Estás en un tren, después de unos días de los que preferirías no acordarte.
Sumida en un mar de confusiones, en un no saber a dónde vas o de dónde vienes, empiezas a leer. Te dejas ubicar en el tiempo y el espacio que el libro te sugiere. Estás leyendo Samarcanda, de Amin Maalouf. Te dejas llevar, porque al fin y al cabo no te quedan más opciones para hacer esas siete horas un poco más amenas.
Lees.
Y, de repente, en la página cincuenta y dos, los encuentras. Lees sus nombres. Togrul Beg, Shagri Beg, Selyuq. Los conoces. Es más, los reconoces. Devoras los párrafos con avidez casi sin poder creerlo, deseando aprender lo que cuentan, lo que dicen. Y sorprendida, te das cuenta de que ya te sabes esa historia. Hablan de ellos, los selyuquíes. Salvajes, indomables, alocados, borrachos, valientes, "capaces de mezquindades y de gestos sublimes".
Y los ves en lo alto de una colina, frente a Samarcanda, con los cabellos trenzados y adornados de colores, los caballos encabritados, con el sol en la espalda y toda la fuerza de su sangre galopando más deprisa que ellos. Libres.
Y se te eriza todo el vello del cuerpo, mientras a través de tus auriculares Zeljko Joksimovi canta Nije Ljubav Stvar, una canción que en ese momento suena porque alguien ha querido que suena. Te remueve un escalofrío, se te empañan los ojos y sientes el corazón acelerarse, mientras en tu mente cabalgan los doscientos mil selyuquíes.
Después de estos días que prefieres olvidar, crees reconocer la euforia.
Más aún cuando, avanzando la historia y con la misma canción de fondo, reconoces a Nizam al-Mulk, a Hassan Sabbah y su secta de Asesinos, entre los que te encuentras a un tal Arrani que identificas enseguida con tu Avani ibn Tahir, reconoces a Malikxah y a la China Terken Jatún, a Omar Jayyám. Reconoces las ciudades de Isfahán, Nishapur, Balj, Merv, reconoces el Sha Rud... y Alamut. "La lección del águila".
Te invade la euforia, la alegría vaga de aquel que sabe, y con esa canción de fondo te emocionas porque, al menos un poquito, sientes esa fuerza dentro de ti.
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