16 de abril de 2019

El cepo

No es por la canción de Dikers, sino porque no tengo imagen más clara en mi cabeza ahora mismo. Un cepo para osos, de esos con los dientes serrados que aparecen en todos los dibujos animados y en algunas películas. Eso, alrededor del cuello de alguien. No sé si es el mío, no sé si el cepo se está cerrando sobre la burbuja, sobre el cuello de María, sobre el de todo el mundo a la vez. 
Sé que esta semana, los últimos cuatro días en concreto, me han puesto a prueba. Y no estoy muy segura de haberla superado con elegancia. Quiero decir, no me he muerto, pero tampoco es que esté yo en el mejor de mis humores. Quizá porque estoy cansada y todavía no he podido reponerme como Dios manda. O porque me va a tocar hacerlo en un avión de siete horas a Nueva York donde, espero, me recibirá otro poquito de mi pájara y veré manuscritos, piezas y a personas que nunca imaginé que vería. 



La conferencia fue regular. Fue bien, fue mal. Depende de cómo lo piense y cuándo lo piense. No puedo evitar pensar que, tal vez, quedé como una idiota delante de algunas personas importantes. Que si le doy otra pensada, en realidad no me importa demasiado porque hubo muy buen feedback por parte de varias de esas personas importantes. Pero quizá la opinión de mi directora es la que pesa más sobre mis hombros. No estoy muy segura de cómo tomarme estos días. 
Pero de lo que me alegro es de haber tenido a Yasmin a mi lado cuando la necesité. Y de seguir teniendo a Simurgh detrás de mí cada vez que giro la cabeza. No iba a ser todo perfecto y está claro que me queda muchísimo por aprender. Pero... no sé. No lo sé. 

Es posible que influya mucho el hecho de que no he podido hablar de ello (ni de nada más) tranquilamente con mi gente, en la soledad de mi cuarto, porque todavía tengo a mi invitada conmigo. Todavía, en el más riguroso directo, porque está sentada en la silla de Eunjee a mi izquierda. No es que no quiera que esté aquí; lo he pasado de maravilla con ella y la quiero mucho. Pero creo que, después de la conferencia y previo al viaje a Nueva York, yo necesitaba estar tranquila y sola. Hablar con la gente de casa y estar tan en contacto con ellos como yo hubiese querido. Y no he podido, porque he tenido que estar "ocupándome" de alguien más. Alguien que, encima, todavía no se va. Que quiero irme a hacer mis cosas, coño. Sola, solita, sola. 
Ahora me escapo a las escaleras y le mando un audio de cinco minutos al Flaco y otro a la Marida. Pero todo esto me está suponiendo un gran estrés. 



Gracias, Lukas. Gracias por pasearte conmigo ayer para que yo pudiese despresurizar un poco, gracias por las patadas a los árboles y por todos los abrazos. Eres un amigo extraño, pero eres un buen amigo. De verdad. 
Y gracias por estar conmigo cuando se desató todo el drama (más). Ahora soy yo la que no tiene ni idea sobre qué hacer con Rocío, después de recibir el mensaje de Jurado. Por favor, calma y sosiego, tranquilidad, ¡o cualquier cosa, coño! Además, como yo no soy de calentarme la cabeza, ni nada... Vamos a respirar cinco minutos y a evitar pensar en asesinatos múltiples. 
Por favor. 



Y contigo. ¿Qué hago contigo? Qué, si no tengo ni idea de si quieres verme, de si no quieres verme. No sé absolutamente nada. El timing ha sido muy desafortunado, pero es que si no me llamas, yo tampoco voy a ir. Ya tuve bastante el semestre pasado. Y me voy mañana, lo sabes. Esto no es una advertencia ni una amenaza, es un recordatorio. 
No me digas que no estuve ahí para ti, cuando me tuviste en la puerta de al lado y no quisiste llamar. 



Hoy me explota la cabeza.
Hoy, definitivamente, me explota la cabeza. 
Cuando Theresa se vaya y yo me vea pasando la aspiradora en mi cuarto y haciendo la maleta, SOLA, todo irá mucho mejor. O eso quiero pensar. 

El cepo, ese maldito cepo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario