19 de febrero de 2012

A salto de mata(rile-rile-rile)

El día 18 no fue exactamente como ellas esperaban, pero por lo menos fue y eso ya es un alivio. Es complicado estar de visita en tu propia casa, porque tienes que "visitar" a todo el mundo y dedicarles tiempo. Resulta delicioso que todos te llamen, te pregunten, quieran contarte y que les cuentes (oh, Dios mío, parafraseando a Alex Ubago...), irse de fiesta, enseñarte sitios nuevos, ver películas. Estar, simplemente. Lo comentaba mi padre hace una hora, por el teléfono: es el hecho de saber que "estás", aunque no te vean.
Prometo que ha sido una locura total, porque algunos me los he dejado por ver y a otros no he podido dedicarles todo el tiempo que me hubiera gustado. No obstante, me siento satisfecha, amén de sentirme guapísima todos los días, que ante todo una es una dragona presumida.
Lo único malo fue que, con la prisa, a veces no paraba de mirar el reloj, pensando el sitio al que tendría que ir y a quien tendría que ver, en lugar de disfrutar del momento. Alguien me ayudó a olvidarme de eso. De la prisa. Y del tiempo, también.

Volver a casa siempre es genial. Pero triste. Andrés Suárez le echa una mano a los viajes de vuelta, aunque se vuelve contraproducente cuando me atrapan Umberto Eco y su péndulo de Foucault, y me siento una más de la tríada maravillosa Casaubon-Belbo-Diotallevi, a la busca y captura de templarios, rosacruces, esoterismos, misterios herméticos y locuras en general.
Empiezo a no saber exactamente dónde está mi casa, pero eso me pasa cada vez que voy y vuelvo. Me centraré en otra cosa. Templarios, por ejemplo. Los números mágicos de Lia. Pétalos de rosa, galletas de castaña y espelta con chocolate.
Cosas útiles de verdad.
Pero la próxima vez, prometo correr menos y disfrutar más, aunque bien es cierto que he pasado cinco días increíbles.

A punto he estado de borrarlo todo. Nunca me caractericé por mi inteligencia ni mi habilidad. Tengo que comentar la existencia de este N'oj con cierto caballero de la orden de Temmeraz. Por Dios, ya lo veo galopando como un loco por las dunas que forman mis palabras, mientras yo como dátiles alegremente, debajo de una palmera.
Me liaré una toalla a la cabeza y diré que soy Saladino. Eso siempre se me ha dado bien.


Juro escribir algo con fuste... cuando encuentre mi entablamento completo.
La independencia por la compañía. ¿Qué escogería usted? ¿Ser un libre solitario o un enclaustrado acompañado? Ya estoy divagando. La culpa la tiene Aglie.

1 comentario:

  1. No, la penúltima pincelada no encontró su hueco, alomejor no lo encuentra nunca, quién sabe. Sigue por ahí (lapenultimapincelada.blogspot.com) aunque al abrir un blog para mis trabajos oculté ese, que no todo el mundo va a leer esas cosas XD

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