Hoy he escrito 50,000 palabras (según lo que le ha dado la gana contar a la página, pero bueno) de lo que de momento se sigue llamando PK, porque es mentira, el título que pensamos ya no nos gusta, y estoy feliz. Estoy que exploto por dentro, aunque no sé si del miedo, la agonía o la felicidad, porque mi idea era terminar la segunda parte y aquí todavía no ha pasado nada. Eso de escribir en vacío debe de ser toda una habilidad con la que la vida me ha bendecido, porque es que si no, yo no me lo explico.
Pero este mes de escribir todos los días me ha enseñado que puedo compaginar tener la vida de loca que tengo y una novela. Me ha mostrado que soy capaz si me lo propongo, aunque sea rindiéndole cuentas a una página que me manda mensajes motivadores de mierda y que no he pedido, pero que me obliga a plantar el culo en la silla y a contar una historia que me muero por compartir.
Me emociona haber llegado a escenas que tenía pensadas desde hace tiempo, aunque al final no tengan nada que ver con lo que fueron al principio. Me encanta dejar lugar a mi cerebro para seguir creando y sacarme dos personajes de la mano (hola, Indra y Gaw), y seguir formando aquellos que me daban tanto miedo (Dannara y Aka Manah, entre otros). Como también seguir disfrutando de mis queridos protagonistas, que ya no sé con cuál de ellos tengo el crush más gordo.
Porque, aunque mi oscuridad interna y mi parte más salvaje siempre estará conectada con Verethraqna, es Yaza el que ha conseguido enamorarme del todo a lo largo de estas 50,000 palabras.
Hemos alcanzado el objetivo de noviembre, y lo que nos queda.
A ver si el mes que viene ha pasado algo en esta novela.
"Escribí 50,000 palabras de mi novela."
"¡Genial! ¿Qué han hecho tus protagonistas?"
"Uno, rodar por el suelo. El otro, enfadarse."
"¿Y ya?"
"Y ya."
Suena Iridium de The Sidh, y yo estoy tan feliz como su sonido.
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