27 de noviembre de 2013

It was about time

Ése es le tiempo que llevaba esperando este momento, que, tiernamente, también es tu Momentum. Hace ocho años, nada menos, que yo con mis quince idióticos le robé dos discos a mi padre porque el chico de la portada era "muy mono". Resultó ser un pianista que me ha acompañado desde ese preciso instante. 
Hace ocho años imprimía tus fotos con una pésima calidad, para pegármelas en la agenda. Llenaba carpetas de imágenes en el ordenador con tu cara. Era una quinceañera enamorada de alguien a quien no terminaba de comprender. No valoraba exactamente tu música, pero sí sabía que me gustaba mucho. Escribía letras tuyas en mis libretas, en mis apuntes, y les dibujaba soles que luego pintaba de amarillo. Me acuerdo de eso. Me acuerdo que amarilla era la libreta donde empecé a apuntar tu nombre de manera sistemática. Me acuerdo de que eras una diferencia más en mi vida, porque fuera de mi refugio de cuatro paredes, nadie sabía quién eras tú.

He esperado ocho años a verte. A tenerte delante. Con quince no imaginaba que pasaría; no era capaz ni de planear comprarme la entrada para alguno de tus conciertos. Hoy, en mi musical y siempre mágico mes de noviembre, te he tenido tan cerca que ni yo misma lo creo. Mucho más cerca de lo que tuve a Suárez el jueves anterior. Mucho más dentro de lo que cualquier canción de autor pueda llegarme. 

Escribí sobre el valor de la música y sobre aquellos que la hacen algo especial. Una pancarta de las que has cogido decía "you are not a musician, you are a magician". La autora firmaba como Esther, y me ha parecido perfecto para describirte. Te he visto llenado de energía y de hechizo a todos cuantos estábamos allí. De embrujo, de poder, de electricidad. Ha sido increíble, y me encuentro con pocas palabras para describirlo. Menos para describirte a ti. Solo decirte que eres tan gracioso como había soñado, tan simpático como siempre había imaginado, tan dulce y espontáneo como parecías en mi mente, y tan natural y sencillo como dicen tus canciones. Simplemente eres tú. Un ser humano con la hermosa capacidad de hacer música. Y música con todo. Has tocado con los pies, has hecho beatbox, has tocado percusión, has saltado desde lo alto de tu propio piano, has versionado canciones como Get lucky, Black birds o Wake me up en un momento, sin que a nosotros nos diera tiempo a asimilar lo que estaba pasando. 
Has saltado la valla, con tu metro sesenta, para mezclarte con el público y cantar junto a ellos, de verdad. Has recogido varias pancartas y dibujos de regalo. Has cantado Happy birthday a uno de tus músicos (otros que eran increíbles, mágicos y sobrecogedores), y también a una de tus fans; en un alarde de grandeza, me he permitido el placer de imaginar que también me lo cantabas a mí, que hace tres días me hice algo más vieja. Y, desde luego, qué mayor muestra de humildad en un músico de tu talla, que dejar que tu banda sea la gran protagonista de tu concierto. 

Eres vida cuando tocas. Todo tu cuerpo siente la música de una manera que admiro y envidio con total fascinación. Todo tu pequeño ser está hecho de música, de ritmo. Y lo maravilloso es que posees la capacidad para sacarlo de dentro de ti, y entonces compartirlo con los que, como yo, llevamos escuchándote mucho tiempo. Confieso que es gracias a mi padre que puedo disfrutarte, porque ha sido él quien ha ido guiando mi vida por los senderos del jazz. Qué triste un mundo sin artistas, sin personas como tú. Que revientan cada noche y cada escenario, con cada actuación como si fuese la última. Que es capaz de hacerte saltar, reír, emocionarte y moquear con el simple hecho de pulsar unas teclas. Con ese rostro que es la imagen exacta de la pasión. Qué bello el mundo con artistas, con personas como tú. Que hacen de nuestras vidas algo magnífico cuando comparten su don. 

Has tocado All at sea y me he deshecho en lágrimas. Por esa canción yo creé a un personaje que llevaba tu nombre, que tocaba el piano y que quería ser mi propia versión de ti. Volvería a este Momentum una y mil veces, te esperaría otros ocho años y todos sus múltiplos, solo para poder ser testigo, otra vez, de lo que eres capaz cuando subes a un escenario. No hay palabras para describirte. Solo musica. 
Porque, como tú mismo decías, era cuestión de tiempo. It's about time, que lleva colgando en mis notas amarillas desde que adquirí mi nuevo ordenador, porque ya estaba en el viejo y no podía vivir sin recordar esa frase, día a día. 

Gracias, Jamie Cullum. De corazón, gracias por hacerme vivir este Momentum, y por acompañarme desde los quince y estúpidos años hasta los no menos estúpidos veintitrés. 
Now I am the Twentysomething. 



To get to know you, you have to know me.
To get to know me, I have to know you.

25 de noviembre de 2013

Parafraseando a Lady Vengeance

Resulta que a esta dama de abrigo rojo se le ha ocurrido la genialidad de escribir un top 25 de canciones de Disney. De sus favoritas. Me ha parecido una idea maestra, y como soy de todo menos original, tenía que hacerlo yo también. La verdad es que la lista de Berry se caracteriza, sobre todo, por la variedad. Incluir películas distintas de entre ese enorme universo musical que es la factoría Disney, y que ha crecido con nosotros, formando un fantástico paraíso donde todo es posible, todo, con una canción.

Mi orden tampoco es de preferencia, sino tal y como se me han ido ocurriendo. He querido encontrar algo de variedad también. Y he dejado muchas fuera, desde luego. Pero, como la propia Vengeance escribía, "si hubiera tenido que ordenarlas así, ya sí que me explota la cabeza".



1. Ése es mi destino - Hércules
Cada año que pasa me siento más y más identificada con la letra; me parece una preciosidad, especial y sentida. Muchas personas que conozco afirman que Disney no tiene exclusivamente películas para niños y, desde luego, no las tiene. Las películas y sus canciones son para siempre. Hércules ayudaba mucho cuando era una cría de catorce años, inadaptada, que seguía pensando que algún día encontraría ese sitio al que pertenecía.

2. Voy a hacer un hombre de ti - Mulán
La letra en inglés me pone los pelos de punta, y es la responsable de mi unión, corazón con corazón, con el que además de mi maestro de kung-fu, es mi amigo. Si después de escuchar esta canción no te dan ganas de montarte sobre un caballo y liarte a espadazos, es que no tienes alma.

3. Arabian Nights - Aladdín
Concretamente, y esto es importante, la versión que está en árabe. En árabe y sólo en árabe. Si ese idioma es en sí mismo poesía pura, cantando en esta película te tumba de la maravilla. Especialmente la parte que dice "trueno y rayo y fuego". Además de ese magnífico doblador que le pone al vendedor más personalidad que otra cosa. Y esa palabra... khol...

4. Ladrando a la luna - Bolt
La película me da, literalmente, asco. Pero esta es mi canción, mi canción para mi Dama, y sobra el qué decir. 

5. El lamento de Jack - Pesadilla antes de Navidad
Cualquier canción que cante este hombre me parece maravillosa, pero si tengo que seleccionar una, desde luego me quedo con esta. Es increíblemente profunda, y bella en todos los sentidos. ¿Quién no ha experimentado una sensación así alguna vez? Por eso mi habitación está llena de pequeños Jacks, que me miran con sus ojotes y su sonrisa. 

6. Bárbaros - Pocahontas
Esta canción es maravillosa. Y dura dos minutos, menos incluso. Esta canción, en mi cabeza, me transporta al preciso momento de guerra en la Península Ibérica, de al-Ándalus contra los reinos cristianos. ¿No tiene que ver? Desde luego que sí. Es el otro, la visión inyectada en sangre del enemigo, del invasor, del monstruo. Porque para cada bando, el extraño siempre será el de enfrente. 

7. Sigo aquí - El planeta del tesoro
Me encanta esta película. Me encanta la novela. Y me encantan Drenk y Oredón, que al fin y al cabo son los que siempre cantarán esta canción en mi cabeza. 

8. Lo extraño que soy - Tarzán
Yo con Phil Collins tengo un severo problema, y es que cualquier cosa que haga me parece magistral. Pero desde luego es esta canción, esta, la que me quedo de la película de Tarzán. Porque me ayudó a enamorarme de una persona a la que, a día de hoy, amo.

