4 de mayo de 2012

Marra ojra

Tienes que ser algo así como una estación de radio.


Está claro que hoy, lo que es hoy, no era mi día. Pero tampoco me ha desanimado tanto como pensaba, así que una vez más me sorprende lo estoica que puedo llegar a ser. Estoica, yo, qué gracia; un par de veces reprendo a un cristiano por serlo. 
Me ha dado por pensar, por imaginar dragones volando por todas partes, y por reflexionar con música. Sólo quedan dos meses en tierras musulmanas, y me doy cuenta de la incertidumbre que supone. No sé si volveré. Mi reacción es el miedo; quisiera volver, quisiera besar cada mañana el viento de la Nevada, quisiera que las únicas que me vean llorar sean las piedras que levantan Comares. Pero no estoy segura, y nadie es capaz de asegurar o prometer una decisión. Se ha pasado rápido, no sabría decirlo. No ha sido rápido, tampoco lento. Simplemente, se ha pasado. 
He aprendido poco de la gente que me ha rodeado, eso sí es verdad. Ha sido más un encuentro conmigo misma. Una manera de aprenderme. Porque si tengo que sacar conclusiones del personal de que me he rodeado, prefiero callarme, que me dan ganas de llorar. Soy muy triste para esas cosas. Mejor quedarse con lo que ya tenía, que siempre es mejor el malo conocido. La púa es que me he comido otros tantos malos y de frente, yo que soy tan inteligente. 
Si me preguntasen ahora, ahora mismo, diría que no estoy segura de querer quedarme. Porque a nivel personal harían falta muchas, muchas cosas. Lo veré por el lado positivo. Si al final no permanezco al sur del islam, tendré la gran certeza de que aquello de lo que me he enamorado no se moverá del sitio. Porque la única posible razón para volver se repliega hacia tierras cristianas, así que...

Si fueras pequeña, dormirías en un malvavisco. Yo me lo comería. 

Cosas que tienen que ver, está claro que los piratas siempre han marcado un punto de inflexión en mi vida literaria, por decirlo de alguna manera. La prueba infalible es la indumentaria de Aro de Plata. Eso, y que en la mayoría de historias que he escrito o que he planeado aparecía algún tipo de barco. Qué lástima que, en realidad, no sepa nada de piratas.
Me ronda la cabeza, fruto de las últimas jornadas bucaneras, un personaje que estaba casi olvidado, porque el hilo argumental era bastante pésimo. Pero a él le quería. Se llamaba Eneas Zálatta, era un pirata que capitaneaba el Tigris, donde cada uno de los nombres de la tripulación tenía un por qué muy explícito. El Tigris tenía un gemelo, el Eúfrates, pero se hundió. Había por ahí una vieja que quería mucho a Zálatta, una Nenneke de este vagabundo que venía a ser algo así como un Sparrow personal, pero con mucho menos 'merchandaising'.
Ya veré qué hago contigo. 









Más cosas que tienen que ver, se me han acabado las cosas que decir. Sólo quería escribir una entrada con ese título. Valía cualquier cosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario