31 de diciembre de 2015

Feliz Año Viejo

Hace muchos años que no escribo una entrada decente para despedir el año. En 2014 no estaba para nada, ni siquiera para sentarme a hacerle agujeros al teclado. En 2013 hice una terrible adaptación de Let it go de Frozen, de la que ahora sinceramente me arrepiento, porque no la soporto. En 2012 estaba enfadada y dolida, pero sinceramente, no recuerdo por qué. Tal vez eso es bueno. Tal vez no lo es. En 2011 ni siquiera se me pasó por la cabeza escribir algo.

Y creo que hoy, que tengo tiempo, es un buen momento para escribir otra vez. 

2015 ha sido un año que ha resultado bastante confuso. Tanto, que no sabría sacar un balance positivo o negativo de estos doce meses. Por supuesto, si me baso en necesidades básicas, el resultado no puede ser mejor, ya que ahora mismo estoy sentada en el salón de mi casa y todo lo que me rodea es simple y llanamente todo lo que yo necesitaba tener cerca para sentirme bien. No obstante, tal vez el mejor repaso al año fuese contar desde el principio. 

Al inicio estaba en Londres, y mi Nochevieja fue bastante extraña, como arrastrada por una corriente que no me hizo exactamente infeliz, pero tampoco fue la fiesta de mi vida. No estaba donde quería, pero pensaba que debía quedarme por un bien mayor, por mi objetivo vital, que a día de hoy sigue siendo Simurgh, aunque los caminos se hayan cuadruplicado y los obstáculos no dejen de crecer delante de mí. Enero fue un mes que empezó (o quiso empezar) inyectándome la energía que yo ya estaba perdiendo; como una herida abierta, mis ilusiones me abandonaban a la rutina y la infelicidad del día a día, y eso me quemaba por dentro. Muy despacio. Aunque en enero dejé de trabajar para una marca de ropa, y eso la verdad es que fue un alivio y un consuelo al mismo tiempo. Me gustaba trabajar en cafetería; me gustaba mucho. Tuve una gran suerte con mis compañeras y mi jefa, y mi lugar de trabajo, y aunque después de marcharme no me he portado de manera del todo elegante, sé agradecer dentro de mí las horas que el café me alegró la vida. Con todo. Me encantó Pimlico Fresh y su universo de delantales negros y manchas en las muñecas.

Después apareció la posibilidad de hacer la tesis, apareció HLK y Zurich, Suiza, y todo un mundo de mandar correos a congresos y volver a crecerme en el campo profesional, pensando que podía servir para esto de alguna manera, de la que fuese. Y sufrí mucho tomando la decisión, y aunque ahora siendo que es la correcta, sé que en mi interior nunca dejaré de preguntarme qué hubiese pasado si hubiera dicho que no y me hubiese centrado en la Reina de los Cielos, como en realidad quería hacer. Imagino que nunca lo sabré. 
Esa Reina de los Cielos que gracias a una persona resucité de entre los muertos y convertí en una página, una plataforma de Blogger donde escribía sobre Mesopotamia y Persia, y que poco a poco (muy poco a poco) ganaba seguidores, ganaba lectores, y aunque nunca llegaré al nivel de las it-girls o de las bandas de música, me sigue alegrando la vida cada comentario o mensaje que me encuentro, de alguien completamente anónimo, que me escribe para decirme que le gusta lo que hago (o hacemos, pocos saben que estoy yo sola). 2015 me ha traído mucho para Las plumas de Simurgh, ha sido un gran año en cuanto a la página se refiere, y a través de ella han venido muchísimas cosas fantásticas que agradezco de corazón. Porque ha sido mi manera de mantenerme en el camino, en el mío exclusivo y personal. Y aunque ahora no tenga demasiado tiempo para dedicarle a Ella, sé que siempre estará conmigo, allá donde yo vaya, porque sufre de ser desconocida y poco importante para el resto, cosa que me viene fenomenal. 

Más adelante llegó Buru. Llegó El rey pastor, que es lo mejor que he escrito nunca. No es la mejor novela del mundo, y le queda todavía para ser coherente o buena, pero para la escritora que llevo dentro supuso un giro de 360º, una revelación, un lugar al que nunca pensé llegar ni siquiera a asomarme. A 2015 no le debo a Buru, pero de alguna manera sí se lo debo. Buru, que sigue esperándome, porque sabe que ahora, como a Simurgh, no tengo tiempo que dedicarle. Pero en cada día de mi vida está él, como con la Emperatriz del Cielo, y caminan conmigo mientras araño segundos para trabajar en ellos. Como llevo diciendo muchísimo tiempo, no me puedo inventar cómo funciona una ciudad mesopotámica, o me asesina la comunidad científica (y con razón). Buru es uno de mis grandísimos recuerdos de 2015. 

Y al poco tiempo se convirtió en mi única razón para levantarme por las mañanas, porque las paredes y los mecanismos de mi cabeza empezaron a romperse. Yo no me daría cuenta hasta noviembre, pero echando la vista atrás me doy cuenta de que ya en marzo estaba rota. En Londres me rompí. 

En abril volví a casa. Pero no volví a tiempo. En abril se murió el roble más fuerte que he conocido nunca. 

Se sucedieron los meses entre intentar preparar papeleo para la futura tesis, escribir artículos para Las plumas de Simurgh, intentar parchear las heridas que Inglaterra me había hecho y mucho, muchísimo Rey pastor. Ahora mismo escucho las canciones que le dieron energía a mis dedos para escribir escenas que nunca hubiese pensado que podía escribir. Y aún queda tanto por arreglar. 
El verano tuvo sus momentos, pero agosto terminó de matarme. El agotamiento ya me estaba socavando las ojeras y el alma. Empecé a estar harta, y todavía quedaba mucho por venir. Yo no lo sabía. Me refugiaba en el reflejo de una piscina y un cómodo statu quo en el que nada importaba si no me afectaba directamente. Empecé también a llevarme profundas decepciones con personas exageradamente concretas. Empece a preguntarme tantas cosas que los mecanismos dentro de mi cabeza se rompieron un poco más. Y en septiembre, todo estalló. En septiembre vino Florencia y dos meses de agonía y sufrimiento. Lo pasé muy, pero que muy mal, y lo voy a dejar ahí, porque tampoco es cuestión de recrearse. Septiembre fue espantoso. Lo bueno que tuvo es que me mudé otra vez, donde ahora vivo cómodamente y hago cosas que disfruto. Pero ya estaba empezando a transformarme.

En octubre sucedió algo terrible. 

En noviembre cumplí 25 años y tuve una fiesta que me abrió las alas y los ojos. A todo. En noviembre mi transformación se completó, cuando admití que estaba enferma. Que me había puesto enferma. Y todo cambió para mí. Digamos que fue el final de ese camino que había empezado en marzo, y borré todo cuanto tenía en la cabeza para analizar mi vida desde cero, desde el principio, e intentar ponerme mejor. Curarme. Avanzar. Las decepciones crecieron, pero también creció la barrera que yo construí a mi alrededor. Se sucedieron los mensajes en un teléfono que muchas veces estuve tentada de lanzar por la ventana. Me convertí en la persona que soy ahora. En una versión un poco más oscura, más cansada, menos "como antes" de mí misma. Empecé a cuestionármelo todo. Y a todo el mundo. A callarme más y menos al mismo tiempo. 

2015 me ha traído a Zofia, y una versión más amable de mi primera impresión de Zurich. 

Y llegó diciembre, y el momento en que yo me senté a reflexionar sobre el teclado. 
En estos últimos días en los que de verdad he tenido vacaciones me he dedicado a disfrutar de mis verdaderos regalos de 2014. He releído El rey pastor y he escuchado mis intervenciones en la radio, me he acostado a las tantísimas jugando con mi hermano a Heroes III, he pasado tiempo con mi pareja, he exprimido a parte de mi familia tan fuerte contra mí que la felicidad parecía irreal. He estado muy bien desde que empezó la Navidad. Tal vez porque el año anterior no la tuve, esta he sido muy feliz. Porque he hecho lo que he querido y, también, no he tenido que trabajar. 

Puedo concluir que 2015 ha sido un año que me ha cambiado casi por completo. Si me pondré bien o no, no lo sé, pero desde luego lo espero. Ya estoy mejor en realidad. Pero ya nada es lo mismo, porque ni siquiera yo soy la misma. Siento que he crecido, que me he hecho mayor, y que las ojeras me pesan bajo los ojos. Que soy feliz en una calmada actitud, que tengo pocas ganas de saltar pero sí de sonreír, que echo de menos a gente que dejé en Madrid y que recuperaré pronto, que no quiero ver a todo el mundo al que antes sí quise. De verdad me noto cambiada. 

No le pido nada a 2016. Nunca le he visto mucho sentido a eso. Un mensaje de voz que he escuchado hace unos minutos me decía que el año empezaría con fuerza, con ganas, con una pisada potente sobre el suelo. Que seríamos felices y que nos romperíamos los dedos y las dioptrías trabajando. Que saldríamos adelante. Yo, ahora mismo, no quiero nada especialmente. 
Me cruzaré de brazos a observar cómo se desarrollan los acontecimientos, mientras sigo haciendo aquello que me lleve a encontrarme mejor. 

Soy terriblemente pesada, pero lo escribiré de nuevo. Qué grandísima alegría me dejó el 2015 cuando decidí sentarme a contar lo que pasaba tras los muros de Uruk. 

23 de diciembre de 2015

Las ilusiones de siempre

Quizá es porque el año pasado yo no tuve Navidad, pero me ha hecho mucha ilusión montar y decorar el árbol con mi padre, con la música de High Kings de fondo, y ese sentimiento de haber vuelto a casa que tengo tan pocas y contadas veces en mi vida. Y es que tenemos que celebrar las pequeñas victorias. 
Además, respeto la opinión de quien tenga por consumista o artificial estas fechas, porque su punto tiene. Pero a mí, qué voy a hacerle, me encantan. Lo mismo es, me repito, porque yo el año pasado no tuve Navidad.

22 de diciembre de 2015

Los envidiosos dirán que fue suerte

Querida seannachie,

En primer lugar, felicidades. Estos pequeños triunfos hay que celebrarlos, y creo que como la mitad ciertamente pretenciosa que soy de ti misma, puedo decir que te lo mereces. Que te mereces esta pequeña victoria, que tiene pinta de transformarse en una quizás un poco más grande. Ya que el Rojo nos mantiene los pies en los asuntos terrenales, permitámonos un segundo de regocijo celestial y divino, que nos llene los pulmones de aire nuevo. Aire quizá de Sierra Nevada, quién sabe. 

Sé que no es tu mejor momento, así que tampoco es el mío. Veo cómo se suceden los días sin que haya un avance real, y conozco tu desaliento y tu desespero a la hora de enfrentarte a cada mañana, dejando atrás las noches sin dormir. También sé que estás planteando tu vida desde los cimientos y que eso no es sencillo. Muchas cosas han cambiado, están cambiando, van a cambiar. Y eso no le gusta a las personas; los cambios dan miedo, los cambios asustan. Pero son irremediablemente necesarios. Soy consciente de ese anquilosado sentido del honor que compartes con tu hermano, y créeme, tal vez la culpa la tenga esa herencia medieval que se mantiene en tu interior, que como aquel caballero manchego te hayas contaminado de cierto "medievalismo". Nunca te diré que lo retires, sino que te animaré a mantenerlo. Creo que el honor es hermoso. Creo que trae decepciones quizá más profundas que al resto, pero aún así, sus retribuciones son bellas. 

Sé que no está siendo fácil.

Pero también conozco tu esfuerzo, tus momentos de apretar los puños y tragarte el orgullo y las pastillas con el mismo vaso de agua. Sé que te ha supuesto un gran esfuerzo admitir que necesitabas una ayuda un poco más intensa, y sé que mensualmente aprendes a enfrentarte a uno de tus mayores miedos, que está afincado en el norte. Sé que te pasas horas y horas en la biblioteca leyendo sobre un asunto que, en realidad, no te gusta, pero al que estás descubriendo y amando muy despacio, como se construyen los amores más sólidos de la historia.

Y detrás de todo esto, se mantiene se amor incondicional y esa valentía que te caracteriza, por seguir dejándole un espacio en tu mente y tu corazón al mayor sueño de todos. Aquella ave hermosa y fantástica que sobrevuela tu cabeza casi constantemente. Los envidiosos, los que no sepan como yo sé, dirán que fue cuestión de suerte. Que estuviste en el momento adecuado, en el lugar adecuado. Pero ellos no saben, como yo sé, las noches de lágrimas y las heridas en las manos que pelearse por ese sueño causó. Sus corazones no conocerán tu soledad y tu tristeza en aquel lugar tan frío, y tampoco tus venas y ojos hinchados después de una semana entera sin salir de la biblioteca. Pero yo, ahora, estoy orgulloso de ti. De este pequeño triunfo, y tan feliz de que hayas descubierto que sí, que es posible, que al final de esta etapa está la luz celestial a la que aspiras, y a la que, Dios lo quiera, terminarás dedicándote.

Vienen días duros, igual que los que pasaron, pero no dejes que te amedrenten. Sigue descubriendo el mundo y no te detengas bajo rayos de sol, ni bajo tormentas. Porque el camino únicamente se alcanza calzándose las botas y dando el primer paso. 

Lo conseguirás. Siempre encontrarás una manera de conseguirlo. 

Desde tu interior, con infinito cariño

Tu Avani ibn Tahir interior

PD: De algo tenía que servirme estar aquí dentro

18 de diciembre de 2015

Yago

Pero tú eres así, nadie te va a cambiar.
Es tu forma de ser, tu manera de amar.
Es mejor despertar que seguirte soñando.
Porque a ver si al final tú decides cambiar, y no te quiero tanto.

14 de diciembre de 2015

GeS

Pero a ver si sale el sol en este campo de concentración que llaman 'vida', que llaman 'muerte'. Si, al fin y al cabo, hablamos de suerte. ¿Dónde estará, qué droga será, para sonreír una vez más? Quiero volver a ser el que un día fui. Vivir sonriendo, y no sobrevivir. Préstame tú tu claridad, antes de que llegue la oscuridad. 

Nadie va a cambiarlo por ti, nadie va a cambiarte, nadie menos tú. Volverse loco es fácil. 

Me quedo a ver si sale el sol en este campo de concentración que llaman 'vida', que llaman 'muerte'. Si, al fin y al cabo, hablamos de suerte. ¿Dónde estará, qué droga será, para sonreír una vez más? Quiero volver a ser el que un día fui. Vivir sonriendo, y no sobrevivir. Préstame tú tu claridad, antes de que llegue la oscuridad. 

Gritando en Silencio - Nota de un suicida

12 de diciembre de 2015

Las cosas de Avani LIV

"La gente de las montañas sois todos muy maleducados"
"¿A que te parto la cara?"
"¿Tú ves?", se ríe mi Avani ibn Tahir interior, obviando por un momento que él también podría considerarse de las montañas

9 de diciembre de 2015

Hoshi no Uta

Hemos alcanzado un nivel tal de confianza que se te ocurre llamarme por teléfono cuando estás meando. Como si no pudieras esperar dos minutos a escuchar mi voz en el auricular. Ahora podemos discutir de cosas que nos preocupan de verdad y sin gritar, sin ponernos nerviosos (más de lo que en general somos), y con los corazones abiertos en las palmas de las manos. Porque estamos preocupados, estamos tristes. Y a los dos no nos funciona demasiado bien la cabeza. 
Me ha gustado. Repitámoslo. 

8 de diciembre de 2015

Diez cosas buenas antes de dormirme

Las cosas no van bien, pero hubo un tiempo en que fueron de maravilla. 
Hubo días en los que me reí sin sentirme culpable por no estar haciendo alguna que otra tarea importante, hubo noches en las que dormí del tirón, y hubo otras en las que unos dedos traviesos no me dejaron dormir. Hubo días en los que comí tanto y tantas guarradas que sentía que podía rodar por la calle y llegar a casa haciendo la croqueta. Hubo otros días en los que viví de broma en broma o de chismorreo en chismorreo, siendo simplemente alocada y tonta al mismo tiempo, pero feliz. Momentos en los que todo funcionaba y no importaba el ámbito de mi vida que fuese; la universidad, la familia, el amor, los amigos. Momentos en los que las redes sociales fueron testigo de mi emoción y del tremendo amor que quería repartir entre todos. 

Las cosas están jodidas, es verdad, pero hay minutos en los que parece que todavía hay algo que funciona. Alguna bombilla que se enciende dentro de mi cabeza. Y es que, pese a todo, la parte más dura y la que más me alivia al mismo tiempo es ser plenamente consciente de lo que está pasando. El asunto se complica ante la impotencia de no poder hacer nada ya, ahora, inmediato, que me arregle el upstairs y me sacuda el polvo de los ojos. No tenemos esa fórmula mágica, qué va. Todo se va, dice mi compañero sentimental, pero lo peor es pasarlo. Y tiene razón. 

Ya no quiero a las personas como las quise. Y es que tampoco quiero quererlas así. No hay un motivo o una razón. No ha pasado nada (o quizá es que han pasado muchas cosas, todas a la vez). Simplemente, no siento que me apetezca. No siento que me apetezca nada. Ni nadie. Y qué le hago, si tampoco es que vivir en este estado me moleste. Me ataca el sentimiento de culpa de que, al final, mi historia se repite y que soy incapaz de conservar nada ni a nadie durante un periodo largo de tiempo. Tal vez porque me preocupo demasiado, tal vez porque estoy condenada a la renovación y al cambio constante. Pero, otra vez, qué le hago, si siento que las personas que me rodean no se mueven, y yo sí lo hago. O que caminan en otra dirección, y eso nos va separando poco a poco. 
Una voz impertinente y suave dentro de mí me habla: ¿Qué esperabas, en realidad? ¿Cómo vas a mantener algo en el tiempo, si nunca estás en el mismo sitio? Si, en verdad, nunca estás. Si no puedes quedarte, no puedes conservar lo que se queda. No sabes quedarte, no sabes volver el tiempo que sería necesario. Es tu manera de vivir. Haría falta mucha paciencia y mucho valor, y en general nadie da muestras.  

Las cosas, uf... Las cosas están de no sé qué color, pero es oscuro. 
Y deduzco que esta noche tampoco voy a dormir. No obstante, contaré, como cada noche desde que Bob me lo enseñó, diez cosas bonitas que haya tenido mi día. 



