30 de septiembre de 2013

Un vaso boca abajo

En la habitación hace frío, pero a mí me gusta. Estoy literalmente perdiendo el tiempo y deseando que se vaya el dolor de estómago, lo más rápido posible. También me duele la cabeza. Creo que son las ideas, que me están congestionando las venitas del cerebro. Hoy dormiré mal. O estupendamente. Sólo caben las dos posibilidades. 
En medio del frío, apareces tú. Qué gracia, como si alguna vez te fueras. Te paseas por la habitación mirándolo todo con fingida curiosidad. Al final, te pones a mi lado. 
—¿Me puedo sentar?
—Claro —pienso. Dónde, si no hay otra silla. Pero te las apañas. Tienes dos camas y una butaca. Decides que te quieres sentar encima de la mesa. Sonrío; tiene gracia, yo también me hubiese puesto ahí. No dices nada y pienso que en mi cabeza estás guapo. Que mi orientalismo del siglo XIX te imagina guapo. Pero cansado. Con ojeras moradas y los labios cortados. Como yo. Con el viento de la sierra, que te agita permanentemente las pestañas. 
No dices nada. Eres experto en esperar. El que está casi constantemente machacándome la cabeza es Avani. Después de un rápido ejercicio mental y una consulta breve en Wikipedia, calculo que os lleváis, más o menos, ciento setenta años. Él es mayor. Siempre te cuento a ti desde 1264. 
Te pienso y me doy cuenta de que no sé nada de ti. Absolutamente nada. Ni siquiera sé cuándo naciste. La primera imagen tuya, en mi imaginación (ese poderoso instrumento en la mente), es la de un chaval de diecisiete años reventándole el cráneo a un cristiano con una azada. Poco más tenías a mano. Pero tampoco estoy segura de que fuera así. Nunca lo he leído. 
No te conozco. Me asusto porque es verdad. No sé quién eres.
—Hoy hablamos de ti —digo, por fin.
Das un respingo y sonríes. 
—¿De verdad? ¿Hablasteis de al-Ándalus?
—No exactamente. Estuvimos hablando del pensamiento del hombre medieval. De cómo veíais el mundo. De cómo era vuestra alma, vuestra concepción de cuanto os rodeaba. Ha sido a partir de un extracto de Dante. Me ha gustado. Siento que ahora os comprendo un poco mejor. 
—Me llevo doscientos años con Dante —repones—. Y cuanto él pudiera señalar es preeminentemente cristiano. No veo en qué momento hablasteis de mí. 
—Citamos a ibn Sina y a ibn Rushd. Ellos compartían el pensamiento filosófico de los cristianos. No erais tan diferentes, y lo sabes. 
—Ya... —haces una pausa. Es como si no estuvieras aquí. Y, en realidad, no estás. No te conozco y eso me espanta. Quizá por eso he empezado esta conversación. En un intento desesperado de que no te marches. No te vayas. Como decía Bécquer: "oh, ven, ven tú"—. ¿Y de qué habéis hablado exactamente? Qué tenían esos grandes pensadores que decirle a Dante.
—Hablamos de cómo, para vosotros, era el proceso de conocimiento. Que todo a vuestro alrededor estaba lleno de alegorías a interpretar. Que las cosas no eran en esencia sino un reflejo de aquello divino a lo que remitían. De cómo entraba el fantasma, el neuma, por las pupilas y se asentaba en el conocimiento después de depurarse de todo lo material. Hablamos del vínculo, al-Ahmar. Hablamos de cómo el abismo es unión al mismo tiempo —me emociono tanto que voy a por mis apuntes para demostrarte que tengo razón. Que te conozco algo... que puedo llegar a entenderte aunque sólo sea un poco. En realidad, lo que tengo son muchas ganas de llorar. Lo que no sé es por qué —. Mira, está aquí escrito. Para vosotros, la vida era como un libro que leer. ¡Un libro! Era un espejo donde ver la maravillosa naturaleza de Dios. Y fíjate en esto. "El camino al conocimiento es inseparable de la mejora personal". ¡De eso también hablaban los tuyos! No es la primera vez que lo leo. 
No reaccionas. Y a mi estómago le entra un espasmo de terror. Di algo. Di que tengo razón, que estoy más cerca de ti, que soy capaz de ver el mundo con tus ojos. Pero no. Nada. Silencio. Cierro la libreta y pienso que todo ha sido una estupidez. Entonces coges el vaso de plástico que estaba boca abajo en mi escritorio.
—¿Qué te pareció?
—¿El qué?
—Todo eso. Lo que escribiste ahí, ¿qué te inspiró?
No tardo mucho en responder. Pero sí me tomo mi tiempo para respirar.
—Me pareció hermoso. Muy, muy hermoso. Quise creer, por un momento, que os conocía. Que te conocía a ti —te miro. Me miras. En mi occidentalismo tienes los ojos claros y el pelo oscuro. Y la cara llena de cicatrices. Con ojeras, y los labios cortados—. No sé quién eres. Hoy me he dado cuenta de que no sé nada, absolutamente nada de ti. 
—Eso no es cierto —te acercas y te vuelves a sentar en la mesa—. Sabes cómo me llamo.
—¿Y qué? Sólo es un apodo.
—Sabes que no. Di mi nombre. El mío entero.
—Muhammad ibn Nasr al-Ahmar. ¿Y qué? Que sepa tu nombre no cambia nada.
Nomina sunt consequentia rerum —murmuras, y me sonríes. Tienes una sonrisa bonita. No especialmente perfecta o blanca, pero sí sincera. Y eso es lo más bonito de todo. No puedo evitar reírme y que se me ruborice la nariz. 
—Lo has leído.
—Claro que sí. Mi mundo está lleno de símbolos divinos. Sólo tengo que leerlos e interpretarlos.
Te quedas callado y sonriente. Yo siento que dentro de mí el "muelle" se balancea. Me acuerdo de la Plaza de los Aljibes y de la Torre de la Vela, allí donde siempre soplaba el viento. Me acuerdo del blanco Albaicín que nos dejó la historia y de la sierra por la que cabalgamos, libres. "Pueden tener la tierra, este trozo de basura, pero el cielo es nuestro." 
Quizá es verdad que te conozca. Sé cosas que hiciste. Sé cosas que pensaste. Y ahora puedo empezar a adivinar cosas que sentiste. Pero aún me queda una duda. 
—al-Ahmar.
—¿Qué?
—¿Realmente pensabais así? Todo esto que hemos estado estudiando es propio de hombres de letras y pensamientos floridos. Es más propio de Avani. 
—¿Aún no habéis hecho las paces? —me interrumpes, pero yo no te escucho. No quiero que se me olvide aquello que muero por preguntar. 
—En clase sólo hemos contemplado un punto de vista, tomándolo por el general. Y sé que es así como se escribe la historia. Sé que no debería planteármelo, pero... ¿pensabas así? Tú, a punto de atravesar el estómago de un cristiano, ¿estabas leyendo algo en el mundo? ¿Qué estabas viendo? ¿Qué felicidad perseguías? ¿Era así de verdad? ¿Podías ver en esas nubes negras el sol que había detrás? ¿Podías ver más allá? ¿Lo hacías tú?
Te pones serio. 
Mi imaginación y lo que quiero pensar que es empatía histórica se ponen en marcha. La imaginación es clave para la sabiduría. Pero también provoca el desastre. Y en estos momentos, veo el desastre. Veo un episodio histórico que nadie va a poder contarme. Y te veo a ti, con los puños y la frente manchados de sangre. Si es tuya o no, nunca lo sabré. Sólo hay sangre, sangre y nubes negras que tapan la Última Frontera. Todo es ocre, y hay cuervos que mordisquean los ojos del cristiano que acabas de matar. 
Me muero por saberlo todo de ti. Si no lo alcanzo, sabes que me lo inventaré. Lo imaginaré, le pondré cuanta pasión me quepa en el cuerpo. Te veo joven, pero anciano al mismo tiempo. Te veo guerrero, inspiración y coraje para casi todos mis días. ¿Cómo podías estar pensando en la bondad natural de todos los seres humanos con una espada en la mano? ¿Cómo, si acababas de matar?
No lo comprendo. 
La sangre va salpicando el suelo. Gotea la tierra de la Última Frontera. Con turbante, con ojeras y con los labios cortados, te vuelves hacia mí. Sonríes, pero estás cansado. 
—No lo sé —susurras, y los cuervos casi tapan del todo tu voz—. Ahora ya no lo sé. 
—Lo averiguaré por los dos —te digo —. Por ti, y por todos los que estuvieron en la Alcazaba alguna vez.
—Sabes que es la opción menos gratificante de todas, ¿verdad?
—Me da igual —cojo el vaso, dispuesta a repetir el ritmillo de Cups hasta que las nubes de tormenta se vayan de mi cabeza y, si eso, de Madrid —. Tú tampoco eras la opción más gratificante.
Sé que no vas a decir nada más. Así que me queda golpear la mesa y canturrear "when I'm gone, when I'm gone, you're gonna miss me when I'm gone; you're gonna miss me by my hair, you're gonna miss me everywhere, oh, you're gonna miss me when I'm gone."

28 de septiembre de 2013

Avani y Lau se pelean

(Avani) ¡Apóstata!
(Lau) ¡Hereje!
(Avani) ¡Farisea!
(Lau) ¡Vendido! ¡Judaaaaaas!

(Drenk) ¿Qué ocurre?
(al-Ahmar) Nada, una pequeña, pequeñísima crisis de fe. Se les pasa enseguida, no te preocupes.

27 de septiembre de 2013

26 de septiembre de 2013

Las cosas de Avani XXVIII

"El poder jurídico regula, básicamente, quién te puede sacudir un porrazo y en qué circunstancias", sistematiza mi Avani ibn Tahir interior, al hilo de los tres niveles que regían el mundo medieval.

25 de septiembre de 2013

Las estrellas fijas

En su particular visión del Paraíso, Dante le preguntaba a Beatrice sobre su ascenso por los anillos de cielo, inventados por Ptolomeo. Dante quería saber cómo él, mortal e imperfecto, podía estar elevándose hacia los Astros Fijos. De no ser por el profesor Salvador (ojo, que es el apellido, no el nombre) yo nunca hubiera valorado nada de lo que Dante y Beatrice se preguntaban y decían. En realidad, de no ser por él nunca me hubiera asomado de facto a la concepción del mundo medieval cristiano. El Islam ocupa una parcela demasiado amplia de mi cabeza. Y esa ceguera provocada por el turbante, de hecho, estaba impidiéndome ver algo bello, hermoso, triste. Una sensación que sólo puedo describir en lágrimas. Y cada uno que interprete.
Dante e ibn al-Jatib veían el mundo de la misma manera. Solo que, en mi cabeza, era imposible. Para mí el cristianismo había personificado siempre a Dios en la figura de Padre, mientras que para el mundo musulmán dios es forma, principio, final y materia. Lo es todo, y al mismo tiempo no es nada. Sin embargo, a mí también viene a regañarme la hermosa Beatrice. Nada más lejos de la realidad. Dios es fuerza creadora. De repente, el profesor Salvador me hizo darme cuenta de que Islam y cristianismo compartían mucho más que territorio peninsular. 
Dios, como un arquero, lanza a todas las "inteligencias" hacia la diana que es la felicidad. Porque para Dante la bondad es una actitud innata en nosotros. Tendemos al bien, a la beatitud, a la gracia. Sin embargo, los seres humanos somos al mismo tiempo "forma" y ""materia". Aquello que nos acerca a Dios nos aleja irremediablemente de él. Porque nos hizo un regalo... la capacidad de decidir, nuestro libre albedrío.



