(Comentario a partir de la lectura de este magnífico escritor. Primero en un bravucón intento de entender el italiano; después aclarado con la inestimable ayuda de Carla, que es mucho más italiana que valenciana y eso es algo tan magnífico que no puede describirse)
En un
primer vistazo, esta pregunta hizo que algo se estremeciese dentro de mí. Por
qué la universidad. Nunca me había planteado la visión de un mundo sin
universidad, y me horrorizaba pensar que eso podía concebirse. Sin embargo, después
de leer los argumentos de Umberto Eco siento que sería fácil defender la
institución ante cualquier amenaza de volatilización.
Es
complicado igualar a alguien como Eco; simplemente me encuentro en total
acuerdo con todas y cada una de sus razones para mantener la universidad. En
esta sociedad debe ser el filtro que separe la información que recibimos, la
que contenga la memoria cultural de tiempos pasados y la que nutra la propia
memoria que nosotros estamos construyendo en el presente.
Quizá lo
único con lo que no esté de acuerdo es con esa “identidad internacional” que propone.
Es cierto que el mundo en el que vivimos tiene al mismo tiempo dos tendencias:
la primera hacia la globalización, esa enorme “aldea del mundo” en que todos
compartamos valores y cultura. Sin embargo, de un tiempo a esta parte se están
empezando a dar los movimientos que reconocen la diferencia y la identidad de
cada uno de los rincones del mundo. La idea de una misma cultura está bien, sin
embargo yo introduciría el matiz de “culturas” dentro de la misma.
La
universidad puede enseñar a conocer y a acercarse a todas las maravillosas
diferencias que pueblan el mundo. Es más, la universidad, como su propio nombre
indica, alimenta la “universalidad”, esto es, la tolerancia y el respeto hacia
otras culturas, otras formas de pensar, otras formas de vivir. Aquel que es
ignorante no respeta sino su propio punto de vista, aquello que conoce y que
para sí es válido. El gran problema aparece cuando se pretende implantar una
fórmula efectiva para un colectivo en otro totalmente diferente. Como antes
decía, es complicado expresarse tan fácilmente como lo hace Eco. Espero se esté
entendiendo lo que se argumenta.
Para
conocer la diferencia no hay lugar mejor que la universidad. Y es cierto que
conservamos de sus años medievales algo precioso: que los distintos edificios
pueden ser perfectamente centros de peregrinación y de culto al saber, por
donde uno puede ir haciendo escala conforme le apetezca. Las universidades son
las sucursales del saber, por adecuarse un poco más a estos tiempos tan
económicos. Y allá donde las encontremos podremos tratar con mayor precisión un
tema u otro, pero en el fondo se estará hablando de un pensamiento muy
parecido. Tal vez el de una cultura universal, aunque yo no quede del todo
conforme. Pero lo que sí está claro es que en ese pensamiento se comparte el
amor por el saber y, muy importante, por mirar más allá.
La mirada
trascendente, desde mi punto de vista, es algo fundamental. No se refiere única
y exclusivamente a la religiosidad; la RAE define el término como “comprender,
averiguar lo que está oculto”. Quizá por experiencia propia, fue a partir de la
universidad cuando a mí se me enseñó a ver más allá. Más allá del propio
conocimiento que se está enseñando. Más allá de fechas, estilos arquitectónicos
y técnicas pictóricas. Porque al final se nos está hablando de vidas, de formas
de pensar, de concebir el mundo, formas inquietas que comparten nuestro mismo
cielo.
Uniendo
con lo que antes decía, para mí no hay nada mejor que pueda ofrecer la
universidad: conocimiento, tolerancia, trascendencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario