Es como providencial. Justo esto es lo que quería decirle a este año 2012, que se ha hartado de dispararme en las rodillas. A mí, y a los que me rodean.
Espero que estés contento y que no te repitas. Porque aunque has tenido momentos bellos, únicos y maravillosos, hoy sólo me pesan las balas y las cicatrices que me has dejado. Que aún me duelen.
No son fechas para estas cosas.
Cada vez que hablas, disparas. Cada vez que apuntas, no fallas.
Tus balas resuenan, agudas, mientras desgarran todos los rincones de nuestro amor.
Rompiéndolo todo sin compasión.
Pero un día disparé, y no dejé ninguna bala suelta; todas fueron a parar a ti.
Tu corazón saltó, volando por los aires, despidiendo el poco amor que te quedó.
Yo me dejé llevar. Fue un simple bang-bang.
Qué trágico final.
Han muerto las palabras, ya no te quedan más balas.
No hay banderas a media asta. Tus objetos se subastan.
Todos quieren recordar. Sin embargo, yo he empezado a olvidar.
Que un día disparé, y no dejé ninguna bala suelta; todas fueron a parar a ti.
Tu corazón saltó, volando por los aires, despidiendo el poco amor que te quedó.
Yo me dejé llevar. Fue un simple bang-bang.
Qué trágico final.
Han muerto las palabras, ya no te quedan más balas.
Qué trágico final el nuestro. Tanto amor y tanto miedo.
Palabras que se van tan lejos, y envenenan el universo. Y no podré, no podré escapar a este dolor. Y no podremos escapar.
Un día disparé, y no dejé ninguna bala suelta; todas fueron a parar a ti.
Tu corazón saltó, volando por los aires, despidiendo el poco amor que te quedó.
Yo me dejé llevar. Fue un simple bang-bang.
Qué trágico final.
Han muerto las palabras, ya no te quedan más balas.
Cosas que tienen que ver, y otras leyendas urbanas.
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