23 de octubre de 2013

Kohl / Aswad

Una frase. Un breve y pequeño espacio de tiempo y música. Y el negro ha empezado a transformarse en kohl, en ese negro que es tan negro que no refleja la luz, ese negro que es el cielo cuando está oscuro, ese negro con que hombres y mujeres se adornan los ojos. 
Ha sido intenso. La exposición ha mantenido a la gente, dicen ellos, en vilo. El árabe los ha atrapado y los ha envuelto en su cortina. Les ha hecho entender la importancia del agua, de la sed, de la espada. A ellos. Los han entendido a ellos, que venerando a la palabra no dejaron de escribirla. En paredes, en papel, hasta en los propios mantos. Han seguido su linaje y sus continuas peleas, sus traiciones, sus guerras, sus años más prósperos. El Islam, qué cosa tan bella. Al-Ándalus, qué cosa tan bella. Como su dios, intangible, eterna. Inmutable. Hasta el gran amante de Dante se ha venido hasta Granada, con los ojos abiertos y las manos dispuestas, a aprender, a beberse cuanto decíamos, a investigar. A mirar más allá, porque al fin y al cabo de eso se trata. 
Después han venido las felicitaciones. Una compañera me contó que se le erizó todo el vello del cuerpo cuando me escuchó leer (mal y pronto) la transcripción que Suly había escrito para mí. Que nunca hubiera imaginado que el idioma sonase de esa manera. El agua, toda la sala se ha llenado de agua, de lluvia. La anécdota del caballo, siempre. Acabo de agenciármela de forma oficial. Océanos de Fuego ya tiene una eterna defensora. 
Les ha encantado, han dicho. Bravo, magnífico, sin palabras, han dicho. Un éxito, han dicho. 
Todo esto iba llegando mientras estaba en el autobús. Y escuchaba la voz de Noa, en mis oídos. Una canción que ya me he puesto mil veces, y que me gustaba por cómo sonaba, en hebreo, cuando era pequeña. Y entonces...

Milim, milim, milim. 
Mi corazón te llama. 

Lo diré claramente: me ha dado por llorar. Sí, me he puesto a llorar en el autobús. De la más pura y radiante felicidad. ¿Por la exposición? Sí. 

Wild flower, growing in all the wrong places. 
Tell me, who will love this wild flower for exactly what she is?

Por la exposición. Pero no sólo por la exposición. Por lo que ha significado. Porque he podido leer en sus caras, en sus ojos, que de verdad estaban atentos. Que estaban escuchando. Que estaban comprendiendo. Que querían saber más. Que hemos conseguido tambalear los tabiques de lo establecido para remover sus conciencias y generar debate. Que, una vez más, el estandarte de los Nasr ondea detrás de mi espalda. 
Orgullosa de ellos. Y al otro lado de la pantalla, orgullosos de mí. Claro que me ha dado por llorar. Porque las lágrimas apagarán la sed de mi tierra sedienta. Porque, sabia la Fuerza que me guió hacia el arabismo, me demuestra poco a poco que escogí el camino correcto. Que esto es posible, que se puede vivir de esto. Que ya no es "lo extraño" que se rechaza, sino lo curioso que el mundo quiere conocer. He elegido bien. Y, no sé, parece que al mundo le gusta cómo lo hago. 
Evidentemente, me he puesto a llorar. ¿Cómo no iba a hacerlo?





Cosas que tienen que ver, seguro que ha sido por las botas. Que son rojas. 

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