20 de enero de 2013

Inversiones sociales

Brillos bajos y zorras. Seis, para ser exactos. 
Juntar canciones que hablen de mi, y escuchar las que van a hablar de ti, y hacer una mezcla en general de música que tiene su momento, tanto en nuestra cabeza como en nuestro corazón. 



Invocar a esos seis para que me ayuden a pasar el trago. Porque a mí no se me ocurre otra imbecilidad que sacar un disco de hace cinco años, ponerlo, y ver pasar imágenes de cuando tenía el pelo más rizado, vestía de negro y aún estaba dispuesta a perdonárselo todo al que cantaba conmigo. Ha sido extraño. Ha sido triste, porque me han escocido las heridas; al mismo tiempo ha sido alegre porque, a pesar de todo, qué feliz era yo en ese momento, entre el sonido de los aplausos, los poemas en inglés y las uñas pintadas de negro.
Igual ni me reconocía.



Pero ya está bien. Quino dibujó en una viñeta cómo el prójimo por el que preocuparse no es más que nuestro reflejo en un espejo. Somos asquerosamente egocéntricos; si queremos protestar de que las personas de alrededor son egoístas, o empezamos a cambiar o nos cosemos la boca con hilo de hierro. 
Hasta aquí la reflexión, buenas noches.

No hay comentarios:

Publicar un comentario