Dante e ibn al-Jatib veían el mundo de la misma manera. Y yo en mi cabeza los separaba y enfrentaba radicalmente. Seguía alimentando esa guerra perpetua que nos han enseñado, que nos han contado tantas veces, esa guerra en la que ya no hay ni malos ni buenos, sino sólo ejércitos. Unos vecinos que están constantemente tirándose ladrillos a la cabeza. Incluso en sus religiones. Cuando perfectamente dos creyentes (porque al final eran eso, simples creyentes) podrían hablar de Dios en formas parecidas. El arquero, el abismo, la senda... todo es lo mismo para ellos. 
Porque en su mundo, el mundo medieval, no existía tanta diferencia como nos hacen creer que existía. Me remito a aquello que me trajo de cráneo durante el curso pasado. Si en verdad eran enemigos, infieles, bastardos, hijos de su puta madre, ratas, falsos devotos... ¿qué hacen en las Cantigas? No volveré a ponerme pesada sobre todo su valor en esta obra. Pero reflexionemos. 
Medievalistas, reflexionemos. Arabistas, comprendamos. Hagamos ese ejercicio tan bello y tan complejo de los historiadores: empaticemos. Traslademos nuestra mente a otro tiempo y a otro lugar. Mi corazón, quizá teñido del imaginario romántico del s. XIX, quiere imaginar una sociedad distinta a como aparecía en los libros de historia. No sé si más pacífica, más tranquila, más tolerante. Pero, desde luego, diferente. 
La tristeza la producía este pensamiento, que es tan bello al mismo tiempo. Tristeza porque somos incapaces de ver más allá de nuestras propias narices y nuestro occidentalismo, de nuestra puñetera manía de colocarlo todo en un cajón con una etiqueta. Cuando en realidad andalusíes y astures no eran tan diferentes. Cuando todo era más sencillo de lo que nosotros queremos entenderlo. 



Si concebían hasta a su propio Dios de la misma manera, ¿no entenderían el mundo igual, también? ¿No podrían, de verdad, coexistir? 
Quizá valga la pena pelearse por ellos. Por él. Han bastado tres días para darme cuenta de cuán acertada estuve en mi elección, en mi decisión de seguir al Rojo allá donde me llevasen las pisadas de su caballo. Quiero agradecer a aquellos que están afilando la jineta que es mi pasión por la Edad Media, que me están enseñando de verdad, que me están "tirando abajo los tabiques" y me están abriendo la mente, los ojos, el corazón. 
Estoy convencida de que en alguna de mis pesquisas encontraré esto: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno. El Cristalino y el Empíreo siempre serán opcionales, y algo un poco más renacentista.





Cosas que tienen que ver, últimamente Avani se está poniendo las botas. 

21 de septiembre de 2013

Diario de una inútil emocionada II

Exposiciones a casco porro. Como en todas las tiendas sean los llaveros así de monos, una que se va a quedar sin dinero.
Tener una madrina profesional de la que aprender mucho, mucho, muchísimo.
Actualizar el currículum y, oh, sorpresa, en realidad no era tan corto.
Vivir pegada a la Milla de Oro y pasear delante de firmas caras carísimas con calcetines de Primark y Carrefour.
Cheerios. Madre del amor hermoso, Cheerios. ¡Y chucherías a granel! ¡Que me vuelvo loca!
Que Canela me despierte con su hueso en la mano para jugar.
Amo la ducha, amo la ducha, amo la ducha.
Como amo ir a comprar bisutería de rebajas a los sitios más estupendos. 
Por cierto, hay un nuevo matiz en la palabra "estupendo". Sí. 
Mis cafés, a mitad de precio, obviamente. En cuanto acabe esto bajo a por el siguiente.
Vivir, también, rodeada de fundaciones.
Y lo más importante... Gracias a las dos personas que me dieron la vida (y afortunadamente no fue sólo una consumación carnal y un parto, sino que además me han dado la Vida, en mayúsculas), a partir de la semana que viene estaré matriculada en "Conservación preventiva de libros, documentos y obra gráfica", de la UNED y la Asociación Carlos de Amberes. Ahora sí que hay que buscarse un curro. 
Vais a estar orgullosos de mí. Os lo aseguro. 

19 de septiembre de 2013

Diario de una inútil emocionada I

Soy tan divina que hago la compra en el Centro Comercial ABC, antiguas oficinas del periódico en sí. Además, tengo una terraza para mí sola en la que desayunar con el fresco de la calle.
Tengo una compañera peluda que, aunque pasajera, se alegra de verme y de que la saque a pasear. Me siento realizada, porque estoy viviendo el sueño de tener un perro gordo y encargarme de él.
He comprado jabón y gel de glicerina. Por ti, dama. Ya sabes que a mí me encanta y que tú no lo soportas. Es mi manera simpática de recordarte.
Kvothe y yo tenemos una cita mañana en el Starbucks de Juan Bravo, por aquello de que nos costará la mitad. 
Mi casa es preciosa. Mi casa es preciosa. Y mis nuevos zapatos, divinos.
Al inútil de Mercadona al que se le ocurrió incluir aloe vera en sus delineadores en lápiz: GRACIAS. Si no fuera porque una dependienta me lo ha dicho, ¡ahora tendría los ojos en llamas! ¡Hace falta ser memo!
Siento cerca a todo el mundo, a pesar de no vivir en la misma ciudad. Os sigo llevando dentro, paso a paso. 
Mi barrio es estupendo. Lleno de bares, lleno de gente. El del estanco es un imbécil, pero yo no fumo. 
Mi casa es preciosa. 
Este va a ser un buen año.

16 de septiembre de 2013

Qué guay

En qué momento se te ha ocurrido decir "ahora vamos a jugar a las películas". Con los guisantes, el arroz, el pollo y los tallarines. Me lo he pasado tan bien, me he reído tanto... Piratas del Caribe, Titanic, Hércules, Dumbo, Anaconda, Tiburón...
Además, primero hemos hecho un concurso de torres de guisantes y aunque tú digas que ha sido un empate a cuatro, está más que claro que he ganado yo. Porque mi torre ha resistido más tiempo, no por otra cosa. También hemos hecho a Bob, todo un clásico. Como clásico es ir a cenar al LemonGrass cuando estoy a punto de marcharme. Aún tienes las fotos de aquella noche. La verdad es que lloramos bastante los dos. Pero no te preocupes. Podemos hacerlo. Es más que evidente que podemos. Ya te estoy esperando allí. 
Nuestras despedidas siempre son atípicas. Nos hemos marcado el mismo alliup que Chacho y Rudy. Pero con los guisantes, obvio. Y hemos comido helado hablando de Goku y de nuestros grandes traumas con respecto a la serie. Para terminar, un Apocalipsis molón con un Heavys en Fallas, que nunca vienen mal. Ahora leeré tu libro y los dos nos moriremos por Kvothe. 

Tranquilo, grandullón. Nos tendremos. Esta vez cambiaremos los leones de al-Ahmar por los leones de Cibeles. 

15 de septiembre de 2013

El último concierto

Gracias. 
Gracias, uno por uno. 

Primero, gracias a todos los que no vinisteis. Porque sé que hicisteis cuanto pudisteis por acudir. Sé que si al final no fue posible no fue culpa vuestra. A todos a los que no vi, os llevaba dentro. Gracias por enviarme vuestra fuerza desde allá donde estuvierais. 

Gracias a Carles, a Ana, a Jose. Gracias por venir representando esa maravilla que es la Historia del Arte, que tuvo a bien unirnos a los cuatro. 

Gracias a mi prima Patricia, que a pesar de detestar el heavy metal estuvo allí la primera. Que a pesar de su cojera aguantó todo el concierto. Gracias por traer a Alberto y a sus amigos, que quizá disfrutaron un poco más del espectáculo. Pero no importaba, porque tú estabas allí.

Gracias a mis periodistas, que reconocieron la Cantina de Star Wars en cuanto empezó a sonar y que vinieron de blanco. Nuria, Eu, Pau, gracias de verdad. Sé que no era fácil ponerse de acuerdo para llegar, y ahí estuvisteis. 

Gracias a Uri y a Víctor, por aparecer y ser una verdadera sorpresa. Me alegró muchísimo veros allí.

Gracias a Diana, a Carla, a Marina y a Rosa, que estuvieron dando saltos desde el primer al último momento como unas locas, que se emocionaron cantando El guardián del sol conmigo, que no dejaron de gritar ni bajaron los brazos por un instante. 

Gracias a ti, Bob. Porque aguantaste de pie todo el concierto. Por estar. Por ser mi fan número uno. Te quiero, gordo.

Gracias a mis padres, a mi tía, a mi hermano y a mi primilla, por venir a verme a pesar de saber que se metían en un garito oscuro y en un mar de melenas. Gracias, porque supisteis lo importante que era para mí poder veros desde arriba.

Gracias a Nicte. Por todo. Ellos lo saben. 



En general, para todos, gracias. Gracias por dejarme formar parte de esa noche, y por comprender cuánto significaba para mí. Por entenderlo, por tomarse el tiempo para aprenderse la dirección, por organizarse en coches, por acudir, por estar, por cantar, por aplaudir, por dar saltos y gritos, por emocionarse conmigo. Gracias. Gracias por compartir algo tan especial. Gracias por valorarlo, y gracias por venir. 
No os imagináis lo que fue contemplar todas vuestras caras desde allí arriba. Me disteis fuerza, me disteis energía, me disteis fuego. Sin vosotros, no hubiera sido lo mismo para nada.
Gracias por el pescado.

11 de septiembre de 2013

Cosas que pasan

Que aparezca una cucaracha en el ensayo y no tener mejor idea que aporrear el bombo para que no se acerque a la batería y alejarla de los cables. 
Lo mejor es que está todo grabado. Desde la aparición estelar del condenado bicho, el aporreamiento, el morirse del asco y la acción épica de Wally CuerpoEscombro matando a la cucaracha. Qué asco. Pero qué asco.

Cosas que pasan en un ensayo.
Estamos haciendo algo grande.



Se alzó, pues no existe prisión que pueda su alma encarcelar. 

9 de septiembre de 2013

Muslimaníaca

Gracias por recordarme, y por hacerlo así. 
Da gusto volver al trabajo y que todo, que todos estén como antes. Como si nunca te hubieras marchado, como si de por medio no existiese un verano. Simplemente, un almuerzo como los rutinarios, un "te echábamos de menos". Y de qué manera. Aún estoy asimilando lo que vendrá en los próximos meses.
Gracias. De verdad.



Y a ti. A ti qué voy a decirte, Rojo. Eres el mejor error que he cometido en mi vida. Esa vida que me empujó hacia ti casi de un bofetón. Y pensar que yo no te quería. No a ti, es evidente, pero no había pensado que debajo de esas capas cristianas podías estar tu. Y ahora fíjate en lo que tenemos. Nuestro precioso al-Qabdaq, que vuelve a tener banderas negras ondeando en su altísima torre. 
Yo sí que te he echado de menos, al-Ahmar. Pero está claro que no sabemos vivir separados y que alguien, en un momento de lucidez, decidió atar nuestros destinos para siempre. 

3 de septiembre de 2013

Las cosas de Avani XXVII

"Me parece bien, pero te aviso que del quinto piso, el que salta se mata", comenta mi Avani ibn Tahir interior cuando me ve buscar un soplo de aire fresco al lado de una ventana y, si puede ser, una vía de escape más rápida que el ascensor. 

2 de septiembre de 2013

Machete emocional

We'll be together forever in this box. 

Y fin. Es que no hay mucha más explicación posible.
¡Resistencia!