Siempre, en la distancia de tu castillo, estás mirando por la ventana, a ver si me da por pasar, arrancarte algunos rosales con la cola y destrozarte las tejas porque voy demasiado deprisa.
Te quemo la casa mil veces, y me sigues dejando entrar.
Me das de comer y me rascas la barriga.
Estés donde estés, siempre tienes tiempo para encararte conmigo y gritarme. Amo que me grites, eres la única persona del mundo que puede hacerlo. Me saca una sonrisa. El día que dejes de enfadarte conmigo, que ignores mis bobadas y no me llames encendida en ira, el sol se apagará y se morirá algún animal en un rincón de la tierra. Me encanta que te enfades conmigo, porque siempre terminas exasperada de todo lo que me quieres.
Me quieres, y punto.
Te preocupas por mí y por todo, absolutamente todo lo que me rodea.
Sabes llorar cuando yo no sé, y sabes comportarte cuando yo no lo hago.
No sé qué haría sin ti. Sin mi Dama, sin mi bella princesa. Un dragón necesita algo que proteger, y en ti tengo el tesoro más hermoso.
Nunca sacarás una señorita de mí, pero sabes que has conseguido progresos, que has llegado donde no he dejado entrar a casi nadie.
Te quiero porque, al fin y al cabo, no sé vivir sin ti.
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