Hay una norma que dice que en cuanto te marchas de un sitio donde nunca ocurre nada, empiezan a pasar las cosas interesantes. Siempre me la he creído y siempre la defenderé. Casi parece que lo hagan a propósito.
Lo de exponerse es algo que se mejora con la edad. En mi caso, creo que se ha mejorado. De las muchas cosas que impactan contra mi peto de cuero, pocas se quedan clavadas y muy pocas consiguen perforarlo. Siempre se me escaparán jirones, porque de tanto impacto el cuero se rasga, pero mientras yo lo pueda controlar, no me preocupa.
Lo que me preocupa son las heridas que tengo dentro y que no terminan de curarse. O que se abren de repente. Al diablo con las metáforas, las personas cada día me decepcionan más y más. Su egoísmo crece y lo triste es que el mío crece al mismo tiempo. Que cada minuto que me paso esperando que hagan algo por mí es un minuto que nunca emplearé en hacer algo por ellos. Me decepciona, me cansa. No me provoca ninguna sensación y eso hace que no invierta tiempo en ellos. Que me agote. Que deje de pensar en detalles o favores porque, al fin y al cabo, ellos tampoco van a pararse a pensar en mí.
Es un proceso realmente asqueroso, pero qué voy a hacerle. Una se cansa de dar, y dar, y dar sin recibir, hasta que manda eso del cristianismo a la porra y se vuelve una más. Una más, egoísta. Me parto de risa cuando escucho a algunos decir "pues a partir de ahora voy a mirar mi propio ombligo", y que suene a amenaza. Estoy pensando en casos concretos. Tampoco es que se haya partido la espalda con otra persona.
Desde luego, 2012 está significando el cambio de una etapa, de una era, y los mayas tenían razón. Estoy aprendiendo mucho a base de muchas tortas. Luego alguna que otra persona, de la que aún no estoy segura de poder fiarme, me pregunta por qué ese rechazo, ese odio, esa negación a que otras personas se acerquen a mí.
Me cansan, me queman, me agotan. Tengo un tanque que me administra la energía suficiente para enfrentarme a las personas que yo no elegí en mi vida, y en estos últimos días se ha quedado temblando. Necesito aislamiento para recargarlo. Es gracioso porque me imagino esa energía líquida, tirando a espesa, y de color morado.
Echo de menos a una persona marroquí que hacía los días muy diferentes. Y echo de menos perderme por la Alhambra cuando no tengo nada que hacer. Pero el hoy es el hoy, y mi futuro inmediato son papeles con una información que quisiera no tener, pero necesito.
"Tuve un sueño en el que todo el mundo me miraba. Me desperté y no había nadie allí; no había nadie allí. Eh."
Me siento profundamente decepcionada con personas profundamente concretas. Alucinada me hallo. De verdad. Y no es porque algunos no me felicitaran el cumpleaños, se les pasara por alto o se pusieran a hablar de comprar regalos a otros y darles sorpresas en mis mismas narices. Eso me inyecta mala leche, poco más. Se me dibuja una sonrisa de carbón cuando pienso en el tiempo que invertí yo en hacer sus días medianamente especiales. No seguiré por ahí, que me enquisto.
Decía que alucinada me hallo. Es cuestión de actitudes, lo del aniversario fue otra piedra más al empedrado maravilloso del Infierno. Estoy, vulgarmente hablando, "flipando" con la gente. No con la gente a la que critico o con la gente que no me preocupa nada más. No con las personas con las que hablo por pura cortesía o por educación. No. Estoy decepcionada con personas que conozco, que conozco bien, y para las que se supone que soy una persona importante.
Que ya está bien, que si nos ponemos a mirarnos nuestros ombligos, yo también arrastro un carromato de problemas y no voy esparciendo mierda por el camino. Que los amigos estamos para escuchar y basuras varias, pero no abuséis, carajo. No constantemente. Que si te cuento un problema no es para que tú me respondas con el tuyo, que esto no es una competición de "a ver quién está más jodido", que lo cuento para que me escuches. Que contigo no tengo ningún contrato de cariño y no estoy obligada a quererte, ni a preocuparme por tí, que lo hago porque me da la gana. Que el hecho de que nos hayamos dicho lo importantes que somos no es una firma para que, a partir de ahí, no tengas que hacer nada para mantenerme, pero yo tenga que estar seguidamente intentando cuidarte.
Pues no. Viva el egocentrismo. A mí me parieron gilipollas, pero que muy gilipollas. Y con la sonrisa, pues eso, de carbón. De carbón y brasas. ¿Qué pasa cuando aprietas una brasa en la mano? Así siento las comisuras de los labios cuando le tengo que poner una cara agradable a personas para las que se supone que soy "especial" o "importante" y luego se queda en cuatro palabras baratas y bonitas, pero oiga, que bien quedan. Estéticamente son un primor. Pero es mierda con baño de oro.
Con el tiempo, se desconcha. Y se ve lo que hay debajo.
I won't let days hurt you, I won't let them break you.
Me preguntabas, princesa, por qué no me acercaba a donde estabais los demás. Es que no quiero llevarme más decepciones. Ni de ti puedo fiarme, y no te lo escondí cuando preguntaste. Pero temo haberme encariñado parcialmente, y querer acercarme. Al final, te morderé la mano. O tú me golpearás. Y de mi pecho saldrá un profundo suspiro.
Porque este año ya he tenido bastante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario