26 de diciembre de 2011

Las cosas de Avani II

"Así les iba... y así les va", piensa mi Avani Ibn Tahi interior sobre los musulmanes.

17 de diciembre de 2011

Momento revelación 2

He escuchado esta canción cientos de veces, porque desde que salió la película y me enamoré de la banda sonora, mi iPod la ha reproducido bastante. Siempre me gustó su ritmo pausado, su tranquilidad, y las escenas de la película que me recordaba. Unas escenas llenas de amor. Pero hoy, de repente, me he parado a escuchar la letra. A escucharla de verdad. A obviar que está dentro de una película y pensar que está dentro de mi vida.

Un escalofrío me ha recorrido entera. De la punta de los dedos al centro del ombligo, que es donde dicen los orientales que está nuestra alma.




"No puedo creerme que estos momentos lleguen. Es increíble que estemos solos. Hay mucho por decir y por hacer, es imposible no sentirse abrumado. ¿Me perdonarás si me siento de esta manera? Porque acabamos de conocernos... dime que está bien.
Coge este sentimiento... hazlo crecer... Nunca dejes... nunca dejes que se marche.

No dejes que se vayan las cosas en las que crees.
Tú me diste algo en lo que creer.
No dejes que se marche este momento.
Desprenderme de este momento...
No dejes que se marchen las cosas que sientes.
No puedo explicar las cosas que siento.
No dejes que se vaya.
No. Nunca dejaré que se vaya.

Ahora... ¿te importaría si desnudo mi alma? Si me armo de valor y te digo que eres preciosa. Porque aquí hay algo que no puedo explicar. Me siento naufragando en una lluvia torrencial. Haces enloquecer a mis sentidos, y no puedo resistir tu dulce... dulce sonrisa.
Así que coge este sentimiento... hazlo crecer... y nunca, nunca dejes que se marche.

He esperado toda mi vida para hacer que este momento fuera perfecto. Sentirte aquí simplemente llena la noche. Así que... veamos... Vamos.
Abrázame muy fuerte."




Es tan bello... tan increíble... sentirse así.

14 de diciembre de 2011

Las cosas de Avani I

"Si es que somos todos tan simpáticos...", piensa mi Avani Ibn Tahir interior.

12 de diciembre de 2011

Me enveneno sola

Tengo miedo a sentir.
A sentir y a todas, todas sus consecuencias.





¿Cómo puede se un dragón tan cobarde?
Los que se reconocen cobardes son, dicen por ahí, los más valientes. Al cuerno, yo no soy valiente, lo que pasa es que lo parezco. La maldita bendita apariencia. Las alas, los dientes, esas cosas. Pero no, no creo que sea una persona con especial valor. Lo normal, lo estándar, lo justo para seguir dando un paso tras otro. La gente que me conoce (un poco) dice que sí, que no diga tonterías, que soy una de las personas más valientes que conocen. Yo no lo creo. Ni es falsa modestia, ni autocompasión ni giliflautadas parecidas. Es que no lo pienso, y punto. Como tampoco pienso que sea rubia, es así de sencillo.
Así que, por regla de tres, si no soy valiente soy una cobarde. Y eso sí, eso sí que lo creo.
Podría darme igual, soltarme el pelo y vivir desinteresadamente, olvidarme de todo y de todos para dejarme de idioteces y de quebraderos de cabeza. Podría hacerlo, y no sería yo; pero me preocuparía menos.





"Piensa menos y siente más", ojo con esa afirmación, que es peligrosa.
¿Qué estoy haciendo?





No importa. Deja de importar cuando recuerdo que siempre tendré al Demonio velando por mí. Se envenena y me enveneno, y entonces nos buscamos porque ambos somos el antídoto infectado. Siempre, siempre, siempre viene a mí para descansar sus agarrotados hombros. Y yo siempre puedo recostar la cabeza en ellos, por doloridos que estén. Anoche aulló y removió la tierra entera con su quejido lastimero. Y yo lo escuché; intento estar atenta a lo que pueda necesitar.
Si le tengo a mi lado, si pienso en él, todo es diferente y un poco más... diabólico. Pero es más fácil. Aunque ahora se haga cuesta arriba, porque estamos lejos. Dentro de poco estaremos juntos. No soporto escuchar que está triste, porque si el Príncipe de las Tinieblas sufre, es que pocas cosas quedan que merezcan la pena.
Pero también es verdad que mi voz, de tonta e idiota, consigue hacerle sonreír. Reír incluso. A veces pienso que nos queremos tanto porque yo soy un ser de fuego y él es el Fuego. Y que se divierte conmigo, su pequeña marioneta estúpida que tiene poca idea de la vida, pero mucha idea de todo lo que le quiere. Anoche volvimos a divertirnos juntos y eso no tiene precio. Eso me dio fuerzas, porque esta semana está siendo una locura emocional y sólo estamos a lunes. Es como arrastrar la cola por la Scala Regia del Vaticano. Y a él le pasa lo mismo.
Nos envenenamos solos.
Pero cuando estemos juntos, nos pondremos bien. Estoy más que segura. Llevamos cuatro años comprobando que esta terapia de la ponzoña conjunta es bastante efectiva.

6 de diciembre de 2011

Superdetective en Granada y un chichón

En mi Alhambra...





Ha estado aquí una persona que amo.
Me ha dejado la marca de un bote de espuma de afeitar, dibujada en la pila del baño. Quedan unos cuantos pelos sobre las sábanas y me ha desaparecido un calcetín negro, que tomé prestado de mi hermano sin darme cuenta. En mi habitación vuelvo a ser uno.





Báilame por tangos...





Ha estado muy bien, por unos días, ser yo de nuevo. Ser completamente yo. Sin preocuparme de lo que decir o de cómo actuar, ni siquiera de cómo moverme. Si quería un abrazo, lo daba y lo tenía, podía hablar de todo sin problemas, podía compartir y recordar cosas que habían pasado, podía debatir complejos líos internos y chorradas banales sin fuste. Podía ser yo con las alas abiertas, de par en par, todo lo larga que soy. He sido yo otra vez, y ya lo iba necesitando. Parece ser que, una vez al mes, necesito que aviven mi fuego interior.

Ahora estoy comiendo chucherías y me acuerdo de caminar de su brazo bajo luces de Navidad. Le echo de menos, y sólo hace ocho horas que no está aquí. Echo de menos sus mil y un tipos de risa, echo de menos que se interese por la idioteces que digo, echo de menos la manera de calmar mis temores y mis nervios, tan única, que tiene. Me encantaría darme la vuelta y descubrir que estos minutos frente al ordenador sólo han sido eso, minutos, para consultar cualquier detalle, y que puedo volver a sus brazos para acurrucarme como he hecho estas pasadas noches.
Pero encima de mi cama sólo hay pliegues revueltos, una mochila y una sonrisa con un solo ojo.

Me ha devuelto a mi naturalidad y al sentirme querida. No dudo ni por un momento de que me quiere, porque eso se nota. Se enfadaría conmigo, porque tengo las manos congeladas. Ahora todavía será más difícil que se calienten.
Echo de menos su perfil a la luz de una vela y sus dedos jugando con las curvas de mi cuerpo como una montaña rusa. Si cierro los ojos todavía tengo en el párpado el dibujo de sus ojos negros. Por ahí fuera, en el pasillo, se está riendo alguien. A mí no me hace mucha gracia; quizá mañana sí, pero no hoy. Se ha ido, y las paredes se me caen encima. Desde el autobús, no me ha dejado llorar, y probablemente no salga una lágrima de mis ojos, pero dentro de mí llueve. No me gusta la lluvia. Sigo comiendo gominolas, casi por inercia; como si así pudiera recordarle mejor.

Hoy he vuelto a pasear por las mismas calles que recorrí con él, pero ya no eran iguales. Ni las mismas luces, ni el mismo frío, ni la misma ciudad. Granada se ha quedado vacía y sola, igual que yo, porque se ha ido. En mi cabeza se repiten todos los momentos que hemos pasado juntos, miro y remiro las fotos, las entradas que están en mi corcho, su regalo de cumpleaños, las cosas que compré yendo con él. Y es que le echo muchísimo de menos. Tanto que parece que me duele más el resfriado. No encuentro las medicinas porque tampoco me apetece buscarlas; prefiero que se me pase la enfermedad sola, que mi cuerpo la asimile y se deshaga de ella. Como esta tristeza.
Me animan como pueden las notas de una guitarra flamenca. Tengo que apuntar en el calendario las cosas que hicimos y tengo miedo de no recordarlas todas. Tengo miedo de que no se haya encontrado a gusto o que esos pequeños roces que tuvimos hagan una herida. Temo no haberle cuidado más, sido más amable o mejor persona, temo haber sido egoísta o pesada. Porque quiero que recuerde estos días como regalos que alguien ha querido hacernos, como una promesa o una confirmación de que lo nuestro no es imposible aunque estemos lejos, una alineación de planetas que nos ha reunido en una ciudad tan lejos de casa.





Granaína de colores...





Nos hemos hecho fotos preciosas. Hay algunas muy divertidas y algunas simplemente muy bonitas. Gracias por devolverme a la vida al venir. Le necesitaba y ha venido, de alguna manera estoy segura de que sabía que le necesitaba. Necesitaba fuerza, valor, cariño y dormir abrazada a una de las verdades de mi vida. Quería sentir, otra vez, que estaba en casa. Ese refugio donde siempre puedo volver. Las conversaciones por teléfono nunca son suficientes, y después de que se fuera he hablado con otra gente a la que echo también de menos, a muerte casi. Pero no han estado aquí, no han compartido mis pasiones y mis calles, lo que es ahora mi nueva perspectiva. Él sí. Ha venido y ha aprendido, ha conocido de mi mano mi nueva vida y no ha dejado de animarme a que continúe aquí, porque fue mi decisión y es lo mejor.
Esta noche, mi decisión me pesa. Es como un bloque a mis espaldas. Tengo las alas tendidas en el suelo, porque después de unos días volando tan alto, tan intensamente, ahora están agotadas. Si me parece escuchar ruidos en los cuartos de al lado, me pongo un poquito peor. Ya no hay nadie. Ni en mi cuarto, ni en el de al lado. Mi cuarto se ha transformado en una cueva para un solo dragón, en un refugio en el que siguen sonando los acordes de una guitarra flamenca.
Gracias por hacerme volar otra vez y recargarme de energía. Sin mi gente, se me caen las paredes de la habitación. Y esta noche, sin él, será una de las noches más tristes. Espero caer rendida de sueño y no pensar que ya no rozaré su espalda de madrugada, que no lo veré al despertar y que no podré tener su voz con sólo decir "oye..."





Y sentir la escarcha en mis venas. Es el fuego que quema. Curaré mis heridas con cien años de vida.





Esta noche estoy triste. Esta noche echo de menos. Porque antes estuvo aquí una persona que amo.

25 de noviembre de 2011

Madinat al-Hamra

He vuelto.
He vuelto a ti.
Eres incluso más bella de lo que te recordaba, Madinat al-Hamra. Mucho más bella.



Han cambiado muchas cosas desde la última vez que nos vimos.

23 de noviembre de 2011

Lo de hacerse viejo

A las puertas de cumplir un año más, me doy cuenta de lo rápido (rapidísimo) que pasa el tiempo. Y no estoy convencida de que me guste.
Mi padre comentaba, cuando yo era más pequeña, que llega un momento en la vida de toda persona en la que el tiempo echa a correr. Empieza como un caballo juguetón, con un ligero trote, acelera, aminora, se ríe un poco de ti. Pero después inicia una carrera que a veces es tan frenética que da la impresión de ni siquiera ser real.
Es lo que pienso del último año. Ha pasado tan deprisa que no parece real. Sin embargo, lo fue. Como último recurso, me queda mirar las fotos. Ha pasado, claro que ha pasado. Pero tan deprisa... a veces me pregunto si lo habré disfrutado de verdad. Hice cantidad de viajes con veinte años. Estuve en Tarragona, en Roma, en San Sebastián, en Guatemala, en Venecia, en Menorca, en Granada. Y por poco voy a Toledo con los veinte.
¿Aprendí algo? En mi recién estrenada madurez, puedo decir que aprendí muchísimo. Ahora, en otras circunstancias, veo que todo es diferente. Observo mi pasado desde la cima del precipicio, desde el cielo. ¿No tengo alas? Lo que se dice mirar con perspectiva. Mis nuevas circunstancias me permiten observar lo que dejé atrás desde otra luz. No sólo en último año, sino los cuatro, los cinco, los seis últimos. Desde que mi vida cambió de lugar. Parece que estas reflexiones las hago con cada mudanza.
Aprendí, aprendí mucho con veinte años. Ahora noto que me hago vieja. Noto cierto peso encima de mis hombros, en el pecho. Mi corazón tiene una pequeña arruguita más.
Con veinte años fui feliz, muy feliz. Puedo decir que viví uno de mis mejores años. Con sus momentos, como todo, pero uno de los mejores. Conocí mucha gente y aprendí de ella, tanto para bien como para mal. Tomé decisiones importantes. Me hice mayor.
Noto que me hago mayor.
Lo siento.
Estoy creciendo mucho.
Vuestra pequeña se está haciendo grande.

Asusta esto de crecer. Me asaltan recuerdos tristes porque mi mundo crece conmigo. Todos a mi alrededor se irán haciendo adultos. El mundo no para de envejecer. A sus corazones les saldrán arruguitas. Asusta. El tiempo se te escapa de las manos, no sabes exactamente qué hacer con él y muchas veces te planteas si lo estarás aprovechando. Como cuando cuentas las horas antes de un examen, vaya.
Ganas cosas, pero pierdes otras. Y a mí nunca me ha gustado perder nada.

Son reflexiones momentáneas.
Si pienso en mi cumpleaños, lo único que me viene a la mente es que voy a echar de menos, me acuerdo de cumpleaños anteriores y, al final, quedamos los dos de siempre, cogidos de la mano y mirando el amanecer.





Y volar, volar, volar, volar por encima de los cocodrilos que hacen tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac.

18 de noviembre de 2011

Momento revelación 1

Ayer tuve un momento-revelación. Me explico.
Escucho canciones y les doy un enfoque totalmente nuevo del que tenían antes. Como si las escuchara por primera vez. Y, la verdad, es que ésta me devolvió a un momento doloroso, pero me contagió cierta energía. Digamos que, si yo supiera escribir canciones, hubiera escrito algo así. Hay ciertas frases omitidas, pero porque no me gustan. Ni voy a decir el título ni el artista, quiero que eso siga siendo mío exclusivamente.
Me apetecía escribirlo.

