Cuando me quiera dar cuenta, estaré matriculada en el último curso de la carrera, si Dios quiere aprendiendo inglés y a cargo de unos cuantos niños, y con un segundo aniversario a las espaldas. Septiembre va a ser un mes efímero, débil y muy veloz.
Se va la luz.
Se va la gata.
Se casan dos parejas y mi sensibilización respecto al tema crece; me preocupa.
Alguien ha puesto a cocinar un embrión al que yo no voy a conocer hasta que se gradúe.
Volverán las personas que, como yo, se marcharon a descubrir otros mundos, y parecerá que nada se ha movido.
Septiembre no va a existir, prácticamente.
Razón de más para hacer que cada día cuente.
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