluelo para poder cortarla. Las estrellas del fondo titilaron, se revolvieron. El pájaro se agitó. Zal sintió el segundo aviso. La presión empezaba a taladrarle la cabeza. Era hijo de Simurgh, pero en aquel mar aquello no era garantía de nada.
Rápidamente cortó una segunda hoja y se separó del fondo de un salto. El polluelo lo empujó con la cabeza. Cuando él le rodeó el cuello con los brazos, el animal agitó las alas, para salir a la superficie lo más rápido posible.
Los pájaros que sobrevolaban el mar se lanzaron en picado al agua. Atravesaron su superficie como flechas brillantes.
Al-Ahmar soltó un gruñido. Avani detuvo su histérico paseo para colocarse a su lado. Le echó un rápido vistazos y dijo:
—No podemos quedarnos más tiempo aquí. Muhammad necesita calor. Y tú y yo vamos a terminar muriéndonos de frío también —con cuidado le cogió los tobillos al sultán y le hizo un gesto con la cabeza a la chica—. Venga, ayúdame a moverlo.
Entonces las manos blancas de Zal aparecieron en el borde de la roca. El filósofo y la chica soltaron un grito del susto. Un empapado albino trepó por la piedra y se incorporó, chorreando. A su lado, sus hermanos se agitaron para sacudirse la lluvia de las plumas.
Zal se dejó caer con pesadez al lado de al-Ahmar. Se puso el puñal en la boca y con las manos amasó unas hojas alargadas y oscuras. El agua que chorreaba de su cuerpo ayudó. Siguió hasta tener una cataplasma que se colocó sobre la palma derecha. Con la izquierda tomó el cuchillo y tosió; fue entonces cuando Avani y la muchacha se dieron cuenta de que le costaba un poco respirar. Inconscientemente echaron un vistazo al agua de la que acababa de salir.
Ella lo miró. Todo su cuerpo blanco estaba empapado. Su larguísimo pelo blanco se le pegaba a la cara, el cuello, los hombros y la espalda. Las gotas y su brillo cubrían su piel pálida de una película que lo hacía parecer irreal, imposible, como una aparición. Sus músculos estaban tensos, resollaba como un animal. Se percató de que había estado a punto de ahogarse.
Zal habló entre toses.
—Necesito… —se interrumpió y se curvó un poco hacia delante—. Necesito sangre —Avani se miró instintivamente las palmas de las manos e hizo ademán de ofrecérselas. El muchacho, sin dejar de toser, negó con la cabeza —. No. Tiene… tiene que ser la mía.
Sin pestañear, apoyó la cuhilla sobre su mano derecha y se cortó la palma. Ella contuvo el aliento, sobresaltada. La sangre oscura se mezcló con las hojas machacadas, formando un ungüento espeso. Zal levantó el vendaje que Avani había hecho sobre el pecho de al-Ahmar y le aplicó aquella mezcla. Al tocarlo, el nasrí se revolvió. Entre la muchacha y el filósofo lo sujetaron como pudieron.
El albino sostuvo un momento la tela levantada. Se llevó la mano al pelo y soltó las dos plumas que llevaba. Con un cariño y cuidado que dejó a la chica sin palabras, las pasó sobre el perfil de las costillas rotas de al-Ahmar, que al momento cayó en un apacible sueño. Zal colocó el vendaje en su lugar y dejó caer los brazos.
En un acto reflejo, ella alargó la mano hacia él. El albino volvió a tensarse y se encogió como un animal asustado. Fue la segunda vez que se miraron directamente. Y en aquellos ojos grises, además de miedo, la muchacha descubrió una infinita curiosidad.
Avani contempló al sultán dormido y meneó la cabeza.
—Increíble… —se volvió hacia el albino, que se limpiaba la herida—. ¿Qué… qué has…? ¿Qué era eso?
Zal colocó las plumas de Simurgh de nuevo en su cabello y miró al filósofo. Señaló el agua embravecida y respondió:
Haoma. Crece en el fondo.
El filósofo se llevó las manos a la cabeza.
—No puede ser —se le escapó.

19 de septiembre de 2014

Las cosas de Avani XXXXII

"Yo creo que 'coserse a guantazos' no es la manera más académica que tienes de explicar el asunto. Reconozco, no obstante, que es la más clara", comenta mi Avani ibn Tahir interior, mientras ordenamos uno de los miles de papers que vamos a mandar este año. 

15 de septiembre de 2014

La imagen del cielo

Don't shed a tear for me. I stand alone!
This path of destiny is all my own.
Once in the hands of Fate, there is no choice,
and echoed on the wind you'll hear my voice!

14 de septiembre de 2014

Inmortales

He leído tu carta-cuento, Shifu.
Y tengo tantas cosas que decir que no tengo ni idea de por dónde empezar ni cómo decirlas.


GRACIAS, simplemente, por algo tan bello. Se me han puesto los pelos de punta porque me parece increíble que una persona pueda tener esa visión tan hermosa de mí y de mi trabajo. Pero luego he recordado que se trataba de ti, y de por qué tú y yo empezamos a entendernos tan bien. Porque miramos "más allá", porque somos capaces de ver el mundo con otros ojos. Y como estamos siempre con los brazos dispuestos, para abrazar y proteger, nos miramos igual el uno al otro. Yo veo el Tao en ti y tú ves que soy rewend y que lo seré toda la vida. Vemos dentro de nosotros mismos lo que realmente somos, lo que significamos y lo que es nuestra más pura esencia. Gracias por haberlo plasmado de esa manera, tan tierna y tan dulce, tan bella, tan cercana. De verdad eres el hermano que se me perdió por ahí en algún momento, en algún lugar. Menos mal que apareciste a tiempo otra vez. Y ojalá un diminuto porcentaje de toda esa carta sea real. 
Yo me esforzaré día a día para no defraudarte, para que lo sea, para volvernos inmortales.



But it's the noble heart that makes you strong.
And in that heart I'm with you all along.

13 de septiembre de 2014

Rubí

A mí dame una panda de chiquillos con un argumento infantiloide y que huele a comedia romántica a cuatrocientos metros. Ponle unas hostias como panes, su buena dosis de huesos rotos y unos cuantos cubazos de sangre, que siempre vienen fenomenal. Un poco de humor, pero para eso habrá que pedir consejo, que todos sabemos que la "gracia" no es especialmente lo mío. 
Organicémoslo todo en una ristra bastante decente de capítulos, con una división al mismo tiempo asumible y entretenida. Por supuesto, si le subimos un poco el nivel de hostias no va a pasar nada. Y amorío, que eso nunca sobra. 
Y de banda sonora, Fallen, de Evanesence. ¿Qué tenemos?
Otra de mis ideas idiotas.