9. Parte de él - La Sirenita
Nunca fui de princesas en cuanto a Disney se refiere. Además, de verdad. A mí me gustaba trepar por los sofás y creerme que era Bagheera. Sin embargo, Ariel va a ser siempre mi princesa Disney. La adoro, al cien por cien, y creo que estuve a punto de romper la cinta de vídeo de veces que la vi. Hasta me regalaron la colección entera de la serie, porque tenía una serie, y estaba enloquecida con esas pelis. Y como Berry ya ha seleccionado Bajo el mar, que es un espectacular temazo, yo me quedo con esta. En inglés también me fascina. 

10. Príncipe Alí - Aladdín
Temazo. Temazo made in Praga. ¿Monos albinos? ¡Yo quiero verlos! Y ya está.

11. Mi sueño es - Enredados
La canción de los tres Bobs y Aro de Plata, de manera clara y estupenda. Especialmente, porque el propio Bob casi se ahoga en el cine de la risa cuando le tocó cantar a Flynn. 

12. Bella y bestia son - La bella y la bestia
Sobran las palabras con esta magnífica balada, que tiene una letra como para ir recordándonosla a cada minuto, una letra maravillosa, y una película maravillosa. Aunque he de decir que la canción Bonjour se ha quedado a muy poco de entrar en esta lista. 

13. Fuera - El jorobado de Notre-Dame
Poco se puede decir de esta canción, y de su banda sonora en general. Y digo poco, porque no sé exactamente qué palabras utilizar. Tenía el disco entero y me pasaba horas escuchándolo, imaginando mis propias historias. Y la voz de Quasimodo es, sencillamente, bellísima.

14. Touch the sky - Brave
La pongo en inglés porque no me sé el título en castellano. Pero vaya, que amo la letra de esta canción por estar perfectamente compuesta para la triqueta. Correré, volaré, con el viento cabalgaré. Ni pensado a propósito, oigan. Qué preciosidad. 

15. Quiero ser como tú - El libro de la selva
La adoro y punto. Ahora que yo misma soy parte de esta historia (here comes Wolf Daddy), creo que me gusta más. Solo Disney podía transformar la selva de la India en un auténtico garito de jazz, y que le quedase bien. Y, lo siento, pero el gag de Bagheera fingiendo ser una estatua me sigue haciendo gracia, por muchos años que pasen.

16. Todos quieren ser un gato jazz - Los aristogatos
Cuando era chiquitina bailaba el "arriqui-tiqui-tiqui" casi como rutina diaria. Me encanta esta canción, como me encanta el jazz, y justamente ayer estuve comentando con un buen amigo lo que nos gustaba esta película, con personajes tan memorables como Lalfayete y Napoleón, Georges, o el inimitable tío Waldo. Los secundarios de Disney, haciendo historia. 

17. Chim Chim Chery - Mary Poppins
Igual que Berry, amo esta canción y a este personaje. De hecho, cuando estoy de buen humor me encuentro tarareando los versos de esta preciosa canción. La escena de los deshollinadores en los tejados (¡al compás!) es también maravillosa. Y eso que la película no me emocionaba especialmente. 

18. Hay un amigo en mí - Toy Story 
Simplemente estupenda. Tierna y sincera, hay pocas canciones que describan tan bien lo que se siente cuando de verdad quieres a alguien como a un hermano. 

19. El jinete sin cabeza - La leyenda de Sleepy Hollow
De las más viejas, pero de las mejores canciones que tiene Disney. Porque a mí me daba miedo, miedo de verdad. Y al mismo tiempo me fascinaba el Sin Cabeza. Espectaculares los escalofríos con esta canción. 

20. Hele me no Lilo - Lilo y Stich
No sé hawaiiano, ni me sé la letra, pero ya tengo una entrada dedicada a esta canción, con todo lo que me transmite. 

21. No diré que es amor - Hércules
Mi Dama y mi hermano dragón gustaban de reírse de mí con esta canción hace tres años, y como saca todo el gospel que llevamos dentro, había que ponerla.

22. Amigos del más allá - Tiana y el sapo
La banda sonora de esta película no me parece especialmente destacable, pero esta canción, como su intérprete, es una obra maestra. Al menos, a mí me lo parece. Y el doblaje castellano le hace mucha más justicia a Facilier que el inglés. Me encanta, simplemente. Siempre he tendido a ponerme de parte de los "malos".

23. No me preocupo - Oliver y su pandilla
Llevo amando esta canción mucho tiempo, y siempre he querido vivir el gag de las gafas de sol. Y tener un perro para ponerle un pañuelo rojo al cuello, también.

24. Colores en el viento - Pocahontas
La pongo porque es un homenaje a mi "yo" de cinco años, que se la pasaba cantando e imitando a Pocahontas cada vez que tenía ocasión. Como veis, me van asilvestradas. Y de nuevo, el ponerse en los ojos del otro, del diferente... eso es algo que todos deberíamos aprender. Qué mal lo pasé en el cine cuando le disparan a Kokum... aún me acuerdo.

25. He's a pirate! - Piratas del Caribe
Ni tiene letra ni nada, pero a mí me encanta. Es una canción que me ha acompañado mucho, mucho, mucho. Y que además tuve la oportunidad de tocar con el violín, lo cual le añade un punto de poderío.



Antes de terminar, hay que aclarar que me he ceñido tal cual a la factoría Disney, porque he dejado fuera peliculones y temazos que no son estrictamente de esta productora, pero que entrarían en la categoría igualmente. Recordemos, Disney es un concepto.

24 de noviembre de 2013

Amaneceremos - segundo intento

Cada año que pasa tengo menos palabras que decir. Imagino que este día, al final, no es especial por mí misma. Es especial por ellos y por ellas, que hacen del veinticuatro de noviembre una fecha a recordar en cada calendario. Y es que tengo unos amigos, una gente que no, aún no puedo creerme. Me llaman, me escriben a medianoche, me preparan unos vídeos preciosos y me los envían. Veo sus caras preciosas en la pantalla del ordenador, escucho su voz melodiosa por el teléfono, leo sus palabras en la mensajería instantánea y pienso que no, que no puedo creérmelo.
Que cada año que pasa se tomen la misma molestia, que sigan queriéndome pese a toda mi insoportabilidad, que quieran hacerme reír, llorar o soplar unas velas que mágicamente se apagan. Que me pasean por la ciudad en la que viven, que me recuerdan las mil cosas que hicimos y las millonadas que nos quedan por hacer. 

Mi gente. Esa familia que escogí en el camino y que, según palabras de Andrés Suárez, nunca va a desaparecer porque es imposible separarse de ella. Aquellos que me conocen con el tiempo suficiente como para entenderme y aceptarme. Los que demuestran estar a la altura y los que tengo colgados en la pared, mirándome desde las fotos y con una sonrisa que es la envidia de todos los odontólogos. 
Los quiero, los amo, los quiero conmigo tanto tiempo que se me olvide contarlo. A mis amigos, a mi pareja, a mi familia. Mi gente, al fin y al cabo. 



Gracias por hacer, una vez más, que en mi cumpleaños no se note la distancia. 

18 de noviembre de 2013

¡Vamos a echar un "vampiro"!

He de confesar que estaba asustada. Y mientras mis pasos iban y venían del local al autobús, cargando material para este fin de semana, me daba cuenta de hasta qué punto tenía miedo. Tenía miedo de que el olvido hubiera pasado deprisa sobre sus pequeñas cabezas. Que la falta de costumbre me hubiera desterrado de su memoria, y que la ronda pasada simplemente fuese eso, pasada y ausente. Ausente como yo. Temía que no recordasen que les di mi palabra, palabra de lobo, de que un día volvería y aullaríamos juntos otra vez. 
Los niños no recuerdan y sienten como lo hacemos los "adultos". Lo sabía. Pero cuando les vi correr hacia mí, con los ojos abiertos como platos, a caballo entre la alegría desbocada y la incredulidad, terminé de confirmarlo. No sienten como nosotros. Son más sinceros, más enteros, y mucho mejores. Me cayó encima una manada de treinta y dos lobatos sin que me diera tiempo a soltar la caja que iba a meter en el maletero del autobús. "Has cumplido tu promesa", repetían. Se multiplicaban los "te hemos echado de menos", "has vuelto", "Rama, Rama, Rama". Y yo por dentro lloraba de la felicidad. Sin poder pararlo.
Fue como si nunca me hubiese marchado. Sigo teniendo un lugar preeminente en nuestra gran Manada, y es gracias a ellos que conservo ese honor. El hecho de faltar los sábados no ha conseguido que falte de sus corazones. Me sigo sentando en la roca de los Viejos Lobos, con quizá más fuerza que la ronda anterior. Porque ellos quieren verme allí. De verdad, de corazón, que parecía que nunca me hubiese ido. Fue tan magnífico que me entran escalofríos.

Ahora sé que ellos nunca podrán olvidarme. Que nunca me iré de sus cabecitas alocadas. Y no porque yo sea imprescindible, para nada. Es porque ellos son magníficos e increíbles; sacan lo mejor de mí, y han decidido que me quedo en sus corazones. Gracias, mis pequeños lobos.
Nunca olvidaré nuestro mágico momento del sábado, 16 de noviembre de 2013, cuando en la ermita del Remedio salió la luna llena entre los árboles y las nubes. Y nosotros, invadidos por la adrenalina, nos pusimos a correr. Entonces os colocasteis a mi alrededor, los que me conocíais de antes y los que me acababais de conocer, echamos la cabeza hacia atrás a la cuenta de tres y, mágicamente, aullamos todos juntos. 
No se me olvidará jamás. Palabra de lobo. 



Con respecto al resto, al Kraal, también quiero daros las gracias. En verano prometí que la distancia entre nosotros no se notaría, que seguiría tan presente como si viviera aún en Levante. Sin vosotros esa tarea no estaría completa. Gracias por hacerme sentir recibida, acogida, querida y necesaria. Siempre listos, siempre lo mejor. 
El amor dentro de mí ahora es negro y rojo.

16 de noviembre de 2013

Las cosas de Avani XXXII

"Entonces intenta montar una guerra civil, que es el hobby de este país. ¡Aquí la gente en cuanto se aburre es peligrosísima!", ironiza mi Avani ibn Tahir interior cuando las estructuras de poder altomedievales intentan legitimarse por medio de lo que parece ser un discurso religioso de la mano de San Agustín.

11 de noviembre de 2013

Agua inmortal

Hoy cumple años una persona muy especial para mí. Una persona importante. 
Esta persona no ha tenido las cosas fáciles en su vida. Últimamente menos que nunca. Han venido cambios importantes, cambios duros, y vientos airados que quisieron llevarse la sonrisa que siempre le colgaba de los labios. Pero ella no se dejó vencer. Siempre, siempre tenía el corazón dispuesto, las manos manchadas de trabajar, los ojos entrecerrados de quien escucha el viento, el pelo desordenado de quien se quiere tal cual es. 
Nuestra relación no es la que fue cuando empezó; no sabría decir si es mejor o peor, solo que es diferente. Ha crecido, como hemos crecido nosotras. Recuerdo un tiempo en que tuve que pelearme por que me prestase atención, y que ella siempre se las arreglaba para tener tiempo para mí. Recuerdo llegar a odiar algo que le hacía daño. Como también recuerdo dejarle una carta en el portal, cuando yo vestía de oscuro y pensaba que estaba enamorada. Recuerdo que siempre me pareció tan guapa. Su valor la hacía hermosa. Su timidez la hacía linda. Su voz es un regalo que algún dios quiso que yo escuchase. Recuerdo que escribió una historia de piratas que nunca me enseñó, y que yo quise escribir la historia en que un dragón y una elfa se encontrasen. Recuerdo que en ella me inspiré para crear a Gala, la protagonista de Flores blancas. Recuerdo dedicarle Ovejas en las nubes y ponerle su nombre a uno de los personajes de la segunda parte. Recuerdo rojo, y azul, y muchos colores, porque ella es Naturaleza, y tiene mil colores.
De ella pueden decirse muchas cosas. Yo diré que es valiente. Valiente, porque siempre supo luchar por lo que quiso, no importaba lo negro que estuviese el cielo. Es un ejemplo de superación, de ternura, de imaginación y de amor. Siempre se empeñó en regalarme dragones. Siempre estuvo ahí cuando, en mi temblor, decidí llamarla. 
No estoy segura de haber sabido valorarla como se merecía. Lo que sí es verdad es que esta persona es muy importante para mí, y que pese a todo cuanto fue, la quiero. La quiero mucho. Y que espero que nuestra amistad sea tan inmortal como la verdadera apariencia que se oculta tras esa piel blanca. Porque con mis ojos de dragón, yo puedo ver a la princesa elfa que hay debajo. 

Feliz cumpleaños, Nabila.
Otro año, felicidades.
Otro año, inmortal.

Seré tu luz, seré un disfraz, una farola que se encienda al pasar. Cualquier mariposa, la estrella Polar que viene sola y que solita se va. Seré el sabor de un beso en el mar, un viejo proverbio sobre cómo olvidar.
Seré ese lunar que adorne tu piel, una paloma cerca donde de estés. Un golpe de suerte, el café de las tres, alguna mirada que te haga enloquecer. Seré la voz que avise en el tren, un presentimiento de que todo irá bien. 
Seré inmortal. 

10 de noviembre de 2013

Insieme

Cantiamo insieme.
La tua voce guiderà la mia.
La tua mano stringerà la mia.





Hacer el capullo a las siete de la mañana cuando más lo necesito, y la vida quiere que las dos estéis despiertas. Mi casa es donde está tu hogar porque allí también vives tú. 

9 de noviembre de 2013

Los cuervos no cantan

Qué maravillosa invención, qué mística criatura, qué hermosísima fuerza es la música. Apostaría mi pobre sueldo de historiadora del arte, si lo tuviera, a que cualquier tribu de traza indoeuropea aprendió a cantar antes que a hablar. Porque yo fui niña, y las grabaciones y las fotos me recuerdan que mi cuerpo se decantó primero por dar golpes al ritmo de las canciones de mi madre, mucho antes que por preocuparme de llamarla. Ya todo era cuestión de ritmo en aquel momento. 
Qué increíble, qué poderosa, la música.
Me declaro un producto completo y evidente de la generación Disney. Toda mi infancia (y así seguimos) estuvo marcada por unas películas en las que las cosas más importantes, más intensas, se decían cantando. En que la música era la que te llevaba hacia un sitio o hacia otro. Cuando los protagonistas no encontraban el valor para hablar, siempre podían cantar. Eso tenía sus ventajas. Soy una persona con mucha memoria; cada canción, cada estrofa y cada estribillo quedaban en mi mente con una vez que las escuchase. Y yo las repetía, las repetía, las escuchaba en el coche, las cantaba con mis padres. Ahora las canto con mis mejores amigos, con mi estupenda pareja (una de las cosas que más tengo que agradecerle son esos momentos en el coche, al grito de sé que llegaréééééé, ése es mi destinooooooo), las sigo cantando con mis padres, con mis pequeños lobos. Y mientras las perpetuamos, mantenemos el bello mensaje que nos quisieron transmitir. Porque es cierto, con las canciones viajaban las palabras más bellas. Lo más intenso, lo más profundo. Y nosotros las memorizábamos, las interiorizábamos, y las reproducíamos después. De ese modo, la cadena no termina.

No se trata únicamente de las canciones de Disney (como concepto), o de las bandas sonoras de las películas que tienen letra. En general, cualquier canción con una letra es capaz de transmitir algo que no puede una conversación. Es verdad que cuando no nos atrevemos a decir algo, lo escribimos. Ahora con la mensajería instantánea, los correos electrónicos, las cartas. Pero siempre por escrito. Tal vez porque una puede pensar exactamente lo que quiere escribir y corregirlo si se tercia. 
Pero las canciones, como ayer decía el excelente músico Steven Wilson, cuentan historias. Quizá eso sea lo más maravilloso de todo. Y no siempre es necesaria la letra. Ayer, durante un maravilloso concierto, con los ojos cerrados recordaba los ejercicios que de niños nos hacía la profesora de música. Teníamos que dejarnos llevar por la melodía y dibujar. En mi mente, la flauta era una serpiente, o quizás un pájaro en un bosque nocturno, en silencio. La percusión era un desfile de guerreros a caballo. Los cánticos eran llamadas, los clarinetes eran lobos y búhos, la guitarra una andaluza con un traje que la hacía volar, y los jardines perdidos de la Alhambra. 
Ayer volvió a pasar, de hecho. Si alguno conoce a Steven Wilson sabrá que sus canciones no tienen demasiada letra. Tampoco les hace falta. Los músicos que ayer estaban sobre el escenario eran esa clase de gente que tiene un don especial. Que puede lo que otros no pueden. Que es capaz de transmitir y generar la magia que no todo el mundo es capaz. Y nosotros tenemos la increíble oportunidad de presenciarlo y escucharlo.

Haré un pequeño paréntesis aquí. Por una maravilla que nunca creí que vería, pero la vi. Ayer, sí, qué sorpresa. Más que un paréntesis, se trata de una dulce pregunta retórica. ¿Cómo de desesperado tiene que estar un hombre como para capturar un cuervo y pedirle que cante? ¿Cómo de hundido en la tristeza y rozando la locura, como para suplicarle al cuervo que, por favor, por favor, cante? Please, sing. Please. Por favor, canta. Por favor. Canta y tráemela de vuelta. 
¿Cómo? Y cómo es posible que uno de los animales más estigmatizados y con una de las peores voces de todas (recordemos la zorra y el cuervo, fábula atribuida a Esopo) sea capaz de evocar, con su canto, el recuerdo vivo de una persona que ya no está. La música. Es la respuesta y la perdición, el dolor y el alivio. Solo, por favor... canta. La echo tanto de menos. 

La música es el regalo que cualquier dios le ha hecho a nuestra especie. Es la maravilla inmaterial con la que el alma se transporta, se eleva, se hunde, se hincha y se desploma. Todos, no importa cuál sea nuestra preferencia o nuestro gusto, tenemos esa canción concreta, esa que es especial (o esas, en mi caso la lista no se acaba) y que siempre está a tiempo para alegrarnos la vida. 
Y cantar... oh, lo que es cantar. Andrés Suárez tiene un verso que es como para erizar el vello del más aguerrido que dice he oído cantar a mi madre cuando aún yo no podía. Puedo identificarme totalmente con esas palabras. Yo también he escuchado a mi madre cantar, cantarme siempre. Y con ella me lo digo todo cuando entonamos Uno queriendo ser dos en la cocina. Yo no sé tocar ningún instrumento, pero adoro a los amigos que pueden hacerlo. Uno de ellos me ha hecho llorar con su piano, más de una vez. 
Y adoro a los amigos que, sepan cantar o no (yo tampoco sé), se unen a mis gritos, en una playa, con los brazos hacia arriba y el viento colándose por debajo de la ropa. Ya sea a ritmo de creo que ya he estado aquí, eres la del cuerpo de flores o preparaos. Mis propios personajes tocan música en las habitaciones de mi cabeza. Avani toca el laúd. Al-Ahmar es como yo, y eso me consuela. No toca, sólo cierra los ojos y escucha con el viento.

Me estoy yendo del tema. 

Qué belleza, qué regalo, qué increíble la música. 
Qué inexplicable ese sentimiento de dar saltos frente a un escenario, de estar borracha y levantar las manos mientras gritas, de acurrucarte en casa y llorar, de hacer el payaso por la calle, de recordar. Todo eso, con la música. Y qué maravilloso ser parte de la música y transmitir aunque sea una sonrisa con tu voz. Y eso que yo no sé cantar, pero siempre me han dicho que soy muy expresiva. Cosas que tienen que ver. 

4 de noviembre de 2013

Las cosas de Avani XXXI

"Que llevar al ejército hasta allí... tela. Que no son veinte fulanos a caballo, que estamos hablando de toda la tropa andalusí", comenta mi Avani ibn Tahir interior, cuando recordamos la salvaje entrada de al-Mansur en Santiago de Compostela.

3 de noviembre de 2013

Revelación pequeña

Correr. Todo es correr encima de un caballo en la Última Frontera.
Ya no sé si es obsesión o es la vida, que me va dando cabezazos hacia el último sitio, el último gran alcázar, el rojo, la bandera de una familia, el color de la sangre, las lágrimas y el sudor bajando por la barbilla.
Ahora que te conozco un poco más, sé que nunca lo tuviste fácil. Y sin embargo, quisiste creer. Quisiste luchar. Aunque termine dándome cuenta de que eras un miserable, voy a seguir amándote de la misma manera. Siempre, siempre serás el mismo para mí. Me da igual cuanto puedan decirme de ti. Los hechos están ahí, y a pesar de ser una visión demasiado positivista del asunto, hablan de ti. Y eso, al final, es lo más importante. 



I got to move on and be who I am. I just don't belong here, I hope you understand.
We might find our place in this world, someday. 

No hay sólo una forma de vivir la vida. Haz lo que creas que tienes que hacer. Pero te advierto que vivir de una forma distinta a la del resto es muy duro. No podrás culpar a nadie si las cosas no te salen bien. 

I got to move on and be who I am. I just don't belong here, I hope you understand.
We might find our place in this world, someday. 

No me esperes, sólo era un sueño. 



Sólo corre. Corre, porque puedes. Porque eres libre, y puedes volar.

Tú puedes volar.