28 de febrero de 2018

And they have forgiven my mistakes

There is a Red Weather Warning outside and probably the worst blizzard of all times is going on out of these walls. However, here we are; sitting on the floor with all out work displayed, two cups of tea and random shit to rant about. 
I am really happy to have you, Lady of Light. You brighten up my days. Even I none of us ends up as captain next year, at least we'll know that you is kind, you is smart, you is important. 



I'm coming home, I'm coming home. 

24 de febrero de 2018

Momento revelación 34 (Un mundo sin verjas II)

Hace seis años escribí algo sobre esta canción (seis años, madre mía), y Yaza no estaba ni siquiera cerca de aparecerse por mi cabeza. Esta noche la he vuelto a escuchar y, bueno, teniendo en cuenta que no puedo sacarme al muchacho de la cabeza, me apetece imaginármelo cantando. 

Qué ganas tengo de volver con él, que todavía no la ha liado bastante. 

(También debo tener en cuenta que yo he hecho la mezcla que me ha parecido)



Allá lejos pronto quiero estar. Vivir libre, suelto y solo.
No paran de gruñirme, no parar de juzgarme. 
No queda más remedio, tengo que escaparme....

¡Un mundo sin verjas, abierto y feliz!
¡Vivir sin miedo, soltar la fuerza que hay en mí!
¡No quiero barreras, sacadme de aquí!
¡Un mundo sin verjas yo lo quiero para mí!

¡Un mundo sin rejas voy a descubrir!
¡No más ataduras, total libertad!
En un mundo sin cadenas, sin barreras, 
es donde voy a estar. 

No quiero más reglas, ¡bastante ya cumplí!
Un mundo sin verjas yo lo quiero para mí. 
Sin leyes ni reglas, no me dirán qué hacer. 
En un mundo sin barreras quiero yo crecer. 

No quiero responsabilidad, solo ansío libertad.
Un mundo sin verjas... ¡al fin!

23 de febrero de 2018

La habitación de Joey

Que una de las grandes alegrías de tu mejor amiga, que se cambia de piso, sea que tiene una habitación para mí, con cama de persona, es poco menos que maravilloso. 

Las llamadas del amor siempre vienen cuando más lo necesito. 

20 de febrero de 2018

I am not an épéeist!

No sé cuántas veces lo he dicho en estos dos días, pero me da que lo voy a tener que repetir hasta que me quede (más) afónica. 

Sheffield ha sido otro rollo. Otro, completamente inesperado y distinto. Probablemente la semana pasada pueda contarse entre las favoritas de este año, si no de mi vida. Desde Glasgow con su nieve y su tarta casera, con nuestras celebraciones de cada punto, y después BUCS, desde la ansiedad social hasta casi morir en una de las vueltas del baile, demasiado entusiastas. Me ha encantado todo y con todo me quedo. Con mi pase a eliminatorias en espada y en florete, con la decepción de este último y todos los moratones en mi cuerpo (que, madre mía, la pierna derecha). Con la comida que no es comida, el vodka con coca-cola en la taza del hotel, el combate que gané de forma tan inesperada y que me llevó al top 32 de este país británico, con los abrazos y los ánimos en todas direcciones, la tensión de los combates de otros, el bailar con la espada (I am not an épéeist!), gritar I'll make a man out of you en el autobús de vuelta, el calor y el frío, el ruido del extractor, los desayunos de cerdos porque todo está incluido, los rainbow shoelaces, Bob (el pato), Beth con toda su maravilla, Natasha y Hari Pota, en general todos los miembros del equipo a los que he aprendido a querer y a conocer, los abrazos, el rincón de trabajar, el té, el café, la música en mi cabeza y en mis oídos, el camino de vuelta a las dos de la mañana con la lluvia escocesa, la sesión de trenzas en el autobús, los consejos amorosos de alguien "con mi experiencia", las pocas horas dormidas...
Con todo y con la foto que enseña lo grandes y lo imbéciles que somos. El privilegio de sujetar una espada o un florete y sentir la presión en la palma, la presión de su maravilloso peso, y solo bailar con la hoja mientras el calor de aquellos a quienes les importas y te quieres se convierte en una oleada de gritos cada vez que se enciende una luz en el marcador. 

Qué maravilla de fin de semana. 



Cosas que tienen que ver, hoy me he dado cuenta de que el año pasado no escribí nada para el 22 de octubre y me he sentido fatal, pero, en el fondo, sé que tú te hubieses reído. Te echo de menos hoy, más que otros días, probablemente porque sé que te veré pronto y tú todavía no lo sabes.