Por unas cosas o por otras, en la azotea siguen fundidas las luces y en general no siento que haya mejorado mucho. 

Nobody can fix me if I'm part of the problem, dice J-Dog. 



¿Quiero a mis amigos de antes? No. ¿Quiero amigos nuevos? Bueno, la novedad nos hace valientes porque pensamos que no nos juzgará. Y si lo hace, nos importará poco. No, tampoco quiero amigos nuevos. ¿Entonces qué quiero? Ah, cabeza, si eso fuera tan sencillo de contestar, no tendríamos estos problemas. 

29 de noviembre de 2015

60$

Todo llegará, hermana. Todo llegará.
Y si no llega, iremos a buscarlo.



I have something to say, but the words went away just like they always do. 

25 de noviembre de 2015

Something to fix

Hace unos meses, no recuerdo cuántos, escribí un estúpido y emocional mensaje en Facebook, que decía que la vida me estaba cambiando y que quería tener muy claro a quién me llevaba al siguiente episodio. Hubo respuestas de todo tipo: de gente que acababa de conocer y agregar a esta red social que cada día me saca más de quicio pero de la que no puedo desquitarme, gente que conocía de hace tiempo, pero con la que no mantenía demasiado contacto, gente que en aquel momento consideraba amiga. Muchas respuestas. Y todas, en realidad, se me antojaron vacías. Quiero decir, al final, yo iba hacer lo que considerase o lo que me diese la gana. 

El mensaje era real. El mensaje era necesario. La vida, es cierto, me está cambiando. Y tengo la sensación de que algo no funciona bien upstairs. Ayer le pregunté a mi hermano si no había tenido nunca la sensación de que algo estaba roto en su interior; que no funcionaba bien. Sus ojos y su sonrisa triste me lo dijeron todo. Tal vez por eso estemos condenados a querernos y a entendernos. Porque ahora, hundidos en la adversidad, mi hermano y yo nos entendemos como nunca antes lo hicimos. No mejor ni peor; diferente. 

Necesito un cambio. Pasar la página, cambiar el capítulo. Y la pregunta la mantengo en el aire, ¿a quién me llevo a la siguiente etapa? Pero esta vez, por sorprendente que parezca, lo tengo un poco más claro. Hay muchas personas que me dijeron que querían estar, y a mí me salió arquear la ceja. Por qué, quise preguntarles, si vuestras acciones me han demostrado que esto no pasa de dos perfiles ambiguos en una red social. Otras dieron por sentado que las llevaría; pues que no lo tengan tan claro. Yo nunca he sido garantía de nada. Y mucho menos en mis amistades. De nuevo, como mi hermano, conservo ese anticuado pero magnífico sentido del honor que me hace estar cada vez más lejos de las personas a las que siempre quise. 
Pero no, nada es para siempre. Ni toda la buena voluntad de unas palabras o unos párrafos me pueden promete el "para siempre". Las acciones y comportamientos de personas que creía muy cercanas me han hecho enfermarme de una profunda decepción. Tampoco los culpo; estar en mi vida no es un privilegio ni un premio destacado, cada uno elige lo que quiere hacer en su camino. Yo también lo elijo. Y sé que a muchas personas que ahora tengo las conservaré, pero no como antes. Nada será como antes, ya que ni siquiera yo soy como antes. 

Nací así. Cada poco tiempo necesito cambiar. Renovarme. Y ya no me apetece que me acompañe todo el mundo. Sé quién se viene, por supuesto, y sé quién se queda sin pena ni gloria, simplemente como un remanente de algo que fue, pero que ya nunca será. 

Algo está roto dentro de mí. Y aunque quiera, no sé si podré arreglarlo. Lo que sí sé es que nada, ya nada será como antes. No quiero que sea como antes. 
Hoy, ayer, el día anterior, todos, empiezo a dar los pasos en otra etapa de mi vida.
Todo está cambiando.

Hay personas a las que ya no quiero contarles nada que sea importante. Porque cuando lo hice, no recibí la respuesta que deseaba. ¿Egoísmo? Puede. Pero no me voy a pasar los días mendigando a las personas actitudes que no me dan, que me enseñan su verdadera personalidad, que no es ni buena ni mala, sino la suya. Y como existen otros que sí responden como yo necesito, indefectiblemente le doy la espalda a los primeros y me dirijo a los segundos. He hecho muchas idioteces también. Le he contado cosas importantes a gente que, en realidad, ni me iba ni me venía. Quizá por aquello que una vez comenté con alguien, que el desconocimiento nos da la seguridad de que no vamos a ser juzgados; o, al menos, no tan directa o intensamente. 

Qué duro era escuchar, cuando era más pequeña, que al final del camino me quedaría con dos amigos y que el resto se caerían por su propio peso. Qué duro y qué real, qué tristeza más calmada. Como si ahora mismo me importase. 
Es jodido. Sobre todo porque soy perfectamente consciente de que no estoy bien. Siento que algo está roto y que no funciona como debería. Y eso... pues no es bueno. Y no quiero escribir la palabra que estoy pensando, ni en la posible y rápida solución. Tengo un mes, me han dicho. Un mes, o de verdad empezamos con tratamiento de choque. Esto ha dejado de ser una basura emocional y empalagosa que alguien vomita sobre un blog después de una ruptura traumática o una pelea con las amiguitas. No. This shit is real. Esto es real. Me estoy poniendo enferma de verdad. Es una puta enfermedad, y es real. Ni es emocional ni otras estupideces. 
No estoy bien. Necesito una depuración importante. 

No quiero llevarme a nadie que yo no sienta que lo merezca. Y voy a ser implacable como una ola rugiente. Nada de medias tintas. Nada de oportunidades. Se acabó. Se terminó. No le doy más oportunidades a nadie. A la única a la que tengo que darle una es a mí, porque no estoy bien y me quiero curar. Y después, si es que viene, ya veremos. 

Nada ya va a ser como antes. Eso sería un error. 

Nací así. Soy así. Necesito un cambio antes de que esto termine por consumirme. 

21 de noviembre de 2015

Las cosas de Avani LIII

"Oye, ¿no tienes otro oriental a mano para tocarle las narices? ¿Tiene que ser a mí?", suspira exasperado mi Avani ibn Tahir interior.

