22 de noviembre de 2019

امن

Ahora está todo tranquilo y ha vuelto internet (al menos en el ordenador), así que podemos comunicarnos y soltar algo del aire que hemos estado reteniendo los últimos siete días. 



La semana ha sido... complicada. No estoy muy segura de lo que puedo contar o no. Pero básicamente, hace una semana el gobierno cortó toda conexión a internet dentro del país. A mí me pilló en Kordan y, como estaba perfectamente bien, no le di demasiada importancia hasta que al tercer día me preocupé por hacer malabares y llamar a mi casa. Cosa que no fue sencilla, ni conseguir llamar ni después hablar con todo el mundo para decirles que, fundamentalmente, estaba viva y segura. 
Otras personas no han tenido la misma suerte que yo, y el número de muertos ha subido a las tres cifras. Aunque la peor parte se la llevan los iraníes, como siempre, nosotros tampoco lo hemos pasado bien. Estar casi completamente aislados, y sin saber qué era exactamente lo que estaba ocurriendo ni cuándo iba a terminar, si quiera si íbamos a poder quedarnos o tendríamos que salir corriendo hacia el aeropuerto y huir, eso es algo que no le deseo a nadie. 
Las recomendaciones de las embajadas, que no han podido portarse mejor, ayudaban pero no tranquilizaban. Hemos caminado con miedo. Hemos ido a clase y hemos vuelto todos juntos, como en una manada de presas que intentan mantener el buen humor pero que saben que, en algún momento, alguien puede volverse loco y hacernos daño. 

Afortunadamente para nosotros, nuestros barrios han sido seguros, creemos, desde el principio. No sé, ha sido una sensación muy rara. De aguantarse la tensión, de reprimir las ganas de decirle a la gente que estás preocupada, que a veces te asustabas y te desesperabas, de buscar respuestas en todo el mundo y, al obtenerlas, darte cuenta de que estabas mejor sin ellas y de que no las querías oír. 
Ha sido una locura, desde luego. 

Pero si me tengo que quedar con algo, a pesar de todo el miedo, de la incertidumbre, de la violencia y del salvajismo criminal... si me tengo que quedar con algo, es con la ternura. Esa ternura que nos ha mantenido unidos, inconscientemente protegiéndonos los unos a los otros de una realidad que no acompañaba para nada. He visto cariño y ternura en los ojos de la gente que tengo a mi alrededor. He visto mil formas diferentes de intentar lidiar con el problema, desde la risa hasta la charla seria, los chistes, la comida, los abrazos, ese casi constante "vamos a estar bien". 
Quiero agradecer a esa gente que se haya quedado conmigo durante este alocado temporal de semana. 

Y, por encima de todo, le quiero dar las gracias a Raúl, a mi primo-esposo, por ponerse en contacto con mi familia cuando yo no podía. Por estar siempre, siempre a mi lado. Por ser la persona en la que más puedo confiar, aquella que me ha dado la fuerza y la risa para seguir adelante. No sé qué haré cuando me vaya y no le vea todos los días. No habrá momento en que no le extrañe. 
Porque yo a Tehran vine con muchas dudas, pero la certeza que tengo ahora mismo es que yo de aquí me marcho con un hermano. 



Ya estamos bien. Ahora, por fin, ya estamos bien. 

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