2 de marzo de 2014

The Kingston came for me

Ha sido un fin de semana... como pocos. Y quería escribirlo.
El viernes alguien me hizo sentir parte de algo importante, que ya tiene tiempo. Parte de canciones que él se sabe mejor que yo, que yo me aprendí para compartir en un momento que quise que fuera especial. Lo fue. Hubo fuego, hubo oscuridad y luces de color rojo, hubo música que gritar at the top of our lungs. And I saw fire. Tocaron todas aquellas canciones que tenemos ambos en el reproductor de música. Estuvimos solos y disfrutamos, y fue genial.
El sábado vino mi familia. Y hay poco que añadir al respecto. Por la noche, un caballero cruzado me habló desde las tierras lluviosas del norte, y me trajo un regalo que no estoy segura de saber agradecerle. Dos, más bien. El primero, una cita para el 3 de mayo. El segundo, una adicción que no recuerdo haber experimentado nunca (salvo con la serie Spiderman de Antena3, por peculiar que suene). Me trajo banderas negras y a todos mis personajes, mi héroes, lobos de mar, a todos juntos. Todos y cada uno de ellos. Que nunca se me olvide por qué llevo tres pendientes de plata en la oreja derecha. Que nunca se me olvide. 
Y hoy, bueno, para dejar de lado las florituras, el Estudiantes le ha metido una paliza al Bilbao Basket y he estado en el Palacio de los Deportes para verlo. Fin. 86-80. Partidazo. 



Me gusta el ron, he cruzado el Cabo de Hornos (o así mienten mis orejas), conozco todos y cada uno de sus barcos y me llevo disfrazando de lo mismo cada Halloween, Carnaval o fiesta desde que tengo 16 años. 
We are free as the wind, wild as the sea, brave as ourselves. 

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