Nunca la frase había tenido tanto sentido. Yo sí que vi los árboles arder. ¿Era la única que se daba cuenta?
30 de octubre de 2015
28 de octubre de 2015
El más grande de todos
Es la primera vez que me pasa esto, y es que simplemente me pasas tú. Me pasa El rey pastor, me pasa Buru, que no sale de mi cabeza. Que está todos los días para saludarme con el sol y todas las noches, aunque no vea a Nanna por mis ventanas. Que cada instante yo abrace con amor infinito al pequeñísimo proyecto personal y literario que es El rey pastor, nunca me había pasado. Suelo rotar con todas estas historias que tengo en la cabeza, algunas veces me da más fuerte con unas o con otras. Pero es que siempre estás ahí, de igual manera. Y sé que aunque hace tres meses que no escribo, no te abandonaré, precisamente porque sigo estudiando para escribirte mejor. Qué voy a hacerle, si todavía no sé exactamente lo que comes o si realmente podrás trazar la trayectoria que tengo pensada para ti.
Eres mi gran obra. Eres la obra más grande de todas.
Y aún así, me muero de ternura, eres tan pequeñito que tengo que abrazarte una vez más.
26 de octubre de 2015
Highland
Y yo, igual que Buru, me pierdo contemplando las Tierras Altas.
Prefiero asumir que tengo miedo y manejarme desde allí. A fin de cuentas, como dijo Adriana, ¿no reside la verdadera valentía en afrontar aquello que realmente nos aterra?
Lo veremos el miércoles.
22 de octubre de 2015
Hoy son cinco
—¡Cinco!
—...
—¡No lo digas, no lo digas!
—Anda que vaya año nos espera.
Y arrodillarme junto a ti, en el bar de la esquina.
Decirte «vamos a dormir».
Gritar al viento nuestro amor entre sábanas limpias,
y empezar a vivir.
—...
—¡No lo digas, no lo digas!
—Anda que vaya año nos espera.
Cinco son los años que han pasado desde que somos la pareja más extraña que conozco. No hemos estado mucho tiempo juntos, en el mismo sitio. Nos acogíamos a la frase "ya tendremos tiempo", como si estuviésemos vaticinando que lo nuestro estaba destinado a durar. A durar tanto, que no tuviéramos que levantarnos en camas distintas o llamarnos a otros países. Aún así, me pregunto, ¿cómo has aguantado conmigo?
Las personas que de verdad me quieren saben que tengo alas en la espalda y pólvora en la suela de los zapatos; no me gusta estarme quieta en ninguna parte. Releyendo aquello que te escribí cada año me doy cuenta de que siempre pido perdón por no estar. ¿Pero sabes qué? Tú me haces sentir tan bien, que no tengo que disculparme por ser quien soy. Por ser como soy. Porque yo, esa inquieta loca de Oriente, esa que no sabe vivir dos años en el mismo sitio, soy la persona que te enamoró hace cinco años. Si fuese sedentaria y más normal, no sé si me querrías.
El mundo es enorme y yo he visto un trocito. Quiero enseñarte el resto. Contigo, juntos. Teniendo un proyecto que no esté asentado en la rutina de tenernos, sino en la pelea de conservarnos, de progresar, de ir siempre a mejor y juntos. De entendernos y apoyarnos, de reírnos y llorarnos, de querernos y odiarnos, de amarnos y echarnos de menos.
Me vienen a la cabeza los recuerdos que hemos construido en estos cinco años, y me sonrío pensando en todos los que podríamos construir en adelante. Me da miedo acostumbrarme a estar sin ti, porque no sé dónde terminaré, ni siquiera sé si terminaré en alguna parte. No me gustaría acostumbrarme a tu distancia. Dime, ¿es posible que esto cambie antes de lo que pensamos?
Antes tenía muy claro lo que te iba a escribir. Ahora solo quiero que llegue noviembre y tenerte aquí.
Vamos a por otro año, mejor que los cinco que ya contamos juntos.
Te quiero.
Y arrodillarme junto a ti, en el bar de la esquina.
Decirte «vamos a dormir».
Gritar al viento nuestro amor entre sábanas limpias,
y empezar a vivir.
21 de octubre de 2015
20 songs tag - HU Edition
Canción favorita
Bullet
Canción que más odias
Does everybody in the world have to fucking die?
Canción que te pone triste
Circles / Outside / Mother murder
Canción que te recuerda a alguien
I'll be there / Lion
Canción que te pone feliz
Up in smoke / Everywhere I go / Pigskin
Canción que te recuerde a un momento
Day of the dead / Bullet
Canción que te sabes de memoria
Another way out / Young / This Love, This Hate
Canción que te hace bailar
Street dreams / Tear it up
Canción que te ayuda a dormir
Coming back down
Canción que te gusta en secreto
Bitches
Canción con la que te sientes identificada
We are / Believe
Canción de tu disco favorito
Bullet - American Tragedy
Canción que te gustaba y antes ahora no
War child
Canción que te gusta para conducir
Pimpin'
Bullet
Canción que más odias
Does everybody in the world have to fucking die?
Canción que te pone triste
Circles / Outside / Mother murder
Canción que te recuerda a alguien
I'll be there / Lion
Canción que te pone feliz
Up in smoke / Everywhere I go / Pigskin
Canción que te recuerde a un momento
Day of the dead / Bullet
Canción que te sabes de memoria
Another way out / Young / This Love, This Hate
Canción que te hace bailar
Street dreams / Tear it up
Canción que te ayuda a dormir
Coming back down
Canción que te gusta en secreto
Bitches
Canción con la que te sientes identificada
We are / Believe
Canción de tu disco favorito
Bullet - American Tragedy
Canción que te gustaba y antes ahora no
War child
Canción que te gusta para conducir
Pimpin'
17 de octubre de 2015
17 de octubre
Decíamos que esperaría a que crecieses y serías mi novio. Juntos montaríamos una granja con muchos, muchísimos animales. Siempre abrazabas fuerte, muy fuerte, y yo te daba golpes en la espalda y te llamaba "rubio". Siempre fuiste mi favorito de los cuatro, mi rubio, no sé.
Hoy tu corazón, ese enorme y hermoso corazón que estaba malito, ha dejado de latir. Y nosotros queremos morirnos contigo.
No entiendo nada. Es horrible pensar que ya no podré abrazarte.
Daría un brazo, mis dos manos, la mitad de mi alma por abrazarte otra vez. Tan fuerte. Como siempre.
Hasta la otra vida, mi pequeño. Te quiero. Mucho. Como siempre.
Ahora serás tú quien me espere a mí.
Ahora serás tú quien me espere a mí.
4 de octubre de 2015
El turbante
Al-Ahmar abrió un segundo la ventana
de la habitación, pero volvió a cerrarla cuando el humo que entró le provocó un
ataque de tos. Sacudiendo la mano ante su cara y haciendo mucho ruido, agarró
el postigo y lo encajó de un golpe de nuevo en su sitio. Siguió tosiendo un par
de segundos y lanzó una mirada furibunda al mundo que se veía fuera de los
cristales.
—En nombre de Dios, ¡si aquí no se
puede respirar! —gritó, justo en el momento en que Avani entraba por la puerta
secándose el pelo con una toalla—. ¿Es que no pudiste encontrar un sitio mejor?
—le increpó, lanzándole una mirada furibunda.
El filósofo siguió a lo suyo, y muy
tranquilo respondió:
—¿Ibas a pagarlo tú?
Al-Ahmar soltó un gruñido y escupió
en el suelo. Su saliva no era lo más sucio del entorno; en realidad contribuía
a su asquerosa decoración. Una cucaracha correteó alegremente por la pared. Las
paredes volvieron a temblar con el paso del ferrocarril y una nueva columna de
humo golpeó los endebles cristales. El nasrí
hizo otra mueca y no se molestó en esconder su mal humor. Aquel aire
contaminado lo estaba matando poco a poco, y no podía sino evocar el frío
lacerante en los pulmones al respirar directamente el viento de la sierra de
Granada. Pero también sabía que quejarse no conseguiría depurar el ambiente,
así que simplemente mantuvo su mala cara.
Avani dejó la toalla y suspiró,
colocándose con las piernas cruzadas en la cama y una tela alargada blanca en
las manos.
—Te lo dije ayer, necesitamos el
dinero para otras cosas.
—El dinero no nos servirá de nada si
aparecemos en cualquier parte con esta peste en la ropa —apuntó al-Ahmar,
tirándose significativamente de la pechera de la camisa.
—En eso no se diferencia de nuestro
mundo, querido —dijo Avani, que todavía sostenía la tela en las manos como si
estuviese leyendo allí las palabras que pronunciaba—. Aquí el dinero lo compra
absolutamente todo. Hasta el honor y el perfume de los hombres.
Al-Ahmar había permanecido todo el
tiempo de espaldas y de pie, mirando por la ventana. Cuando se volvió para comentarle
algo a su amigo al respecto del tugurio donde se habían metido, descruzó los
brazos y alzó mucho las cejas.
—¿Qué haces?
Avani levantó los ojos, pero no
detuvo el movimiento de sus manos.
—Ponerme el turbante, como todas las
mañanas.
—No pensarás pasearte por aquí con
eso en la cabeza —al-Ahmar señaló con el dedo de una manera que a Avani le
pareció bastante grosera.
—¿Y me quieres explicar dónde está el
problema? —resopló; empezaba a estar harto de las protestas del nasrí.
Este levantó
las manos para enfatizar sus palabras.
—¿Pero es que tú no has visto dónde
estamos? —fue hasta la ventana y echó un rápido vistazo a través de los
sucísimos cristales—. Nadie, absolutamente nadie lleva turbante aquí. ¿Y tú
querías pasar desapercibido? Ponerte ese mojón en la cabeza va a conseguir que
seamos tan evidentes como un gamo sangrando en un campo de nieve. ¡Va a ser un
milagro que nadie nos mire!
Avani había terminado de colocarse el
turbante mientras al-Ahmar daba voces, y simplemente lo miraba con las manos
entrelazadas sobre las rodillas. El andalusí soltó un gruñido de perro.
—¿Pero por qué nunca me haces caso?
Te lo estoy diciendo de verdad.
—Si has dejado de berrear y estás
listo, ya podemos irnos. No me gustaría hacer esperar a nuestros anfitriones. Y
con lo que respecta al turbante, créeme, a ti te conviene ponértelo también.
Incluso más de lo que me conviene a mí.
Al-Ahmar frunció el ceño.
—Y luego se te llena la boca con
frases sobre la adaptación a otros lugares, a ti no hay quien te entienda.
Ignoraba que te hubieras vuelto un fanático —al-Ahmar le estaría dando vueltas
toda la noche a la estupidez de pronunciar esa palabra para referirse a Avani.
El filósofo, todavía tranquilo pero
notablemente irritado, se puso de pie.
—Mira, yo no voy a obligarte a que
hagas nada, pero por favor te lo pido, vámonos ya. Llegar tarde es una horrible
falta de respeto.
Al-Ahmar creía que le iba a reventar
una vena. No era capaz de comprender la testarudez de su amigo. Le entraron
ganas de agarrarlo por el pescuezo y arrancarle el turbante de la cabeza.
¡Además era blanco!
—Aún así piensas salir con eso
puesto.
—Sí, pienso salir con el turbante puesto —dijo, y se dio la
vuelta para girar el pomo de la puerta.
—¡Y encima es blanco! —gritó
al-Ahmar, levantando los brazos.
Avani encogió un hombro.
—Ahí tienes razón, pero es que no he
encontrado nada tan largo de otro color.
El resto de la conversación se
desarrolló mientras bajaban las endebles escaleras hasta la calle. Aunque solo
era un piso, a Avani se le hizo eterno. Se combinaron peligrosamente el hedor a
orina de las paredes, los vómitos del suelo, las humedades y otros desperdicios
repartidos por allí, los jadeos del prostíbulo que iniciaba su actividad y la voz de al-Ahmar detrás de él, que era como golpearse la sien repetidamente con
un martillo.
—Avani, te lo digo en serio, recapacita.
La gente nos va a mirar como a dos tipos raros si vamos con la cabeza cubierta,
¿es que no te das cuenta? ¿Es por la cicatriz? ¿Puedes mandar tu integridad a
la mierda un momento, en aras de algo más importante? ¿Qué va a decir esta
gente cuando te vea? Si es por la cicatriz, queda como un veterano de guerra o
algo parecido, ¡invéntatelo! ¡Tienes capacidad para hacer esas cosas! ¡Avani,
escucha lo que te digo!
El filósofo se dio la vuelta y empleó
palabras bastante intensas para decir:
—Muhammad, vamos a dejar el asunto
aquí. Primero, no, no es por la cicatriz, porque entonces tendría que
envolverme como las momias que se acaban de encontrar en Egipto y no salir de
mi cueva. Segundo, me parece que eres tú quien no se da cuenta de que llama más
la atención que yo, y sin turbante. Tercero, como vuelvas a sacar el tema, te
doy una bofetada que te pongo la cara del mismo color que la barba. ¿Me he
expresado con claridad?
Al-Ahmar soltó un bufido, igual que
un jabalí, pero sabía que si seguían discutiendo, al final llegarían a las
manos. Y eso era lo último que les convenía a los dos. Además, y estaban a un
paso de la calle. Avani sostenía el picaporte con una mirada significativa. El
andalusí sacudió la cabeza e hizo un gesto desagradable, pero que indicaba que
se daba por vencido.
—Ya veremos cómo acabamos la noche. Tú
sabrás lo que haces.
—Exacto, deja que yo gestione mis
propias decisiones —contestó Avani, con una sonrisa mordaz, y abrió la puerta.
Londres, 1882
Londres, 1882
3 de octubre de 2015
Las cosas de Avani XXXXIX
"Vuelve a llegar tarde a clase y golpearé tan fuerte las paredes de tu cabeza que vas a tener migrañas hasta el día que a mí me dé la gana", me amenaza tranquilamente mi Avani ibn Tahir interior, pues no hay falta de respeto más gorda para un sufí que llegar tarde.
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