18 de noviembre de 2015

The dragon's roar

Esta canción se la canta Drenk al cachorro de dragón rojo, que hoy por hoy sigue sin nombre. 
(¿Cachorro de dragón rojo? ¿Qué cachorro de dragón rojo?)
Pues eso mismo. En algún momento en que el pequeño se dé cuenta de que no es exactamente como el resto de animales y que, como Drenk, le estallan llamas en la piel cuando pierde los nervios.


Ah, fella...
I can see it when you're feeling low, you can't hide that from me. You're no status quo, calico, so why keep trying to be?
'Cause you're more than that, you're my dragon pal.
I wish you could see the you I see...

I say, if you bark, celebrate it! Make your mark, serenade it. Noah's ark shoulda had a dragon too!

And if what you are is a strange you, doesn't mean you should change you. 
Only means you should change your point of view!

Hey, reptile, you fetch just fine to thine ownself be true.
Your strong growl, the dragon's roar. It's how I know you're you!

You don't need the bows or tiara, bid your woes 'sayonara'.
Trust your nose, 'cause it knows the way to go!
When you chase your tail, you're enchanting. Spirits sail when you're panting. When you wail you're a rover, Romeo!

There is not a scale of you that I would rearrange.
I love you the way you are, and that will never change.
That will never change.



16 de noviembre de 2015

Revelación triple

Esta conversación tuvo lugar en mi mente, a lo largo de las tres horas más largas de mi vida.



(Av) Pero quita esa cara, hombre.
(Ah) —No puedo, Avani. De verdad que no los aguanto.
(L) —¡Shh!
(Av) —¿Ha dicho "persas"?
(Ah) —Si es que tenéis que estar en todos lados, siempre jodiendo.
(L) —¿Pero os queréis callar?
(Ah) —Madre mía, pero si se complican la vida más incluso que nosotros.
(Av) —Pues espérate a que lleguemos a Maimónides.
(Ah) —Huele a banj desde aquí. 
(L) —Me estáis poniendo negra, que lo sepáis.
(Av) —¿De qué estamos hablando?
(Ah) —Yo ya me he ido.
(L/Av/Ah) —¿Quéééééé?
(L) —¿Vosotros sabéis hace cuanto que yo no toco la Biblia?
(Ah) —Creo que me estoy mareando.
(Av) —No quiero tener que volver a fumar para entender esto.
(Ah) —Al paraíso, dice.
(Av) —En Alamût lo hacíamos más rápido.
(L) —¿Ha dicho que la palabra "pardes" es persa?
(Ah) —No lo sé; yoy a no estoy escuchando.
(Av) —Confusión, querido. Todo esto genera confusión [responde a una pregunta del ponente].
(Ah) —Y fornicad como conejos.
(Av) —Hamudi, por Dios.
(Ah) —Qué pasa, ahí dice que formen discípulos.
(L) —Avani, dale algo para que se entretenga.
(Av) —Toma, Hamudi; cállate un poquito [le da un atrapadedos].
(L) —¿De dónde has sacado eso? ¿Funciona?
(Av) —Relaja. O te pone histérico, depende. A ver cuánto aguanta.
(L) —Repíteme otra vez qué hacemos aquí.
(Av) —Abonar el campo de tu futuro. Respira hondo, habibati
(L) —Ay, si no fuera por ti...
(Ah) —¡Me cago en...!
(Av) —Adiós a la tranquilidad. Qué poco aguante tiene.
(L) —Déjamelo, al-Ahmar.
(Ah) —Es que creo que lo he roto...
(Av) —Mira que eres bruto.
(Ah) —Te compraré otro, te lo prometo.
(Av) —No te preocupes, lo importante es que alguno de los tres salga cuerdo de aquí.
(L) —Respiremos hondo, amigos.
(Ah) —¿Esta gente tiene una ley para todo?
(Av) —Por lo visto, sí.
(L) —El de al lado tiene que estar flipando si está leyendo lo que voy escribiendo.
(Ah) —Pues mirar por encima del hombro es de mala educación.
(L) —Ahora que ha dicho "raíz", ¿no le da un aire a Pedro Guerra?
(Av) —No, habibati, no. 
(Ah) —Este si no habla, revienta. ¿O qué? [se refiere a un asistente que interviene]
(L) —Es que hay cosas que no cambian. 
(Av) —No, si el caso es echarle la culpa a alguien. Mira, ya tenéis algo en común. Ellos tampoco aguantan a Alejandro.
(L) —Qué alegría...
(Ah) —¿De dónde ha salido esa señora? [se refiere a otra asistente]
(Av) —Me pregunto cuánto tiempo tardará en caer el qalam (bolígrafo) del segundo piso al suelo.
(Ah) —¿Tú has vuelto a fumar?
(Av) —No, es que estoy aburrido.
(L) —Vosotros sois mi "zuggot" (pareja) favorito.
(Av) —Un día te damos la sorpresa y nos casamos.
(Ah) —Eso sí que lo hacemos mucho, ¿eh? Nos sentamos el uno frente al otro y discutimos.
(Av) —Cierto, cierto.
(L) —¿Los almorávides?
(Av) —Sí, eso quisieras.
(Ah) —Oye, ahora hablando en serio, yo no me estoy enterando de nada.
(Av) —Esta gente no tenía mucha idea de hacer libros, ¿eh?
(L) —Por favor, decidme que queda poco.
(Ah) —¿Qué ha dicho?
(L) —Yo he entendido "Mitra", pero porque me ha dado la gana.
(Av) —¿Última cosa? A ver si es verdad.
(Ah) —Yo ahora he entendido "Miraj".
(Av) —No, si aquí cada loco con su tema...
(L) —Siempre hay lugar para la poesía.
(Ah) —¿Qué cojones...?
(L) —¿Historiografía?
(Av) —Por favor, yo no he venido preparado para esto.
(L) —Y luego se quejan de que nadie explica esto...
(Ah) —Pues por algo será, señores. ¡Por algo será!
(Av) —"Hay ocasiones en que es preferible el martirio a la vida"... Fíjate, eso me ha hecho gracia.
(Ah) —...
(L) —Avani...
(Av) —Tranquila, estoy bien. 
(Ah) —¡Qué pesado es este tío! [se refiere al asistente que ha intervenido antes]
(Av) —Lo estás ignorando de maravilla. Buen trabajo, habibati.
(L) —¿Cuándo nos hemos ido al siglo XVIII?
(Av) —Estos son los problemas de que tu Dios sea una persona.
(Ah) —O sea, que o uno es judío o uno es el resto de cosas. 
(L) —Básicamente.
(Ah) —Yo no entiendo nada.
(Av) —Yo llevo un rato bastante largo sin entender nada.
(L) —Lessing... ¡qué por culo dio ese en la carrera!
(Av) —Ni siquiera en los flashbacks contribuye este hombre a caernos bien.
(Ah) —¿Ha dicho "Lituania"? ¿Pero Viena no está en Austria?
(L) —Vilna, ha dicho Vilna.
(Ah) —Napoleón era un imbécil enano.
(Av) —Y eso es todo lo que tienes que añadir, ¿verdad?
(Ah) —Sí.
(L) —Ya tardaba en salir en puñetero siglo XIX.
(Ah) —Y ahí es cuando salieron judíos de debajo de las piedras.
(L) —Waterloo! I was defeated and you won the war...
(Av) —No, por favor. Bastante tenemos ya. 
(L/Av/Ah) —¿Quéééééé?
(Ah) —Y ahí se jodió la cosa.
(Av) —Y España se encontró con al-Ándalus.
(Ah) —Y la niña hizo tesis.
(L) —¡Y se formó la gozadera...!
(Av) —La hemos perdido.
(Ah) —Joder, si aquí unos y otros, al final todos son invasores.
(Av) —Señor, dame paciencia, bendita tu paciencia.
(Ah) —Como alguno haga una pregunta, lo crujo.
(L) —Yo me meo.
(Ah) —¿Otra vez?
(Av) —Deja de beber té cuando no toca.
(L) —¡La Edad Media lo peta!
(Ah) —No, si el caso es estar ellos por encima.
(Av) —Bendita tu paciencia...
(L) —Es que no me van a gustar nunca, ¿eh? ¡Nunca! Es que me quedo con mi siglo XIX, con sus locos de los turbantes, sus pastiches y sus mierdas... ¡antes que con esto!




