5 de septiembre de 2012

Café de Rodrigombia

Ayer, fue el gran día. Por fin, una fiesta como Dios manda. Con disfraces, comida para parar una caravana de camellos, música y alcohol de dudosa calidad, con globos y pancartas, con regalos y con pajitas de "party". En general, todo era "party".
Te hicimos la fiesta, y aunque fue una de las noches más increíbles de mi vida, te festejamos una despedida. La luz se va donde todo está al revés, donde paseas con bikini en Navidad y te pelas de frío a primeros de agosto, donde el dulce de leche es cosa común y la gente habla con un dulce acento latino. Te marchas, por fin. Después de cuatro años. Igual sabía que llegaría este momento, pero la cabeza hizo lo posible para poder retrasarlo, alargarlo. Siempre queremos más, un poco más, y contigo siempre será constante. Siempre querremos más.

Ahora me vienen a la cabeza todos los momentos que pude haber pasado contigo, y que no pasé. Lo que te hubiera dicho, lo que nos hubiéramos reído, lo que hubiéramos llorado. Es inevitable. Aunque todo cuanto hemos pasado cuenta. Todos los minutos. Todos los viajes y todas las aventuras en solitario y acompañadas.
Antorchas Morenas Suelen Tener Esqueletos Lúdicos.
Me acuerdo de cenar, muertas de frío, en el suelo de la estación. Me acuerdo de divagar tumbadas en una cama en San Sebastián, y de bailar pegadas en Akuarela, de dar aplausos fuertes y de fugarnos de una habitación donde dos hombres roncaban como morsas. Hemos hecho miles de cosas, millones. Me acuerdo de comer argamasa amarilla y de recordar vídeos de Les Luthiers porque somos las únicas que los conocen. Me acuerdo de entrevistar a grafiteros por la calle, de comer churros y beber cerveza, de comer helado de chocolate con cookies que siempre, siempre, siempre sabrá, irremediablemente, a ti; será tu sabor. Si me pongo a escribir, no termino.

No quiero que suene a despedida, porque me niego a despedirme. Es un "hasta pronto", un "ya nos veremos", un "que te vaya bonito". Seguiré viéndote, como pueda y como me permitan las circunstancias. Mantener nuestro vínculo es cosa de dos, y te prometo que lucharé por nosotras. Valemos tanto la pena como cualquier catálogo de Mac o de Astor, créeme. 
Tampoco tengo derecho a ponerme triste, porque lo que pasa a partir de ahora no es para nada triste. Si todo sale bien, podrías trabajar como periodista de moda y eso es algo que siempre has querido. Además, estarás con quienes más quieres (aunque una diminuta parte te la dejes aquí, en tierra de moros y cristianos), y serás feliz. Me vas a procurar casa al otro lado del mundo. Iré a verte, lo prometo. Afortunadamente tengo los medios, e iré a verte. Suelo dejarme caer por aquellos parajes cada dos veranos, ¿por qué no tomar un avión que me lleve unos kilómetros más hacia abajo? Quiero verte, verte en tu mundo y confirmar que, a partir de ahora, todo lo que pase es bueno. 

Siempre podrás arroparte con nosotros si tienes frío. Porque tienes cosido a esa manta nuestro calor. Te queremos. Te quiero, mucho.
Te quiero mucho, a vos. 
Y gracias por entenderme desde el primer momento y quererme como sólo tú podías hacerlo. Eres una de las personas que más me ha dado sin pedir nada a cambio, que siempre ha estado ahí y que nunca ha protestado. Eres una de mis recompensas más bellas en la vida, eres mi corazón latino (y el de David Bisbal), y tuve la suerte de compartir contigo cuatro años, dos novios gilipollas y muchísimas más aventuras. 
No voy a olvidarte nunca, y voy a quererte siempre. Te lo prometo.





Tenemos un buen café, aromático y sabroso. 
¡Café de Rodrigombia!





Allí nos veremos.
Espérame en Rodrigombia.
Te quiero, Lucía.
Buen viaje.

1 comentario:

  1. Gracias, preciosa!!! nos volveremos a ver! No te puedo negar que me emocionó todo esto, los recuerdos y además que alguien diga cosas tan lindas de mí. Te espero en Montevideo!! Te quiero!!!

    PD: un despropósito nombrar a Bisbal en algo así

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