Hace menos de una hora le he dicho a mi mejor amiga que todo me daba más igual porque, literalmente, "estoy cansada de querer tanto, que no quiere decir que haya estado queriendo bien". Y creo que es la reflexión más útil que he hecho en este año académico. Porque me cansé de querer y quise mucho, pero eso no significa que el sentimiento estuviese ni bien expresado, ni bien llevado. Evidentemente, no estuvo bien llevado porque con echar un vistazo atrás la verdad se revela por si sola.
Pero el hecho de haberme sentado a pensar que no he sabido querer bien, ya no tanto para las otras personas como para mi propia estabilidad mental, me ha dado paz. Ha conseguido que 'me cambie el chip', sort to speak, y que realmente, por primera vez en meses, todo me dé igual aquí, en la pequeña burbuja. En el mejor sentido de todos. En el sentido que, al parecer, debía ser.
Soy muy torpe y bastante tonta. Pero aprendo. Y eso no me hace menos torpe ni menos tonta, pero me hace mejor. Porque soy capaz de darme cuenta de qué partes tengo que trabajar a partir de ahora. Y eso, qué queréis que os diga, me hace sentir mejor.
Quizá porque el viaje a Irán es inminente y porque sé a ciencia cierta que no estaré aquí el año que viene. Quizá porque sigo esperando ese gran gesto o esa señal por parte de Mary of the Agonies, una señal que cada día espero menos y que, en verdad, no tengo demasiadas esperanzas de que llegue. Pero estará bien. Todo estará bien. Todo está bien.
Qué alegría, qué buen día, que bonito tenerte.
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