31 de diciembre de 2013

Feliz Año Viejo

Let it fly. Let it roar.
Can't hold you back anymore.
Let it fly, let it roar.
Spread your wings and catch the sun.
Back and forth,
confident and strong.
Let it fly, let it roar.
A dragon was never ment to stay.

25 de diciembre de 2013

Laralalala

Y si un día vuelvo a escribir, laralala,
tal vez lo haga desde el Cielo, laralala,
donde a todos os veré, laralalala.
Y cantaremos de nuevo. 

19 de diciembre de 2013

Roundabouts

Cuando te pregunten qué tipo de amigos tienes o si son buenos, recuerda informar al personal que en el día de su graduación, tus amigos imprimieron tu foto a tamaño considerable, la llevaron en el acto y posaron con ella para las fotos oficiales, la subieron al autobús, la sentaron a la mesa en la cena y se hicieron fotos con ella, como si hubieses estado sentada a su lado durante toda la noche. 
Y ya el personal que juzgue. 



Cosas que tienen que ver, cuánto sé ahora del fuego. 

15 de diciembre de 2013

El castillo en las nubes

In you and I there's a new land, where fears and lies melt away.



Ayer entró por mis ojos una imagen que es muy complicada de describir. No estoy segura de si sabré hacerlo, pero debo. Es un tributo personal a aquello que tuve la oportunidad de contemplar.

Ayer se alzó la oscuridad y nos cubrió el sol. La sombra de las nubes se proyectó sobre la tierra castellana y se veían pocos metros a la redonda. Y en nuestra primera parada, junto a un río y a un puente mal llamado "romano", apareció un castillo entre la niebla. La húmeda cortina desdibujó la silueta de la muralla mientras iba ascendiendo por el monte. Se me hundían los pies en el barro, se me mojaban las manos y el abrigo. Y de repente estaba delante de mí el testimonio de la antigua muralla. Cuando miré hacia arriba, encontré el primer castillo. La dama que me acompañaba y de la que me convertí en guardiana (no es la dama con D, sino un ama de cría a la que tuve que socorrer un par de veces para que no se despeñara, pobrecilla) había comentado que ella imaginaba el universo medieval así; nublado, amenazado por la niebla, oscuro y frío. No pudo haber mejor representación de aquello. 
La pequeña fortaleza cristiana estaba esperando, oculta entre la niebla. Hasta bien pasado el mediodía no levantó. Las razones que nos habían llevado hasta allí sacaron una de las facetas que tengo más interiorizadas y más normalizadas, pero que sorprendieron a mis acompañantes. Trepo por los muros con una facilidad que ellos calificaron de "increíble". Yo nunca había pensado que eso fuera increíble. Ni mucho menos. Simplemente es algo que llevo haciendo desde que soy pequeña. Me resulta muy sencillo subir por las paredes de roca con las manos y los pies. Saltar de saliente en saliente, correr de puntillas por el perfil de las piedras, trepar. Pensaba que yo podía hacerlo porque todo el mundo podía hacerlo. Ayer descubrí que no. Y me gustó. Era como si la piedra me conociese; "hay que conocer la piedra", pensaba yo, "la piedra no va a dejarte caer". Iba y venía por los peñascos como una cabra montesa. La cabrilla, me llaman ahora. "¿De dónde ha salido?", escuché que preguntaba uno de los profesores. 
Yo era feliz saltando por los muros y correteando por las murallas. Pensar que era ágil me daba más energía para subir más alto. Nunca había imaginado que yo, la niña siempre regordeta, se había transformado en una ágil criatura de monte. En un principio de guerrera. 
Cuando se levantó la niebla, de repente, pude ver el Duero. Y el increíble paisaje que desde allí arriba, el machón donde hubiera estado la torre más alta, se contemplaba. Mi poderosa imaginación eliminó muy pronto las casas y el tendido del teléfono; sólo tenía ojos para las atalayas musulmanas que rodeaban el Burgo de Osma. Un enclave cristiano sitiado por cuatro recias torres, que seguían su camino hasta Córdoba. Con prender una antorcha, el emir (y después el califa) de al-Ándalus podía saber lo que estaba pasando. 
Me sentí... bueno, es difícil explicarlo.

Pero la verdadera sorpresa vino después. Cuando vi, por fin, la fortaleza más grande de toda Europa del siglo X. Una fortaleza califal, a nombre de al-Hakam II, que coronaba y dominaba toda la planicie, desde Logroño hasta la propia Andalucía. 
Gormaz. 
Estaba allí, con sus recios muros de mampuesto, sus tres mihrabs, el mimbar de piedra, el alcázar, el estanque, el paseo de la guardia, la puerta accesoria en arco de herradura, la puerta en recodo. Estaba todo allí. Como ellos estuvieron también, durante tanto tiempo. Sin embargo, mi corazón desbocado aún tenía que enfrentarse a otra sorpresa mayor. 
Se marchó el sol. Lo últimos rayos le dieron a la piedra un brillo ocre y dorado precioso, que las cámaras de fotos pudieron atrapar. El sol se escondió detrás de las colinas muy deprisa, sin que nos diese tiempo a darnos cuenta. Y vino el dominio del frío y la oscuridad. Desde allí, desde el muro con las tres piedras talismán, empezamos a ver una masa de nubes que se acercaba por el oeste. No dejó de crecer. 
Cuando me di la vuelta, el mar de nubes había envuelto todo el valle del Duero, y avanzaba, devorándolo todo. La oscuridad se hacía dueña de aquella planicie. El frío, la humedad, todo lo cubrían. La luna brilló en el cielo, redonda y blanca con su nuur. Aquella marea acariciaba las cimas de los cerros como una lengua helada, creaba formas fantásticas, acariciaba el arranque de los muros de la fortaleza. Nunca vi algo parecido, algo tan bello. Aquel espectáculo de colores, esa maravilla de la naturaleza, no la olvidaré. Gormaz flotaba, un castillo en las nubes. Se alzaba poderosa sobre el resto, despuntando. Gormaz queda testigo de al-Ándalus, que hasta Soria llegó y donde estuvo mucho tiempo. Mi al-Ándalus soñado, mis fortalezas de cuento. 

El gran momento, la catarsis, llegó cuando descubrí una puerta abierta en el alcázar. Al atravesarla ibas a parar a las grandes dependencias, justo debajo, a una distancia de cinco metros. Y de pronto, a la izquiera, unas escaleras. Tuve escalofríos, y no porque ya casi fuera de noche. Las escaleras de guardia. Esas que habían subido tantos otros antes que yo, las escaleras hasta la ventana, desde donde se controlaba toda la fortaleza. Subí. Subí corriendo y trepando, igual que había trepado por la cara oeste del muro. Con las manos desnudas y el rostro cobijado bajo un pañuelo de procedencia árabe. Subí hasta allí, y sentí que conmigo subían otros tantos guerreros; deprisa, sin tiempo, con las manos. 
Apoyé la frente en la piedra y la respiré. Respiré su frío y su memoria. Confieso que la besé; un beso suave que me congeló los labios. Le di las gracias en un susurro. "Gracias; gracias por resistir". Y tuve que marcharme corriendo, igual que había subido.



Me ha atrapado un castillo de tierras yermas y un desierto sin dunas. Me confirmó que vale la pena luchar, resistir cuanto venga. Los vi a ellos paseando por la muralla, los vi trepando la roca, los imaginé acurrucados los unos contra los otros en esas noches de frío terrible. Los imaginé observando el mar de nubes, aquella maravilla, y susurrando "en verdad Dios es poderoso". 
Elegí el camino correcto. Su camino. Ahora estoy cautivada por la belleza de sus muros, la potencia de sus torres, las huellas que dejaron. Y no creo que haya mejor sensación en el mundo, en estos instantes. 

Nunca estas palabras conseguirán reproducir una décima parte de lo que sentí. Para eso hace falta viento, el viento frío del oeste, las nubes devorando la tierra, el sol poniéndose en el horizonte, un pañuelo rojo y blanco cubriéndome la cara, el pelo hacia atrás, y los muros del castillo de Gormaz. 

11 de diciembre de 2013

Las cosas de Avani XXXIII

"¡Me cago en Dios!", grita al-Ahmar, llevándose las manos contra las sienes.
"Pues qué le vamos a hacer...", le responde mi Avani ibn Tahir interior, que soporta un poco mejor que el Rojo la patada en el costado que hoy le han sacudido a nuestro arabismo, a nuestra profesionalidad, a nuestra manera de entender la Historia del Arte y, en general, a nuestra cabeza. 

3 de diciembre de 2013

Que llore, el cabrón

No me llores, que algún día volverás a recorrer las calles de Granada.
Te embriagarás de albahaca y azahar, perdida en los jardines de la Alhambra.
Será la luna llena quien te ayude a regresar, será la nieve blanca de la sierra.
El viento frío te acariciará en lo alto de la Torre de la Vela. 





Tengo un corazón tan leal a ti... que asusta.
Yo, que nunca había echado de menos un sitio, me uno a los cientos de personas que sucumbieron a tu embrujo. Y es que, Dios mío, te extraño y te anhelo, Granada. 

27 de noviembre de 2013

It was about time

Ése es le tiempo que llevaba esperando este momento, que, tiernamente, también es tu Momentum. Hace ocho años, nada menos, que yo con mis quince idióticos le robé dos discos a mi padre porque el chico de la portada era "muy mono". Resultó ser un pianista que me ha acompañado desde ese preciso instante. 
Hace ocho años imprimía tus fotos con una pésima calidad, para pegármelas en la agenda. Llenaba carpetas de imágenes en el ordenador con tu cara. Era una quinceañera enamorada de alguien a quien no terminaba de comprender. No valoraba exactamente tu música, pero sí sabía que me gustaba mucho. Escribía letras tuyas en mis libretas, en mis apuntes, y les dibujaba soles que luego pintaba de amarillo. Me acuerdo de eso. Me acuerdo que amarilla era la libreta donde empecé a apuntar tu nombre de manera sistemática. Me acuerdo de que eras una diferencia más en mi vida, porque fuera de mi refugio de cuatro paredes, nadie sabía quién eras tú.

He esperado ocho años a verte. A tenerte delante. Con quince no imaginaba que pasaría; no era capaz ni de planear comprarme la entrada para alguno de tus conciertos. Hoy, en mi musical y siempre mágico mes de noviembre, te he tenido tan cerca que ni yo misma lo creo. Mucho más cerca de lo que tuve a Suárez el jueves anterior. Mucho más dentro de lo que cualquier canción de autor pueda llegarme. 

Escribí sobre el valor de la música y sobre aquellos que la hacen algo especial. Una pancarta de las que has cogido decía "you are not a musician, you are a magician". La autora firmaba como Esther, y me ha parecido perfecto para describirte. Te he visto llenado de energía y de hechizo a todos cuantos estábamos allí. De embrujo, de poder, de electricidad. Ha sido increíble, y me encuentro con pocas palabras para describirlo. Menos para describirte a ti. Solo decirte que eres tan gracioso como había soñado, tan simpático como siempre había imaginado, tan dulce y espontáneo como parecías en mi mente, y tan natural y sencillo como dicen tus canciones. Simplemente eres tú. Un ser humano con la hermosa capacidad de hacer música. Y música con todo. Has tocado con los pies, has hecho beatbox, has tocado percusión, has saltado desde lo alto de tu propio piano, has versionado canciones como Get lucky, Black birds o Wake me up en un momento, sin que a nosotros nos diera tiempo a asimilar lo que estaba pasando. 
Has saltado la valla, con tu metro sesenta, para mezclarte con el público y cantar junto a ellos, de verdad. Has recogido varias pancartas y dibujos de regalo. Has cantado Happy birthday a uno de tus músicos (otros que eran increíbles, mágicos y sobrecogedores), y también a una de tus fans; en un alarde de grandeza, me he permitido el placer de imaginar que también me lo cantabas a mí, que hace tres días me hice algo más vieja. Y, desde luego, qué mayor muestra de humildad en un músico de tu talla, que dejar que tu banda sea la gran protagonista de tu concierto. 

Eres vida cuando tocas. Todo tu cuerpo siente la música de una manera que admiro y envidio con total fascinación. Todo tu pequeño ser está hecho de música, de ritmo. Y lo maravilloso es que posees la capacidad para sacarlo de dentro de ti, y entonces compartirlo con los que, como yo, llevamos escuchándote mucho tiempo. Confieso que es gracias a mi padre que puedo disfrutarte, porque ha sido él quien ha ido guiando mi vida por los senderos del jazz. Qué triste un mundo sin artistas, sin personas como tú. Que revientan cada noche y cada escenario, con cada actuación como si fuese la última. Que es capaz de hacerte saltar, reír, emocionarte y moquear con el simple hecho de pulsar unas teclas. Con ese rostro que es la imagen exacta de la pasión. Qué bello el mundo con artistas, con personas como tú. Que hacen de nuestras vidas algo magnífico cuando comparten su don. 

Has tocado All at sea y me he deshecho en lágrimas. Por esa canción yo creé a un personaje que llevaba tu nombre, que tocaba el piano y que quería ser mi propia versión de ti. Volvería a este Momentum una y mil veces, te esperaría otros ocho años y todos sus múltiplos, solo para poder ser testigo, otra vez, de lo que eres capaz cuando subes a un escenario. No hay palabras para describirte. Solo musica. 
Porque, como tú mismo decías, era cuestión de tiempo. It's about time, que lleva colgando en mis notas amarillas desde que adquirí mi nuevo ordenador, porque ya estaba en el viejo y no podía vivir sin recordar esa frase, día a día. 

Gracias, Jamie Cullum. De corazón, gracias por hacerme vivir este Momentum, y por acompañarme desde los quince y estúpidos años hasta los no menos estúpidos veintitrés. 
Now I am the Twentysomething. 



To get to know you, you have to know me.
To get to know me, I have to know you.

25 de noviembre de 2013

Parafraseando a Lady Vengeance

Resulta que a esta dama de abrigo rojo se le ha ocurrido la genialidad de escribir un top 25 de canciones de Disney. De sus favoritas. Me ha parecido una idea maestra, y como soy de todo menos original, tenía que hacerlo yo también. La verdad es que la lista de Berry se caracteriza, sobre todo, por la variedad. Incluir películas distintas de entre ese enorme universo musical que es la factoría Disney, y que ha crecido con nosotros, formando un fantástico paraíso donde todo es posible, todo, con una canción.

Mi orden tampoco es de preferencia, sino tal y como se me han ido ocurriendo. He querido encontrar algo de variedad también. Y he dejado muchas fuera, desde luego. Pero, como la propia Vengeance escribía, "si hubiera tenido que ordenarlas así, ya sí que me explota la cabeza".



1. Ése es mi destino - Hércules
Cada año que pasa me siento más y más identificada con la letra; me parece una preciosidad, especial y sentida. Muchas personas que conozco afirman que Disney no tiene exclusivamente películas para niños y, desde luego, no las tiene. Las películas y sus canciones son para siempre. Hércules ayudaba mucho cuando era una cría de catorce años, inadaptada, que seguía pensando que algún día encontraría ese sitio al que pertenecía.

2. Voy a hacer un hombre de ti - Mulán
La letra en inglés me pone los pelos de punta, y es la responsable de mi unión, corazón con corazón, con el que además de mi maestro de kung-fu, es mi amigo. Si después de escuchar esta canción no te dan ganas de montarte sobre un caballo y liarte a espadazos, es que no tienes alma.

3. Arabian Nights - Aladdín
Concretamente, y esto es importante, la versión que está en árabe. En árabe y sólo en árabe. Si ese idioma es en sí mismo poesía pura, cantando en esta película te tumba de la maravilla. Especialmente la parte que dice "trueno y rayo y fuego". Además de ese magnífico doblador que le pone al vendedor más personalidad que otra cosa. Y esa palabra... khol...

4. Ladrando a la luna - Bolt
La película me da, literalmente, asco. Pero esta es mi canción, mi canción para mi Dama, y sobra el qué decir. 

5. El lamento de Jack - Pesadilla antes de Navidad
Cualquier canción que cante este hombre me parece maravillosa, pero si tengo que seleccionar una, desde luego me quedo con esta. Es increíblemente profunda, y bella en todos los sentidos. ¿Quién no ha experimentado una sensación así alguna vez? Por eso mi habitación está llena de pequeños Jacks, que me miran con sus ojotes y su sonrisa. 

6. Bárbaros - Pocahontas
Esta canción es maravillosa. Y dura dos minutos, menos incluso. Esta canción, en mi cabeza, me transporta al preciso momento de guerra en la Península Ibérica, de al-Ándalus contra los reinos cristianos. ¿No tiene que ver? Desde luego que sí. Es el otro, la visión inyectada en sangre del enemigo, del invasor, del monstruo. Porque para cada bando, el extraño siempre será el de enfrente. 

7. Sigo aquí - El planeta del tesoro
Me encanta esta película. Me encanta la novela. Y me encantan Drenk y Oredón, que al fin y al cabo son los que siempre cantarán esta canción en mi cabeza. 

8. Lo extraño que soy - Tarzán
Yo con Phil Collins tengo un severo problema, y es que cualquier cosa que haga me parece magistral. Pero desde luego es esta canción, esta, la que me quedo de la película de Tarzán. Porque me ayudó a enamorarme de una persona a la que, a día de hoy, amo.

9. Parte de él - La Sirenita
Nunca fui de princesas en cuanto a Disney se refiere. Además, de verdad. A mí me gustaba trepar por los sofás y creerme que era Bagheera. Sin embargo, Ariel va a ser siempre mi princesa Disney. La adoro, al cien por cien, y creo que estuve a punto de romper la cinta de vídeo de veces que la vi. Hasta me regalaron la colección entera de la serie, porque tenía una serie, y estaba enloquecida con esas pelis. Y como Berry ya ha seleccionado Bajo el mar, que es un espectacular temazo, yo me quedo con esta. En inglés también me fascina. 

10. Príncipe Alí - Aladdín
Temazo. Temazo made in Praga. ¿Monos albinos? ¡Yo quiero verlos! Y ya está.

11. Mi sueño es - Enredados
La canción de los tres Bobs y Aro de Plata, de manera clara y estupenda. Especialmente, porque el propio Bob casi se ahoga en el cine de la risa cuando le tocó cantar a Flynn. 

12. Bella y bestia son - La bella y la bestia
Sobran las palabras con esta magnífica balada, que tiene una letra como para ir recordándonosla a cada minuto, una letra maravillosa, y una película maravillosa. Aunque he de decir que la canción Bonjour se ha quedado a muy poco de entrar en esta lista. 

13. Fuera - El jorobado de Notre-Dame
Poco se puede decir de esta canción, y de su banda sonora en general. Y digo poco, porque no sé exactamente qué palabras utilizar. Tenía el disco entero y me pasaba horas escuchándolo, imaginando mis propias historias. Y la voz de Quasimodo es, sencillamente, bellísima.

14. Touch the sky - Brave
La pongo en inglés porque no me sé el título en castellano. Pero vaya, que amo la letra de esta canción por estar perfectamente compuesta para la triqueta. Correré, volaré, con el viento cabalgaré. Ni pensado a propósito, oigan. Qué preciosidad. 

15. Quiero ser como tú - El libro de la selva
La adoro y punto. Ahora que yo misma soy parte de esta historia (here comes Wolf Daddy), creo que me gusta más. Solo Disney podía transformar la selva de la India en un auténtico garito de jazz, y que le quedase bien. Y, lo siento, pero el gag de Bagheera fingiendo ser una estatua me sigue haciendo gracia, por muchos años que pasen.

16. Todos quieren ser un gato jazz - Los aristogatos
Cuando era chiquitina bailaba el "arriqui-tiqui-tiqui" casi como rutina diaria. Me encanta esta canción, como me encanta el jazz, y justamente ayer estuve comentando con un buen amigo lo que nos gustaba esta película, con personajes tan memorables como Lalfayete y Napoleón, Georges, o el inimitable tío Waldo. Los secundarios de Disney, haciendo historia. 

17. Chim Chim Chery - Mary Poppins
Igual que Berry, amo esta canción y a este personaje. De hecho, cuando estoy de buen humor me encuentro tarareando los versos de esta preciosa canción. La escena de los deshollinadores en los tejados (¡al compás!) es también maravillosa. Y eso que la película no me emocionaba especialmente. 

18. Hay un amigo en mí - Toy Story 
Simplemente estupenda. Tierna y sincera, hay pocas canciones que describan tan bien lo que se siente cuando de verdad quieres a alguien como a un hermano. 

19. El jinete sin cabeza - La leyenda de Sleepy Hollow
De las más viejas, pero de las mejores canciones que tiene Disney. Porque a mí me daba miedo, miedo de verdad. Y al mismo tiempo me fascinaba el Sin Cabeza. Espectaculares los escalofríos con esta canción. 

20. Hele me no Lilo - Lilo y Stich
No sé hawaiiano, ni me sé la letra, pero ya tengo una entrada dedicada a esta canción, con todo lo que me transmite. 

21. No diré que es amor - Hércules
Mi Dama y mi hermano dragón gustaban de reírse de mí con esta canción hace tres años, y como saca todo el gospel que llevamos dentro, había que ponerla.

22. Amigos del más allá - Tiana y el sapo
La banda sonora de esta película no me parece especialmente destacable, pero esta canción, como su intérprete, es una obra maestra. Al menos, a mí me lo parece. Y el doblaje castellano le hace mucha más justicia a Facilier que el inglés. Me encanta, simplemente. Siempre he tendido a ponerme de parte de los "malos".

23. No me preocupo - Oliver y su pandilla
Llevo amando esta canción mucho tiempo, y siempre he querido vivir el gag de las gafas de sol. Y tener un perro para ponerle un pañuelo rojo al cuello, también.

24. Colores en el viento - Pocahontas
La pongo porque es un homenaje a mi "yo" de cinco años, que se la pasaba cantando e imitando a Pocahontas cada vez que tenía ocasión. Como veis, me van asilvestradas. Y de nuevo, el ponerse en los ojos del otro, del diferente... eso es algo que todos deberíamos aprender. Qué mal lo pasé en el cine cuando le disparan a Kokum... aún me acuerdo.

25. He's a pirate! - Piratas del Caribe
Ni tiene letra ni nada, pero a mí me encanta. Es una canción que me ha acompañado mucho, mucho, mucho. Y que además tuve la oportunidad de tocar con el violín, lo cual le añade un punto de poderío.



Antes de terminar, hay que aclarar que me he ceñido tal cual a la factoría Disney, porque he dejado fuera peliculones y temazos que no son estrictamente de esta productora, pero que entrarían en la categoría igualmente. Recordemos, Disney es un concepto.

24 de noviembre de 2013

Amaneceremos - segundo intento

Cada año que pasa tengo menos palabras que decir. Imagino que este día, al final, no es especial por mí misma. Es especial por ellos y por ellas, que hacen del veinticuatro de noviembre una fecha a recordar en cada calendario. Y es que tengo unos amigos, una gente que no, aún no puedo creerme. Me llaman, me escriben a medianoche, me preparan unos vídeos preciosos y me los envían. Veo sus caras preciosas en la pantalla del ordenador, escucho su voz melodiosa por el teléfono, leo sus palabras en la mensajería instantánea y pienso que no, que no puedo creérmelo.
Que cada año que pasa se tomen la misma molestia, que sigan queriéndome pese a toda mi insoportabilidad, que quieran hacerme reír, llorar o soplar unas velas que mágicamente se apagan. Que me pasean por la ciudad en la que viven, que me recuerdan las mil cosas que hicimos y las millonadas que nos quedan por hacer. 

Mi gente. Esa familia que escogí en el camino y que, según palabras de Andrés Suárez, nunca va a desaparecer porque es imposible separarse de ella. Aquellos que me conocen con el tiempo suficiente como para entenderme y aceptarme. Los que demuestran estar a la altura y los que tengo colgados en la pared, mirándome desde las fotos y con una sonrisa que es la envidia de todos los odontólogos. 
Los quiero, los amo, los quiero conmigo tanto tiempo que se me olvide contarlo. A mis amigos, a mi pareja, a mi familia. Mi gente, al fin y al cabo. 



Gracias por hacer, una vez más, que en mi cumpleaños no se note la distancia. 

18 de noviembre de 2013

¡Vamos a echar un "vampiro"!

He de confesar que estaba asustada. Y mientras mis pasos iban y venían del local al autobús, cargando material para este fin de semana, me daba cuenta de hasta qué punto tenía miedo. Tenía miedo de que el olvido hubiera pasado deprisa sobre sus pequeñas cabezas. Que la falta de costumbre me hubiera desterrado de su memoria, y que la ronda pasada simplemente fuese eso, pasada y ausente. Ausente como yo. Temía que no recordasen que les di mi palabra, palabra de lobo, de que un día volvería y aullaríamos juntos otra vez. 
Los niños no recuerdan y sienten como lo hacemos los "adultos". Lo sabía. Pero cuando les vi correr hacia mí, con los ojos abiertos como platos, a caballo entre la alegría desbocada y la incredulidad, terminé de confirmarlo. No sienten como nosotros. Son más sinceros, más enteros, y mucho mejores. Me cayó encima una manada de treinta y dos lobatos sin que me diera tiempo a soltar la caja que iba a meter en el maletero del autobús. "Has cumplido tu promesa", repetían. Se multiplicaban los "te hemos echado de menos", "has vuelto", "Rama, Rama, Rama". Y yo por dentro lloraba de la felicidad. Sin poder pararlo.
Fue como si nunca me hubiese marchado. Sigo teniendo un lugar preeminente en nuestra gran Manada, y es gracias a ellos que conservo ese honor. El hecho de faltar los sábados no ha conseguido que falte de sus corazones. Me sigo sentando en la roca de los Viejos Lobos, con quizá más fuerza que la ronda anterior. Porque ellos quieren verme allí. De verdad, de corazón, que parecía que nunca me hubiese ido. Fue tan magnífico que me entran escalofríos.

Ahora sé que ellos nunca podrán olvidarme. Que nunca me iré de sus cabecitas alocadas. Y no porque yo sea imprescindible, para nada. Es porque ellos son magníficos e increíbles; sacan lo mejor de mí, y han decidido que me quedo en sus corazones. Gracias, mis pequeños lobos.
Nunca olvidaré nuestro mágico momento del sábado, 16 de noviembre de 2013, cuando en la ermita del Remedio salió la luna llena entre los árboles y las nubes. Y nosotros, invadidos por la adrenalina, nos pusimos a correr. Entonces os colocasteis a mi alrededor, los que me conocíais de antes y los que me acababais de conocer, echamos la cabeza hacia atrás a la cuenta de tres y, mágicamente, aullamos todos juntos. 
No se me olvidará jamás. Palabra de lobo. 



Con respecto al resto, al Kraal, también quiero daros las gracias. En verano prometí que la distancia entre nosotros no se notaría, que seguiría tan presente como si viviera aún en Levante. Sin vosotros esa tarea no estaría completa. Gracias por hacerme sentir recibida, acogida, querida y necesaria. Siempre listos, siempre lo mejor. 
El amor dentro de mí ahora es negro y rojo.

16 de noviembre de 2013

Las cosas de Avani XXXII

"Entonces intenta montar una guerra civil, que es el hobby de este país. ¡Aquí la gente en cuanto se aburre es peligrosísima!", ironiza mi Avani ibn Tahir interior cuando las estructuras de poder altomedievales intentan legitimarse por medio de lo que parece ser un discurso religioso de la mano de San Agustín.

11 de noviembre de 2013

Agua inmortal

Hoy cumple años una persona muy especial para mí. Una persona importante. 
Esta persona no ha tenido las cosas fáciles en su vida. Últimamente menos que nunca. Han venido cambios importantes, cambios duros, y vientos airados que quisieron llevarse la sonrisa que siempre le colgaba de los labios. Pero ella no se dejó vencer. Siempre, siempre tenía el corazón dispuesto, las manos manchadas de trabajar, los ojos entrecerrados de quien escucha el viento, el pelo desordenado de quien se quiere tal cual es. 
Nuestra relación no es la que fue cuando empezó; no sabría decir si es mejor o peor, solo que es diferente. Ha crecido, como hemos crecido nosotras. Recuerdo un tiempo en que tuve que pelearme por que me prestase atención, y que ella siempre se las arreglaba para tener tiempo para mí. Recuerdo llegar a odiar algo que le hacía daño. Como también recuerdo dejarle una carta en el portal, cuando yo vestía de oscuro y pensaba que estaba enamorada. Recuerdo que siempre me pareció tan guapa. Su valor la hacía hermosa. Su timidez la hacía linda. Su voz es un regalo que algún dios quiso que yo escuchase. Recuerdo que escribió una historia de piratas que nunca me enseñó, y que yo quise escribir la historia en que un dragón y una elfa se encontrasen. Recuerdo que en ella me inspiré para crear a Gala, la protagonista de Flores blancas. Recuerdo dedicarle Ovejas en las nubes y ponerle su nombre a uno de los personajes de la segunda parte. Recuerdo rojo, y azul, y muchos colores, porque ella es Naturaleza, y tiene mil colores.
De ella pueden decirse muchas cosas. Yo diré que es valiente. Valiente, porque siempre supo luchar por lo que quiso, no importaba lo negro que estuviese el cielo. Es un ejemplo de superación, de ternura, de imaginación y de amor. Siempre se empeñó en regalarme dragones. Siempre estuvo ahí cuando, en mi temblor, decidí llamarla. 
No estoy segura de haber sabido valorarla como se merecía. Lo que sí es verdad es que esta persona es muy importante para mí, y que pese a todo cuanto fue, la quiero. La quiero mucho. Y que espero que nuestra amistad sea tan inmortal como la verdadera apariencia que se oculta tras esa piel blanca. Porque con mis ojos de dragón, yo puedo ver a la princesa elfa que hay debajo. 

Feliz cumpleaños, Nabila.
Otro año, felicidades.
Otro año, inmortal.

Seré tu luz, seré un disfraz, una farola que se encienda al pasar. Cualquier mariposa, la estrella Polar que viene sola y que solita se va. Seré el sabor de un beso en el mar, un viejo proverbio sobre cómo olvidar.
Seré ese lunar que adorne tu piel, una paloma cerca donde de estés. Un golpe de suerte, el café de las tres, alguna mirada que te haga enloquecer. Seré la voz que avise en el tren, un presentimiento de que todo irá bien. 
Seré inmortal. 

10 de noviembre de 2013

Insieme

Cantiamo insieme.
La tua voce guiderà la mia.
La tua mano stringerà la mia.





Hacer el capullo a las siete de la mañana cuando más lo necesito, y la vida quiere que las dos estéis despiertas. Mi casa es donde está tu hogar porque allí también vives tú. 

9 de noviembre de 2013

Los cuervos no cantan

Qué maravillosa invención, qué mística criatura, qué hermosísima fuerza es la música. Apostaría mi pobre sueldo de historiadora del arte, si lo tuviera, a que cualquier tribu de traza indoeuropea aprendió a cantar antes que a hablar. Porque yo fui niña, y las grabaciones y las fotos me recuerdan que mi cuerpo se decantó primero por dar golpes al ritmo de las canciones de mi madre, mucho antes que por preocuparme de llamarla. Ya todo era cuestión de ritmo en aquel momento. 
Qué increíble, qué poderosa, la música.
Me declaro un producto completo y evidente de la generación Disney. Toda mi infancia (y así seguimos) estuvo marcada por unas películas en las que las cosas más importantes, más intensas, se decían cantando. En que la música era la que te llevaba hacia un sitio o hacia otro. Cuando los protagonistas no encontraban el valor para hablar, siempre podían cantar. Eso tenía sus ventajas. Soy una persona con mucha memoria; cada canción, cada estrofa y cada estribillo quedaban en mi mente con una vez que las escuchase. Y yo las repetía, las repetía, las escuchaba en el coche, las cantaba con mis padres. Ahora las canto con mis mejores amigos, con mi estupenda pareja (una de las cosas que más tengo que agradecerle son esos momentos en el coche, al grito de sé que llegaréééééé, ése es mi destinooooooo), las sigo cantando con mis padres, con mis pequeños lobos. Y mientras las perpetuamos, mantenemos el bello mensaje que nos quisieron transmitir. Porque es cierto, con las canciones viajaban las palabras más bellas. Lo más intenso, lo más profundo. Y nosotros las memorizábamos, las interiorizábamos, y las reproducíamos después. De ese modo, la cadena no termina.

No se trata únicamente de las canciones de Disney (como concepto), o de las bandas sonoras de las películas que tienen letra. En general, cualquier canción con una letra es capaz de transmitir algo que no puede una conversación. Es verdad que cuando no nos atrevemos a decir algo, lo escribimos. Ahora con la mensajería instantánea, los correos electrónicos, las cartas. Pero siempre por escrito. Tal vez porque una puede pensar exactamente lo que quiere escribir y corregirlo si se tercia. 
Pero las canciones, como ayer decía el excelente músico Steven Wilson, cuentan historias. Quizá eso sea lo más maravilloso de todo. Y no siempre es necesaria la letra. Ayer, durante un maravilloso concierto, con los ojos cerrados recordaba los ejercicios que de niños nos hacía la profesora de música. Teníamos que dejarnos llevar por la melodía y dibujar. En mi mente, la flauta era una serpiente, o quizás un pájaro en un bosque nocturno, en silencio. La percusión era un desfile de guerreros a caballo. Los cánticos eran llamadas, los clarinetes eran lobos y búhos, la guitarra una andaluza con un traje que la hacía volar, y los jardines perdidos de la Alhambra. 
Ayer volvió a pasar, de hecho. Si alguno conoce a Steven Wilson sabrá que sus canciones no tienen demasiada letra. Tampoco les hace falta. Los músicos que ayer estaban sobre el escenario eran esa clase de gente que tiene un don especial. Que puede lo que otros no pueden. Que es capaz de transmitir y generar la magia que no todo el mundo es capaz. Y nosotros tenemos la increíble oportunidad de presenciarlo y escucharlo.

Haré un pequeño paréntesis aquí. Por una maravilla que nunca creí que vería, pero la vi. Ayer, sí, qué sorpresa. Más que un paréntesis, se trata de una dulce pregunta retórica. ¿Cómo de desesperado tiene que estar un hombre como para capturar un cuervo y pedirle que cante? ¿Cómo de hundido en la tristeza y rozando la locura, como para suplicarle al cuervo que, por favor, por favor, cante? Please, sing. Please. Por favor, canta. Por favor. Canta y tráemela de vuelta. 
¿Cómo? Y cómo es posible que uno de los animales más estigmatizados y con una de las peores voces de todas (recordemos la zorra y el cuervo, fábula atribuida a Esopo) sea capaz de evocar, con su canto, el recuerdo vivo de una persona que ya no está. La música. Es la respuesta y la perdición, el dolor y el alivio. Solo, por favor... canta. La echo tanto de menos. 

La música es el regalo que cualquier dios le ha hecho a nuestra especie. Es la maravilla inmaterial con la que el alma se transporta, se eleva, se hunde, se hincha y se desploma. Todos, no importa cuál sea nuestra preferencia o nuestro gusto, tenemos esa canción concreta, esa que es especial (o esas, en mi caso la lista no se acaba) y que siempre está a tiempo para alegrarnos la vida. 
Y cantar... oh, lo que es cantar. Andrés Suárez tiene un verso que es como para erizar el vello del más aguerrido que dice he oído cantar a mi madre cuando aún yo no podía. Puedo identificarme totalmente con esas palabras. Yo también he escuchado a mi madre cantar, cantarme siempre. Y con ella me lo digo todo cuando entonamos Uno queriendo ser dos en la cocina. Yo no sé tocar ningún instrumento, pero adoro a los amigos que pueden hacerlo. Uno de ellos me ha hecho llorar con su piano, más de una vez. 
Y adoro a los amigos que, sepan cantar o no (yo tampoco sé), se unen a mis gritos, en una playa, con los brazos hacia arriba y el viento colándose por debajo de la ropa. Ya sea a ritmo de creo que ya he estado aquí, eres la del cuerpo de flores o preparaos. Mis propios personajes tocan música en las habitaciones de mi cabeza. Avani toca el laúd. Al-Ahmar es como yo, y eso me consuela. No toca, sólo cierra los ojos y escucha con el viento.

Me estoy yendo del tema. 

Qué belleza, qué regalo, qué increíble la música. 
Qué inexplicable ese sentimiento de dar saltos frente a un escenario, de estar borracha y levantar las manos mientras gritas, de acurrucarte en casa y llorar, de hacer el payaso por la calle, de recordar. Todo eso, con la música. Y qué maravilloso ser parte de la música y transmitir aunque sea una sonrisa con tu voz. Y eso que yo no sé cantar, pero siempre me han dicho que soy muy expresiva. Cosas que tienen que ver. 

4 de noviembre de 2013

Las cosas de Avani XXXI

"Que llevar al ejército hasta allí... tela. Que no son veinte fulanos a caballo, que estamos hablando de toda la tropa andalusí", comenta mi Avani ibn Tahir interior, cuando recordamos la salvaje entrada de al-Mansur en Santiago de Compostela.

3 de noviembre de 2013

Revelación pequeña

Correr. Todo es correr encima de un caballo en la Última Frontera.
Ya no sé si es obsesión o es la vida, que me va dando cabezazos hacia el último sitio, el último gran alcázar, el rojo, la bandera de una familia, el color de la sangre, las lágrimas y el sudor bajando por la barbilla.
Ahora que te conozco un poco más, sé que nunca lo tuviste fácil. Y sin embargo, quisiste creer. Quisiste luchar. Aunque termine dándome cuenta de que eras un miserable, voy a seguir amándote de la misma manera. Siempre, siempre serás el mismo para mí. Me da igual cuanto puedan decirme de ti. Los hechos están ahí, y a pesar de ser una visión demasiado positivista del asunto, hablan de ti. Y eso, al final, es lo más importante. 



I got to move on and be who I am. I just don't belong here, I hope you understand.
We might find our place in this world, someday. 

No hay sólo una forma de vivir la vida. Haz lo que creas que tienes que hacer. Pero te advierto que vivir de una forma distinta a la del resto es muy duro. No podrás culpar a nadie si las cosas no te salen bien. 

I got to move on and be who I am. I just don't belong here, I hope you understand.
We might find our place in this world, someday. 

No me esperes, sólo era un sueño. 



Sólo corre. Corre, porque puedes. Porque eres libre, y puedes volar.

Tú puedes volar.

29 de octubre de 2013

Ya hace frío en Madrid

La plegaria personal. No diré nombres, no diré nada que pueda comprometer. Será todo anónimo, como me pediste en una ocasión. Pero aquí está mi plegaria personal. 

Sé que saldrá bien. La vida quiere que salga bien. Estoy más que convencida. Espero que así sea. Envíales mi amor, mi fuerza, mi esperanza, mis buenos deseos, todo cuanto sano y bueno haya dentro de mí. Sácalo de mi cuerpo y mándaselo a ellos. Lo necesitan. Todo, no te dejes ni una gota. Exprime cuanta bondad encuentres en mí y llévasela.

Todo saldrá bien. 
Todo va a salir bien, y estoy más que segura.
Esa sonrisa tiene muchas ganas de vivir. 

28 de octubre de 2013

Una cuestión de sustancias

Hoy es día de echar de menos. De echar de menos a las personas que han estado, a las que van a estar y a las que no veré hasta que vuelva. Hoy es día de sentirse diferente. Aunque, bueno, eso no es nada nuevo para mí. 

Supongo que siempre he sido distinta. Sustancialmente distinta. Mucho antes de escoger el Islam como especialidad, no es exactamente por ahí por donde van los tiros. Mi materia primordial, esa en la que está escrita mi esencia, no es la misma que la de las personas que tengo inmediatamente alrededor. Tampoco es algo que yo no supiera. 
Mi sustancia no es igual, y salta a la vista. Pero tampoco me incomoda. Mi padre, sabio allá donde los haya, me reveló la verdad. Yo debía trabajar y hacer las cosas exclusivamente para mí. No en un intento de egoísmo y vanagloria, sino de pura protección. Cuando uno construye una muralla, es para cobijar lo que hay dentro. Eso haré. Yo trabajaré para mí, contenta con lo que estoy haciendo porque es la gran pasión de mi vida, y sin importar qué hace o deja de hacer el resto que me rodea. Simplemente, porque cada uno tiene objetivos y prioridades. Los míos no son mejores. Sólo son los míos. Quiero ser la mejor. Porque tengo mucha gente a la que demostrarle cosas. 

Me emocionó que mi pareja hablase de mí como lo hace. Como alguien que conseguirá su objetivo, que llegará donde quiere, por la pasión que va dando saltos por sus venas. La dama también habla de mí así. Y mis padres. Y aquellos que conocen lo que hay detrás de las gafas, que por cierto debería limpiar. Estaré a gusto con el resto, porque debo acompañarme de ellos. Pero deseo aprender a no esperar nada. Nada, en absoluto. Porque si eso es lo que vale su palabra... prefiero el silencio.
Soy sustancialmente distinta, pero no me importa. Siempre me gustó ser diferente, no nos vamos a engañar. Porque encontré gente que me quería así, así de rara. Lo mismo es porque yo los quiero a ellos así, así de raros. 



Vamos a barrerle el drama al asunto; existe gente a la que soy sustancialmente similar. Gente que de verdad siente, mira, escucha como yo lo hago. El problema es que no están inmediatamente cerca. No pasa nada; lo estarán, porque sé que lo estarán. Y en espíritu siempre me acompañan, allá donde voy. De manera literal, porque con esto de la mensajería instantánea es imposible sentirse solo en algún momento. Cosas que tienen que ver, me encanta que cada mañana me deseen un buen día, y que cada noche me digan que tenga dulces sueños; un breve paréntesis para dos personas a las que echo sustancialmente de menos. Mucho. 
Ellos no están en mi misma ciudad, pero no importa. Están cuando y donde tienen que estar. Yo lo sé. Y eso me basta. De verdad, me basta. Puedo con esto, con una sonrisa tranquila y un leve encogimiento de hombros. No es nada que no haya hecho antes. 
Mi cabeza seguirá corriendo por la Última Frontera a lomos de un caballo que se llama Bolero, con un millón de gansos salvajes acompañando mi carrera. Porque mi sustancia primordial puede volar. 

Yo puedo volar. 

25 de octubre de 2013

Las cosas de Avani XXX

"Complejidad intelectual suficiente; como para que en un momento dado nos creamos listos", comenta mi Avani ibn Tahir interior al hilo de textos, testimonios y otros asuntos de tema filológico.

23 de octubre de 2013

Kohl / Aswad

Una frase. Un breve y pequeño espacio de tiempo y música. Y el negro ha empezado a transformarse en kohl, en ese negro que es tan negro que no refleja la luz, ese negro que es el cielo cuando está oscuro, ese negro con que hombres y mujeres se adornan los ojos. 
Ha sido intenso. La exposición ha mantenido a la gente, dicen ellos, en vilo. El árabe los ha atrapado y los ha envuelto en su cortina. Les ha hecho entender la importancia del agua, de la sed, de la espada. A ellos. Los han entendido a ellos, que venerando a la palabra no dejaron de escribirla. En paredes, en papel, hasta en los propios mantos. Han seguido su linaje y sus continuas peleas, sus traiciones, sus guerras, sus años más prósperos. El Islam, qué cosa tan bella. Al-Ándalus, qué cosa tan bella. Como su dios, intangible, eterna. Inmutable. Hasta el gran amante de Dante se ha venido hasta Granada, con los ojos abiertos y las manos dispuestas, a aprender, a beberse cuanto decíamos, a investigar. A mirar más allá, porque al fin y al cabo de eso se trata. 
Después han venido las felicitaciones. Una compañera me contó que se le erizó todo el vello del cuerpo cuando me escuchó leer (mal y pronto) la transcripción que Suly había escrito para mí. Que nunca hubiera imaginado que el idioma sonase de esa manera. El agua, toda la sala se ha llenado de agua, de lluvia. La anécdota del caballo, siempre. Acabo de agenciármela de forma oficial. Océanos de Fuego ya tiene una eterna defensora. 
Les ha encantado, han dicho. Bravo, magnífico, sin palabras, han dicho. Un éxito, han dicho. 
Todo esto iba llegando mientras estaba en el autobús. Y escuchaba la voz de Noa, en mis oídos. Una canción que ya me he puesto mil veces, y que me gustaba por cómo sonaba, en hebreo, cuando era pequeña. Y entonces...

Milim, milim, milim. 
Mi corazón te llama. 

Lo diré claramente: me ha dado por llorar. Sí, me he puesto a llorar en el autobús. De la más pura y radiante felicidad. ¿Por la exposición? Sí. 

Wild flower, growing in all the wrong places. 
Tell me, who will love this wild flower for exactly what she is?

Por la exposición. Pero no sólo por la exposición. Por lo que ha significado. Porque he podido leer en sus caras, en sus ojos, que de verdad estaban atentos. Que estaban escuchando. Que estaban comprendiendo. Que querían saber más. Que hemos conseguido tambalear los tabiques de lo establecido para remover sus conciencias y generar debate. Que, una vez más, el estandarte de los Nasr ondea detrás de mi espalda. 
Orgullosa de ellos. Y al otro lado de la pantalla, orgullosos de mí. Claro que me ha dado por llorar. Porque las lágrimas apagarán la sed de mi tierra sedienta. Porque, sabia la Fuerza que me guió hacia el arabismo, me demuestra poco a poco que escogí el camino correcto. Que esto es posible, que se puede vivir de esto. Que ya no es "lo extraño" que se rechaza, sino lo curioso que el mundo quiere conocer. He elegido bien. Y, no sé, parece que al mundo le gusta cómo lo hago. 
Evidentemente, me he puesto a llorar. ¿Cómo no iba a hacerlo?





Cosas que tienen que ver, seguro que ha sido por las botas. Que son rojas. 

22 de octubre de 2013

Nahnû

Tri-tri-tri-triple.



¿Sabes una moñada muy gorda? Que llevamos tres años y estamos mejor que nunca. No sé. Tengo ganas de quererte más.
Sí, la verdad es que estamos genialmente bien. ¡Te quiero, mi pequeña! Mi pequeña y gorda moñas (risa).
Sep. Muy gorda. Dime tú una moñada, que me siento rara.
¿No crees que es más raro aún que me la pidas?
—No. Obedéceme, que soy tu dueña.
—Comprendo.
—Porfa.
Eres la lucecilla que me despierta por las mañanas y me motiva para hacerlo todo. No quiero que te vayas nunca. Te quiero. ¿Así va bien?
—Jo, ¿en serio? ¡Qué bonito, grandullón! ¿No quieres que me vaya nunca?
—Quiero que estés siempre.



19 de octubre de 2013

It's a bandits' secret

«Why are you making everybody die?»
«It's my story...»
«Mine too!»




El hecho de conocer la canción ha hecho desde el principio. Porque, como la película, me ha transportado desde los primeros minutos (en un slow-motion exageradamente precioso) a otra época. Una época en que se me saltaban las lágrimas pensando que era mi madre la que había escrito esa canción para mí. Cuando eres pequeña da lo mismo que la escuches en un cassette, estás convencida de que es tu madre la que te canta esa canción a ti, exclusivamente a ti. Hoy me he enterado de que pertenece al séptimo movimiento de alguna sinfonía. Pero, para mí, siempre será Cuando tú nazcas
Decía que desde el primer momento esa canción me ha trasladado a otro momento, un momento donde la inocencia está intacta y las historias fantásticas todavía son posibles. Donde tú misma eres parte de la historia. 


«Do you know what 'epic' means?»
«No...»
«It means it is a long story.»

Las imágenes dicen que hablan por sí solas. En este caso es cierto. Ningún otro film, para mí, define mejor este concepto. Además de que acompaña perfectamente cada momento, cada pequeña situación. La fotografía es magnífica. El vestuario, la caracterización, el reparto. Todo. La gran favorita de todas las favoritas. Y esos colores...

Todo un cuento maravilloso sobre amor, amistad, fraternidad, caballos, grandes peleas, venganza, actos nobles y crueles, esperanza, ternura, belleza, terror, dolor, agonía, lágrimas, sonrisas. Todo. En definitiva, una historia épica. Dulce, tierna, cercana. Y al mismo tiempo eterna, amarga, imposible. Como imposible es describir esta película para mí. Simplemente, mi favorita. La gran favorita entre mis favoritas.

Un momento en concreto, el que ahora mismo adorna la pantalla de mi ordenador. Primero, una carrera. En el desierto. Cinco jinetes a la alocada carrera, con las armas en alto y dando gritos (rûmrûmrûmrûmrûm). El último de ellos, the Masked Bandit, saca el trabuco de su funda y, en medio de la carrera lanza una mirada al espectador y grita:
«Alexandria, can you read in English?»
Y llega la escena. Mi escena. Alexandria tumbada sobre Roy, con sus ojos brillantes. Él tiene los ojos bajos y esa dulce, preciosa sonrisa. Ellos. Y ya está. 

«You always stop at the same part, when is very beautiful!»

«We are a strange pair, aren't we?»




Ojalá puedas ver el sol. Y si aún existe el mar tan azul como duerme hoy. Y que la lluvia salte clara sobre tu piel. Que aún sople el viento y que juegues con él. 

14 de octubre de 2013

Perché l'università?

(Comentario a partir de la lectura de este magnífico escritor. Primero en un bravucón intento de entender el italiano; después aclarado con la inestimable ayuda de Carla, que es mucho más italiana que valenciana y eso es algo tan magnífico que no puede describirse)

En un primer vistazo, esta pregunta hizo que algo se estremeciese dentro de mí. Por qué la universidad. Nunca me había planteado la visión de un mundo sin universidad, y me horrorizaba pensar que eso podía concebirse. Sin embargo, después de leer los argumentos de Umberto Eco siento que sería fácil defender la institución ante cualquier amenaza de volatilización.
Es complicado igualar a alguien como Eco; simplemente me encuentro en total acuerdo con todas y cada una de sus razones para mantener la universidad. En esta sociedad debe ser el filtro que separe la información que recibimos, la que contenga la memoria cultural de tiempos pasados y la que nutra la propia memoria que nosotros estamos construyendo en el presente.
Quizá lo único con lo que no esté de acuerdo es con esa “identidad internacional” que propone. Es cierto que el mundo en el que vivimos tiene al mismo tiempo dos tendencias: la primera hacia la globalización, esa enorme “aldea del mundo” en que todos compartamos valores y cultura. Sin embargo, de un tiempo a esta parte se están empezando a dar los movimientos que reconocen la diferencia y la identidad de cada uno de los rincones del mundo. La idea de una misma cultura está bien, sin embargo yo introduciría el matiz de “culturas” dentro de la misma.
La universidad puede enseñar a conocer y a acercarse a todas las maravillosas diferencias que pueblan el mundo. Es más, la universidad, como su propio nombre indica, alimenta la “universalidad”, esto es, la tolerancia y el respeto hacia otras culturas, otras formas de pensar, otras formas de vivir. Aquel que es ignorante no respeta sino su propio punto de vista, aquello que conoce y que para sí es válido. El gran problema aparece cuando se pretende implantar una fórmula efectiva para un colectivo en otro totalmente diferente. Como antes decía, es complicado expresarse tan fácilmente como lo hace Eco. Espero se esté entendiendo lo que se argumenta.
Para conocer la diferencia no hay lugar mejor que la universidad. Y es cierto que conservamos de sus años medievales algo precioso: que los distintos edificios pueden ser perfectamente centros de peregrinación y de culto al saber, por donde uno puede ir haciendo escala conforme le apetezca. Las universidades son las sucursales del saber, por adecuarse un poco más a estos tiempos tan económicos. Y allá donde las encontremos podremos tratar con mayor precisión un tema u otro, pero en el fondo se estará hablando de un pensamiento muy parecido. Tal vez el de una cultura universal, aunque yo no quede del todo conforme. Pero lo que sí está claro es que en ese pensamiento se comparte el amor por el saber y, muy importante, por mirar más allá.
La mirada trascendente, desde mi punto de vista, es algo fundamental. No se refiere única y exclusivamente a la religiosidad; la RAE define el término como “comprender, averiguar lo que está oculto”. Quizá por experiencia propia, fue a partir de la universidad cuando a mí se me enseñó a ver más allá. Más allá del propio conocimiento que se está enseñando. Más allá de fechas, estilos arquitectónicos y técnicas pictóricas. Porque al final se nos está hablando de vidas, de formas de pensar, de concebir el mundo, formas inquietas que comparten nuestro mismo cielo.

Uniendo con lo que antes decía, para mí no hay nada mejor que pueda ofrecer la universidad: conocimiento, tolerancia, trascendencia.

13 de octubre de 2013

El drama lo sostiene una copa más de ron

"Parece que lo encontraste."
"¿El qué?"
"El sitio. El tuyo. You fit."
"Sí... sí, eso parece. Poco a poco."
"Me alegro. ¿Y te gusta?"
"Me encanta."

8 de octubre de 2013

Farisatu ruum

"No te diré bienvenida, porque aquí naciste otra vez, y es tu tierra."

Los leones y sus sombras ya deben de preguntarse dónde estoy.

6 de octubre de 2013

Momento revelación 16

Hemos tenido una semana "peculiar". Digo, por utilizar un adjetivo lo más diplomático posible. Las tres estamos algo desequilibradas. Pero, al final, siempre tendemos a refugiarnos en nuestro remanso de paz, ya sea el particular o el que compartimos. Fíjese, quien quiera fijarse, que las tres hemos mantenido profundas conversaciones con nuestro interior. Cualquiera que "mirase" en lugar de "ver" creería que nuestras cabezas llenas de pájaros nos han creado amiguitos imaginarios, y que podemos llegar a pensar que los vemos, que los tocamos, que están ahí. 
Sin embargo, aquel que quiera ver más allá, y digo "ver" con especial ahínco, podrá percibir cuánta sutileza esconden esos personajes con los que hablamos. No son sino prolongaciones de nosotras mismas, quizá nuestro coraje, nuestro amor, nuestra cobardía, nuestro orgullo. Hemos sabido ponernos delante un espejo y vernos tal cual somos. Descubrimos que no somos perfectas, y que no nos vendrían mal algunas conversaciones cara a cara con nosotras mismas. Nunca sobran. Siempre es bueno asomarse al interior y descubrir qué hay dentro. 
Se sorprenderá el avezado lector. Más de lo que cree, mucho más. 

Mirando dentro me di cuenta de que la música me ayuda a decirles cosas. Sienten que me haya marchado, de aquella manera, pero tuve un motivo. Digamos, el Motivo, con mayúscula. Lo saben, lo comprenden. Aunque no podemos evitar que eso nos reblandezca el ánimo de cuando en cuando. 
Desde aquí, desde la música, quiero recordarles que las quiero. Estas palabras, que no son mías, me ayudarán. 



Aunque esté lejos, yo te llevaré como una marca en mi piel.
Hasta el cruce del camino fuiste tú también. Pero no recuerdas cuándo fue. 

No te preocupes, voy a estar muy bien. Aunque te (os) extrañe alguna vez.
Todo es nuevo a mi alrededor, sin retorno va mi corazón. Ahora entiendo que lo hiciste(is) por amor. Demasiado amor. 

No te preguntes cómo ni por qué. Nadie se escapa de esta ley. 
Tuve que soltar tu (vuestra) mano para no caer. Para ver el mundo tal cual es. 

Con el tiempo lo comprenderás. Aunque duela, digo la verdad. Dame aire, no te pido nada más. 
Todo es nuevo a mi alrededor; sin retorno va mi corazón. Ahora entiendo que lo hiciste(is) por amor.
Demasiado amor. 





Saldrá bien, dicen aquellos que tengo en la cabeza, y aquellos que no.
Todo irá bien. 

5 de octubre de 2013

Las cosas de Avani XXIX

"Adoctrinamiento a base de cuadros de rayas. Yo es que me parto con tu carrera", se mofa mi Avani ibn Tahir interior, no sé exactamente por qué. 

2 de octubre de 2013

In the name of the One

Estaba leyendo. Distraída. Escribiendo en el buscador algunos títulos que fueran a echarme una mano en la investigación. Releyendo los apuntes sobre pensamiento medieval que tomé la tarde anterior. Qué bello aquello de que el nombre va en la sangre. Que la identidad reside en el clan, la tribu, la familia, el feudo. Qué estupendo.
Entonces, lo vi.
El nombre.
Nomina sunt consequentia rerum. 
El nombre.
"¡Eso es!", dije, en voz alta, y levanté la cabeza tan rápido que me di un porrazo contra el flexo. Sin embargo, no le presté atención al dolor; estaba demasiado emocionada. Ya me dolería después. Dentro de mí acababa de explotar una burbuja de gas, como aquellos árboles de hidrógeno de la película Titán AE. Lo veía claro. "¡Es vuestro nombre!", repetía, "¡Es por eso que siempre os presentáis con el apellido!"
Estaba sola, pero juro que cuando volví la cabeza pude ver a cuanto árabe, musulmán o islámico que habita en mi mente, sonreírme con gentileza.
En concreto, a dos. Ibn, hijo de. Hijos de su propia sangre. Empezaron a explotar otras tantas burbujas. Ahora sí que empezaba a entenderos. Al sentir que estaba avanzando, se me llenaron los ojos de lágrimas. O quizá fuera porque ya notaba el dolor en la coronilla.
Vuestro nombre. Y el de todos lo que os precedieron, porque eso es lo que os conforma como seres, lo que os ata. Lo que os identifica, por lo que decidisteis consumir hachís y creer en el Paraíso, o levantar la azada contra el que pretendía arrebataros vuestra casa. Uno en Oriente, otro en Occidente. Sin embargo, compartiendo el pensamiento. 
¿Cuánto tiempo más iba a tardar en darme cuenta?



"Que todas las bendiciones caigan sobre tu cabeza, pero sin hacerte daño. Si te sigues emocionando así, romperás el flexo." 

1 de octubre de 2013

Al lado del camino

Ayer también hablamos de ti.
Ah, ¿ahora me diriges la palabra?
¿Quieres no estropearlo? Hemos hablado de ti. Llevamos mucho tiempo haciéndolo.
Me sigue pareciendo una hazaña que me hables. ¿A qué debo tal honor?
—¿Por qué tienes que ser tan orgulloso?
—¿Y por qué tienes tú que ser tan pejiguera, tan crítica, tan cerril, tan burra?
—Tienes razón.
—¿La tengo?
—Como casi siempre.
—Vaya. Admito que eso no lo esperaba. Ahora... bueno, ¿Qué hablasteis? ¿De mí? No lo creo. Sabes que no me gusta eso de la individualidad. Soy hijo de mi tiempo, al fin y al cabo. Me debo a 1090. 
—Tú eres mucho más medieval que el Rojo. Hablamos de fe.
—Vaya por Dios.
—Hablamos de Dios, también. Creo... creo que te entiendo mucho mejor ahora. Cuando leí Alamût no conseguí ponerme en tu piel del todo. Me encantaría volver a leerlo para que veas cuánto he progresado. 
—...
—Eso tampoco te lo esperabas, ¿eh?
—No... No, la verdad es que no. No eres tan burra.
—Gracias. ¿Eso es que ya no estás enfadado conmigo?
—No... No, ya no. ¿Y tú conmigo?
—No. Contigo no me dura nada. No es la primera vez que nos peleamos. Para la Dama fue algo así como tirarnos muebles a la cabeza. 
—Te perdonaré si me cantas.
—¿Que te cante?
—Al Descolorido le cantas.
—¿El Descolorido? ¡Ja, no me lo creo! ¿Le has puesto un mote?
—En defensa propia. Él me llama CuloCojín o CaraPapel y yo le llamo Descolorido. Nos llevamos bien. Cántame. A él le cantas. Pero cántame algo especial. Algo que sabes que nos gusta a los dos.
—¿Sobre qué te canto?
—Cántame sobre el Sha Rud. Cántame sobre el Nido del Águila, sobre el paraíso. Cántame sobre el puñal que atraviesa el pecho de quien se sacrifica. Cántame sobre filosofía, sobre amor. Sobre Dios y su reflejo en el mundo de los hombres.
—Sólo hay una canción para eso. Y tú lo sabes.
—Lo sé. Canta. Aunque no sea tu lengua. 
—Está bien. Si cantas conmigo. 
Nije ljubav stvar...
Da bih ti je vratio. Gledaj, to sam samo ja. Uvek san te voleo... Nije ljubav stvar...

30 de septiembre de 2013

Un vaso boca abajo

En la habitación hace frío, pero a mí me gusta. Estoy literalmente perdiendo el tiempo y deseando que se vaya el dolor de estómago, lo más rápido posible. También me duele la cabeza. Creo que son las ideas, que me están congestionando las venitas del cerebro. Hoy dormiré mal. O estupendamente. Sólo caben las dos posibilidades. 
En medio del frío, apareces tú. Qué gracia, como si alguna vez te fueras. Te paseas por la habitación mirándolo todo con fingida curiosidad. Al final, te pones a mi lado. 
—¿Me puedo sentar?
—Claro —pienso. Dónde, si no hay otra silla. Pero te las apañas. Tienes dos camas y una butaca. Decides que te quieres sentar encima de la mesa. Sonrío; tiene gracia, yo también me hubiese puesto ahí. No dices nada y pienso que en mi cabeza estás guapo. Que mi orientalismo del siglo XIX te imagina guapo. Pero cansado. Con ojeras moradas y los labios cortados. Como yo. Con el viento de la sierra, que te agita permanentemente las pestañas. 
No dices nada. Eres experto en esperar. El que está casi constantemente machacándome la cabeza es Avani. Después de un rápido ejercicio mental y una consulta breve en Wikipedia, calculo que os lleváis, más o menos, ciento setenta años. Él es mayor. Siempre te cuento a ti desde 1264. 
Te pienso y me doy cuenta de que no sé nada de ti. Absolutamente nada. Ni siquiera sé cuándo naciste. La primera imagen tuya, en mi imaginación (ese poderoso instrumento en la mente), es la de un chaval de diecisiete años reventándole el cráneo a un cristiano con una azada. Poco más tenías a mano. Pero tampoco estoy segura de que fuera así. Nunca lo he leído. 
No te conozco. Me asusto porque es verdad. No sé quién eres.
—Hoy hablamos de ti —digo, por fin.
Das un respingo y sonríes. 
—¿De verdad? ¿Hablasteis de al-Ándalus?
—No exactamente. Estuvimos hablando del pensamiento del hombre medieval. De cómo veíais el mundo. De cómo era vuestra alma, vuestra concepción de cuanto os rodeaba. Ha sido a partir de un extracto de Dante. Me ha gustado. Siento que ahora os comprendo un poco mejor. 
—Me llevo doscientos años con Dante —repones—. Y cuanto él pudiera señalar es preeminentemente cristiano. No veo en qué momento hablasteis de mí. 
—Citamos a ibn Sina y a ibn Rushd. Ellos compartían el pensamiento filosófico de los cristianos. No erais tan diferentes, y lo sabes. 
—Ya... —haces una pausa. Es como si no estuvieras aquí. Y, en realidad, no estás. No te conozco y eso me espanta. Quizá por eso he empezado esta conversación. En un intento desesperado de que no te marches. No te vayas. Como decía Bécquer: "oh, ven, ven tú"—. ¿Y de qué habéis hablado exactamente? Qué tenían esos grandes pensadores que decirle a Dante.
—Hablamos de cómo, para vosotros, era el proceso de conocimiento. Que todo a vuestro alrededor estaba lleno de alegorías a interpretar. Que las cosas no eran en esencia sino un reflejo de aquello divino a lo que remitían. De cómo entraba el fantasma, el neuma, por las pupilas y se asentaba en el conocimiento después de depurarse de todo lo material. Hablamos del vínculo, al-Ahmar. Hablamos de cómo el abismo es unión al mismo tiempo —me emociono tanto que voy a por mis apuntes para demostrarte que tengo razón. Que te conozco algo... que puedo llegar a entenderte aunque sólo sea un poco. En realidad, lo que tengo son muchas ganas de llorar. Lo que no sé es por qué —. Mira, está aquí escrito. Para vosotros, la vida era como un libro que leer. ¡Un libro! Era un espejo donde ver la maravillosa naturaleza de Dios. Y fíjate en esto. "El camino al conocimiento es inseparable de la mejora personal". ¡De eso también hablaban los tuyos! No es la primera vez que lo leo. 
No reaccionas. Y a mi estómago le entra un espasmo de terror. Di algo. Di que tengo razón, que estoy más cerca de ti, que soy capaz de ver el mundo con tus ojos. Pero no. Nada. Silencio. Cierro la libreta y pienso que todo ha sido una estupidez. Entonces coges el vaso de plástico que estaba boca abajo en mi escritorio.
—¿Qué te pareció?
—¿El qué?
—Todo eso. Lo que escribiste ahí, ¿qué te inspiró?
No tardo mucho en responder. Pero sí me tomo mi tiempo para respirar.
—Me pareció hermoso. Muy, muy hermoso. Quise creer, por un momento, que os conocía. Que te conocía a ti —te miro. Me miras. En mi occidentalismo tienes los ojos claros y el pelo oscuro. Y la cara llena de cicatrices. Con ojeras, y los labios cortados—. No sé quién eres. Hoy me he dado cuenta de que no sé nada, absolutamente nada de ti. 
—Eso no es cierto —te acercas y te vuelves a sentar en la mesa—. Sabes cómo me llamo.
—¿Y qué? Sólo es un apodo.
—Sabes que no. Di mi nombre. El mío entero.
—Muhammad ibn Nasr al-Ahmar. ¿Y qué? Que sepa tu nombre no cambia nada.
Nomina sunt consequentia rerum —murmuras, y me sonríes. Tienes una sonrisa bonita. No especialmente perfecta o blanca, pero sí sincera. Y eso es lo más bonito de todo. No puedo evitar reírme y que se me ruborice la nariz. 
—Lo has leído.
—Claro que sí. Mi mundo está lleno de símbolos divinos. Sólo tengo que leerlos e interpretarlos.
Te quedas callado y sonriente. Yo siento que dentro de mí el "muelle" se balancea. Me acuerdo de la Plaza de los Aljibes y de la Torre de la Vela, allí donde siempre soplaba el viento. Me acuerdo del blanco Albaicín que nos dejó la historia y de la sierra por la que cabalgamos, libres. "Pueden tener la tierra, este trozo de basura, pero el cielo es nuestro." 
Quizá es verdad que te conozca. Sé cosas que hiciste. Sé cosas que pensaste. Y ahora puedo empezar a adivinar cosas que sentiste. Pero aún me queda una duda. 
—al-Ahmar.
—¿Qué?
—¿Realmente pensabais así? Todo esto que hemos estado estudiando es propio de hombres de letras y pensamientos floridos. Es más propio de Avani. 
—¿Aún no habéis hecho las paces? —me interrumpes, pero yo no te escucho. No quiero que se me olvide aquello que muero por preguntar. 
—En clase sólo hemos contemplado un punto de vista, tomándolo por el general. Y sé que es así como se escribe la historia. Sé que no debería planteármelo, pero... ¿pensabas así? Tú, a punto de atravesar el estómago de un cristiano, ¿estabas leyendo algo en el mundo? ¿Qué estabas viendo? ¿Qué felicidad perseguías? ¿Era así de verdad? ¿Podías ver en esas nubes negras el sol que había detrás? ¿Podías ver más allá? ¿Lo hacías tú?
Te pones serio. 
Mi imaginación y lo que quiero pensar que es empatía histórica se ponen en marcha. La imaginación es clave para la sabiduría. Pero también provoca el desastre. Y en estos momentos, veo el desastre. Veo un episodio histórico que nadie va a poder contarme. Y te veo a ti, con los puños y la frente manchados de sangre. Si es tuya o no, nunca lo sabré. Sólo hay sangre, sangre y nubes negras que tapan la Última Frontera. Todo es ocre, y hay cuervos que mordisquean los ojos del cristiano que acabas de matar. 
Me muero por saberlo todo de ti. Si no lo alcanzo, sabes que me lo inventaré. Lo imaginaré, le pondré cuanta pasión me quepa en el cuerpo. Te veo joven, pero anciano al mismo tiempo. Te veo guerrero, inspiración y coraje para casi todos mis días. ¿Cómo podías estar pensando en la bondad natural de todos los seres humanos con una espada en la mano? ¿Cómo, si acababas de matar?
No lo comprendo. 
La sangre va salpicando el suelo. Gotea la tierra de la Última Frontera. Con turbante, con ojeras y con los labios cortados, te vuelves hacia mí. Sonríes, pero estás cansado. 
—No lo sé —susurras, y los cuervos casi tapan del todo tu voz—. Ahora ya no lo sé. 
—Lo averiguaré por los dos —te digo —. Por ti, y por todos los que estuvieron en la Alcazaba alguna vez.
—Sabes que es la opción menos gratificante de todas, ¿verdad?
—Me da igual —cojo el vaso, dispuesta a repetir el ritmillo de Cups hasta que las nubes de tormenta se vayan de mi cabeza y, si eso, de Madrid —. Tú tampoco eras la opción más gratificante.
Sé que no vas a decir nada más. Así que me queda golpear la mesa y canturrear "when I'm gone, when I'm gone, you're gonna miss me when I'm gone; you're gonna miss me by my hair, you're gonna miss me everywhere, oh, you're gonna miss me when I'm gone."