15 de febrero de 2018

Seis puntitos nuevos en la piel

Me resulta extremadamente divertida la diferencia que puede haber entre la imagen que proyectamos hacia fuer y la realidad de nuestras cabezas. Divertida y sorprendente, porque no se parecen en nada la una a la otra, y sin embargo se desprenden de la misma persona. Ayer me vi tirando florete y me dio la risa flojísima, porque hago cosas extrañas con el brazo izquierdo y, en general, parece que no tengo ni idea de lo que estoy haciendo. Sin embargo, juro que cuando estoy vestida y en pista, tengo control de mis acciones. Al menos, un poco. 

Anoche estaba derrotada, pero no me podía dormir, fruto de mis propias inseguridades personales. Algunas de ellas me da hasta vergüenza tenerlas a estas alturas, más cerca de los treinta que de los veinticinco, pero no puedo evitar que sigan viviendo en mi cabeza. Al final, deduje que aceptarlas es la único que puedo hacer para que al final se terminen deshaciendo. Ayer también me di cuenta de que a veces me empeño en ser amiga de quien me da menos bola, y de que puedo llegar a ser una persona francamente despreciable, envidiosa e inconformista, siempre exigiendo. Pero también pensé que no estoy tan mal, que aunque sea lejos tengo personas que me quieren mucho y que, al final, si las cosas no salen bien será porque nunca tuvieron futuro. 

Me voy de viaje, seis o siete horas por delante, a hacer algo que nunca creí hacer y para lo que no creo estar preparada, ni física ni emocionalmente. Bueno, emocionalmente en parte, porque, si lo pienso como lo pesé anoche, no voy a triunfar en el mundo del esgrima ni de repente me voy a convertir en la nueva revelación del equipo. Pero, por otro lado, qué bien se siente el peso de la empuñadura del florete en mi mano derecha. Es una sensación extremadamente dulce para mí. Y quizá no sea más que un número dos constante, pero tengo que esforzarme por celebrar las victorias de aquellos que considero importantes para mí. Y comerme menos la cabeza. 
Si el camino y la carretera duelen, me salvarán Fundación, la tesis, Simurgh y todas las canciones que llevo conmigo en el reproductor. 

Let's go to Sheffield.

12 de febrero de 2018

Remember my heart, how bright it used to shine

Hoy me ha dado por releer entradas antiguas (muy antiguas) dentro de este mismo blog. Juro que realmente quería a la gente que en aquellos momentos escribí que quería. Lo juro. 

Pero ya no. 



"Nunca te arrepientas de haber querido."

11 de febrero de 2018

And they will light my world

Al-Ahmar está haciendo un esfuerzo muy grande por no reírse, pero no consigue borrar la sonrisa de sus labios. Frente a él, Avani, que está un poco pálido, empieza a abanicarse la cara con una hoja de papel.
—Creo que será mejor que se siente —comento. Al-Ahmar me da la razón asintiendo y me acerca una silla mientras, con cuidado, ayudo a Avani a dejarse caer sobre ella—. Avani, ¿te encuentras bien?
—Aguanta el tipo, filósofo —se burla el nasrí, con infinito cariño—. ¿Todavía nos oyes?
Él asiente despacio y se hacen unos segundos de silencio. Al-Ahmar suelta una carcajada, le pone la mano en el hombro y lo sacude. 
—¡Que nos vamos a París, hermano! ¡Nos vamos a París!
—Nos vamos a París —repite él, con un hilo de voz. Yo le cojo las manos y se las aprieto mientras doy absurdos saltitos. 
—¡Nos vamos a París, Avani! Y no solo es que nos vamos, es que nos han invitado gracias a Simurgh. ¿Te das cuenta? ¡Lo estamos consiguiendo! ¡Esta es la prueba de que todo valió la pena!
—Los dos años de Zurich, los seis meses en Madrid, incluso el año de Londres... —enumera al-Ahmar—. Todo nos estaba llevando al mismo sitio. ¡Vamos por buen camino, hermano!
Él finalmente consigue enfocarnos con la mirada. Levanta los brazos, lanza la hoja de papel por los aires, se pone de pie de un brinco y nos agarra a los dos por los hombros. Nos ponemos a saltar repitiendo "nos vamos a París" y fuera, con el frío que hace en Escocia y el hielo de la ventana, empieza a asomar el sol detrás de las nubes con las que ya hemos aprendido a convivir más que de sobra. 



Remember my heart, how bright I used to shine!