30 de octubre de 2012

Asmáticos

LucasFilms ha sido comprada por Disney, y para 2015 preparan un episodio VII que Lady Vengeance y yo no queremos ni imaginarnos. Mientras ella llora histérica por los rincones de nuestra compartida red social, a mi memoria le da por hacer un Top-5 de los personajes que más adoro de Star Wars, ya que dentro de un par de años será para llorar viendo, cito literalmente de labios de Red Strawberry, "El episodio VII. Ni Vader ni mierdas. Nadie. Qué van a hacer. ¿Los hijos de los hijos luchando contra su puta madre?".



Antes de pasar a la lista, decidme que no es para quererla.



La cosa estaría así:

1. Stormtroopers (episodios IV, V y VI; los anteriores no son Stomtroopers y no confundir con los Sandtroopers, aunque son igualmente adorables)
2. Boba Fett (de preferencia vivo, gracias)
3. Darth Vader (siempre)
4. Obi Wan Kenobi (en cualquiera de sus formas)
5. Encabezado por Grievous, pero en realidad todo el resto de personajes porque es imposible dejarse a alguien fuera.



Grievous. General Grievous.
Un kaleesh-droide que se la pasaba tosiendo y cosiendo a hostias a los jedis con sus cuatro brazos y su servo-armadura de músculo y metal. Mira que sale poco, mira que apenas dice nada. Pero bastó para enamorarme, del todo. Me encanta, y un día que tenga más tiempo le dedicaré una entrada. La base fundamental de que me fascine es que, precisamente, con pocos minutos en pantalla y pocos enfoques (pero estratégicos), Grievous es capaz de contarte toda, toda su historia. Al menos, de dejar que la imagines y la esboces en tu mente.
Aparte, de que daba gusto verlo moverse. Como una araña. Que me encanta. Y lo pasé fatal cuando lo desmembran para luego atravesarle el corazón. Arriba los asmáticos.

La cosa más maja en la historia del hijoputismo robótico.
Y encima, malo.





Para terminar de matarlo, acabo de enterarme de que existe un cerco de Internet que se llama "Wookiepedia. The Star Wars Wiki". Qué he estado haciendo toda mi vida sin esto.

25 de octubre de 2012

Cíclico

Siempre paso por el mismo rincón porque huele a azahar.
Huele a primavera. A sur. A leones y a muslims.
A ti.

22 de octubre de 2012

22 de octubre

Hace casi dos años, había un chico. Alberto, creo que se llamaba, algo así. Resulta que a este chico, hace más de dos años, le dio por que yo le gustaba. Sí, le gustaba bastante, si pensamos que lo primero que este chico vio de mí fue el estupendo culo que tengo. Un culo decente. Y, parafraseando a Bustamante, si el resto acompañaba, esa chica tenía que ser suya. Al parecer, acompañó. Así que nada; confirmado el gusto a piñón. 
Esta chica, yo, no podía ser una amiga.




Llegaste a mí sin avisar, como ese temporal que arrasa todo y después se va. 





La cosa es que a mí Alberto no me gustaba. Era mono, estaba bien. ¿Pero para qué? Llevaba casi diez meses lamiéndome las heridas y, aunque había tenido ocasiones, no quería saber nada de hombres. Y menos de uno cuya primera impresión para mí fue la de un armario empotrado con pinta de chulo-playa. Ni hablar. La sangre no debía de llegarle bien a esa cabeza tan grande, porque conmigo no iba a poder. Qué demonios.

Ni hablar. Ni con comprarme material, porque yo iba de cráneo, ni con acercarme a casa en coche le iba a resultar, yo no estaba para nada en sus coqueteos. Además de verdad, porque del supuesto tonteo yo no me enteraba. Pero el resto del mundo sí. Un mundo que tuvo que pugnar porque el pobre Alberto no se reventara la frente contra alguna columna.
Pobre, en realidad. Nadie le había advertido de dónde se estaba metiendo.



Mi suerte no entiende de amor.




En realidad, Alberto empezó a gustarme pero yo no quería. Se lo dije, para qué engañarlo. Era mono, era simpático, un tío divertido y una compañía agradable. Además, con un cuerpo que me estaba volviendo bastante loca. Pero como seguía anclada en mí esa manía a los hombres, fue algo así como "quiero comerte entero, pero va a ser que no; lo siento, chato". La verdad es que lo encajó bastante bien. Bien, fue lo que dijo. Mucha filosofía y, debo reconocerlo, me sorprendí. Lo que me dijo después me tuvo liada todo el fin de semana: "ya te convenceré de lo contrario".



Porque no hay guerras civiles si echamos el pestillo, y aunque siga siendo cutre, el mundo ya no es un ladrillo. Setecientos treinta y tantos días de tu sonrisa, haciendo que la vida no sea papel de lija.



¿De lo contrario? Y tanto que me convenció. 
Sólo hay que hacer números. Porque hace dos años Alberto decidió que, no sé por qué, yo era la chica. Algo tendría. Hubo personas que le dijeron que yo era muy mona, una niña encantadora, una loca de la vida, una tía divertida. Hubo otras que se volvieron locas de alegría (y espero que a día de hoy no hayan cambiado de opinión), que le dijeron que yo era guapa, que tenía unos ojos bonitos, un pelo muy original, un cuerpo lindo.



Tu mirada es de fuego y mi cuerpo es de cera.



Lo que nadie le dijo a Alberto fue que yo, en realidad, soy insoportable. Cambio de estado de ánimo como una montaña rusa, tiendo a encerrarme en mí misma y a veces soy muy desagradable a propósito. Nadie le dijo a Alberto que lo mandaría a la mierda muchas veces, que dejaría de quererlo a ratos, que sería insoportable discutir conmigo porque no se me da bien reconocer un error. Nadie advirtió a Alberto de que tiendo a ponerme siempre de parte de los demás antes que de él, que soy una pesada perfeccionista y una niña malcriada. Nadie lo avisó de que yo perseguiría mis sueños y volaría, sin importar qué o quién dejo atrás, y que lo iba a dejar tirado un año por vivir entre moros, naranjos y leones.
Que no me dejaba cuidar. Que era una persona difícil. Que no iba a ser un paseo en barca. Que valor, majo, y al toro.



Ojalá que se llame 'amapola', y me coja la mano y me diga que sola no comprende la vida, no. Y que me pida, más, más, más; dame más.  



Aunque nadie, salvo yo, podrá decirle a Alberto lo que realmente pienso. Básicamente, porque es algo que sólo yo sé. Nadie más que yo podrá decirle a Alberto que hay días en que con cada canción me imagino una historia, que accedí a darle una oportunidad porque soñé con él descalzo y en vaqueros, que la primera vez que me rozaron sus dedos creí que me derretiría y algo dentro de mí explotó. Nadie, salvo yo, sabe que lo echo de menos incluso cuando lo tengo a quince minutos, que me despertaba a propósito para ver que estaba a mi lado y besarle en el hombro, que las calles de cualquier ciudad se vuelven mejores si las pasea conmigo. Que nadie como él es capaz de hacerme reír, de hacerme reventar de la risa, con sus idioteces que también son las mías. Únicamente por mí puede saber que hay veces que lo quiero a morir y veces que realmente lo detesto, pero que suelen ganar las primeras. Que me encanta cómo me mira y que sea tan grande, para poder cogerme a hombros y menearme como si fuera un saco de patatas, que nadie más que él ha sido capaz de hacerme llegar tan alto. Que estoy obsesionada con el olor de cierto gel de ducha en su piel, que siempre apoyaré sus causas locas y que un día sin un "pequeña" está tan vacío como una playa en enero.
Sólo yo puedo hacerle saber que me encanta ponerme su ropa, que desde que le conozco los tomates ya no son lo mismo, que quiero compartir parte del mundo que conozco con él y que, al fin, parece el único hombre capaz de comprenderme.



Déjate querer, dímelo otra vez. Quédate muy cerca de mí y así, los dos, dulce madrugada. 



Le daría las gracias por no juzgarme nunca, aunque la gente diga y murmure. Por saber quién soy realmente, y lo que me impulsa a hacer las cosas. Por ayudarme a coger impulso cuando quiero volar y ser el mejor pañuelo para mis lágrimas. Por ser el amigo que muchas veces necesito, y el amante que no estoy segura de merecerme. Por tener paciencia, y por sacarme de quicio muchas veces. 
Por ser valiente conmigo, y también cuando yo no lo soy.
Por atreverte conmigo.
Por besarme con todas, todas tus ganas y sin miedo, la madrugada del 22 de octubre. Sin temor a lo que pudiera pasar después, sólo porque querías hacerlo. Sólo porque, confirmado el gusto, a piñón. Por decidir que tú y yo nunca íbamos a ser amigos. 



Pongamos que te pongo, y tú me pones el derroche entre las manos. 



Te quiero. Otro año, te quiero.
No se me ocurre qué puede ser más sincero.





Te veo sobre la cama y quiero quedarme a vivir. Y no sé ni tu nombre...

21 de octubre de 2012

Marceline

Perdona que no adore a la realeza. ¿Es eso lo que quieres de mí? A ti se te ha subido a la cabeza, pero yo paso totalmente de ti. 
Perdón por no estar hecha de azúcar, y no ser igual de dulce que tú. Es por eso que no me soportas, es por eso que me has puesto una cruz. 
Soy tu problema, yo. Soy tu problema. Es como si no fuese persona. Y sólo soy tu problema. 



¿Qué soy para ti? ¿Un chiste, un héroe o un hermano?
¿Qué soy para ti? Me ignoras porque soy enano.



"Hora de aventuras", toda una fuente de inspiración. 
Miento si digo que no me encanta.

18 de octubre de 2012

You and me and I

There's something in us can't let go. We've changed. 
Words don't come easily anymore. And when they do, they come out wrong. 
And wonder what went wrong. 




¿Recuerdas cuando todo eran nubes negras y tormentas a tu alrededor, vientos fríos y horizontes difuminados, en una pradera sin final, oscura y sucia?
Igual la luz dorada del fondo no era el sol, sino una grieta en el suelo, y los lejanos puntitos no eran estrellas, sino pedazos de piedra volcánica, y lo que destellaba en el río era la lava, y no el agua. 
Porque igual lo que se abre no es el cielo, sino la tierra. Porque igual, aunque el agua te haya calado, aún tienes esperanza; y aunque la tristeza no se haya ido, pesan más seis años de buenos y malos momentos; porque igual te sientes imbécil, y decidiste huir, y por huir se ha notado que faltas, y quien viene a buscarte es el Demonio arrepentido.




Don't want us to be strangers.
I still love you. 



Al fin y al cabo, el Infierno está empedrado de buenas intenciones.

17 de octubre de 2012

Duele

Soy un dragón expulsado del Infierno.
Y ahora no sé...










...no sé qué hacer.

16 de octubre de 2012

Vrijeme

It's a sexy day of autumn.





El viaje tan esperado llegó a su fin, y nos dimos cuenta en un ascensor. En el ascensor con espejos de la noche más épica de toda esa semana. Una noche de canciones, conversaciones, fotos, intentos de beso, cervezas, chocolate caliente, y una fusión hindú, brasileña, canadiense, japonesa, inglesa y española. Una grandísima noche. Pero la noche en que nos dimos cuenta de que aquel viaje tan esperado y tan nombrado se estaba terminando. 



Hemos paseado por las ruinas que nos vieron nacer, incluso he podido abrazarlas. Hemos saltado de puente en puente, porque se te lleva la corriente del canal, desde donde te miran las máscaras. hemos hecho un pleno, un 7/7, bailando todas las noches y todos los días al ritmo de las canciones que terminamos sabiendo de memoria. Hemos montado en burro y vivido una experiencia cercana a la muerte, a la muerte de risa. Hemos grabado vídeos de canciones malísimas y nos hemos matado a golpes con las esquinas del camarote. Nos hemos perdido en un barco gigantesco y hemos ido a beber agua con hielo a las tantas de la mañana, noche sí, noche también. Hemos recorrido una muralla anclada en el mar, y hecho amistad con un trovador que me regaló su música y su sonrisa. Hemos comido, vaya si hemos comido. Nos hemos apuntado a todas las fiestas temáticas y hecho amigos de muchos lugares distintos. Nos hemos chopado de agua griega con los nubarrones de un sitio que, mira por dónde, resultó ser una isla. Hemos salido de noche y bebido del alcohol griego, en la calle y en el bar. Hemos ido con los móviles en alto, en un intento de buscar redes inalámbricas que robar, para ponernos en contacto con España. Hemos maldormido en aviones, autobuses, lanchas y barcos. 

Hemos hecho tantas cosas. 
Si empiezo, realmente no paro. Pero para eso está la libreta, porque ahí estarán todos los recuerdos, el minuto-a-minuto de esta semana mediterránea, que ha sido una experiencia de 10 y que no olvidaremos nunca. Nos quedan recuerdos para muchas, muchas reuniones familiares.





Y dejando el "hemos" para pasar al "he", aquí sí que hay ríos de tinta. 
Por la sensación de haberme acercado a una pequeña presencia y de haber sellado vínculos más fuertes con otra no tan pequeña. Por haber tocado y abrazado las piedras que nunca pensé que vería. Por recordar todo el camino que hice hace un año encima de la Laguna. Porque bailé, y bailé, y bailé, y me di cuenta de que incluso con pareja sigo siendo una chica sexy que tenía loco a medio barco. Por el mar, el mar abierto y su viento, su olor a sal, su oscuridad total y su cielo cuajado de estrellas. Por mis padres, por mi hermano y nuestra relación amor-odio, que sólo él dirige. Por todos los regalos y el sufrimiento de cargar con seis botellas de cerveza. Por cosas que yo sólo sé. 





