21 de diciembre de 2020

Malāk

Una versión de Constantine pero islámica, con Jibril como el sidekick de John, con Harut y Marut en el papel de 'papá Medianoche' y con Iblis haciendo de las suyas por ahí suelto. 

A poco no. ¿Jalas? Yo jalo, pero jalo muy fuerte. 

16 de diciembre de 2020

97

Esta noche he vuelto a soñar contigo. Me da la impresión de que últimamente me pasa bastante. 

Estaba en tu casa, con el portátil sobre la mesa de cristal, y de alguna manera mi pantalla se proyectaba en la televisión. Estaba escribiendo parte de la tesis. Probablemente, la parte sobre pintura mural. Me pedías que ampliase el texto, a ver si conseguías entender alguna cosa. Yo me reía y te decía que seguramente no lo harías, pero insistías y yo, con dos dedos e igual que haría con un teléfono, ampliaba la pantalla. Total, para que luego me dijeras que no entendías nada. Seguramente harías uno de esos ruidos de Bárbol que seguimos imitando y que nos daban mucha risa. 

Luego me has preguntado que cuándo voy a terminar la tesis. 
Me contabas que ibas a tener 97 pronto, y que querías estar ahí para verlo. Y yo me ponía triste y al mismo tiempo volvía a reírme. Me estabas cogiendo la mano e ibas en bata, como recién levantado. 
Después, me he despertado. 

No ibas a tener 97 pronto. Si estuvieses aquí, cumplirías...
...
No me jodas. No es posible. He tenido que pararme a contarlo y me he dado cuenta de que... 
De que sí, si estuvieses aquí, irías a cumplir 97 años. 

...

Abuelo... ¿estás aquí?

15 de diciembre de 2020

Drop pop

Volviendo de Dundee, de que me metieran el dichoso palito por la nariz, me he encontrado con un antiguo alumno mío y hemos hecho el trayecto juntos, mascarillas y distancia, poniéndonos al día. Era mi alumno favorito y es posible que todavía lo sea.

Me ha dicho que echaba de menos mis tutorías y que se acordaba mucho de mí. Yo también me acuerdo mucho de él y de su grupo, de mis grupos del año pasado. Han sido diferentes de los de este año, pero es que este año en sí ha sido diferente. 

Me ha hecho mucha ilusión que se sentase a charlar conmigo y me ha hecho ilusión verle. Ver que había dejado una huella en alguien como profesora. A este chico le quería mucho. 

Y ha alegrado estos días que están siendo oscuros, pero los nubarrones ya empiezan a irse. Un poquito. Cada vez hay menos nubes. 

9 de diciembre de 2020

Berserk

Anoche estuve hablando con Yun sobre Evangelion y me vino bien. Bastante bien. Necesitaba distraerme de unos días en los que he estado llorando más de la media, como única vía de desahogo y despresurización de la cabina. Porque no sé qué me pasa, o es que igual me pasa todo. 

El caso es que después de hablar con él, me puse a ver Evangelion (otra vez). Y me llenó de una fuerza casi agresiva. Ver a EVA reventar las paredes del núcleo de Leliel y salir cubierta de sangre, levantar el brazo para proteger a Shinji, correr para sujetar las pinzas de Sahaquiel con las manos... todo eso me hizo sentirme... bien. Me hizo sentirme mejor
Escuchar sus gritos, verla estirarse, verla saltar, escuchar la música que me sé de memoria y ver vídeos que intentan explicar, con éxito relativo, qué carajo es The End of Evangelion y qué puñetas quisieron contar con aquel final tan extraño. Todo eso actuó como bálsamo sanador y relajante. Qué raro que la violencia me tranquilice. O no, yo qué sé ya. El modo berserk cambió de manos y, de repente, la que estaba a los mandos volvía a ser yo. EVA levantó la cabeza y tanto Shinji como ella dieron un grito, un alarido que partió el Campo AT de cualquier ángel. 

No sabría explicar cómo, pero aquella furia salvaje me hizo sentir que, al final, todo saldrá bien. Que las cosas vendrán poco a poco y que, de momento, no hay mucho más que yo pueda hacer. 

Es como si de repente lo viese todo de forma diferente, y no mucho ha cambiado. Porque, en realidad, ¿qué es lo peor que podría pasar? Que esto no saliese bien a la primera y que Bob tuviese que volver, al menos por un tiempo, para intentarlo de nuevo más adelante. Que yo misma tuviese que moverme. Pero estoy dando por sentadas miles de cosas que no son reales, que no son justas, que ni siquiera tengo idea de si son posibles. 
Todo esto sin quitarme la imagen de los ojos brillantes de Eva de la cabeza, por extraño que parezca. 


Ella me da fuerza. Ellos me dan confianza. 



Todo saldrá bien. No estamos solos. 


7 de diciembre de 2020

Azizam

Gracias por todo lo que has hecho en estos tres años. Gracias por ser una gran compañera de viaje doctoral. Estoy orgullosísima de ti. Ahora te vas a descansar tres meses (espero, recuerda desconectar la cabeza) y a reunirte con tu familia; que ha sido demasiado tiempo. 

Yo me quedo aquí con mis locuras de pisos, de casas, de vuelos, de visados, de vida. Pero cuando vuelva, cuando el semestre se reanude y yo esté en alguna parte, sabrá el Demonio dónde, ya no estarás tú. Ya no me acompañarás a las nueve de la mañana, exacta como un reloj, ni podremos ir a Luvians a hacer un descanso de helado porque no nos da la cabeza para más. 
No, porque ya has terminado. Porque tu etapa doctoral está muy cerca de acabarse. 

Eso me recuerda que la mía también está entrando en sus últimos meses. Que este capítulo de nuestra vida se va a cerrar pronto, y aunque preocupaciones más presentes no me dejen verlo todavía, es una realidad. Aún no puedo mirar a la derecha sin llorar un poco por tu ausencia. Y, aún así, sé que siempre estarás conmigo. 

Gracias por todo, azizam. Gracias de corazón. 
Volveremos a vernos pronto. 

4 de diciembre de 2020

La música (no) es mía

 Esta semana mi cabeza casi me mata. 


Hacía años que no experimentaba algo tan intenso y tan desagradable. Como la misma EVA 01, mi cerebro entró en modo berserk y no hubo forma de detenerlo. Normalmente sé cómo controlarlo o hacia dónde dirigirlo. Me queda algo de sobriedad para determinar de dónde viene la inestabilidad y, más o menos, me estabilizo y capeo la tormenta como puedo. Esta vez, no hubo ni pizca de lucidez. Era una borrachera de odio y dolor absoluta. Enloquecida. Destructiva. 

Rompió las cadenas y se puso a destrozar todo lo que encontraba a su paso. Casi podía escucharla gritar dentro de mis propios oídos, ese chillido inhumano y rasgado como arañar con clavos una pizarra, como desgarrar tela envejecida con las uñas, como romper cristal con los dientes. 

Me asusté mucho. No podía contenerme. Mi dolor solo quería llorar, gritar, agarrarme del cuello y aprisionarme contra la pared. Ni todas las voces de mi cabeza pudieron salvarme. Incluso mis demonios menores se acobardaron mientras contemplaban el espectáculo de cómo intentaba destruirme por dentro. La silueta roja y negra del miedo me tenía bien atrapada entre sus zarpas, podía sentir que me atravesaban la piel. Y, al mismo tiempo, la veía llorando. La veía desesperadamente pedirme ayuda. Y, como dice Johny Three Tears, me miré en el espejo y me di cuenta de que seguía siendo yo. 

De que no había nadie más. Y de que si yo misma no aflojaba las manos, iba a terminar por asfixiarme de verdad. 

Así que me senté a llorar conmigo misma (y con más gente a través del teléfono y la cámara, porque aquí somos de dar el espectáculo). Intenté acariciarme la espalda y contemplé el absoluto destrozo que había ocasionado en mi cabeza. Habría que empezar a recogerlo todo. Por lo menos, a poner cosas donde les correspondía. Ayer estuve mejor, hoy he estado un poco peor, quizá mañana termine de estar mejor del todo. Pero no quiero apresurarme. Quiero aprender de todos los consejos que me han dado y volver a llorar si lo necesito, me da igual si sola o acompañada. Quiero aprender a no auto-boicotearme y a entender que, pase lo que pase, las cosas saldrán bien. Da igual cómo terminemos, saldrán bien. El mundo no se va a detener el 1 de enero de 2021 porque la Albión se ha decidido a dar por culo como solo ella sabe. El mundo seguirá girando. Las cosas no son tan tajantes. 

La última vez que me pasó era el invierno de 2016 y de verdad pensaba que me mataba. Que iba a acabar conmigo. Pero conseguí zafarme y resistí. Aguanté el frío y la lluvia. Es cierto que estaba acompañada, y eso me ayudó muchísimo. Pero recordé la sensación perfectamente. El sabor metálico en la boca, la falta de aire, el torbellino furioso en el estómago y la sensación de frío en las puntas de los dedos. Sin embargo, ahí aguanté. 

Tuve una pesadilla que se repetía. Alguien o algo venía a arrancarme de cuajo y sin compasión todo lo que tenía en mi vida. Mi familia, mis amigos, mi tesis, mi casa. Y me lanzaba a un cubículo oscuro del que yo no podía escapar. Me quedaba encerrada y sola. Por eso, uno de estos días, me desperté llorando y sin energías para levantarme de la cama. Porque no hay cosa que mayor terror me produzca que la soledad y la perspectiva de vivir una vida que no cambie. 

Y aunque el cambio en sí me da algo de miedo, como a todos, nunca me ha importado. Yo era la experta en reventar a patadas las paredes de mi zona de confort. Yo soy la que se va a mudar en medio de una pandemia global y un Brexit. Porque a tomar por culo la bicicleta ya. Estoy escribiendo esto para decirme, para recodarme, para hacerme ver que nunca, nunca voy a estar sola. Nunca. 
Mis acompañantes no estarán al alcance de mi mano, pero están ahí. 



Ahora que empieza a despejarse la bruma, soy capaz de ver siluetas al otro lado del polvo generado por el desastre. Veo muchas, lo que me calienta el corazón. Y entre todas ellas, entre las figuras, estás tú. Y me pongo a llorar solo con verte, porque sé que has venido a rescatarme. Como siempre lo has hecho. Simurgh. Te debo una tesis. La tendrás. 



I'm bind man of my own world. You're blind man of your own world. 
Because we don't know what we are. 
But... we can tell. But we can dance. 

1 de diciembre de 2020

Se escribe con "A"

Nota: esto iba a haber sido escrito justo después de mi cumpleaños pero la vida, la muerte, la lámpara, la muerte, abuelo es Maggie. 


El cumpleaños número treinta fue, sin lugar a dudas, el cumpleaños gitano. Desde el sábado que María organizó la cena en su casa, hasta hace apenas dos días que volví a soplar las velas con Martita, conectando Tokyo y St Andrews (les quité la tierra a los palitos, maldita sea, deja de reírte de dónde guardo mis velas). Cumpleaños gitano que tuvo su tarta que no era tarda de donuts y Kinder Bueno, su cena con filete y cebolla caramelizada y su juego de cartas que todavía no estoy muy segura de entender. ¿No era la brisca? Y yo qué sé, los juegos de pensar siempre han sido cosa de Avani. 

(Av) Mía, dice. Al que le gusta el juego es aquí al sultán. 
(Ah) Aún te cruzo la cara, fíjate lo que te digo.

El lunes me encontré unos globos dorados de 30 y un montón de regalitos en mi escritorio de la oficina, porque Yasmin había querido darme una sorpresa cuando menos me la esperaba. El martes amanecí con un vídeo que me hizo llorar de la risa, porque María había conseguido liar a todos mis amigos de esgrima, a mis primos que son unos cuantos, a Bob, a todos los Periodistas... con la lágrima estaba porque, bueno, we were born to perform. Anda que no me reí con la aparición estelar de Carlos como Marilyn Monroe. 
Clare me dejó un pin de estrella que decía "it's my birthday" y por supuesto que lo llevé a clase. Mis estudiantes se dieron cuenta y medio me cantaron el Cumpleaños Feliz, menos mal que los corté a tiempo. Después empezó la gymkana, obra de las mentes brillantes que son Clare y Valentina, que me hicieron recorrer todo el pueblo buscando pistas y, evidentemente, me dejaron una en una tumba porque saben a lo que vienen, y hasta el día de mi cumple me tengo que meter con algo que esté muerto. 
Soplé una nueva caja de donuts (creo que no he dicho que Yas también me compró uno, y así acabé: rodando), volví a casa y encontré un paquete de mamá y de Queco lleno de mierdas y regalos preciosos. Un CD de los Trolls y de Pipo, pero qué os pasa en la cabeza. Me encantó. 
Para acabar, la Conference Pear me estaba esperando en casa de Clare, donde cenamos Tanon (por supuesto), volví a soplar las velas y básicamente lo pasamos muy bien, porque resulta que Clare es fan de Azúcar Moreno y yo estoy living con esto. 


Durante todo el día tuve la sensación de estar caminando a varios centímetros del suelo. Se escribe con "a" aquello que sentía. Se escribe con "a" de "amor incondicional". El hecho de ver que tanta gente se reunía con el único propósito de felicitarme, de hacer algo para que me sintiese especial y querida a pesar de la que está cayendo, me conmovió, me hizo soltar alguna lagrimilla y me mató de risa. Me hizo feliz, muy feliz. Y yo tenía ciertas preocupaciones sobre cómo sería estar en el culo del mundo, en medio de una pandemia, cumpliendo treinta años. 
Cómo me quieren. Madre mía. Así que cada vez que vuelva a poner en duda algo de este amor, volveré a este post, volveré a ese vídeo y volveremos a bailar Cruel Angel's Thesis en medio del espigón, porque en este mundo hay muchísima gente que me quiere. Y eso me hace muy feliz. 

Gracias a todos. De verdad. 



EDIT: "Eres lo mejorcito que me he encontrado en el internete", me han dicho hoy. "Since 2020 is about to end, mention the best person you met this year... that is you", me dijeron ayer. Yo de verdad no sé qué he hecho para mereceros, pero estoy muy contenta de teneros en mi vida. Cuántas ballenas caben en mi felicidad. 





(Ah) Espera, ¿treinta? Eso es que ya casi tienes nuestra edad, ¡orgullosos estamos!
(L) ¿Vuestra edad? Yo nunca os he puesto años encima. ¿Cuántos años tenéis?
(Ah) Pues... Avani, ¿cuántos años tenemos?
(Av) Yo soy un par de años mayor que tú. Creo. Por lo menos.
(L) ¿Eres mayor que al-Ahmar?
(Av) Basándonos estrictamente en datos históricos, sí. 
(Ah) Ya, ¿pero cuántos años tienes tú?
(Av) Eh...
(L) Os lo he dicho.
(Ah) No, no. Una edad tendremos que tener. 
(L) Yo siempre os he imaginado mayores que yo. 
(Ah) Pero tampoco tan mayores, ¿o sí?
(Av) Nunca me había hecho esta pregunta, la verdad. 
(L) Ni que importase tanto. A mis brazos, grandísimos idiotas.