Tres horas dan para mucho. Espero que el lector se haya reído. 

13 de noviembre de 2015

El apellido de otro

"¿Quiénes son los Nazeritas?"
"Tu familia."
"¿Qué dices?"
"Es cierto. En el siglo XIX a los Nasríes os llamaban así."
"Pero... ¡La madre que los parió! ¡Id a joderle el apellido a otro!"
"A ti por lo menos saben ubicarte en el mapa, así que no protestes."

12 de noviembre de 2015

Y así todas las mañanas

"Os podíais ir a reíros a la mierda un rato los dos juntos, ¿sabéis?", les grito muy irritada a Avani y al-Ahmar, a los que se les saltan las lágrimas leyendo cualquier cosa que feche de 1870 para abajo sobre el arte islámico. 

10 de noviembre de 2015

En silencio y sin cruzar una palabra

But time makes you bolder.
Even children get older, and I'm getting older too. 

If you see my reflection in the snow covered hills, will the landslide bring it down?
Sure, the landslide will bring it down. 

Oh, mirror in the sky, what is love?
Can the child within my heart rise above?
Can I sail through the changing ocean tides? Can I handle the seasons of my life?

But time makes you bolder.
Even children get older, and I'm getting older, too...

Sure, the landslide will bring it down.

9 de noviembre de 2015

La Almudena

Es una tortura pisar la que es era tu casa y descubrir que ya no estás allí. Que no estarás más. Que por más veces que vaya, por más que te busque, tu cara preciosa y sonriente no va a aparecer más allá de las fotos, desde donde nos miras, detrás del cristal. Hoy he tenido miedo, Pepo. Mucho miedo. He mirado con terror una de tus fotografías y he rezado allí mismo, de pie.
Por favor, he pedido, que nunca me olvide de cómo sonaba tu voz. Que nunca olvide cómo te reías. Que jamás se vaya de mi cuerpo la sensación tan fuerte de tu abrazo. Por favor. De verdad, no quiero nada más. 
No me lo creo. Es tan imposible de creer. Quiero tenerte aquí, ahora, en mi irracionalidad quiero llamar por teléfono a tu casa y que me lo cojas, quiero decirte "rubio", quiero abrazarte, quiero besarte, quiero sentir que estás aquí y que tardarás mil años en irte, quiero...



Quiero que no sea verdad. 
Hoy te echo tanto, tantísimo de menos. 

8 de noviembre de 2015

Las cosas de Avani LII

"Con esta preparación podemos aprender a distinguir entre las campañas militares buenas (la victoria de Zalaca en 1086 de Yusuf ibn Tasfin, por ejemplo) y malas (todas las de los cristinanos)... Que Dios me asista, ¿de verdad somos así?", se muere de risa mi Avani ibn Tahir interior, mientras lee de la mano de Fanjul esa visión tan distorsionada que en algunos países árabes se mantiene de al-Ándalus y de lo que supuso históricamente.

5 de noviembre de 2015

Las cosas de Avani LI

"Elegiste la cruzada más difícil, cariño. A nosotros... es muy difícil defendernos", sonríe con tristeza mi Avani ibn Tahir interior, mientras yo aprieto La quimera de al-Andalus entre los dedos y me muerdo los labios de rabia.

2 de noviembre de 2015

Las cosas de Avani L

"Pero por qué le hacen eso al árabe, por qué, por qué", se lamenta mi Avani ibn Tahir interior cuando escucha la pronunciación de ciertas personas y su paciencia se evapora. 

1 de noviembre de 2015

Para el "de vez en cuando"

Hakuna Matata. What a wonderful phrase.
Hakuna Matata. Ain't no passing craze. 
It means 'no worries' for the rest of your days. 
It's a problem free philosophy.
Hakuna Matata!

Sing it, kid!



Cosas que tienen que ver, mi última revelación ha sido que el Disney Princesses Medley de Georgia Merry les va como anillo al dedo a la relación de Vale y Rizo, y especialmente a Vale sola. Fíjate tú, qué alegría más tonta.

30 de octubre de 2015

Árboles de fuego

I see the trees burn every time i fall asleep.

Nunca la frase había tenido tanto sentido. Yo sí que vi los árboles arder. ¿Era la única que se daba cuenta? 

