30 de septiembre de 2020

La pluma y la hoja I

Después de un éxito increíble e indiscutible por su intervención, la dama de verde le dedicó a Par unos momentos para contarle cómo se sentía, para compartir la emoción y celebrar juntas. Como cada vez desde que se conocieron. Pero Par sabía que, también como siempre, la dama se marcharía de vuelta a su Bosque y que tardaría un poco en dejarse ver otra vez por aquella fiesta tan concurrida y animada en que se estaba convirtiendo el Salón Azul. 

Par lo sabía, pero le entristecía. Quería entenderlo, y lo intentaba con todas sus fuerzas. Pero no podía evitar echarla de menos cada vez que ella se marchaba, y deseaba poder convencerla de que su papel en aquella fiesta era necesaria como la lluvia en la sequía, tan beneficiosa para el alma como la sabiduría. Y sí, aquella metáfora la había sacado descaradamente de El Libro de los Reyes, su libro favorito. 

Mientras caminaban de vuelta a la linde del Bosque, Par volvió a contarle, una vez más, que cuando la dama de verde se animase del todo y volviese al Salón Azul para quedarse, se rompería el techo. Ella se enterneció.

"No abuses, que estoy emotiva." 

"Te estoy diciendo la verdad", insistió Par. Ella se rio.

"Pero si ya lo sé. Tú no me mientes nunca."

Par apretó los puños mientras la veía marcharse. Había llegado al límite que ella no podía cruzar, a la linde del Bosque. Con el corazón encogido observó las copas de los árboles y tuvo un escalofrío. Ya se había puesto el sol y el viento nocturno recorría la pradera con sus manos frías, desordenando el ambiente que tanto esfuerzo le había costado organizar al día. Vio sus cedros, aquellos árboles que la habían acogido en tantas ocasiones y que allí seguían, para cuando los necesitase. Y vio la silueta de la dama de verde recortada ante esos y otros tantos árboles. 

Dentro de su pecho se encendió un cohete que subió rápidamente por la garganta y explotó en su boca. Par nunca pensaba mucho en lo que decía, no iba a empezar ahora. 

"¡Oye!", le gritó. Ella se dio la vuelta. El viento se hizo más intenso y estuvo a punto de tirarle a Par las gafas al suelo. ¿Olía a tormenta? Junto a Par apareció un quebrantahuesos casi de inmediato y la cubrió con sus alas. Con un gañido, la apremió para que se marchasen. Pero ella tenía que hablar. 

La dama de verde la miraba, esperando. Par cogió aire. 

"Te echo mucho de menos en el Salón Azul", confesó, y ya no pudo parar. "Porque podrías hacerlo muy bien, y nunca te quedas del todo. Entiendo tus circunstancias, por supuesto. Pero..."

Sí, iba a llover. El trueno y el viento rugieron en el cielo. El quebrantahuesos agitó las alas. Sin embargo, la dama de verde no se movió. Aquel era su elemento. A Par se le empañaron los ojos.

"Pero quiero que sepas que yo nunca me voy a cansar de esperarte", siguió gritando. "El día que entres del todo, arrasarás. Ya pasó una vez, volverá a pasar. ¡Y lo sabes!"

Ella sonrió y el rayo iluminó por un segundo sus ojos, también húmedos. Par abrió los brazos.

"¡Yo siempre voy a estar ahí, esperándote!"

"¡Eso es lo más bonito que me has dicho!", le respondió ella, elevando la voz para hacerse oír en la tormenta, que ya arreciaba. Par quiso estrujarla en un abrazo, pero estaban demasiado lejos. No podría ser, no de momento. Pero pronto. 

"¡Es la verdad! ¡Y tú lo sabes!", el quebrantahuesos le dio un golpe en la espalda, porque se estaban empapando. Antes de subir sobre su espalda para marcharse, Par lanzó una última exclamación: "¡Te quiero!"

"¡Y yo a ti, pájara!" respondió la dama de verde. 

Claro que se querían. Llevaban queriéndose muchos años, y muchos más que vendrían. El quebrantahuesos levantó el vuelo y se perdió entre las nubes. Y mientras ascendían y la cara de Par se volvía una mezcla engorrosa de lluvia y lágrimas, soltó una carcajada al escuchar desde el suelo:

"¡Que llegue Navidad ya, por favor!"



¿Qué has venido a buscar, de tan lejos aquí?
Solo puedo ofrecerte una canción para intentar aliviar tu mal humor cuando ya no puedas más. 

29 de septiembre de 2020

Se viene un jaleo

Ahmad sintió que el aire fuera del caravanserai se hacía un poco más cálido y levantó la ceja, extrañado. Lo normal con la llegada de la noche era que la temperatura bajase, no que subiese. Escuchó jaleo al otro lado de los muros y ya iba a abrir la boca para soltar alguna maldición en persa, cuando se dio cuenta de que los camellos, los burros y hasta las moscas parecían estar sonriendo. Las piedrecillas se agitaban y el mobiliario parecía bailar al ritmo de una canción invisible. 

Ahmad agarró con dos manos su vaso de té.

"Pero, en nombre de Ali, ¿qué dem...?"

Su pregunta retórica se interrumpió cuando las puertas al patio del caravanserai se abrieron de golpe e irrumpieron dentro cuatro personas con cara de estar a punto de vivir la aventura más grande de su vida. Dos chicas y dos chicos. Aunque el segundo de los hombres era más una sombra, un espíritu que les acompañaba e iba hojeando las páginas de un libro y jugando con unos dados que llevaba en la mano. El otro era un personaje alto con una lanza. Una de las chicas era diminuta pero con aspecto de haber abusado del café. La otra, Ahmad no tenía ni idea de qué podía ser. 

El caravanserai se agitó entero, como si se hubiese desatado la fiesta más grande de la historia.

Ahmad bajó la vista hasta su libro de presagios y descubrió que se había abierto en la imagen de Dabbat al-Arz, la Bestia de la Tierra. El hombre-lagarto arrugó el hocico. Aquello anunciaba la llegada del Apocalipsis, pero también sentaba las bases del inicio de un viaje. 

El mago sintió que le pesaban los años, y echó una mirada desdeñosa al cielo. Sabía interpretar un presagio, maldita sea. 

Con la mirada todavía fija en los cuatro recién llegados, que brillaban como la mano derecha de Musa ante el Faraón, se quitó las gafas para limpiarlas y exclamó:

"Yo ya estoy viejo para estos jaleos."

28 de septiembre de 2020

Shir-e Khodah

Ahora los libros cuentan mi vida. 
Para la historia fui un perdedor. 
Un pillo sin futuro, un tunante, 
un pobre ladrón.  


Lo que me fascina Ali no es ni medio normal. Si no estuviese tan bañado en ideología y en sangre, escribiría doce novelas sobre él. Sobre su caballo, incluso sobre Buraq, coronándose como el rey de los sacrificios y el más noble de los corazones. Repartiendo hostias como panes de pueblo, también, porque Dios no te da un zulfaqar para que te lo cuelgues al cuello como hago yo, sino para que lo uses. De verdad, que maravillosa es la mitología de la Shía. 

Y qué mar de lágrimas. 

Un día me animo, lo juro. Me animo y me pongo a escribir épica basada en este mundo, que me da tanta vida y me encoge tanto el corazón. Mientras tanto, que Ali siga corriendo por la estepa de mi cabeza. Porque no, allí no hay desierto, y no le hace falta el yelmo. Solo el caballo, la tela verde al cuello a modo de bufanda y los kilómetros y kilómetros bajo el Cielo Azul.

Corre, pequeño león. 
Enséñales qué es eso a lo que llaman libertad. 


Pero luché contra la miseria
de un siglo de oro que se olvidó

que lo que no te mata te hace fuerte y pule el corazón. 

27 de septiembre de 2020

Bibliomancia

Cuántas veces nos hemos dejado engañar, yo la primera, por lo que vemos en las fotografías. Cuántas veces he pensando que me cambiaría por personas que he visto en la pantalla, pensando que tienen todo lo que quiero y no he podido alcanzar. Y basta con que se abra una rendija (una pandemia y unos posts sobre libros mágicos, en este caso) para darse cuenta de que no es verdad. De que aquella gente a la que has envidiado están rotos por dentro a niveles que tú misma no te imaginarías. Entonces miras a tu alrededor, recuerdas los brazos de alguien a quien quieres apretándote fuerte y te prometes a ti misma que nunca, nunca vas a volver a dejar que la envidia se haga tu dueña.

Y te percatas de que, en realidad, no te cambiarías por nadie. 

Hay que tener un par para hacer lo que estamos haciendo nosotras. Me ha tocado ser, a ojos de las demás, la fuerte, la tranquila, la que está rota pero que no deja que se vea, la que siempre tiene un abrazo listo para los demás. 
La que la caga cuando dice lo que piensa, porque es una burra, pero le da igual. 

Yo qué sé qué va a venir. Yo qué sé. 



En mi cabeza escucho a Yaza cantar y me hace sentir muchas cosas al mismo tiempo. Y no sé si me está cantando a mí, a los dos o a ninguno. 

Esta noche voy contigo. ¡Quiero brindar junto a ti!
Que la pócima es sana y te dará fuerzas para seguir mañana.

20 de septiembre de 2020

La directassa

Ayer me quedé hablando cinco horas (y posiblemente varios minutos más) con Morenza y con Ejade, y les quiero abrazar la cabeza. Entre ayer por la tarde-noche y esta mañana he terminado de "amadrinar" a los niños de la Kelasikoteki y también les quiero abrazar la cabeza, porque es que hay que ser muy lindo para ser tan lindo. Ni mi perra se alegra tanto de ver que simplemente asomo la nariz en cualquier parte. Esta mañana el Mudarres se ha colocado en el nombre su nuevo mote persa porque le encanta. Y me ha hecho ilusión. Y le quiero abrazar la cabeza. Anoche arrastré a Bob y a Princesa al inicio de una nueva aventura rolera que sé que les va a encantar. A Bob sabía que lo tenía medio convencido, pero me hizo feliz también haber mandado, casi de una colleja, a Princesa a la reunión de ayer. Y aunque no se pudiese quedar las cinco horas, al menos rompió esa barrera tan absurda de "no querer molestar". Sabía que no se iba a arrepentir de saltársela. 

Hace días que María de las Angustias no me escribe y me da igual. Aguilar ha tardado lo que Aguilar tarda de media, pero dijo que quería verme. Becca vuelve el domingo que viene. Clare me ha estado haciendo de porteadora y Alexa me escribió hace dos noches, llorando, y cuando se calmó un poco me dijo que yo le había salvado la vida. 
No recuerdo haberlo hecho. 

Tengo una maravillosa familia de bacha que crece sin parar, no sé de dónde han salido. Pero me hace feliz. Los directos de las Termópilas fueron exageradamente bien y City of Brass me está encantando, porque Ali es un azizam de la vida. Y sí, también le quiero abrazar la cabeza. Aunque probablemente tuviera que subirme a una silla para hacerlo. 

Todo este montón de cosas es para decir que estoy bien. Sorprendentemente, teniendo en cuenta que hace dos lustros que no toco la tesis, que Yaza me está mirando con cara de no entender este abandono y que llevo dos semanas sin poder salir de casa. Pero estoy bien. Khubam. De verdad. Estoy bien, estoy tranquila y estoy contenta. Y no esperaba estarlo, porque soy una dramas y una agorera. Estoy bien ahora, después de tener un día malísimo e ir a llorarle a la Titi porque me quería morir. Estoy bien ahora, estoy tranquila y estoy contenta. 

Quería reflexionar sobre las sorpresas de mi vida. Ayer, mientras veía cómo mágicamente pasaban las horas, me acordé del pasado. Esa conversación y todos los temas que tocamos (todos, que dio hasta miedo) me recordaron momentos de otros años, cuando mi realidad era bien diferente, cuando aún no hablaba persa. Cuando ni siquiera existía Simurgh en mi vida. Me entró cierta nostalgia de las amistades que murieron en el camino. Me duró poco, en realidad. Porque en corazón y en mi estómago, el del, que le dicen los iraníes, me acordé de Raúl. Me acordé de que, sin esperarlo para nada, Irán me dio un hermano. Y pensé en las otras sorpresas de este año. En la Princesa, en Morenza, en Ejade, en las Niñas Kratos. Y pensé que no sé por qué cojones me quieren tanto, pero el caso es que lo hacen. 
Como con Alexa, no recuerdo haber hecho nada por ellos. No recuerdo haber hecho nada y, sin embargo, ahí están. No solo disfrutan de mi compañía, sino que la buscan. Y apenas me conocen, no conocen esas partes de mí que harían huir al más valiente, pero no les hace falta. 
Ese amor tan sincero me enterneció y me recordó que siempre es momento para continuar sorprendiéndose. Que siempre habrá personas que aparezcan cuando menos las esperamos y nos llenarán de luz, sin pedir nada a cambio. Cuánto se van a quedar, no tengo ni idea. Pero la risa sincera de Ejade con la chorrada de las patatas, el brillo en los ojos de Morenza cuando le dije que quería que fuese mi master, incluso las lágrimas de la Princesa después de haber visto Your Name. Todo eso se me posó en las manos como una pequeña mariposa. Y ahí sigue. 



Qué demonios he hecho para merecer tanto amor, me pregunto en el acantilado de mi mente, mientras el viento del mar me despeina un pelo bastante más abundante del que en realidad tengo. 
Entonces me llevo la taza de té a los labios y simplemente sonrío. 

Porque estoy bien, estoy tranquila y estoy contenta. 



Luego mi cerebro se pone gamberro y me estropea la escena con Los hoyuelos, pero debo reconocer que me hace muchísima gracia y me pongo a cantar. Porque soy idiota. 

¿Cuántos años tienes? ¡No me digas que te has perdido!
Me siento sucio por dentro, pero nunca arrepentido. 

8 de septiembre de 2020

Otra maceta

Ya he vuelto. Y no veas si se han puesto grandes Samba (aunque estaba claro), Striker Eureka y Kakarot. ¿Y ahora qué hago con vosotras, madre? Ya os podéis ajustar a la maceta que tenéis, que como os la cambie, seguís creciendo y me coméis viva. 


Bob decía que no entendía que estuviese triste, si esta era la última vez que me marcharía de casa sola. La verdad es que yo tampoco lo entiendo. Imagino que es cansancio, sumado a una situación de pandemia que aquí en The Bubble nadie parece tomarse en serio y la perspectiva de que, como nos volvamos a encerrar en casa, yo directamente me tiro del espigón. 
Gracias por ese último beso en el aeropuerto y ese abrazo tan fuerte. Me los guardo hasta que vuelva, esa vez que cambiará todo, aunque todavía no me lo crea. 
Me conformaré con sobrevivir esta semana. 


Mañana se me han acabado las excusas para no trabajar y no me emociona especialmente. Buf, qué sueño tengo. 



I heard melodies from angels, so I played them on the run.
Now my heroes asking me where I'm from. 

3 de septiembre de 2020

El año que (casi) nos volvimos locos

 Y yo que me reía del Covid en marzo-abril. Vaya que si me reía, diciendo que iba a ser un catarro de nada. Ay, qué gracia me hago cuando me sigo demostrando, a pesar de los años, que soy estúpida. 


Me acaba de salir en recomendados la banda sonora de Made in Abyss y quiero achacar todos mis problemas mentales del verano al momento en que dejé de ponérmela para trabajar. Eso, por buscar una justificación absurda para todo mi malestar. Acabo de colgarle a Ilse y casi me ha dolido escucharle decir "¿por qué no disfrutas simplemente de estar allí?", pero solo porque tiene razón. Vaya si la tiene. A menos de una semana de marcharme, empiezo a preguntarme por qué demonios me ataca ese sentimiento de culpa tan extraño si no me paso las mañanas pegada a la tesis, aunque no haga nada. 
Me planteo que podría haber hecho más cosas, disfrutado más, organizado mi verano de otra manera y sin escudarme en la frase "es que tengo que trabajar", parcialmente vacía. Como si no pudiese llevarme el trabajo en la mochila a donde me diese la gana. Lo he hecho por todo lo largo y ancho del mundo, ¿cuál era el problema esta vez?

El problema, mis queridos Avani y al-Ahmar, es que quería quedarme donde estaba. Quería vivir en mi burbuja imperecedera y simplemente esperar a que pasase el verano porque, además de que no me gusta, se me hace una época muy confusa de mi vida. Y he tomado decisiones malas y he metido mucho la pata. Pero al menos he acompañado a Bob en muchas mañanas de trabajo, y al fin y al cabo eso tampoco está mal. 

Vaya verano, madre del verbo divino. Satanás en traje de luces. Los siete demonios del miedo vestidos de flamenca. Una tortuga en bici. ¿Qué? ¿Y yo qué cojones sé ya?



(Ah) Mi cabeza... dios mío, mi cabeza.
(Av) Voy a hacer té.
(Ah) Llevas haciendo té todo el verano.
(Av) Y pienso seguir durante todo el invierno. ¡Ay, que nos pille confesados!

1 de septiembre de 2020

"Eso era una prueba"

Un día ya no nos iremos más. Eso me dices cada vez que nos toca despedirnos, eso te digo cada vez que me toca hacer la maleta (odio hacer la maleta) y subirme a un avión. Lo que te he dicho esta tarde es verdad, no hubiese cambiado un trabajo fijo y un sueldo por ti. Al fin y al cabo, esta es la aventura que elegimos hace diez años. No es la mejor, no es la más fácil, pero es la nuestra. No sé hasta qué punto esto no es un placebo, un bálsamo para curar mis propias heridas y para mantener viva la esperanza de que habrá un futuro mejor, un futuro juntos. No nos vamos a rendir ahora, ¿verdad? No después de tanto tiempo. No después de tanta lucha. 

Te quiero. Te quiero muchísimo. Te quiero como el fuego al viento. Te quiero como el Fuego Sagrado que es Atar quiere al Nombre del Viento.