1 de mayo de 2018

May Dip 2018

La tradición del 1 de mayo en St. Andrews es quedarse despiertos toda la noche del 30, ponerse el bañador y marchar hacia East Sands a las cuatro de la mañana con las primeras luces del alba y, una vez el sol asome en el horizonte, correr a meterse en el Mar del Norte para lavar todos los pecados académicos cometidos durante el año. La superstición añade que, en caso de no llevar a cabo el May Dip, se corre el riesgo de suspender el curso. 

Yo no tengo nada que suspender, pero he pisado la losa de PH unas cuarenta veces desde octubre, así que igualmente me tocaba bañarme. Vaya si me tocaba. Y no habría vivido este primer May Dip de ninguna otra manera. Ha sido perfecto. La visión de la playa llena de estudiantes, los colores del amanecer, los gritos de motivación previos al agua congelada, el agua congelada, los gritos de horror, adrenalina e histeria post-agua-congelada, los amigos y compañeros de esgrima alineados en la orilla y preparados para echar a correr al grito de "on guard, ready, fence!", mi compañero de piso que se va dentro de cuatro días, los otros amigos, la tiritona, el dolor en los pies. Esta lista de cosas me viene a la mente mientras repaso el que ha sido uno de los días más especiales de mi vida y que, estoy convencida, no voy a olvidar nunca. Se quedará en mi memoria y mi corazón aunque pasen los años, y siempre recordaré junto a quienes me metí en el Mar del Norte a las cinco de la mañana mientras esperábamos al sol. Y recordaré gritar "Mitra, sal" una media de veinte veces. Al final salió y nos bañó a todos con su color, su brillo del oro líquido, sus caricias de fuego. Y con la luna llena enfrente, brillando, convirtiendo este May Dip en un momento perfecto. 
Simplemente perfecto. 

Y eso que he sentido mis pies morir en más de una ocasión, como si se me fueran a caer los dedos o como si los estuvieran atravesando un millón de agujas afiladas. Madre mía, lo que he gritado. Creo que he sacado todo lo que llevaba dentro acumulado y se lo ha llevado el mar, el frío, se lo ha llevado lejos a algún lugar recóndito donde jamás lo encontraré, y nunca volveré a ver todo aquello que me contaminaba este año. Me he sentido bien. Me he sentido feliz, sentada en el borde del espigón contemplando la maravilla del amanecer y no me ha extrañado nada que se venerae al sol en tantas mitologías antiguas, porque es magnífico. 

El sol, el mar, mis amigos y el frío. No he podido tener un mejor May Dip.



Cosas que tienen que ver, me he puesto en 8,600/10,000. Y eso me ha hecho todavía, si cabe, más feliz. 

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