"Si es que existe Dios, ¿por qué permite estas atrocidades?"
Todo cuanto sucede a nuestro alrededor, tanto lo bello como lo atroz, es fruto precisamente del enorme regalo que nos entregó Dios, la Vida, la Fuerza, o cualquiera de los nombres bajo los que se puede cobijar. La libertad. El libre albedrío. La capacidad de decidir.
Aunque cuesta pensar que algunas personas dispongan de esta capacidad, en este momento, en este mundo. Pero precisamente porque el ser humano es libre, es libre para disparar contra otro humano, o para decidir darle de comer. Es libre para huir y buscar futuro en otra parte, así como es libre para permanecer en el sitio y esperar tiempos mejores.
Hemos nacido en un mundo que nos permite elegir. Y lo valoramos tan poco. La libertad que nos fue entregada al nacer no sabemos agradecerla. Precisamente porque disponemos de ella en su totalidad. ¿Qué es lo que nos falta? Quizá aquello que no podemos alcanzar ha sido usurpado y alejado de nosotros por otro ser humano, igualmente libre, que decidió utilizar su libertad para andar jodiendo al prójimo. Y una jodida tras otra, en esto acabamos.
¿La fórmula mágica? No hay religión, creencia o mitología que sea la clave y que supere a las otras. Si realizamos un ejercicio de autocrítica y claridad mental, podremos darnos cuenta de que esas maneras de explicar el mundo y de vivirlo no repiten sino el mismo mensaje: confianza y esperanza.
Además, si ninguna de esas creencias va a echarte una mano para administrar tu libertad y conseguir ser mejor persona, ¡no te sirven para nada! Prefiero un ateo comprometido que un puritano cegado por el dogma. Igual que prefiero un creyente crítico a un ateo burlón mediante tópicos.
En unas horas se habrá pasado la reflexión y volverá el mundo de las preocupaciones cotidianas. Sin embargo, no dejo de pensar en que hay gente que, quizá, no pase de esta noche. Porque con su libre salvajismo un igual, otro humano, entrará en su casa y apretará un gatillo, terminando con todo. Poniéndole fin a un cuerpo como el mío, con preocupaciones y sueños, con esperanzas y con odios mundados, con picores en la espalda y con dolor de barriga.
Envío una loa a todos ellos, aunque de poco sirva, a los que intentáis cada día enseñarnos a vivir. Somos tan imbéciles que no queremos aprender. Os lo debemos todo, y no lo sabemos.
He visto en sueños que eras todo para mí. Quiero saberlo todo sobre ti, de dónde vienes, a dónde vas. Quiero estar ahí.
Cada vez que pienso en libertad me acuerdo de los de siempre. Roza la obsesión, pero es lo que hay. Uno de ellos, cualquiera, con la lanza sujeta en las dos manos y la mejilla rozando la madera, dejado caer por el cansancio, mientras mira distraído la luz pálida del amanecer.
Libertad. Ellos mataron por tenerla. No los hace mejores ni más justos. Probablemente no se creerían al dios al que supuestamente servían. Sir Dan y yo nos lo creeremos por ellos.
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