Gracias a la libreta de cuero, empezamos a recordar. 
Y siempre recordaremos. Nos quedan tantas y tantas canciones.

11 de octubre de 2012

Las cosas de Avani XVII

"¿A dónde vas con esa piedra?"
"Shhh... calla, ¡estoy expoliando!", me chista mi Avani ibn Tahir interior, en recuerdo del profesor Castillo, después de haber salido indiscretamente de la Acrópolis de Atenas.

7 de octubre de 2012

El maestro de la Ilusión

Si un chico selecciona la camiseta de su grupo favorito para ir al primer día de scouts, al gran juego para inaugurar la Ronda Solar, y te pregunta si lo conoces porque comentas que es un buen grupo, ¿cómo vas a decirle que no? ¿Cómo, cuando nada más verlo antes, en el círculo grupal, ya has adivinado qué tipo de chico es? Un chico que decidió hace menos de un año dejarse crecer el pelo, y que se esconde detrás de él, que no lo lleva muy arreglado y que habla muy bajito. Un chico que mira siempre hacia abajo y que, además, lleva gafas. Un chico que te recuerda a tus amigos en primero de bachillerato, y que probablemente te recuerda a ti misma. 
¿Cómo se te va a ocurrir decirle que ese grupo, que Power Quest no lo has escuchado apenas, o que Rhapsody te parece música de críos, simplemente porque te trae de vuelta una época pasada? ¿Cómo, cuando sabes exactamente el tipo de chico que es?



No lo haces, claro que no. 
Y después, en la presentación de los scouters, tienes que decir tu nombre, tu sección y tu pasatiempo favorito, preguntas "¿cuál es mi afición?". De repente se levantan unos cuernos al final del tumulto de cabezas, una mano cargada con toda la energía del power, y esa vocecita antes ridícula contesta, a grito pelado: "¡el heavy metal!"
Te quedas parada, la carcajada te sale sola y dices "también, también", mientras le das tiempo a tu coco para que vuelva a la dinámica y a la presentación que tienes que acabar.



Pero no puedes dejar de darle vueltas a ese chico, y tampoco puedes dejar de pensar que tendrías que haberle cantado un trozo de Holly Thunderforce, no para quedar de estupenda o de sabida, sino para inyectarle un poco de felicidad en esas venas. Porque recuerdas su cara cuando le has dicho que tienes la discografía entera de Scar Symmetry, a pesar de ser una chica, y sus ojos abiertos cuando escuchó que conocías a su grupo favorito.
Al llegar a casa, te pones a buscar cosas de Power Quest y descubres que algunas canciones se salvan bastante, aunque parte de tu alma y de tu hígado le corresponda por siempre a Edguy o Avantasia. Empiezas, porque quieres saberte esas canciones, sabértelas para tener algo que compartir con él, algo que comentar, algo que berrear en algún momento concreto. Buscas todo lo similar que tienes en la biblioteca de iTunes, cualquier cosa que roce el power metal, el melódico, el pagan folk, para recomendárselo, para sugerirle que lo escuche, a ver si también le gusta. Y empezar a tener cosas en común, cosas similares y canciones idénticas. 



¿Y esto por qué lo haces?
Porque también has sido así, y has tenido amigos así. Porque quieres demostrarle que no importa si te gusta el heavy metal o el cante jondo, porque todos tienen sitio bajo la misma pañoleta, el mismo mundo. Porque quieres que sepa que sus gustos, que parecen desubicados o fuera de lugar, no lo están para nada, y que una persona como tú, con un aspecto que roza el pijerío, tiene dentro un corazón negro que se emociona cuando escucha que suena Finntroll. 
La figura del scouter siempre fue para ti un referente, un puntal; ¿por qué no serlo para él? Quieres que él se sienta cómodo con sus gustos, consigo mismo, y que no se dé vergüenza; que no vuelva a pensar que es extraño por la melena o por las camisetas que lleva. Probablemente el chico no tenga ningún trauma, pero sí muchas inseguridades. Tú no vas a ser Tyrael ni el Ángel Custodio que le salve la vida, pero le puedes echar una mano. Una canción, o dos, o tres. Te puedes aprender Far away, Master of Illusion o Kings of Eternity para cantarlas con él cuando le veas, porque realmente te gustan. 
Les has visto hacer gestos con la mano, como si estuviera tocando una guitarra, y quieres hacerle ver que la gente con esos gustos también "mola". Porque todos son iguales, y porque en realidad estás emocionada de tener un pequeño heavy entre tus niños, aunque tu vayas con los pequeños. Que las personas con negros y melenudos corazones pueden reaccionarse igual y pasarlo tan bien como cualquier otro. Quieres que se abra y que no se encierre en el cubículo de su pequeña diferencia, una diferencia que tú hace años aprendiste a destrozar y que ahora ni existe. Aunque quede su recuerdo. 
Ese recuerdo que ha hecho que tú te pongas a escuchar esos grupos, uno detrás de otro, y que tengas tantas ganas de volver a verlo sólo para cantarle el estribillo de alguna canción, o decirle que te emocionas con la entrada de cualquiera otra y que, por cierto, si te gusta el power, échale un vistazo a este otro grupo y me cuentas.
Y seguimos hablando. 
Y, poco a poco, se lo contarás a tus compañeros scout, o saldrá una dinámica de música, y allí estarás tú para apoyar a esa pequeña persona llena de inseguridades, para mostrarle el dragón (tan épico) que llevas dentro y para sonreírle tanto como hoy, el día en que lo has conocido. 












¿Ley de barraca? Tambor.
Ucha-acha-uchaucha-acha. 
Uh, ah-ah-ah, uh, ah-ah-ah, uh.
¿Y cómo hace él?
Manada, manada, manada.

Cosas que tienen que ver, esta sensación... hacía tiempo que no la tenía. Y la echaba de menos. Queda inaugurada la Ronda Solar.

6 de octubre de 2012

Carcajadas de dragón

Alguien va a odiarme hoy tanto, tanto, tantísimo que me voy a estar riendo hasta que se me descosa la boca, se me caigan todas las escamas, las alas se me descoyunten, los cuernos rayen el techo y las garras agrieten el suelo, por los golpetazos que voy a dar; y los lagrimones no me dejen ver la cara que va a poner, esa cara que va a durarle hasta Semana Santa, y ojalá que para toda la vida, cuando sepa, cuando se entere, cuando vea lo que hemos ideado en secreto. 



Vamos, que me voy a reír.
Te queremos, pedazo de tonta. 
Feliz cumpleaños.

5 de octubre de 2012

Las cosas de Avani XVI

"Mirad qué mona ella, con todas sus plumas", bromea mi Avani ib Tahir interior sobre el majestuoso dios Quetzalcóatl, en Teotihuacan.

3 de octubre de 2012

Hablando del Demonio

Está visto que con cagarse un poco en la madre de algunas personas, sólo mentalmente, esas personas reaparecen en la vida, asomando la cabeza por la rendija de alguna puerta, con una sonrisilla que parece preguntar: "Creo haber escuchado que te cagabas en mi madre, ¿me estabas llamando? No te escuché las otras treinta veces, perdóname."
Agotador por el tiempo de espera, pero si da resultado, ¿qué importa? Todo aparece, más o menos, cuando se necesita.





"Al final de esta era, 
cuando no haya Luz..."
(algún día, yo terminaré esta canción, Aro de Plata la cantará y en algún lugar alguien dará un aplauso para confirmar que no soy una vaga)






1 de octubre de 2012

To Nowhere

Está visto que hoy nada podía ir del todo bien. Aunque haya alguien especial que me ha comprado un kilo entero de cerezas de gominola, y un alguien aún más especial que se sigue riendo conmigo, pase lo que pase y me ponga todo lo triste que quiera. 
Y una Dama que se deprime en mis brazos pero, qué demonios, me hace reír más que a nadie mientras come conmigo, y jugamos a un juego de desquicie, a ver cuál de nuestras universidades está peor organizada. Y recordamos momentos, y vemos a la gata aunque no podamos hablar. 
Todo eso ha conseguido que mis fuerzas lleguen hasta ahora, hasta el final. Porque ha sido un día, buf, agotador. Gracias, Dama, Gata, Bob, y gracias a mi hermano. 





Y ahora sólo puedo escuchar esa melodía.
De verdad, que soy muy imbécil. Por creerme algo




Es una idiotez, lo mire por donde lo mire. 
Pero... era nuestra. ¿Por qué has tenido que enseñárselo a ella? ¿Eso dónde me coloca? Me siento, ahora mismo, como un dragón memo que se moja con la lluvia y no tiene idea de hacia dónde ir.