28 de octubre de 2015

El más grande de todos

Es la primera vez que me pasa esto, y es que simplemente me pasas tú. Me pasa El rey pastor, me pasa Buru, que no sale de mi cabeza. Que está todos los días para saludarme con el sol y todas las noches, aunque no vea a Nanna por mis ventanas. Que cada instante yo abrace con amor infinito al pequeñísimo proyecto personal y literario que es El rey pastor, nunca me había pasado. Suelo rotar con todas estas historias que tengo en la cabeza, algunas veces me da más fuerte con unas o con otras. Pero es que siempre estás ahí, de igual manera. Y sé que aunque hace tres meses que no escribo, no te abandonaré, precisamente porque sigo estudiando para escribirte mejor. Qué voy a hacerle, si todavía no sé exactamente lo que comes o si realmente podrás trazar la trayectoria que tengo pensada para ti. 

Eres mi gran obra. Eres la obra más grande de todas. 
Y aún así, me muero de ternura, eres tan pequeñito que tengo que abrazarte una vez más.

26 de octubre de 2015

Highland

Y yo, igual que Buru, me pierdo contemplando las Tierras Altas. 
Prefiero asumir que tengo miedo y manejarme desde allí. A fin de cuentas, como dijo Adriana, ¿no reside la verdadera valentía en afrontar aquello que realmente nos aterra? 

Lo veremos el miércoles. 

22 de octubre de 2015

Hoy son cinco

¡Cinco!
...
¡No lo digas, no lo digas!
Anda que vaya año nos espera. 



Cinco son los años que han pasado desde que somos la pareja más extraña que conozco. No hemos estado mucho tiempo juntos, en el mismo sitio. Nos acogíamos a la frase "ya tendremos tiempo", como si estuviésemos vaticinando que lo nuestro estaba destinado a durar. A durar tanto, que no tuviéramos que levantarnos en camas distintas o llamarnos a otros países. Aún así, me pregunto, ¿cómo has aguantado conmigo? 
Las personas que de verdad me quieren saben que tengo alas en la espalda y pólvora en la suela de los zapatos; no me gusta estarme quieta en ninguna parte. Releyendo aquello que te escribí cada año me doy cuenta de que siempre pido perdón por no estar. ¿Pero sabes qué? Tú me haces sentir tan bien, que no tengo que disculparme por ser quien soy. Por ser como soy. Porque yo, esa inquieta loca de Oriente, esa que no sabe vivir dos años en el mismo sitio, soy la persona que te enamoró hace cinco años. Si fuese sedentaria y más normal, no sé si me querrías. 
El mundo es enorme y yo he visto un trocito. Quiero enseñarte el resto. Contigo, juntos. Teniendo un proyecto que no esté asentado en la rutina de tenernos, sino en la pelea de conservarnos, de progresar, de ir siempre a mejor y juntos. De entendernos y apoyarnos, de reírnos y llorarnos, de querernos y odiarnos, de amarnos y echarnos de menos. 

Me vienen a la cabeza los recuerdos que hemos construido en estos cinco años, y me sonrío pensando en todos los que podríamos construir en adelante. Me da miedo acostumbrarme a estar sin ti, porque no sé dónde terminaré, ni siquiera sé si terminaré en alguna parte. No me gustaría acostumbrarme a tu distancia. Dime, ¿es posible que esto cambie antes de lo que pensamos? 

Antes tenía muy claro lo que te iba a escribir. Ahora solo quiero que llegue noviembre y tenerte aquí. 

Vamos a por otro año, mejor que los cinco que ya contamos juntos.
Te quiero. 



Y arrodillarme junto a ti, en el bar de la esquina.
Decirte «vamos a dormir».
Gritar al viento nuestro amor entre sábanas limpias,
y empezar a vivir.

21 de octubre de 2015

20 songs tag - HU Edition

Canción favorita
Bullet

Canción que más odias
Does everybody in the world have to fucking die?

Canción que te pone triste
Circles / Outside / Mother murder

Canción que te recuerda a alguien
I'll be there / Lion 

Canción que te pone feliz
Up in smoke / Everywhere I go / Pigskin

Canción que te recuerde a un momento
Day of the dead / Bullet 

Canción que te sabes de memoria
Another way out / Young / This Love, This Hate

Canción que te hace bailar
Street dreams / Tear it up

Canción que te ayuda a dormir
Coming back down

Canción que te gusta en secreto
Bitches

Canción con la que te sientes identificada
We are / Believe

Canción de tu disco favorito
Bullet - American Tragedy

Canción que te gustaba y antes ahora no
War child

Canción que te gusta para conducir
Pimpin'

17 de octubre de 2015

17 de octubre

Decíamos que esperaría a que crecieses y serías mi novio. Juntos montaríamos una granja con muchos, muchísimos animales. Siempre abrazabas fuerte, muy fuerte, y yo te daba golpes en la espalda y te llamaba "rubio". Siempre fuiste mi favorito de los cuatro, mi rubio, no sé. 

Hoy tu corazón, ese enorme y hermoso corazón que estaba malito, ha dejado de latir. Y nosotros queremos morirnos contigo. 

No entiendo nada. Es horrible pensar que ya no podré abrazarte.
Daría un brazo, mis dos manos, la mitad de mi alma por abrazarte otra vez. Tan fuerte. Como siempre. 

Hasta la otra vida, mi pequeño. Te quiero. Mucho. Como siempre.

Ahora serás tú quien me espere a mí. 

4 de octubre de 2015

El turbante

Al-Ahmar abrió un segundo la ventana de la habitación, pero volvió a cerrarla cuando el humo que entró le provocó un ataque de tos. Sacudiendo la mano ante su cara y haciendo mucho ruido, agarró el postigo y lo encajó de un golpe de nuevo en su sitio. Siguió tosiendo un par de segundos y lanzó una mirada furibunda al mundo que se veía fuera de los cristales. 
—En nombre de Dios, ¡si aquí no se puede respirar! —gritó, justo en el momento en que Avani entraba por la puerta secándose el pelo con una toalla—. ¿Es que no pudiste encontrar un sitio mejor? —le increpó, lanzándole una mirada furibunda.
El filósofo siguió a lo suyo, y muy tranquilo respondió:
—¿Ibas a pagarlo tú?
Al-Ahmar soltó un gruñido y escupió en el suelo. Su saliva no era lo más sucio del entorno; en realidad contribuía a su asquerosa decoración. Una cucaracha correteó alegremente por la pared. Las paredes volvieron a temblar con el paso del ferrocarril y una nueva columna de humo golpeó los endebles cristales. El nasrí hizo otra mueca y no se molestó en esconder su mal humor. Aquel aire contaminado lo estaba matando poco a poco, y no podía sino evocar el frío lacerante en los pulmones al respirar directamente el viento de la sierra de Granada. Pero también sabía que quejarse no conseguiría depurar el ambiente, así que simplemente mantuvo su mala cara.
Avani dejó la toalla y suspiró, colocándose con las piernas cruzadas en la cama y una tela alargada blanca en las manos.
—Te lo dije ayer, necesitamos el dinero para otras cosas.
—El dinero no nos servirá de nada si aparecemos en cualquier parte con esta peste en la ropa —apuntó al-Ahmar, tirándose significativamente de la pechera de la camisa.
—En eso no se diferencia de nuestro mundo, querido —dijo Avani, que todavía sostenía la tela en las manos como si estuviese leyendo allí las palabras que pronunciaba—. Aquí el dinero lo compra absolutamente todo. Hasta el honor y el perfume de los hombres.
Al-Ahmar había permanecido todo el tiempo de espaldas y de pie, mirando por la ventana. Cuando se volvió para comentarle algo a su amigo al respecto del tugurio donde se habían metido, descruzó los brazos y alzó mucho las cejas.
—¿Qué haces?
Avani levantó los ojos, pero no detuvo el movimiento de sus manos.
—Ponerme el turbante, como todas las mañanas.
—No pensarás pasearte por aquí con eso en la cabeza —al-Ahmar señaló con el dedo de una manera que a Avani le pareció bastante grosera.
—¿Y me quieres explicar dónde está el problema? —resopló; empezaba a estar harto de las protestas del nasrí. 
Este levantó las manos para enfatizar sus palabras.
—¿Pero es que tú no has visto dónde estamos? —fue hasta la ventana y echó un rápido vistazo a través de los sucísimos cristales—. Nadie, absolutamente nadie lleva turbante aquí. ¿Y tú querías pasar desapercibido? Ponerte ese mojón en la cabeza va a conseguir que seamos tan evidentes como un gamo sangrando en un campo de nieve. ¡Va a ser un milagro que nadie nos mire!
Avani había terminado de colocarse el turbante mientras al-Ahmar daba voces, y simplemente lo miraba con las manos entrelazadas sobre las rodillas. El andalusí soltó un gruñido de perro.
—¿Pero por qué nunca me haces caso? Te lo estoy diciendo de verdad.
—Si has dejado de berrear y estás listo, ya podemos irnos. No me gustaría hacer esperar a nuestros anfitriones. Y con lo que respecta al turbante, créeme, a ti te conviene ponértelo también. Incluso más de lo que me conviene a mí.
Al-Ahmar frunció el ceño.
—Y luego se te llena la boca con frases sobre la adaptación a otros lugares, a ti no hay quien te entienda. Ignoraba que te hubieras vuelto un fanático —al-Ahmar le estaría dando vueltas toda la noche a la estupidez de pronunciar esa palabra para referirse a Avani.
El filósofo, todavía tranquilo pero notablemente irritado, se puso de pie.
—Mira, yo no voy a obligarte a que hagas nada, pero por favor te lo pido, vámonos ya. Llegar tarde es una horrible falta de respeto.
Al-Ahmar creía que le iba a reventar una vena. No era capaz de comprender la testarudez de su amigo. Le entraron ganas de agarrarlo por el pescuezo y arrancarle el turbante de la cabeza. ¡Además era blanco!
—Aún así piensas salir con eso puesto.
—Sí, pienso salir con el turbante puesto —dijo, y se dio la vuelta para girar el pomo de la puerta.
—¡Y encima es blanco! —gritó al-Ahmar, levantando los brazos.
Avani encogió un hombro.
—Ahí tienes razón, pero es que no he encontrado nada tan largo de otro color.
El resto de la conversación se desarrolló mientras bajaban las endebles escaleras hasta la calle. Aunque solo era un piso, a Avani se le hizo eterno. Se combinaron peligrosamente el hedor a orina de las paredes, los vómitos del suelo, las humedades y otros desperdicios repartidos por allí, los jadeos del prostíbulo que iniciaba su actividad y la voz de al-Ahmar detrás de él, que era como golpearse la sien repetidamente con un martillo.
—Avani, te lo digo en serio, recapacita. La gente nos va a mirar como a dos tipos raros si vamos con la cabeza cubierta, ¿es que no te das cuenta? ¿Es por la cicatriz? ¿Puedes mandar tu integridad a la mierda un momento, en aras de algo más importante? ¿Qué va a decir esta gente cuando te vea? Si es por la cicatriz, queda como un veterano de guerra o algo parecido, ¡invéntatelo! ¡Tienes capacidad para hacer esas cosas! ¡Avani, escucha lo que te digo!
El filósofo se dio la vuelta y empleó palabras bastante intensas para decir:
—Muhammad, vamos a dejar el asunto aquí. Primero, no, no es por la cicatriz, porque entonces tendría que envolverme como las momias que se acaban de encontrar en Egipto y no salir de mi cueva. Segundo, me parece que eres tú quien no se da cuenta de que llama más la atención que yo, y sin turbante. Tercero, como vuelvas a sacar el tema, te doy una bofetada que te pongo la cara del mismo color que la barba. ¿Me he expresado con claridad?
Al-Ahmar soltó un bufido, igual que un jabalí, pero sabía que si seguían discutiendo, al final llegarían a las manos. Y eso era lo último que les convenía a los dos. Además, y estaban a un paso de la calle. Avani sostenía el picaporte con una mirada significativa. El andalusí sacudió la cabeza e hizo un gesto desagradable, pero que indicaba que se daba por vencido.
—Ya veremos cómo acabamos la noche. Tú sabrás lo que haces.
—Exacto, deja que yo gestione mis propias decisiones —contestó Avani, con una sonrisa mordaz, y abrió la puerta.

Londres, 1882