La gata escribe sobre una isla y me doy cuenta que, mientras leo, mi propia cabeza acelerada ha encontrado la mía. Que, por tener, tiene hasta nombre. Mi isla se dice Iri no Bajesi en el idioma antiguo y se dice Isla de las Ovejas en la lengua común. Y es mi isla persona, intransferible. Porque cada vez que imagino a cualquiera de esos tres "yos" (por seguir parafraseando a la gata italiana de tinta), los imagino al borde de un acantilado, viendo amanecer. O atardecer. Eterno el color naranja del cielo, rojo de al-shafaq.
A ellos, y a cualquier otro personaje que me ronda la cabeza. Siempre, un acantilado y el mar. Así que mi isla, la isla soñada que le decía Oredón, también existe. Ha sido gratificante encontrarme otro punto en común con esa callejera peluda.
No es la única que va a volar lejos de aquí. La luz ya se ha ido. Pero hoy he llegado a la conclusión de que nada puede llevarnos lejos. No en este mundo.
Siempre estaremos conectadas en el archipiélago que formamos. Porque, al final, ninguna isla está demasiado lejos de cualquier otro pedazo de tierra.
Vamos a echarte de menos, gata.
No hace falta el melodrama para decirte lo mucho que te queremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario