9 de julio de 2018

El final del primer curso (Nan demonai ya)

Mou sukoshi dake de ii
Atto sukoshi dake de ii
Mou sukoshi dake de ii kara



Llegué a esta habitación el 21 de septiembre del año pasado, cuando estaba vacía y blanca, y me marcho dejándola prácticamente igual. Blanca y vacía. Puede que un poco más sucia, puede que un poco más limpia, pero ya no queda rastro de mí en estas cuatro paredes. Me parece increíble que todo lo que ha visto esta habitación en estos nueve meses se haya esfumado ahora. Como si se hubiese puesto en pausa, porque la aventura continuará en un mes y medio. Pero no deja de sorprenderme todo lo que costó construir todas esas memorias. Todo el tiempo que tuvo que pasar (292 días exactamente, que no un año entero), que tuve que pasar, para llegar hasta aquí. Y, de repente, todo parece una broma. Todo es fugaz, ligero como una nube que tiene forma y color, pero que apenas dura estable en el cielo. Me fuerzo a repasar cada momento de estos casi 300 días y sé que han estado llenos, sé que los he vivido. Sin embargo, ahora me pregunto dónde se han ido. 

Dónde se fueron mayo y junio, también me preguntaba en un tren de camino a York. Dónde se ha ido el tiempo, mi tiempo, y por qué tengo la sensación de que casi no lo he vivido. 

Pero sí lo viví. Vaya si lo viví.

Como lo mejor en esta vida es reírse de una misma, he leído otra vez la primera entrada que escribí al mudarme, cuando estaba tan asustada y tan emocionada al mismo tiempo, y he visto los nombres de las primeras personas con las que me crucé. Ninguna de ellas es importante ahora. Sin embargo, mi memoria está llena de momentos con personas que son, desde luego, importantes. 
Ha sido un gran primer curso. 
Ha sido un magnífico primer curso. Es la primera vez en mucho tiempo que miro hacia atrás y las cosas buenas no es que equilibren a las malas, sino que las superan con muchísima ventaja. Me he hecho alguien nuevo y he pulido las esquinas de mi alguien viejo. He sido feliz (sigo siéndolo) en mi oficina del cuarto piso, con mis litros de té por minuto, con mis visitas al supermercado y mis músculos machacados después de cada entrenamiento, con la lluvia torrencial, la nieve (madre mía, la nieve), las borracheras estúpidas y la música atronadora en los oídos. No me ha hecho tan feliz el drama, que viene a mí sin quererlo, ni las lágrimas que derramé, ni las que sostuve con las manos, ni las noches sin dormir y echando de menos, ni la ansiedad del trabajo y la beca (joder, la beca), ni la cocina hecha un asco. Pero me han devuelto la felicidad las visitas de aquellos a los que más quiero, los viajes, las clases de persa (sé de dos que me matan si este verano no me pongo al día), las conferencias, las risas que he compartido, los abrazos y las confesiones, el florete en la mano, el sonido del mar desde lo alto del Pier, el agua del Mar del Norte en la piel una madrugada de mayo. 

Qué bien he estado, y qué mejor voy a estar.
Gracias por este año, vida. Gracias por convalidar mi esfuerzo, mi trabajo y mi pasión y cambiármelos por estos 292, que no cambiaría. Ni siquiera los que han sido malos, porque siento que me han enseñado algo. Gracias, cabeza, por la estabilidad mental. Gracias, alma, por Yazata y por Libra, de los que nunca me he sentido tan orgullosa. Gracias en general, porque después de tanto tiempo en la sombra, creo que ya me tocaba salir a pasear bajo el sol. Porque ahora que lo pienso y se me empañan los ojos con las lágrimas tontas, esto me lo merecía. Valió la pena sufrir para llegar hasta aquí, para vivir este presente, para contar y recordar todos estos momentos. Valió la pena, aunque yo no lo supiera, ni siquiera cuando estaba tocando el fondo con la espalda y no podía ni siquiera soñar con la luz. 

Gracias a mí, simplemente, por resistir. 
Gracias a mi cuerpo por dejarme dormir. Gracias a mis piernas por sostenerme y no dejar de caminar. Gracias a mis brazos por seguir haciendo fuerza. Gracias a mi espalda por soportar todos los pesos. Gracias. Espero haberos dado el descanso del guerrero que merecéis. 
Porque somos guerreros, estamos hechos del material de aquellos que luchan. 


No me emociona nada coger otro avión a las ocho de la mañana, pero cuando aterrice y vea esas caras, las que me siguen esperando no importa a dónde vaya, sé que valdrá la pena. 


Voy a echar de menos mi oficina y mi ventana con vistas al mar, pero en apenas un mes y medio estaré de vuelta con equipo nuevo si Dios quiere. Y, si se puede, con un arma nueva. Un arma nueva a la que ya no quiero llamar Grajo, porque Grajo ya fue y ya existió, y pertenece a mi pasado. A una parte preciosa de mi pasado. Pero ahora, si de verdad consigo un nuevo florete, quiero que tenga un nombre que pertenezca a mi presente. Y sé que mi abuelo estaría de acuerdo. 
Tengo que pensar muy bien el nombre. 



Es extraño, pero por primera vez en mucho tiempo me siento en paz. Sola, en paz, en la tranquilidad de mi propia compañía. En paz. 



Mou sukoshi dake de ii
Atto sukoshi dake de ii
Mou sukoshi dake de ii kara

7 de julio de 2018

The Wedding Gift

Thank you for the time, the hours and minutes.
Thank you for embroidering the wedding gift of this marriage-to-be, and for always thinking of me first when making new designs (like adding a ridiculous number of skulls to an already beautiful flowery piece, it was absolutely not required). Oh, and the olives. Always thank you for the olives. 

I know how this month and a half has been, and how probably July and August are going to be. But don't worry, since we already have the tightest schedule for pre-season, I think we shall be fine. And we will be living in our new place, the temple of Light and Darkness. The temple of the Jesus Wheeler Takers. The temple of the God Tryers. The temple of the Coffee and Tea Brewers. Living there will be as we wanted it to be.

I hope to have brought you peace when needed, a 5am hug, a bad joke on a tense moment. 
You certainly have given me more than that. You keep on giving.