25 de septiembre de 2013

Las estrellas fijas

En su particular visión del Paraíso, Dante le preguntaba a Beatrice sobre su ascenso por los anillos de cielo, inventados por Ptolomeo. Dante quería saber cómo él, mortal e imperfecto, podía estar elevándose hacia los Astros Fijos. De no ser por el profesor Salvador (ojo, que es el apellido, no el nombre) yo nunca hubiera valorado nada de lo que Dante y Beatrice se preguntaban y decían. En realidad, de no ser por él nunca me hubiera asomado de facto a la concepción del mundo medieval cristiano. El Islam ocupa una parcela demasiado amplia de mi cabeza. Y esa ceguera provocada por el turbante, de hecho, estaba impidiéndome ver algo bello, hermoso, triste. Una sensación que sólo puedo describir en lágrimas. Y cada uno que interprete.
Dante e ibn al-Jatib veían el mundo de la misma manera. Solo que, en mi cabeza, era imposible. Para mí el cristianismo había personificado siempre a Dios en la figura de Padre, mientras que para el mundo musulmán dios es forma, principio, final y materia. Lo es todo, y al mismo tiempo no es nada. Sin embargo, a mí también viene a regañarme la hermosa Beatrice. Nada más lejos de la realidad. Dios es fuerza creadora. De repente, el profesor Salvador me hizo darme cuenta de que Islam y cristianismo compartían mucho más que territorio peninsular. 
Dios, como un arquero, lanza a todas las "inteligencias" hacia la diana que es la felicidad. Porque para Dante la bondad es una actitud innata en nosotros. Tendemos al bien, a la beatitud, a la gracia. Sin embargo, los seres humanos somos al mismo tiempo "forma" y ""materia". Aquello que nos acerca a Dios nos aleja irremediablemente de él. Porque nos hizo un regalo... la capacidad de decidir, nuestro libre albedrío.



Dante e ibn al-Jatib veían el mundo de la misma manera. Y yo en mi cabeza los separaba y enfrentaba radicalmente. Seguía alimentando esa guerra perpetua que nos han enseñado, que nos han contado tantas veces, esa guerra en la que ya no hay ni malos ni buenos, sino sólo ejércitos. Unos vecinos que están constantemente tirándose ladrillos a la cabeza. Incluso en sus religiones. Cuando perfectamente dos creyentes (porque al final eran eso, simples creyentes) podrían hablar de Dios en formas parecidas. El arquero, el abismo, la senda... todo es lo mismo para ellos. 
Porque en su mundo, el mundo medieval, no existía tanta diferencia como nos hacen creer que existía. Me remito a aquello que me trajo de cráneo durante el curso pasado. Si en verdad eran enemigos, infieles, bastardos, hijos de su puta madre, ratas, falsos devotos... ¿qué hacen en las Cantigas? No volveré a ponerme pesada sobre todo su valor en esta obra. Pero reflexionemos. 
Medievalistas, reflexionemos. Arabistas, comprendamos. Hagamos ese ejercicio tan bello y tan complejo de los historiadores: empaticemos. Traslademos nuestra mente a otro tiempo y a otro lugar. Mi corazón, quizá teñido del imaginario romántico del s. XIX, quiere imaginar una sociedad distinta a como aparecía en los libros de historia. No sé si más pacífica, más tranquila, más tolerante. Pero, desde luego, diferente. 
La tristeza la producía este pensamiento, que es tan bello al mismo tiempo. Tristeza porque somos incapaces de ver más allá de nuestras propias narices y nuestro occidentalismo, de nuestra puñetera manía de colocarlo todo en un cajón con una etiqueta. Cuando en realidad andalusíes y astures no eran tan diferentes. Cuando todo era más sencillo de lo que nosotros queremos entenderlo. 



Si concebían hasta a su propio Dios de la misma manera, ¿no entenderían el mundo igual, también? ¿No podrían, de verdad, coexistir? 
Quizá valga la pena pelearse por ellos. Por él. Han bastado tres días para darme cuenta de cuán acertada estuve en mi elección, en mi decisión de seguir al Rojo allá donde me llevasen las pisadas de su caballo. Quiero agradecer a aquellos que están afilando la jineta que es mi pasión por la Edad Media, que me están enseñando de verdad, que me están "tirando abajo los tabiques" y me están abriendo la mente, los ojos, el corazón. 
Estoy convencida de que en alguna de mis pesquisas encontraré esto: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno. El Cristalino y el Empíreo siempre serán opcionales, y algo un poco más renacentista.





Cosas que tienen que ver, últimamente Avani se está poniendo las botas. 

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