Siempre disfruto compartiendo mis historias contigo.
Me ha llegado eso que me has dicho, ¿eh? Me ha llegado mucho. Yo pensaba que era una historia de adolescentes y sólo en mi fuero interno quería hablar de gente de verdad no comprendida, de cómo hacemos las cosas los que somos diferentes. Supongo que tú, igual de diferente que yo, entiendes y puedes ver esa diferencia, que es la nuestra. No somos como el resto del mundo. No hacemos las cosas de la misma manera, ni vemos con los mismos ojos.
Dragones, Daharas, Damas. Las tres empiezan por "d". Como la palabra "Diferente". Somos diferentes, y esa especie de disfraces en realidad representan todo lo que somos, porque no hay realidad en este mundo para comprendernos ni abarcarnos.
Somos diferentes, distintas.
Eso nos hace fuertes, pero también vulnerables. Afortunadamente, siempre estaremos para cuidar las unas de las otras, porque somos la base de una importante familia.
Hay mucha gente que se enternece con nuestros universos fantásticos. Nosotras sabemos que son reales, somos capaces de verlos. Yo os veo las garras y los bigotes, y las faldas plisadas, y el castillo en el bosque. Yo los veo. Como sé que vosotras veis mis alas, cuando les da el sol.
No necesitamos que nos comprendan; la Dama nos enseña a sonreír con displicencia e ignorar las burdas palabras de quien no merece ser escuchado. La gata nos enseña a disfrutar de cada segundo de la vida, como un continuo ovillo de lana con el que jugar. Y yo, yo os intento enseñar a volar, a volar y volar, porque nuestro límite es el cielo.
Estamos destinadas a grandes cosas, y puedo imaginarnos perfectamente. Bajo un cielo lleno de estrellas, o bajo un día soleado, tumbadas boca arriba en la hierba, con las cabezas juntas en un vértice de confianza. Un dragón, un gato y una hermosa dama.
Sois mi verdad.
Y os debo (más que) mucho.
Por existir, gracias.
Por ser diferentes, gracias.
Por nosotras.
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