30 de mayo de 2018

De las cenizas (like the phoenix)

Can beauty come out of ashes?



Definitivamente mayo va a acabar conmigo, porque hay demasiadas emociones en el aire y todas son diferentes; son buenas, son malas, son geniales, son horribles. Y pululan sobre nuestras cabezas en forma de nubes y pájaros, subiendo y bajando y haciendo de nosotros (al menos de mí misma) una persona mareada, muy mareada, como si me acabase de pasar tres horas en una montaña rusa y, aunque hubiese disfrutado del paseo, solo necesitase sentarme a descansar.

Por partes, como dijo Jack el Destripador y luego cantó Estopa. 
La revisión anual no ha ido bien, ha ido fenomenal. Les han encantado las dos, mi pájaro y mi montaña. Y yo, que ya iba pensando que me iban a mandar a la porra, no me lo puedo creer. Estoy feliz, estoy mucho más tranquila, estoy orgullosa del año que he pasado aquí y de hasta dónde he llegado. Cosa que hubiera sido imposible sin las personas que me he encontrado por el camino, todas y cada una de ellas, que me han enseñado algo diferente, aunque ahora no pueda entender cuál ha sido la lección de algunas de ellas.

Y los momentos catarsis, que hemos tenido muchos, se concentraron ayer, porque no era un día duro solo para mí. Espero haber estado a la altura de las circunstancias y no haber sido demasiado bruta. Pero cuando las cosas dejaron de ser bromas y aparecieron las lágrimas, espero que encontraras en mi abrazo el refugio que necesitabas. Y siento que ahora duela, pero dejará de doler. Te lo prometo. 



Speak, bird! Speak again!

26 de mayo de 2018

Shut up and dance with me

La cantidad de cosas que están pasando en el mes de mayo. Madre mía, qué final de mes. Por favor, un poco de calma, que me vais a matar entre todos. 



Qué de emociones inesperadas, desde luego. Pero lo que pasó la noche del 24 de mayo, la madrugada del 25 volviendo a casa por el camino de tierra junto al campo de trigo, lo guardo como una de las memorias más importantes de todo este año en St. Andrews. Me guardo lo que compartimos y todas las cosas preciosas que me dijiste. Me guardo que me hicieras llorar y que te amenazase con darte un guantazo si no te callabas. Pero gracias por todo. Gracias por hacerme sentir tan bien y por confesarme que, si alguna vez me voy, estarías perdido y asustado. Gracias por decirme que no quieres que me marche, que quieres que me quede a tu lado y que aprendamos juntos. Gracias por decirme que te quedaste en esgrima gracias a mí. 
Tranquilo, que no me voy a ninguna parte. Voy a seguir a tu lado mientras allí me quieras, hipotetizando y metiéndome contigo on a regular basis porque tu primer error fue confiar en mí. Te lo agradezco, pero te has condenado con esto. Y probablemente yo me estoy cavando la tumba también, pero qué le vamos a hacer. 

Ah, y van a venir más noches de dar saltos como locos bailando con Lucy, porque me lo pasé tan bien, tan bien, que necesito repetirlo. Nos traeremos al resto la próxima vez, a todo el mundo. 


My god, look at me, having feelings. 

24 de mayo de 2018

La esquina de Rue du Temple con Rambuteau

Ya me advirtió el aeropuerto, cuando esperando para comprar el ticket del RER una chica estaba tocando Comptine d'Un Autre Été con un piano que alguien había puesto allí. Ya me advirtió de que en París me esperabas tú. 



La esquina de Rue du Temple con Rambuteau es la esquina más especial de todo París. El rincón más importante, el pequeño trozo de calle más bello, el lugar más mágico que yo podía encontrar en aquella ciudad que hace años había recreado solo con un mapa y mi propia imaginación. Sin embargo, como realidad que era, todo estaba allí, en el sitio donde yo lo había encontrado sobre el plano, y por supuesto cabía la posibilidad de visitarlo, de verlo, de caminar esa calle y detenerse en aquella esquina. 
Quién me iba a decir a mí hace ocho años que podría estar de pie frente al lugar en el que ella te encontró por primera vez, allí donde apareciste sentado, con tus ropajes negros y tu máscara dorada sin facciones. Quién me iba a decir que pasearía por el Jardin de les Halles, donde los dos habíais bailado juntos por primera vez y os habíais tocado, sellando vuestro destino. Más el de ella que el tuyo y perdón por la literatura. 

Cuando llegué hasta Rambuteau no lo podía creer, porque la parada de metro era mucho más pequeña de lo que yo la había imaginado. Y la calle, Rue du Temple, no era más que otra sinuosa línea en el plano caótico del centro de París, pero no tenía nada especial. Nada especial para el resto de ojos, por supuesto. 

Me quedé allí de pie más de media hora. Mirando la esquina como si de verdad te estuviese viendo a ti. Le saqué fotos para enviar a aquellas personas con las que sabía que podía compartir mi emoción, pero ninguna le hacía justicia verdadera. Frente a tu lugar había un café con terraza y dos chicas se quedaron mirándome, probablemente preguntándose qué estaba haciendo mirando nada y con aquella cara a caballo entre el llanto y la más absoluta felicidad. 

Caminé por la Rue du Temple y llegué hasta el Centre de Danse du Marais, la academia donde ella bailaba y donde también tú apareciste. No subí, porque era muy pequeño y hubiera sido el colmo del ridículo, pero me llevé un programa que ahora está colgando del corcho de mi oficina. Y después regresé sobre mis pasos y caminé calle arriba, hacia Rambuteau, por donde ella hubiese caminado. Y me descubrí ansiosa, emocionada, con el corazón latiendo más deprisa, exactamente como ella hubiera estado. Porque al final de la calle, en aquella esquina, esperaba encontrarte. Y yo, no sé exactamente por qué, me contagié de aquel sentimiento. Como si de verdad esperase hallarte allí sentado, en el sitio donde ahora te han puesto un buzón cuadrado de color amarillo. Quizá es por el color de tu máscara. Me apoyé en la pared y contemplé la calle como tú lo hubieras hecho, para tener una idea de qué estarías viendo, de cuál sería tu punto de vista. Y me gustó. Era una calle bonita, especialmente en aquel día soleado. Aunque cuando tú apareciste, estaba nevando y el clima no era ni la mitad de benévolo que el día 23 de mayo de 2018. 

Estuve allí casi una hora y después asumí que tuve que marcharme. Cuando me di la vuelta y caminé la Rue du Temple hacia abajo, rompí a llorar. Llamé a Bob porque era la única persona con la que quería hablar, y su respuesta fue exctamente la que yo esperaba, porque se emocionó conmigo. Y lloré, lloré mucho, y no sé por qué. Sé que no era tristeza, pero tampoco lo llamaría felicidad. Creo que fue una mezcla de ambas, porque siempre que pienso en ti, Frinoé, me ataca un sentimiento de bella pero fría oscuridad. 

Sé de dónde saliste, sé lo que representas para mí, y te hiciste material en aquel cuento escrito en 2010 que significó el inicio de todo. Abriste las puertas de lo más oscuro de mi alma y al adentrarme en tu mundo empezó esa época en la que ahora me encuentro, donde lo que escribo tiene trazas y tintes de ti, de tu esencia, de tu olor, de tu silueta. Te me apareces en cada historia que tiene algo que los demás llaman "especial". Estás en El rey pastor, estás en Yazata y estás en Al-Naya. Sigues presente en mi vida de forma tan bella que cómo no ponerme a llorar al contemplar tu lugar, tu sitio en el mundo. Tu sitio en mi mundo. 
Eres muchas cosas, Frinoé. Quiero darte las gracias. Solo las gracias, una vez más. 



Qué privilegio, qué regalo de la vida, poder estar en el rincón más especial de todo París. En la esquina de Rue du Temple con Rambuteau. 

20 de mayo de 2018

I can never find the right time to tell you

Morning coffee, afternoon adventure, evening breeze. 

Bueno, pues a estas horas mañana habré llegado a París y estaré cumpliendo uno de mis sueños, que es visitar la zona de Próximo Oriente del Musée du Louvre. Preveo que me voy a emocionar delante de algunos restos. Seguramente no llore ni organice un drama, porque estoy sola y porque tampoco es cuestión de hacer el tonto, pero me emocionaré, me emocionaré mucho. Primero, porque son muestras de una cultura fascinante que tuve/tengo el privilegio de estudiar y que han sobrevivido al tiempo de forma envidiable. Segundo, porque echo terriblemente de menos a Buru, pero sabe perfectamente que, hasta que no pueda dedicarle el tiempo que se merece, no volveremos a entablar una conversación. 

Y cuarenta y ocho horas en adelante desde ahora estaré en la Bibliothèque Nationale casi a punto de hablar de mi montaña (que anda, que mandan narices, la señora esa) y mi pájaro. Ya no estoy nerviosa. Bueno, quizá un poco. Pero lo que estoy es muy emocionada. Nervios de los buenos, como dice Bob. 

Ya se ha ido Beth y St. Andrews se ha nublado. Normal. Se ha marchado la Dama de Luz y se ha quedado el Rey Brujo, así cómo va a salir el sol. Volverá el Mithra escocés cuando haya superado su pequeño luto. Y en Las plumas estamos hablando de Susa. 




Cosas que tienen que ver y otras leyendas urbanas. 

15 de mayo de 2018

Where did (the party) May go?

No, en serio, ¿dónde se ha ido el segundo semestre? Es increíble que ya estemos en la mitad de mayo y yo tenga la sensación de que no he hecho nada. 

Hoy he entregado el primer capítulo de mi tesis para la revisión anual de la escuela. Jesus, take the wheel. Está lejos de ser una versión final, pero espero (casi suplico) que las sutilezas que quedan por arreglar le pasen desapercibidas a mi(s) revisor(es). Dudo mucho que me toque un experto en Zoroastrismo y geografía visionaria. Por cierto, mi gran descubrimiento de este año, la geografía visionaria. Y mi montaña, qué bella es. Y mi pájara, pero eso es algo que casi doy por sentado. Mi montaña verde y brillante, hermosa como pocas cosas en este mundo que rodea con sus brazos y nutre con sus venas. Voy a cortar aquí, que me emociono. 

La semana que viene estaré en París hablando de la misma montaña. Bueno, o eso creo. Me dio un ataque cardíaco ayer cuando vi el programa, pero el mail de Ilse me relajó los sustos. Es fantástica. Mis dos supervisores lo son. He tenido y he trabajado para tener esta suerte, creo. Y que confíen en mí de esa forma me parece que lo prueba. Ahora intentaré no desmayarme en la Bibliothèque Nationale, que lo suyo es pasar desapercibida (y no decir lo mismo que la otra señora, la madre que la parió, why me, why this). 

Dónde se ha ido mayo, dios mío. Si apenas me estoy recuperando del impacto de Infinity War y hace más de un mes que no toco Libra. Que en dos semanas (igual un poco más) Bob estará conmigo en St. Andrews y tengo que hacer seis cursos antes de irme a Leeds. Y menos mal que lo de Lisboa ya está reservado, porque me estaba volviendo loca. 


Madre mía, qué mes de mayo. Y de abril, y de junio, y de julio. Pero desde cuándo mi vida se ha vuelto tan loca. 



Cosas que tienen que ver, me asusta y me enamora lo real que es VereZâma en este punto de mi vida (y lo que le queda).

Even though letting go feels right, I can't afford to say goodbye.
You and I are bound together, specially since... we are gods and we'll live forever.
'Cause I wanna die, die, die... 

5 de mayo de 2018

Las cosas de Avani LXVII

"Cuando empezaste protestabas porque no querías llenar 10,000 palabras de paja y ahora que te faltan menos de cuatrocientas para llegar al límite, protestas porque te falta margen. Nada te complace, ¿verdad?", rezonga my Avani ibn Tahir interior porque me quejo de vicio. 

Pero es que de verdad me van a faltar palabras. Que Jesús coja el volante y haga que el porrazo sea menos doloroso, porque lo estoy viendo venir de lejos. 

1 de mayo de 2018

May Dip 2018

La tradición del 1 de mayo en St. Andrews es quedarse despiertos toda la noche del 30, ponerse el bañador y marchar hacia East Sands a las cuatro de la mañana con las primeras luces del alba y, una vez el sol asome en el horizonte, correr a meterse en el Mar del Norte para lavar todos los pecados académicos cometidos durante el año. La superstición añade que, en caso de no llevar a cabo el May Dip, se corre el riesgo de suspender el curso. 

Yo no tengo nada que suspender, pero he pisado la losa de PH unas cuarenta veces desde octubre, así que igualmente me tocaba bañarme. Vaya si me tocaba. Y no habría vivido este primer May Dip de ninguna otra manera. Ha sido perfecto. La visión de la playa llena de estudiantes, los colores del amanecer, los gritos de motivación previos al agua congelada, el agua congelada, los gritos de horror, adrenalina e histeria post-agua-congelada, los amigos y compañeros de esgrima alineados en la orilla y preparados para echar a correr al grito de "on guard, ready, fence!", mi compañero de piso que se va dentro de cuatro días, los otros amigos, la tiritona, el dolor en los pies. Esta lista de cosas me viene a la mente mientras repaso el que ha sido uno de los días más especiales de mi vida y que, estoy convencida, no voy a olvidar nunca. Se quedará en mi memoria y mi corazón aunque pasen los años, y siempre recordaré junto a quienes me metí en el Mar del Norte a las cinco de la mañana mientras esperábamos al sol. Y recordaré gritar "Mitra, sal" una media de veinte veces. Al final salió y nos bañó a todos con su color, su brillo del oro líquido, sus caricias de fuego. Y con la luna llena enfrente, brillando, convirtiendo este May Dip en un momento perfecto. 
Simplemente perfecto. 

Y eso que he sentido mis pies morir en más de una ocasión, como si se me fueran a caer los dedos o como si los estuvieran atravesando un millón de agujas afiladas. Madre mía, lo que he gritado. Creo que he sacado todo lo que llevaba dentro acumulado y se lo ha llevado el mar, el frío, se lo ha llevado lejos a algún lugar recóndito donde jamás lo encontraré, y nunca volveré a ver todo aquello que me contaminaba este año. Me he sentido bien. Me he sentido feliz, sentada en el borde del espigón contemplando la maravilla del amanecer y no me ha extrañado nada que se venerae al sol en tantas mitologías antiguas, porque es magnífico. 

El sol, el mar, mis amigos y el frío. No he podido tener un mejor May Dip.



Cosas que tienen que ver, me he puesto en 8,600/10,000. Y eso me ha hecho todavía, si cabe, más feliz.