21 de diciembre de 2012

Auqui

Siendo los miles que somos, tú me propusiste a mí. Tú, contra quien no tengo nada personalmente, pero con una técnica docente que me parece discutible. Tú, que siempre buscas provocarme, buscas mi intervención y me felicitas por cosas que creo que no merezco. Pues tú, simplemente, me propones como cabeza de expedición, me señalas como la persona indicada para hacer este trabajo mejor que nadie. Me abalas y me respaldas. Me muestras todas las ventajas y, diplomáticamente, comentas que no debo sentirme presionada, que no he de aceptar si no es de mi agrado. 
Reconozco que me lo pensé. Lo pensé durante un día y lo consulté con varias personas. Hasta que me llené de ánimo, de fuerza y de orgullo (también, que no hay que esconderlo). A mí. Es decir, yo. Sin preocuparme de lo que cueste o del tiempo que invierta; sólo con los ojos fijos en memorizar todo cuanto pueda de esos dos santuarios del Islam en la península.
Voy a irme. Voy a viajar al sur y revivir al-Ándalus durante tres días. Pero no sólo eso, sino que voy a comparti Dar al-Islam con otras tantas personas que, guiadas por el consejo de un docente, han puesto en mis manos la custodia académica de ese viaje. 
Increíble. No les decepcionaré. 
Reviento de felicidad.





Siempre te he tenido prendada, siempre te he gustado arrogante y nunca me has rogado lo bastante. Y es que soy un caballero tan elegante y embustero, que seguro que antes de odiarme me has amado primero. 



Cosas que tiene que ver, feliz día del Fin del Mundo y esas mierdas. SR ahora lleva un penacho, e ideal que le queda. Y olé. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario