Cuántas veces nos hemos dejado engañar, yo la primera, por lo que vemos en las fotografías. Cuántas veces he pensando que me cambiaría por personas que he visto en la pantalla, pensando que tienen todo lo que quiero y no he podido alcanzar. Y basta con que se abra una rendija (una pandemia y unos posts sobre libros mágicos, en este caso) para darse cuenta de que no es verdad. De que aquella gente a la que has envidiado están rotos por dentro a niveles que tú misma no te imaginarías. Entonces miras a tu alrededor, recuerdas los brazos de alguien a quien quieres apretándote fuerte y te prometes a ti misma que nunca, nunca vas a volver a dejar que la envidia se haga tu dueña.
Y te percatas de que, en realidad, no te cambiarías por nadie.
Hay que tener un par para hacer lo que estamos haciendo nosotras. Me ha tocado ser, a ojos de las demás, la fuerte, la tranquila, la que está rota pero que no deja que se vea, la que siempre tiene un abrazo listo para los demás.
La que la caga cuando dice lo que piensa, porque es una burra, pero le da igual.
Yo qué sé qué va a venir. Yo qué sé.
En mi cabeza escucho a Yaza cantar y me hace sentir muchas cosas al mismo tiempo. Y no sé si me está cantando a mí, a los dos o a ninguno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario