Hay fragmentos de conversaciones que, simplemente, me encantan. Me parecen de novela, tienen una carga intelectual y emocional alta, a menudo un importante nivel de complicidad. Y sólo las dos personas que están hablando saben lo que realmente se quiere decir.
—¿Cómo va la tesina?
—Antes de ayer avancé mucho, ayer me lié un poco más. Necesito ver a mi tutor para que me aclare cosas. Pero hasta mañana no puede.
—Bueno, poco a poco.
—Hoy tocará comerse aún más la cabeza con estadísticas y papeles.
—Mientras no te la comas con otra cosa...
—Llevo dos días de estudio intensivo y estoy hasta las pelotas.
—Cómo conozco ese sentimiento.
—Bueno, esa es otra.
—¿Qué? ¿Ha pasado algo más?
—No, no. Nada más.
—¿Pero?
—Pero esta noche hay cena en su casa. Con más gente, obvio.
—¿Pareja incluida?
—No, el muchacho ya se fue. Pero aún así, nada puede pasar.
—Ya. ¿Y tú cómo estás?
—La verdad es que estoy asumiendo por momentos que no hay futuro en esto. Voy día a día. Trato de no hacer planes a largo plazo.
—Es la opción más inteligente. Lo estás haciendo bien.
—Como ya te dije, cuando me vaya me joderá. Pero no me hago ilusiones para que me joda lo menos posible.
—Cuando vuelvas te estaré esperando con un achuchón y una cerveza en la mano.
Cosas que tienen que ver... y sí, y tienen que ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario