"La que os sacará de fiesta, seré yo. ¡Pero la que os levante al día siguiente a toque de trompeta, también! A la Alcazaba, si hace falta, ¡de una patada en el culo!"
Va a ser gracioso patear 51 culos para dar saltos entre las paredes que más me gustan de la Ciudad Roja. Por cierto, que su creador se apodase "el Rojo" no hace sino mejorar las cosas hasta un punto inimaginable. Pelirrojo y noble, guerrero y padre, luchador y estratega. Él y aquellos que cuidaban de la Ciudad Roja durante noche y día, escogidos con cautela y rigidez, han llamado hoy mi atención.
Y es que, para mí, muchas veces lo más importante no está en los muros decorados. Al final, pueden llegar a hartar o a empachar, como las galletas. Sin embargo, la piedra desnuda y las pisadas de los soldados sobre el suelo de tierra, sus paseos por el adarve y sus ojos de halcón, eso, eso es lo que realmente me tiene robada el alma.
Ojos negros de día y amarillos de noche. Mi fantasía romántica vuela con Washington Irving (quién lo diría) para imaginarlos, crueles y firmes, duros como rocas y transparentes como el cristal, fieles hasta el último momento y turcos, muy turcos, en el sentido de fieros y valientes. Cada uno con su habitación, cada uno con su propio mundo, con su propia manera de entender a Dios y al contrario cristiano. ¿Qué pensarían, de noche, cuando sólo el aceite alumbrase sus sueños?
Yo soñaría con ellos y con su instrucción diaria. Con su constante presencia tras cada recoveco y recodo de la Fortaleza. Con su aspecto de titanes flanqueando a los importantes. Como los muros, ellos son como los muros. Y sus gobernantes, sus protegidos, también. Los palacios vueltos hacia dentro, fastuosos y decorados como las personas que los habitaron. Los barracones y los silos hacia fuera, igual por un lado que por el otro, igual hacia levante que hacia poniente. Muros lisos y desnudos, la sencillez del ladrillo, a veces ligeramente pintado sobre el yeso. Sencillos, simples, sin adornar ni engalanar. Sólo presentes y firmes.
Los victoriosos por Dios.
Los guerreros. Los valientes.
Los escogidos.
"El soldado" ya me valió una felicitación, aunque fuese de Bizancio.
Lógicamente, señores. Lógicamente.
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