Ayer de nuevo recordé cómo era mi vida contigo susurrándome al oído. Y soñé con tu piel. ¿Cómo fue que vi que todo era un castigo?
Ya no volveré a volar por ti, recorriendo tus rincones por tu amor.
Tu imagen se borró.
Y tú, tú... ya no volverás a volar por mí. Ya no sentirás el vértigo de ver que te quise hasta morir. Pero ahora mírate.
Ya no queda nada de ese tiempo. Ya no queda tiempo para ti. No queda tiempo para ti. Nada de tiempo para ti.
Hoy recogeré los trozos de una vida que has quemado, de un sueño destrozado sin saber. Hoy ya no quiero tus abrazos disfrazados.
Ya no me cuesta respirar. Será porque tus manos no me aprietan. Será porque en el fondo sabes que tu amor fue huella en la arena que el mar borró cuando subió la marea. Que te da rabia saber que tu silencio pisó mis ganas de luchar, ya ves.
Que como yo te quise nadie en este mundo se va a entregar por ti. Pero ya cierro la puerta. Quiero a empezar a vivir.
Y no queda tiempo para ti. No queda tiempo para ti. Nada de tiempo para ti.








Detrás de mi baño he descubierto el Reino de las Pelusas.
Cosas que tienen que ver y otras leyendas urbanas.

14 de noviembre de 2011

Lo que fuimos

Ella se va.
Y yo me doy cuenta del poco tiempo que nos queda juntos. De lo rápido que hemos vivido. Pero las cosas son así. Hemos cambiado, hemos crecido. Y cada uno decidimos nuestro camino. Nuestra ruta, hacia dónde queremos dirigir nuestros pasos.
Otro cambio.
Me asaltan los miedos. ¿Qué será de nosotros?
Temores. Pero sobre todo recuerdos. Recuerdos cargados de ternura.
Todos sabíamos que el momento iba a llegar porque es ley de vida... pero parecía tan lejos. Sin darnos cuenta, han pasado cuatro años y ahora, cuando les miro las caras (de la mejor manera que puedo), vuelvo a preguntarme si nos reuniremos todos otra vez y como antes, en algún lugar aleatorio, que nos devuelva la felicidad de lo que fuimos.





Con dos copas de más te echo de menos. Con dos copas de más, que saben a veneno.

13 de noviembre de 2011

Seré un león

Sólo quedan dos leones, y yo no pude evitar abrazarlos.



Slow down.
Man, i gotta slow down. There's way to many friends that gossip will go around. Wish i woulda knew then what i know now. But, for now, life is better when you slow down.



Hoy me han dicho lo mejor que podían decirme. Que soy diferente. Y me lo ha dicho una persona que me llevó en su vientre y me conoce desde incluso antes de nacer. No soy como los demás, y ella sufre porque me ve sufrir. Reproduzco sus palabras, más o menos; soy ingenua, tengo un enorme corazón, me doy sin pensar y sin problemas. Y la gente se aprovecha de mí, me hace daño, me deja bajo la lluvia con las alas partidas.
Tengo los ojos un poco abultados de tanto llorar. Espero que el maquillaje o el reflejo de las gafas pueda echar una mano.
Y es que soy diferente. Pero no estoy para nada avergonzada de serlo. Cargo mi diferencia con orgullo. Un proverbio árabe (cómo no amarlos) dice que lo importante no es creerse ni decirse diferente, sino serlo. Ser de verdad distinto al mundo que nos rodea. Y hoy me lo ha dicho una persona que bien me conoce. No ha salido de mi boca o de mi propio convencimiento.
Es lo que necesitaba para terminar de creerme que, en efecto, nadie es como yo.
Soy diferente. Diferente.
Soy un dragón, y la raza está casi extinta. No quedamos muchos en el mundo. Yo, por ejemplo, sólo conozco a uno.
Pero precisamente porque somos pocos, y esto es solo mi opinión, tenemos que vivir escondidos. Instinto de supervivencia. No podemos ser como realmente quisiéramos, porque el mundo no está preparado para recibirnos ni nosotros para recibir su impacto. Así que tengo que cubrirme, protegerme... si no quiero morir. Morir como palabra figurada, vamos a quitar catastrofismo. "Con la culpa a cuestas, la máscara puesta a la hora de salir". Siempre ocultos y escondidos.
El mundo no puede saber que existimos los dragones, y desgraciadamente mi entorno sabe que soy uno, pero no lo comprende. Muy pocas personas lo comprenden. Piensan que es una derivación exagerada de un pasión, de un gusto, de una afición a la fantasía. Que es una especie de broma que me gusta gastar. No es cierto. Pero nunca entenderán. A menos que yo les explique, claro, nunca comprenderán por qué realmente soy un dragón. No es que me crea que vuelo, que si chasqueo los colmillos saltan chispas, que tengo cuernos (en fin) o garras.

Cosas que tienen que ver, acaba de sonar en el aleatorio una de mis canciones favorita de otros seis enmascarados. Gente que se cubre para protegerse y poder decir la verdad. Ocultos, tapados. Yo debería aprender. Tengo que hacerlo para continuar.

Ser diferente no siempre tiene sus ventajas. Tiene muchos, pero que muchos inconvenientes. Y al que yo más le temo es a no ser querida por ser... así. Me da terror que prefieran a otra, o a otro. Que los elijan antes que a mí porque se ajustan a parámetros de normalidad. Que los que están conmigo se lamenten y digan "¿por qué no puedes ser normal?". Normal... ¿como quién? Como prototipos de personas perfectas.
Muchas veces me siento celoso de esas personas, porque son la magnífica imagen de la normalidad. De lo que tiene que ser. Nunca las odio, no podría. Pero sufro por ser diferente, porque aunque lo intente nunca podré parecerme a ese estilo, a ese modus operandi. No me sale.
Yo soy así, y que me rajen la lengua por decirlo.

Diferente.
De verdad... era cierto. Soy diferente.



Wish i woulda knew then what i know now. But, for now, life is better when you slow down.



Un día seré un león. Un día seré como ellos, diferente y eterna, suave como el mármol y fuerte como el propio animal. Siempre firme, sosteniendo el fluir del tiempo con los dientes, derramándolo sobre la humanidad con un caño de cobre. Seré como ellos, impasible, convencida, aplomada y sonriente, siempre con una enigmática sonrisa. Tendré grabados sobre la piel mis cabellos enroscados, los ojos entrecerrados por la mueca de mi boca, el cuerpo perfectamente colocado para que cualquiera pueda rodearlo con los brazos.
Seré como ellos.
Porque es exactamente como quiero ser.

11 de noviembre de 2011

Grave error

"Really sometimes i feel like i'm the only one there. I guess nobody cares."


La gente no es como yo. Partamos de esa base.
No es mejor, ni peor. Sólo no es como yo. Por lo tanto, ni reacciona ni actúa como lo hago yo. Y no va a hacerlo. Nunca. ¿Por qué? Porque hay cosas que no cambian. Nunca. Aunque nos quejemos constantemente, diciendo que ojalá fueran distintas. No van a cambiar, y punto.
A ver si me entra en la cabeza.

Me costará.
Pero tendré que aprender.
O me mataré yo sola, del agotamiento.

Los dragones nunca tuvieron problemas de entrega. Son seres con el fuego dentro, son apasionados, son lanzados, son intensos. Son apasionados. Entregan y regalan todo su ser por los demás. Yo no soy una excepción. Lo hice; lo hago. Es una entrega total y voluntaria, todo por hacer a otra persona un poco más feliz. Y no hace falta mover montañas o cargar contra el huracán. Simplemente, es cuestión de detalles. Pequeños detalles. Una canción a tiempo, un garabato, cuatro palabras en una libreta, un regalo sin fecha señalada, una llamada, una foto. Después, vienen los grandes detalles. Sentarse a escuchar, a escuchar de verdad, porque no sólo escuchas lo que te cuentan, sino que te interesa. Te interesa porque sabes que a ellos les interesa, que les hace feliz compartir sus pasiones contigo. Así que las compartes, desde luego, y terminas siendo toda una cultivada en una enorme diversidad de temas. Las amistades, tan variadas, ya se sabe.
Los entiendes. Al menos, lo intentas. Intentas esforzarte en comprender sus manías y su comportamiento. Te acoplas. Al menos, lo intentas. Todo es estupendo. Todo es genial. Todo, para ellos. Eres el cubo donde descargan sus frustraciones, porque siempre estás, siempre estarás ahí. Es... lo normal. Siempre lo has hecho, ¿por qué iba a cambiar? Porque tú eres así. Tú eres así.

Entrega. Pasión. Espera. Espera. Espera. Espera. Vacío. Negación. Sufrimiento.
Tú eres así. Tú te entregas voluntariamente. Darías la vida, como esos amigos de que presumen los héroes y protagonistas de las novelas. Darías la vida, porque te nace. Porque quieres. Eres pasión, eres fuego. Eres un dragón, y aunque un cachorro, estás empezando a crecer. Siempre has tenido el corazón demasiado grande, Aro de Plata, me comentaron. Pero ése es otro tema. Yo quise y quiero entregarme porque va con mi naturaleza, con mi personalidad, con lo que demonios quiera que vaya. No quería ni quiero que piensen que soy una bendición, un regalo, una estupendísima persona. No. Pablo Milanés cantaba "no me pide nada a cambio de lo que da". No, no lo pido. Pero porque tampoco quiero. Yo doy porque me hace feliz hacer feliz. Y no hay más.
No obstante, no escondo que me gusta recibir. Soy un dragón, pero uno muy humano. Además, un cachorro, una pequeña, una cría. Me gusta recibir, igual que a esas personas que reciben de mí. Porque les gusta. Lo sé. Les encanta tener a alguien con detalles absurdos, llenando sus vidas con pequeñas sonrisas, escuchando sus problemas y sus ilusiones, compartiéndolos. Y a mí... me gusta también. Me encanta sentir eso que sienten cuando yo me entrego. Y creo que es lo mínimo, vaya. Si nos remontamos en el tiempo, lo ordenaba la Ley del Talión: "ojo por ojo, diente por diente".
Hecho de menos a las personas que lo hacían.
Y es que no cuesta tanto. Miradme, yo lo hago sin pensar. No cuesta nada de nada. Ah, pero ahí es donde el dragón va a dar con su cabeza contra una roca. No está en su naturaleza, en su personalidad, en lo que demonios tenga que estar. Ellos no son así, no les nace. No son así, y punto. Palabras que me matan, me atraviesan con la misma limpieza que la hoja de un misericordia. Yo soy así, dicen. Personas solitarias. Y me invaden la tristeza y las ganas de implosionar. ¿Qué pasa cuando soy yo la que necesita algo? Nada, no pasa nada. No se dan cuenta, porque no se lo digo. Joder, ¿es que de verdad es necesario que esté diciendo a todas horas lo que necesito o lo que no? ¿Acaso lo hacen ellos? ¿Es que leo la mente? No, no la leo, los dragones no tenemos esa capacidad. Pero somos intuitivos, seguimos el hilo de los pensamientos y sentimientos más fuertes. Ellos no. No saben si pasa algo, si necesito algo. Yo siempre estoy bien, ¿no? Al cuerno.
¿Dónde se refugia alguien que necesita a otras personas, en quién busca compañía, cuando a su alrededor todo el mundo quiere estar solo? ¿A dónde voy? ¿Dónde me escondo? ¿Dónde me cobijo, dónde descargo mis propias frustraciones, dónde voy a maldecir hasta que me pique la garganta?
La respuesta es, como la canción de Estopa, "a ninguna parte". Ninguna otra parte que no sea mi propio interior, donde arde la llama del recuerdo que me mantiene caliente. Pero aquí el invierno es más frío. Mi hoguera está más lejos y me cuesta mucho mantenerla viva. Ellos, en los que pienso cuando me siento sola, están más lejos que de costumbre. Me vine arriba, me llené de fuerza por su gracia. Estaba demasiado acostumbrada a tener personas como yo a mi alrededor, y ahora que todo es nuevo y me faltan, el agujero es tan grande que no puedo evitar tropezar y caer, caer por él como Alicia cayó por la madriguera.

Soy así.
Hay que joderse.
¿Qué pasará el día que yo me plante, hunda las garras en la tierra, abra las alas, levante la cabeza y grite "yo también soy como soy, y punto"? ¿Qué? ¿Se perderá la relación, porque resultaré incompatible con el resto de mi mundo? ¿Cambiará algo?
No, nada cambiará. Nada cambiará, nunca.
Y eso es algo que tengo que aprender. Que la gente no es como yo, y que debo guardarme mucho más y mejor ese tesoro que late dentro de mis costillas. Porque sí, es un tesoro. Mi corazón es un precioso tesoro; no estoy orgullosa de muchas cosas mías, pero de él sí. Mi corazón es magnífico, porque ha sabido sobreponerse a muchas heridas. Y sé que ahora no me va a dejar en la estacada. Una persona que me ama más que a su propia vida (porque me engendró de ella, soy su fruto y su triunfo, como le gusta decir) me ha pedido por favor que no sufra. Que me guarde, que disfrute de mis pequeños placeres y mande a la porra todo lo demás, todo lo que me haga daño. Y otra persona sabe que, cada vez que sienta ese vacío, ese agujero que mi entorno no sabe llenar, pensaré en ellos. Y los echaré de menos, pero seré feliz.
Porque la gente no es como yo.
Al menos, he tenido la bendición, la suerte, la gracia divina de encontrar a tres o cuatro que sí lo son. Aunque no están aquí. Nadie ni nada es perfecto.

Vivir sin esperar nada.
De nadie.
Y, desde luego, no entregarse. Al menos, no con esa facilidad.
Ser sólo yo.
Seguro que me ahorraré muchos quebraderos de cabeza.
Me costará. Porque lo sé. Son casi veintiún años viviendo conmigo misma. Me costará aprender, soy obcecada. Pero lo conseguiré. Dejaré de dar, y dar, y dar... porque si no me detengo, yo misma mataré de agotamiento a mi precioso corazón.





Mis rituales diarios, mis momentos de contemplación, de abstracción, momentos "zen". Maravillosos, sin los que no podría vivir. Mis rituales domésticos: lavarme la cara y cepillarme los dientes.
Cosas que tienen que ver y otras leyendas urbanas.

9 de noviembre de 2011

Recuerdo

Recuerdos. De golpe. Agua fría.
Y todo porque, en un ataque de valor repentino (hoy ha vuelto a funcionar la zorra-terapia y yo que me alegro), se me ha ocurrido echar la vista atrás, para recordarme lo idiota y lo extremadamente feliz que era en esa época.
Sin embargo, de alguna manera, mi corazón preveia el desastre. Estoy segura.


Nunca debió olvidárseme.
Esto nunca debió olvidárseme.


"Fuiste mejor de lo que tú pudiste imaginar. Cuando todo no es suficiente y sabes que los dementes son ellos y no tú."

"Fuiste mejor de lo que tú pudiste imaginar."









Cosas que tienen que ver, es complicado que te desactiven los acentos solos y copia-pegar letras acentuadas para escribir una entrada con tanta carga simbólica.

8 de noviembre de 2011

7 de noviembre de 2011

Escritoterapia

"I had a dream, that the whole world was staring at me. I woke up and wasn't no one there. Wasn't no one there."

Fito empezaba una de sus canciones diciendo "veo el ojo que me mira, no sé qué esperáis de mí". Ayer, me pasé cosa de diez minutos convenciendo a una persona de que no tenía que demostrarle nada a nadie, porque había llegado una etapa de su vida en la que le tocaba vivir solo. Volar solo.
Volar, como si fuera tan fácil.
Suele pasarme a mí, de todas maneras. Siento los ojos del mundo, siento unos ojos que me están mirando constantemente. Supongo que como a todos, pero que le vayan dando, aquí esta mi voz y aquí lo que yo quiero escribir. Escritoterapia de C.G.L., si a ella le funciona, quizá pueda hacer algo conmigo.
Esos ojos no son los de mi fantasma. Son los ojos de la gente. Volvemos a la contradicción; es esa gente que sabe, que conoce el problema, son esas tres o cuatro personas que interpretan perfectamente cada una de mis palabras. Sus pupilas me van persiguiendo, es como si me examinaran. Siento que lo hacen, porque saben. Saben, lo saben. Tienen la información, y muchas veces eso me da miedo.
No obstante, nunca me fue complicado abrir las alas para dejar el pecho, el punto débil, al descubierto. Exponerme. No es algo que me preocupe, no excesivamente. Me expuse con ellos porque yo quise hacerlo. Porque quise compartir mi dolor con ellos, para que me ayudasen a llevarlo. Yo llevé el de muchos (todavía lo llevo) y parece que les fue bien, que fueron un poquito más felices. Así que, ¿por qué no probar?
Wiz Khalifa dice que "everything is good till it goes bad", y me parece que ése es el problema. Yo quise darles la información, y ahora me da mucho miedo lo que puedan hacer con ella. Pero sólo son momentos. Esos momentos en que siento alguien que me mira, como si le debiera algo. Yo les di la información, nunca me importó exponerme. De acuerdo, cuando vas sin protección cualquier golpe hiere directamente, hace más daño, hiere. Habla mi propia experiencia. Sin embargo...

...¿qué hay de la felicidad de compartir, de compartirte? Muchas veces me pregunto qué pensarán esas personas sobre mí. Qué pensarán de mí, y de mi manera de hacer las cosas. De mis problemas, de mis terribles defectos, de alguna virtud que tengo suelta por ahí. Si me querrán, como yo les quiero a ellos. Si, de verdad, me querrán al cien por cien, a quemarropa, como lo hago yo.
No lo dudo, no lo niego; nunca me atrevería a decir "tú no me quieres". Simplemente, me lo pregunto. Es curiosidad. Siempre queremos ser amados como amamos nosotros. Y al cuerno la pareja, que se tiende únicamente a una relación cuando se habla del amor. Efectivamente, hay una pareja. Pero también hay amigos. Hay familiares. ¿Me querrán... como yo les quiero? Me gustaría.
Muchas veces he dicho, en un ataque de frustración porque nadie tiene una respuesta (soy un dragón difícil de entender), que me encantaría tenerme a mí misma como amiga. Sabría exactamente qué hacer conmigo misma. Una de esas tres o cuatro personas me dijo que ella pensaba exactamente lo mismo. Que lo deseaba muchas veces. Es lo que tenemos los que somos... así, supongo.

Queremos que nos quieran.
Como nosotros queremos. Por escrito, da menos miedo decirlo.
Yo, por mi parte, quiero que esas pupilas, esos ojos que siento que me miran, me quieran igual que yo les quiero a ellos. Me pregunto si sabrán todo lo que yo les quiero. Probablemente, no tengan ni idea. Pero en fin, ya se darán cuenta, o no, y todo seguirá como tenga que seguir. Me han dado señales de respuesta. Yo lo que realmente quiero saber es si su información, la que yo les he dado, recoge también cuánto me preocupo por ellos, cuánto les quiero de verdad y cuánto significan para mí.
Hay dos que lo saben. Un gato y un extraterrestre. Estoy segura de que lo saben. Pero hay dos de los que no estoy segura. Quién sabe. Si me lo pregunto, me mareo.

Cosas que tienen que ver, sí estoy mejor. Sigo filosófica y me gusta tener al N'oj para escribir lo que me dé la gana. Reflexiones personales. Me gusta el N'oj, se supone que me está cuidando porque nací cuando nací.
Ya veremos.


Hum.

Yo siempre estoy bien. Que no se me olvide.

6 de noviembre de 2011

Vuelven

Como siempre. Vuelven.
Nunca se fueron. Hablo de ellos, sin hablar. De aquellos que saben recoger mis despojos y aquellos que, de formas diferentes, han sabido cuidarme. Los que tengo cerca y los que tengo lejos. Los que nunca tendré, porque es imposible, pero me ayudan a su manera.

Mañana estaré mejor.
Porque...



...porque yo siempre estoy bien.

Vuelves

"Esto es más que un adiós, porque cuando te miro los ojos, ni siquiera estás aquí."

¿Por qué un blog y no un escrito privado? Supongo que necesito pensar, de alguna manera, que alguien querrá escuchar. Que soy un ser contradictorio con pensamientos contradictorios. Quiero escribir, quiero contarlo, quiero sacarlo. Pero, por otro lado, no quiero que nadie lo sepa. Que nadie se acerque. Prefiero seguir llorando en silencio y tapándome la boca para no hacer ruido. Una especialidad. Hay gente que no estaría preparada para leer estas cosas. Le resultaría imposible reconocerme aquí.
No quiero deberle nada a nadie con lo que escribo. Quiero ser egoísta y no nombrar a nadie. Supongo que, a la vez, es una manera de no involucrarlos. Es algo personal. Algo exclusivamente mío.
Mío. Por desgracia, es mío.

No se va. No se marcha. Sigue ahí. Sigue aquí. Y tiene la culpa de que vaya a volver loco al reproductor de música, porque no dejo de escuchar las mismas seis voces, una y otra vez. Y eso, en mí, no indica nada bueno. No tengo un buen día. Ni siquiera una buena semana.
Porque sigue aquí. Conmigo. Es mi fantasma y mi batalla personal, pero soy demasiado cobarde como para enseñar los colmillos y pelear. Soy una cobarde, un dragón que se finge fuerte por la mera constitución que tiene. Algo parecido al león de The Wonderful Wizard of Oz, que tenía que ser valiente sólo por el hecho de que era un león.
Tengo que ser fuerte, porque soy un dragón. Joder, dudo mucho que se hayan escrito historias sobre dragones cobardes. Simplemente por ser los malvados de la historia, ya tenían una personalidad de piedra. Pero quizá las historias de los cobardes nunca se han contado. La mía, por ejemplo. Porque soy un dragón cobarde. No tengo valor.
No tengo valor para enfrentarme a mi fantasma. No lo tengo. No lo tuve en su momento, y por eso me hirió tan profundo. Tan profundo, que me cortó las alas. Que me encadenó. Me dejó tirada, hecha un despojo de piel, carne y huesos, en medio de una tormenta. Nota remarcable: odio mojarme. Me dejé arrastrar porque no tuve valor y caí. En picado. Como un tronco seco. Y mis alas se partieron. Se rasgó su membrana, se quebraron los huesos, se desencajaron de la columna vertebral, y tuve que cargar con ellas como con el resto de mi cuerpo, para seguir avanzando en aquel pozo negro.
Me dejé ganar. Y me sigo dejando, porque aunque ya ha pasado el tiempo y muchas personas han curado mis heridas, siguen sangrando. Siguen aquí, como mi fantasma. Siguen. No se van y continúan doliendo. Siempre estarán, me han dicho hace poco, pero aprenderás, tendrás valor, lo superarás. Después de estos seis días, empiezo a dudarlo. Podré obviarlo y ser feliz, tampoco vamos a crear un melodrama de esto. Soy feliz, maldita sea, soy muy feliz. Solo es que a veces... apareces, mi eterno fantasma. Apareces. Hago chas y aparezco a tu lado, con tu agria sonrisa y esa capacidad para hacerme daño. Y todo se desmorona.
Se desmorona dentro. Por fuera, nadie lo sabe. Bueno, llega un punto de saturación en el que no puedo fingir y todo es jodidamente maravilloso, porque todo el mundo te pregunta y tú te quieres morir, porque te sientes imbécil. La misma pelea contradictoria. No quieres que nadie lo sepa y por eso te escondes, por eso finges. Pero dentro de ti, en lo más profundo de tu alma, brota un grito desesperado que pide ayuda, que se muere por encontrar descanso, consuelo, cariño, una mano amiga, y por eso aparecen esas personas tan intuitivas, que saben leer entre líneas. Escuchan esa llamada moribunda y se pelean contigo y tu mugriento orgullo... para conseguir hacerte un poco más feliz.
Yo soy una de esas personas intuitivas. Y suelo tener ánimo suficiente para cargar con mis propios problemas, y todavía me subo a la espalda los de los demás. Como ayer. Al borde del precipicio, y todavía hago más por mantenerme de pie, pensando que la felicidad del resto es más importante que la mía, y que tienen derecho a ser felices, a que alguien se trague su tristeza y la vomite lejos de ellos. Que tus problemas son ridículos por ser los tuyos. Y que eres imbécil por sentirte mal.
Qué ironía.

No te marchas, mi fantasma. Sigues aquí. Y desde hace seis días, te apareces con más frecuencia de la que me gustaría. Vienes a recordarme y a dolerme. Vienes a traerme momentos pasados. Vienes a anularme de nuevo, a desencajarme las alas y a hacerme caer en picado. Como un tronco seco. Vuelves a hacerme esclava de mis propios errores.

The tears in your face... they leak and leave a trace.
Qué razón tienes, J-Dog.

Cuando a un dragón le roban su libertad... enloquece.