9 de junio de 2012

Corriendo hacia ti

Es que me veo. Me veo, perfectamente. Mi cerebro tendría que disponer de un proyecto, como aquellos que vendía Famosa de Disney, que contra una pared blanca se veían los monigotes, para que el resto del mundo pudiera visualizar lo mismo que yo. Para que pudiera verme. 
El caso es que yo me veo, y perfectamente.
Veo una pradera enorme, como las de las películas de Studio Ghibli, con ese cielo tan azul y las nubes pasando a toda velocidad por encima, con el viento sacudiendo la hierba en reflejos dorados, blancos, espuma de las olas en un mar vegetal. Veo ese viento y esa brisa, y te veo al final de aquella pradera. Un final, que bien pudiera ser un principio. 
Pero antes que verte a ti, me veo a mí. Y no me veo como el resto del mundo, sino como un lagarto canijo, de color naranja y una cinta de escamas rojas desde la nariz hasta la punta de la cola. Voy con el pelo negro al viento y los ojos igual de verdes que la pradera. Corro como si me fuera la vida en ello, casi con la lengua fuera y enseñando dos dientes enormes que sobresalen de mi boca, ¡como los vampiros! Y la cola va dando saltos detrás, con un mechón negro al final como un pincel que va pintando una estela. Como los dragones chinos, que vuelan en zig-zag. 
Es que me veo, perfectamente, corriendo con cara de loca feliz y con la boca abierta del esfuerzo. Corro, ¿para qué voy a volar? 
Y te veo a ti, allí al final, esperando. Y te veo como otro lagarto canijo, rojo como la sangre y el vino, con los ojos cubiertos de la pátina gris de la edad, y las alas plegadas en un porte majestuoso. Veo tu gigantesca cabeza, de la que salen dos impresionantes cuernos que recorren toda tu espalda, y veo tu mentón afilado, tus dientes gastados torcidos en una sonrisa. Y veo tu diente, ¡tu diente, mi amuleto de la suerte! ¡El único que queda y es realmente tuyo! 
De un brinco me pongo a tu lado, doy unos cuantos saltos a tu alrededor y nos damos un beso maorí, juntando los hocicos, y entrelazando los cuellos. Fingimos que nos mordemos y lanzamos dentelladas al aire. Después nos reímos, nos deshacemos en carcajadas, porque por fin estamos juntos. 
Con las pupilas brillantes, yo echo a correr y tú me sigues andando. Por una pradera que es inmensa y no se acaba, ¿por qué un final? Si el mundo es tan grande... Tú ya has visto mucho y ahora bromeas cuando voy delante, porque te dices estancado. Estancado por culpa de tus ojos y "las dos jodidas orejas". No seas mentiroso, soy la única a la que escuchas por teléfono y sin esfuerzo. Vete a tomar por saco, y yo me voy a hacer puñetas. Sordo de mierda, dragona gilipollas. 
Somos pura luz, somos energía y somos fuego. 
Muchos besos de parte del dragón viejo.
Muchísimos besos de la dragona. 



Tu palabra es como aceite sobre mis heridas.



"La vida nos separa, Laura", me has dicho hoy. Sé que no es tu mejor momento; tampoco es el mío. Pero no nos separa, no seas melodramático. Si alguna vez a la vida se le ocurre separarnos, se dará cuenta de que es imposible. No se puede romper algo tan fuerte. 
Veinte días, Oredón. Veinte días y Aro de Plata vuelve a casa. 



Podría estar perdido, como un náufrago en el mar, y aún perderlo todo, hasta el aliento. Podría estar hambriento, como un niño sin hogar. Pero yo sé que tu palabra siempre a mí me sostendrá. 


Y si lo piensas, te darás cuenta de que más que separarnos, nos une. Porque tú te has puesto a leer sobre la llegada del Islam a la península y yo a escribir sobre ti.



Cuando ya no pueda más, voy a salir a volar. ¡Voy a buscarte!

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