El cráneo lo tengo más duro que las piedras, y es complicado hacerme cambiar de opinión. Aunque bien es cierto que "sólo cambia de opinión el que la tiene". Ahora mismo me encuentro en una encrucijada desde la que veo cosas que suceden a mi alrededor. Parte de mí se arrepiente de no echar a caminar hacia ellas, porque quiere ser parte y quiere que la quieran. Pero la otra parte, que me conoce un poco, tira de la correa que me puse al cuello y me dice que, mejor, me esté quietecita.
Las personas estamos perdiendo la esencia de amar que, desde mi punto de vista, nos nutría el alma desde el principio. Eso lo vi claramente en el hospital, y me lo explicó una persona que ha pasado mucho tiempo entre sus paredes. La gente que acude allí muchas veces pide una atención inmediata y exclusiva para cosas que, al final, no son para tanto. Y la gente que las atiende, asqueada de los "no es para tanto", ni se toma las cosas en serio ni les dedica más tiempo del estrictamente necesario. ¿Y si eso cambiara? El que acude debería comprender que quien está prestándole servicio es también una persona, con una vida, con unas circunstancias, y que no para de lidiar con problemas ajenos, más o menos duros; el que acude debería comprender que eso llega a agotar. Por otro lado, el que atiende tendría que ser capaz de empatizar con el paciente y reflexionar que, aunque el problema no sea grave, es muy importante para él en esos momentos; que lo que se espera de él es su parte más humana.
Esa parte se encuentra ausente, ya no la tenemos. Desgraciadamente me incluyo, porque en mi apenas queda voluntad de acercamiento para las personas. Yo tengo mis propios problemas y me apaño; no necesito más.
Sin embargo, agradezco a la vida que me recuerde (también a tortazos, que una es dura de mollera) que las personas que me rodean tienen un universo tan complejo como el mío. Tienen los mismos miedos, las mismas dudas, los mismos dolores, las mismas pasiones. ¿Quién soy yo para cabrearme y señalar con el dedo, para decir que lo tuyo no es importante pero lo mío, por ser mío, sí lo es?
Me hace falta una inyección de humanidad y avergonzada me siento. Es como si el tiempo que pasé entre mayas no me hubiera enseñado nada. Como si el pañuelo bícromo que me pongo en el cuello fuese la mayor mentira jamás contada. ¿Qué ha pasado conmigo? Tengo que recuperarme. Porque hubo un día, hace años, en que prometí unirme a ese grupo de personas, bajo la misma flor, para conseguir que el mundo fuera un sitio mejor. Porque, aunque sea amor propio, recuerdo momentos en que la gente acudía a mí porque se sentía bien bajo mis alas.
Perdí mi oportunidad y ahora me arrepiento. Es culpa mía. Asumo la responsabilidad.
Pero la recuperaré. Me redimiré. Porque quiero que mis cachorros y mis compañeros lobos estén orgullosos de mí, y vuelvan a contar conmigo.
No ha sido un año fácil.
Menos mal que hoy, en este preciso instante, me he dado cuenta de que he estado a punto de ser tragada por una espiral rancia y podrida, que iba a terminar por pudrirme a mí también. Nada de eso. Soy un dragón. A volar.
You've been a good, good girl, golden beast.
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