21 de febrero de 2015

Número nueve

Pero en Suiza se puede seguir viendo Black Sails, ¿verdad?
Ha sido todo tan bueno y ha pasado tan deprisa (realmente, aún está por pasar) que temo despertar en cualquier momento del sueño en el que parezco haberme sumido. De repente se me ha aparecido al-Ándalus en el camino, casi de un manotazo me ha quitado las tazas de café de las manos, me ha cogido fuerte por las muñecas y me ha dicho "tú te vienes conmigo; he venido a llevarte de vuelta a donde perteneces". Y es que, por más que me guste oler a café y a desayuno, mi verdadero destino se desdibuja detrás de unas montañas nevadas. Si son las de Sierra Nevada o las de los Alpes, de eso ya no estoy segura. Lo que sí sé es que no puedo sino despertarme cada día diciendo "gracias" por la oportunidad que se me ha brindado. Por que ellos cuentan conmigo, porque han venido a buscarme y esperan que haga un buen trabajo.
Lo intentaré. Lo daré todo, y mucho más que eso. Conseguiré que no se arrepientan de haberme acogido en el proyecto.

Aunque, claro, al-Ándalus ha aparecido con el correspondiente cabreo de Persia.
Está claro que mi vida va a ser una constante pelea entre al-Ahmar y Avani. 

18 de febrero de 2015

Avocado

Las disparatadas e increíbles aventuras de Aro de Plata en la cocina.

15 de febrero de 2015

El rey de los elefantes

Y yo llamé y nadie acudió.
Y sentía tal temor en mi soledad interior, que corriendo me escondí.
Lo cierto es que ahora tú estás aquí. Un buen amigo tendré en ti.

Al que esperaba eres tú, ayúdame. 
Por suerte, ahora ya lo sé.

Con tormenta y con lluvia. En el monte o en el llano.
Fuerte me siento junto a ti, tú me ayudas a seguir.

Tú me guías, yo te sigo.
No me escondo nunca más.
Y somos más que tú y yo. 
Lo mejor que hay en los dos.

Sí. Lo mejor que hay en los dos. 



Cuántas noches se nos fueron con Babar.

13 de febrero de 2015

Te tengo

Había rezado por este momento durante años. Años pidiendo el hermano que, de repente, tengo. El hermano que siempre quise tener. El que añoré.
Este blog es testigo de todas las veces que dije que te odiaba, que te rechacé, que lloré por tu culpa. No voy a negar esos sentimientos, porque los tuve, y muy intensamente. Pero todo fue fruto de mi más frustrada incomprensión. No lo entendía. Como tú me dijiste anoche, tampoco entendías nada. Nada de lo que pasaba alrededor. Yo te perdí, y mi corazón se estaba volviendo loco. Loco de dolor, empezó a rasgarse a sí mismo. 

Sharlak, Mordrek, Sam... todos se estaban perdiendo en el bosque. Queco Toldren tenía que enfrentarse a su gesta más peligrosa, la espesura. Una espesura de la que pocos salen. Porque, mi vida, no todos son capaces de atravesar el bosque. La oscuridad se los traga, los devora, los marchita, los pierde. Y tú saliste. Te costó, te costó mucho tiempo, pero saliste. Y la luz volvió a bañar tu rostro lleno de arañazos. Porque siempre, siempre estuviste destinado a ser un caballero. Eres un caballero. Y ahora estás preparado para la siguiente etapa de tu vida.

Te recuperé. Te tengo otra vez. Y sanadas las heridas de la locura, mi corazón te abre los brazos otra vez, te abraza con la fuerza de una tempestad, te llora, esta vez de felicidad, porque volvemos a ser lo que alguna vez fuimos. Porque el amor, nuestro amor, ha sabido mantenernos a salvo de la oscuridad. 
No eres únicamente tú el que ha cambiado. Yo también tenía mucho, mucho que aprender. Mucho que mejorar. De pronto me he convertido en la hermana pilar, en una de las claves de tu vida, como siempre quise ser. De pronto, todo está en su sitio. 

Vendrá la oscuridad, pero la venceremos con nuestra luz.
Y el viento nos despeinará desde lo alto de la Torre de las Lápidas, porque brillamos mucho más que la armadura de placas doradas de Lord Drakill.

Te quiero, siempre te he querido. 
Más que a nadie en el mundo. 

12 de febrero de 2015

Different Heaven & EH!DE - My Heart [NCS Release]

De mi aventura en Albión, me he dado cuenta, no he escrito demasiado. Quizá cuando vuelva a al-Ándalus y me siente delante del ordenador como nuevo modo de vida, encontraré el tiempo para procesar las sensaciones y los recuerdos. Y quizá me atreva a escribir. 

De lo que viví en Albión, de lo que estoy viviendo ahora, no tengo sino sensaciones contradictorias. No estoy segura de haber hecho lo que pude, no estoy segura de haber hecho lo mejor. Pero si algo me noto es que he crecido, y que estar sola me sigue importando, aunque no en el mismo modo que antes. Antes temía el abandono y el rechazo de la soledad. Ahora lo que lamento es no tener a mi gente cerca. Pero por lo demás, me va bien. Me fue bien. He aprendido lo que es levantarse a las cinco y acostarse de madrugada por estar trabajando, solo trabajando. Nada más. He aprendido a hacer malabares con el sueldo y a priorizar en el supermercado, a gestionar mis propias facturas y a darme cuenta de que puedo vivir estando meses sin comprarme una camisa nueva, pero no meses sin comprarme otro libro. Mis libros serán siempre mis mejores compañeros, y de Albión me llevo algunos ejemplares que, oh, si hablasen. 

Cuando tenga el valor, quizá escribiré que nunca tuve amigos constantes, y que empecé a tenerlos cuando me di cuenta de que me marchaba. Nunca escribiré sobre un vals de madrugada, junto a un parque cerrado, ni sobre un beso que no pudo ser, ni sobre unas manos entrelazadas a las mías y apretando mis dedos fuerte, muy fuerte. Esos son momentos que conservo para mí. Cuando encuentre el valor, tal vez escriba sobre no saber exactamente a dónde tenía que ir, ni por qué. Sobre la última vez que casi le supliqué a alguien que me quisiera. Escribiré sobre la persona que más me faltó, la persona sin la que esta aventura jamás estuvo completa. Escribiré que le tengo miedo a que esa persona no sea lo que llevo tantos años creyendo que fue. 
Escribiré sobre Hollywood Undead y que me rompí la garganta cantando en su concierto. Escribiré que fue la niña obsesionada con Treasure Island y que todo mi alrededor lo sabía. Escribiré que escuché My Heart durante tres días, sin parar, y que nunca me aburrí de la canción. 
Gracias a Albión, Simurgh y sus plumas pudieron volar más alto. Gracias a Albión, aprendí a tener la boca cerrada para evitar un desastre, pero a cagarme en la madre de todo por la espalda, para despresurizar mi cerebro. Dormí como nunca recordaré haber dormido, en Albión. Tuve fiebre, en Albión. Y tuve frío en los pies muchas noches.

Pero por encima de todo, Albión me enseñó a relativizar. A que no es para tanto decir que vives aquí o allá, que todo depende de cómo vivas. Viví en Londres, y qué. No significó nada especial. Para mí Londres se ha transformado en una pequeña cafetería donde todas las chicas y el único chico van vestidos de negro. Donde a las seis de la mañana llegan cajas de naranjas, de bollería, de leche, de zumo. Donde a las ocho de la tarde puedes llevarte a casa lo que sobre, porque nadie se lo va a comer. Albión para mí es aprender cómo se hacen diferentes cafés, el olor de las naranjas y las mangas siempre llenas de comida. Aguacate, odio el aguacate, pero Albión es aguacate y salmón ahumado. Una caja y muchos bolígrafos Bic negros esparcidos por el mostrador. Es la locura del fin de semana y el aburrimiento de cerrar un lunes a las siete. Es hacer caja, es llamar para encargar más pollo, es recogerte el pelo cinco días por semana porque trabajas en hostelería. 
Albión se llama Pimlico Fresh, y mi corazón siempre vivirá tras esa cristalera, que en Navidad estaba decorada con galletas en forma de estrella. Londres es ahora una cafetería, y el British Museum. Y una tarjeta de autobús con la que recorrer las mismas calles de siempre.

Todo se ha transformado, pero no es para tanto.
Quizá algún día lo escriba. 


4 de febrero de 2015

Amigos como los míos os deseo

Creo que Sabina ha dicho pocas frases así de profundas. Al menos, para mí. Pero es cierto, amigos como los míos le deseo a todo el mundo. Amigos con los que reunirse después de cuatro meses y que, sorpresa, nada parezca haber cambiado. Que no parezca que ya no vives en el mismo país, como si esa reunión se repitiese una vez por semana. Porque el amor, la tranquilidad y la energía que ellos desprenden es, como digo, la de siempre. La misma.
"Estamos empezando a ser para siempre", dijimos en una ocasión. Es un pensamiento tan bello que lo repito varias veces en mi cabeza.

Pero como soy muy de este mundo para lo que quiero, y la verdad es que no, no los veo tan a menudo como me gustaría, he aquí mi confesión: y es que después de pasar con ellos la tarde bebiendo té de cactus y riéndome como en mi vida, cuando me subí al autobús y tuve que despedirme, cuando se cerraron las puertas, me escondí en los brazos de quien estaba conmigo y me puse a llorar.