En menos de tres días le he puesto el mundo del revés a prácticamente un 15% de las personas que conozco, porque la situación se había vuelto ridiculosuly dramatic en mi vida, y lo que quería hacer era consumirme en un montoncito de ceniza, darme la vuelta, echar a correr y volver a España a fuerza de piernas. Pero tuve que aguantar y quedarme, ¿cómo me iba a volver? Lo peor fue que todo pasó el primer día de pisar Florencia, se sobrevino un desastre que no estoy segura de haber esperado o no. El caso es que todo saltó por los aires, y hasta ayer por la noche no estuvo solucionado. Casi. Del todo.
Vaya un follón. Vaya una historia. No voy a contar que aguanté como una valiente, porque le monté un espectáculo a la pobre A, compañera de habitación durante estos días. Me eché a llorar de puro nervio y puro disgusto, y eso me hace pensar que en la última semana he llorado a moco tendido más veces de lo que a mí me gustaría. El asunto es que gracias a mis hipidos me gusta pensar que hemos establecido una bonita conexión, A y yo. Lo agradezco, porque ella me encanta. Y me ha llevado a ver la Anunciación de Fra Angelico, eso tiene que significar algo. El asunto es que ha sido un apoyo increíble, y menos mal, porque la primera noche pensé que iba a estallarme la cabeza.
Afortunadamente, soy una persona que no tiene ningún derecho a protestar por nada de lo que ocurre en su vida. Nada en absoluto (igual un poco, déjenme). Porque tengo una familia que incluso en la distancia me envía lecciones y amor a partes iguales. Tengo unos amigos que han estado brindándome su apoyo incondicional aún estando a tropecientos kilómetros de mí. Y tengo una pareja con la que espero contar en muchas, muchísimas ocasiones más que se parezcan a esta.
Así que gracias por aguantar mi dramatismo.
Ayer tuvo lugar una conversación. La conversación que puso absolutamente todas las cartas sobre la mesa. La que dejó claro hacia dónde apuntaría mi vida (y aún queda enfrentarse al lunes) a partir de ese momento.
Y para cerrarlo todo de alguna manera, invité a A y F al helado de la reconciliación, en un sitio de Florencia donde, fíjese usted por dónde, también había estado la cantante Beyoncé.
La realidad supera a la ficción, abuela.
Cosas que tienen que ver, estaba claro que yo no podía irme de esta ciudad sin té.
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