Ah, no. Que es al revés.
Ayer me hablabas de un cielo azul, muy azul. Eso sí que es verdad.
No me gusta nada, en absoluto, que me interrumpan cuando hablo. Supongo que es algo que no le gusta a nadie. Igual que no me gusta nada quedarme hablando como a la pared, porque empiezo y empiezan al mismo tiempo otras conversaciones.
Acabo de recordar que suelo escribir "conservación" en lugar de "conversación". Errores tipográficos con sabor a sonrisa. A saber las barbaridades/idioteces que habré dejado por ahí.
Tengo reflexiones interesantes en lugares poco habituales, y ahí lo voy a dejar. Reflexioné acerca del futuro que me espera (o el que no), y llegué a la conclusión de que conozco a una persona con la vida modélica, la vida cómoda y la que cualquiera, incluso yo, querría. Tiene un marido de envidia y tres hijos, una casa preciosa, tiempo para su familia y un estilismo estupendo, un tipo monísimo y una vida social activa. Sin embargo, también llegué a la conclusión de que, aunque deseable, no es la vida que yo querría.
No, porque no sé estarme quieta en ninguna parte. Eso me llevó a reflexionar sobre el año siguiente; en concreto, en el septiembre del post-apocalíptico (como el último garabato de SR, maldita preciosa que siempre me queda horrible en las fichas) 2013. ¿Qué voy a hacer? No tengo ni idea. No tengo ni idea de qué pasará con el proyecto que empecé este octubre, de pañuelos rojos y negros y pequeños vestidos de amarillo. En la última reunión de Kraal se habló del futuro, de la permanencia, y a mí se me hizo un nudo en el estómago. Permanencia, como si pudiera prometérselo. Entonces, por un momento, me entraron ganas de echar raíces y de quedarme con esos niños por mucho tiempo, convertirme en una parte importante de su vida como a mí me quedaron los recuerdos de mi kraal. Ser permanente, en lugar de saltar de árbol en árbol.
Pero, claro, ¿cómo lo hago? ¿Cómo les prometo permanencia, si no quiero quedarme en esta ciudad? Me acongoja ese pensamiento, y por eso intento evadirlo y centrarme en el próximo enero. Soy muy cobarde, pero qué le voy a hacer.
Por otro lado, reflexioné sobre cierto portal fotográfico y sobre algo que leí por ahí. "La vida no es vivir experiencias interesantes, sino hacer que cualquier chorrada parezca increíble en Facebook". Maldita verdad del siglo XXI, qué demonios nos pasará con eso de querer enseñarle nuestra vida a todo el mundo. Con tal o cual red social. Envidio a la gente que pasa sin ellas, porque ya en una ocasión me declaré adicta al cara-libro y no lo voy a desmentir. Ahí sigo.
Sin embargo, sigue sin gustarme que todos y cada uno de los pasos que da una persona tenga que ser plasmado en un portal público. Nos encanta contar nuestra vida, y por eso los vloggers son famosos y Twitter tiene tanto éxito. Pero hasta las cosas más íntimas; he visto discusiones con el puñetero pajarito azul entre parejas, he visto también tweets cada dos, tres y cuatro minutos de la misma persona, he visto un torrente de fotos de parejas cada vez que salen a comprar el pan.
Lo más divertido son esas preciosas indirectas tan directas, o esas ofensas o esos mundos rotos en muros de Facebook, en tweets que todo el mundo lee, y que luego se niegan y se alude a que "no pasa nada". Me río de todo eso, me parto de risa. Me río de contarle tu vida a un mundo virtual, y me río de que nuestras existencias estén tan pobres que no tengamos otra cosa que hacer que bucear por las existencias de otras personas, malditos cotillas, y así sucesivamente. Un ouróboros virtual. Me compadezco de que los confesores de esas personas estén en una pantalla, y no en una llamada de teléfono.
De todas maneras, me confieso pecadora, que yo también lo hago. Intento que sea todo lo menos personal posible, y por eso no tengo escrito en ninguna parte dónde vivo, con quién salgo, dónde estudié o qué día es mi cumpleaños.
Esa es otra. Mi cumpleaños. ¿Tendré valor para escribir lo que realmente pienso de mis 22 años, del 24 de noviembre de 2012? Necesito algo más de prosa, porque no estoy segura del todo.
Acabo de recordar que suelo escribir "conservación" en lugar de "conversación". Errores tipográficos con sabor a sonrisa. A saber las barbaridades/idioteces que habré dejado por ahí.
Tengo reflexiones interesantes en lugares poco habituales, y ahí lo voy a dejar. Reflexioné acerca del futuro que me espera (o el que no), y llegué a la conclusión de que conozco a una persona con la vida modélica, la vida cómoda y la que cualquiera, incluso yo, querría. Tiene un marido de envidia y tres hijos, una casa preciosa, tiempo para su familia y un estilismo estupendo, un tipo monísimo y una vida social activa. Sin embargo, también llegué a la conclusión de que, aunque deseable, no es la vida que yo querría.
No, porque no sé estarme quieta en ninguna parte. Eso me llevó a reflexionar sobre el año siguiente; en concreto, en el septiembre del post-apocalíptico (como el último garabato de SR, maldita preciosa que siempre me queda horrible en las fichas) 2013. ¿Qué voy a hacer? No tengo ni idea. No tengo ni idea de qué pasará con el proyecto que empecé este octubre, de pañuelos rojos y negros y pequeños vestidos de amarillo. En la última reunión de Kraal se habló del futuro, de la permanencia, y a mí se me hizo un nudo en el estómago. Permanencia, como si pudiera prometérselo. Entonces, por un momento, me entraron ganas de echar raíces y de quedarme con esos niños por mucho tiempo, convertirme en una parte importante de su vida como a mí me quedaron los recuerdos de mi kraal. Ser permanente, en lugar de saltar de árbol en árbol.
Pero, claro, ¿cómo lo hago? ¿Cómo les prometo permanencia, si no quiero quedarme en esta ciudad? Me acongoja ese pensamiento, y por eso intento evadirlo y centrarme en el próximo enero. Soy muy cobarde, pero qué le voy a hacer.
Por otro lado, reflexioné sobre cierto portal fotográfico y sobre algo que leí por ahí. "La vida no es vivir experiencias interesantes, sino hacer que cualquier chorrada parezca increíble en Facebook". Maldita verdad del siglo XXI, qué demonios nos pasará con eso de querer enseñarle nuestra vida a todo el mundo. Con tal o cual red social. Envidio a la gente que pasa sin ellas, porque ya en una ocasión me declaré adicta al cara-libro y no lo voy a desmentir. Ahí sigo.
Sin embargo, sigue sin gustarme que todos y cada uno de los pasos que da una persona tenga que ser plasmado en un portal público. Nos encanta contar nuestra vida, y por eso los vloggers son famosos y Twitter tiene tanto éxito. Pero hasta las cosas más íntimas; he visto discusiones con el puñetero pajarito azul entre parejas, he visto también tweets cada dos, tres y cuatro minutos de la misma persona, he visto un torrente de fotos de parejas cada vez que salen a comprar el pan.
Lo más divertido son esas preciosas indirectas tan directas, o esas ofensas o esos mundos rotos en muros de Facebook, en tweets que todo el mundo lee, y que luego se niegan y se alude a que "no pasa nada". Me río de todo eso, me parto de risa. Me río de contarle tu vida a un mundo virtual, y me río de que nuestras existencias estén tan pobres que no tengamos otra cosa que hacer que bucear por las existencias de otras personas, malditos cotillas, y así sucesivamente. Un ouróboros virtual. Me compadezco de que los confesores de esas personas estén en una pantalla, y no en una llamada de teléfono.
De todas maneras, me confieso pecadora, que yo también lo hago. Intento que sea todo lo menos personal posible, y por eso no tengo escrito en ninguna parte dónde vivo, con quién salgo, dónde estudié o qué día es mi cumpleaños.
Esa es otra. Mi cumpleaños. ¿Tendré valor para escribir lo que realmente pienso de mis 22 años, del 24 de noviembre de 2012? Necesito algo más de prosa, porque no estoy segura del todo.
He reflexionado bastante sobre un nuevo concepto para mí, los ear worms, y una nueva canción. Una canción que era famosísima y yo no sabía ni que existía. Así de feliz vivo. Una canción con la que me identifico hasta tal punto que me da miedo. No puedo dejar de escucharla, al menos, una vez al día. Igual hago hasta un "momento revelación" con ella. Quién sabe.
El caso es que reflexioné sobre lo que realmente quería decir. Limones. ¿Limones por qué? ¿Será por aquel refrán inglés que dice que, si la vida te da limones, hagas limonada? ¿O por lo ácido de su sabor? ¿O por lo amarillo de su piel, que es como el sol? ¿O porque le espantan las moscas a los refrescos? ¿O porque disimulan el olor del pescado que no es fresco?
Ni idea. Ya lo pensaré.
De todas formas, yo sí me quiero sentar en el árbol. Al menos, un rato.
Turning, turning, turning, turning, turning around.
And all that I can see it's just another lemon tree.
Say 'hi' to the ear worm.
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