15 de noviembre de 2020

If someone could take us back

"You are very pretty. I like looking at you. And I am not doing so because this is a live stream and I want to grab you attention."
"You're an idiot. You are a big, fat idiot!"



Me acuerdo de la primera vez que te vi y te echaste encima de mí (literal), porque me escuchaste hablar inglés y me preguntaste si podíamos ser amigas. Me acuerdo de que me salvaste la vida al dejarme vivir en tu cuarto, aunque reconozco que casi me muero cuando descubrí que te alimentas a base de semillas y que no comes ni un tercio de lo que como yo. Aquel porridge con agua caliente y uvas casi me destruye. Pero aprendí la lección y empecé a traer mi propia comida. 
Me acuerdo de hacerte un tratamiento en el pelo, de la cuchara de kiwi, de los paseos en bici por Zurich con un frío que pelaba, de las reuniones con grupos de gente que siempre terminaban con nosotras de vuelta en tu/nuestra habitación hablando de lo divino y de lo humano. ¿Tendrás todavía la bag of shame? Me acuerdo de asaltar los apéros porque teníamos hambre y porque, bueno, comida gratis. 

Me acuerdo de cómo apareciste en mi vida para salvarla. Tengo nuestra foto en Pastrana con Alvarito. Tengo las notas de bienvenida que me dejabas sobre la cama cuando llegaba a Zurich pero tú no estabas en casa para recibirme. Contigo aprendí que a la gente hay que dejarles sentirse libres junto a ti para que decidan volver, para que busquen tu compañía. Me enseñaste a respetar otras creencias, a sobrevivir a base de comida robada y pipas, a que hacer una quiche a veces necesita de algo más que buenas intenciones. 

Luego nos volvimos a encontrar en Nueva York y fue una de las grandes alegrías de mi estancia allí, saber que estabas. Aunque tuvimos algunas cosas complicadas, una vez más comprobé que puedo sacarme las castañas del fuego yo sola cuando entro en ese modo "todo irá bien" y tengo la música adecuada sonando en los auriculares. Al final, no me pude quedar contigo, pero no importó. Aunque sí hice alguna visita a ese piso tan extraño, con esa bombonera llena de gafas usadas, las paredes atascadas de cuadros horribles, los muñecos rotos, las manchas de humedad y la espada en el paragüero. Me acuerdo de ti diciéndome "te ofrecería asiento, pero no sé dónde te puedes sentar". Me mata de risa. 

Tengo las fotos más bonitas del mundo junto a ti. Siempre has tenido un sentido especial a la hora de hacernos fotos. Y me alegro mucho de haber recorrido Central Park contigo, habernos sentado en la terraza del MET y haber echado horas en las bibliotecas, como cuando vivíamos juntas en Zurich. Me sigues enseñando mucho, y han pasado cinco años desde que hiciste de mis años oscuros algo un poco más brillante. Desde que me diste un motivo para sonreír cuando volaba a Zurich. 

Eres una luchadora. Eres la mujer más fuerte que conozco. Y, aún así, la vida se empeña en lanzarte a la cara todo lo que tiene con asco, con burla, con recochineo. Y yo tengo que apretar los puños hasta clavarme las uñas para no volverme loca de rabia. No es justo. No es justo que estés pasando por lo que pasas ahora, y tampoco es justo que tengas que subirte al tejado para contármelo porque no quieres que "ellos" te oigan. No sé cómo me sentiría yo si estuviese en tu lugar. Pero quizá, como decíamos ayer, entraría en el "modo supervivencia" y seguiría caminando hacia delante, como ya hicimos en Zurich. 
Como ya aprendimos a hacer cuando no teníamos a nadie más que nos cogiese la mano. 

No quiero que te estén haciendo lo que te están haciendo. No quiero que sufras como sé que lo haces, aunque me cuentes que no te importa. Claro que te importa. Nadie tiene el derecho a tratarnos tan mal solo porque... bueno, porque sí. Y estas personas se dicen cristianas y miran por encima del hombro a los "herejes" como yo, que no practicamos ninguna religión más allá de una extraña espiritualidad derivada de ocho cultos diferentes. 
Ellos piensan que son mejores y aún así, deciden destruirte poco a poco. No puedo evitar que se me agrie la boca cuando me lo cuentas. Te mereces algo mejor. Te mereces todo lo mejor, y no sé qué cojones le pasa a la vida, que no te lo da. Ojalá volver a fingir, en lo alto de la Rainbow Room, que las copas que hemos cogido de una mesa vacía son las nuestras, porque no podemos pagar lo que cuesta un cóctel en lo alto del Rockefeller building. Ojalá volver a hacer el imbécil en Chinatown. Ojalá volver a tener una fiesta en la terraza de tu/nuestro piso. Ojalá volver a perdernos en Guadalajara con el coche porque Alvarito ha leído mal las indicaciones. 



Mi Zoof. Has crecido y has cambiado de forma espectacular en estos cinco años, y en los últimos dos me has contado cosas que sé que antes jamás habrías dicho en voz alta. Quiero pensar que estás aprendiendo a perdonarte ser humana, y que el hecho de tenerme a mí, que soy extremadamente humana, te está ayudando. Porque yo me cabreo, grito, lloro, le doy puñetazos a las paredes (una y no más, aún tengo la cicatriz), me emociono, me pongo nerviosa, me río altísimo... y cometo errores sin parar, y te los cuento. Porque me he dado cuenta, después de todos estos años, de que la única que no estaba asustada de ser imperfecta era yo. Y tú le tenías terror a admitir que, como todos, tenías fallos. 
No pasa nada. Seguiremos trabajando en ello. Seguiré llamándote, seguiré mandándote fotos y haciéndote reír, princesa Disney, seguirás siendo una de las estrellas de mi cielo. Porque te debo mucho, y me encanta debértelo. Eso significa que nunca me iré. Porque no voy a irme, Zoof. No voy a marcharme nunca, no importa en qué continente (o planeta) vivamos las dos. 
Nos dimos la mano muy fuerte en Zurich para que el viento del invierno no nos tumbase a las dos y nos derrotase. Todavía no nos hemos soltado, aunque ya no podemos sentir físicamente los dedos de una y de otra entrelazándose. Sigo estando aquí, voy a estarlo siempre. Especialmente cuando quieras compartirme lo muy humanas que somos las dos. 

Te quiero mucho. Y ya no te da apuro que te lo diga, sino que tú me lo dices otra vez. Eres la única persona del mundo que me llama Lauritta y no está muerta. Eso es un logro tremendo, lo sabes. 


"I suffer from this incurable disease that's called life".
Zoof, April 2019, NY.



Y no encuentro mi voz. Se la habrá llevado el mar. 
No me mates, que aún no estoy en Nueva York. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario