Y yo que me reía del Covid en marzo-abril. Vaya que si me reía, diciendo que iba a ser un catarro de nada. Ay, qué gracia me hago cuando me sigo demostrando, a pesar de los años, que soy estúpida.
Me acaba de salir en recomendados la banda sonora de Made in Abyss y quiero achacar todos mis problemas mentales del verano al momento en que dejé de ponérmela para trabajar. Eso, por buscar una justificación absurda para todo mi malestar. Acabo de colgarle a Ilse y casi me ha dolido escucharle decir "¿por qué no disfrutas simplemente de estar allí?", pero solo porque tiene razón. Vaya si la tiene. A menos de una semana de marcharme, empiezo a preguntarme por qué demonios me ataca ese sentimiento de culpa tan extraño si no me paso las mañanas pegada a la tesis, aunque no haga nada.
Me planteo que podría haber hecho más cosas, disfrutado más, organizado mi verano de otra manera y sin escudarme en la frase "es que tengo que trabajar", parcialmente vacía. Como si no pudiese llevarme el trabajo en la mochila a donde me diese la gana. Lo he hecho por todo lo largo y ancho del mundo, ¿cuál era el problema esta vez?
El problema, mis queridos Avani y al-Ahmar, es que quería quedarme donde estaba. Quería vivir en mi burbuja imperecedera y simplemente esperar a que pasase el verano porque, además de que no me gusta, se me hace una época muy confusa de mi vida. Y he tomado decisiones malas y he metido mucho la pata. Pero al menos he acompañado a Bob en muchas mañanas de trabajo, y al fin y al cabo eso tampoco está mal.
Vaya verano, madre del verbo divino. Satanás en traje de luces. Los siete demonios del miedo vestidos de flamenca. Una tortuga en bici. ¿Qué? ¿Y yo qué cojones sé ya?
(Ah) Mi cabeza... dios mío, mi cabeza.
(Av) Voy a hacer té.
(Ah) Llevas haciendo té todo el verano.
(Av) Y pienso seguir durante todo el invierno. ¡Ay, que nos pille confesados!
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