If i ruled the world every day will be the first day of spring.
Hoy no puedo concentrarme, pero tengo que hacerlo. Es necesario, tengo exámenes. Lógica pura y aplastante. Si tienes que examinarte, estudia. Si tienes que estudiar, concéntrate. No es difícil. Para mí nunca lo ha sido. Es una virtud, dicen. Pero hoy no, no puedo. Sin embargo, aquí estoy, encadenada a la silla leyendo páginas de una historia de Revelación y Verdad que me sé de memoria, que me apasiona, de la que estoy memorizando todas las fechas clave y hasta los nombres más complicados, porque espero, algún día, poder decir con orgullo que sé un poco de lo que la Fe Verdadera quiso transmitir, y que conozco a Abu l'Qasim Muhammad ibn Adb Allah al-Hashimi al-Qurashy... aunque sea por su nombre completo.
Pero no puedo concentrarme. Sé por qué no puedo. Y si lo pienso, me desconcentro más.
No puedo creerlo. No puedo, no me lo creo.
No es posible.
Ayer, mi hermano y yo lo hablamos. Lo comentamos. A él tampoco le entraba en la cabeza. Lo repetía, una y otra vez, como si fuera a estar más claro por decirlo más alto o más veces (como un ridículo estudio, ya que viene al caso). A mí me sirvió de lección, porque justo la noche anterior había discutido con alguien que quiero por una banalidad. Y fue un tortazo de la vida, pegó tan fuerte que me saltaron las lágrimas. Aprende, me decía; no se te ocurra volver a perder el tiempo el jodidas memeces. Saltaron mis lágrimas, pero no pude llorar. No lo tengo permitido. No puedo, y tampoco quiero.
Ahora, lo que ella necesita es mi fuerza, mi esperanza, mis buenos deseos. Mi sonrisa. Por nada del mundo debe asomar una lágrima, porque todavía no está todo perdido. La esperanza, bendita Pandora, es lo único que no nos van a quitar. La esperanza que el propio Muhammad anunciaba desde el monte Hira. La esperanza en ella, en él, en que abra los ojos de nuevo, en que vuelva a ser la persona no fumadora que recuerda mi hermano y el magnífico amigo de mi padre que yo retengo en la memoria. Abrirá los ojos, le pido a Dios con toda mi fuerza que le dé el valor para abrirlos; para volver. Volver donde le necesitan tanto.
Pienso en ella, pienso en la situación, pienso en que de alguna manera le estoy mintiendo y quiero morir en una espiral de arena, quiero ahogarme en el agua del ZemZem para no tener que enfrentarme a esto. Pero sería despreciable, cobarde, una traidora. Un dragón no se comporta de esa manera. Por eso hay que sacarle las uñas a la vida y gritarle, desde dentro, ¡nunca podrás con mi esperanza, no vas a quitármela! ¡No puedes quitármela!
Es complicado estando aquí. Nadie lo sabe. En fin, lo sabe una persona, pero sólo se lo he dicho porque siento que podía. Lo he comentado. Como algo anecdótico. Y después no lo he vuelto a nombrar. Supongo que sólo necesitaba saber que alguien en mi realidad inmediata estaba al tanto. Es agotador simular que no pasa nada, que todo es como siempre. Y digo simular, no fingir exageradamente, como en las películas o las series, ese dolor contenido, pasear por delante de todo el mundo lo bien que escondes tu dolor o tu pena, so pretexto de llamar la atención y que te pregunten, se interesen por ti.
Pero no podrían si quiera acercarse a algo que les queda tan lejos. Así que no se dice nada. Si no se nombra, no existe. Sigo escuchando sus problemas cotidianos y riendo de tonterías absurdas, sexuales y televisivas, como si todo marchase igual que ayer. Y nada pasa.
Al final, no obstante, resulta agotador. Estoy agotada. Y sólo puedo descansar en gente que no está aquí, en gente que tengo tan lejos... y sin embargo me siguen enviando todo su apoyo, su fuerza, sus abrazos. Me dicen que con ellos nunca tendré que fingir, y lo agradezco como una ducha en el infierno. Porque de veras que es cansado, esta situación desgasta. Y eso que sólo ha pasado un día... ni siquiera eso, sólo unas horas.
Señor, dame fuerzas, te lo pido. Te lo pido por ellos, por ella, por él. Me presento ante ti como un dragón simple y demasiado humano, sin fuerza para afrontar lo que viene, pero que te pide ayuda. Nunca me has fallado. Señor, mi querido Señor, dame valor que lo necesito. Hincha mis venas con tu latido, sopla tu viento en mis alas para ser capaz. Te lo pido, señor.
Es egoísta y lo sé, pero te lo pido, como ser imperfecto que soy. Te lo suplico, pero no para mí sino para ellos. Dame fuerza para intentar paliar su dolor, para devorar esa tristeza y vomitarla lejos de ellos, para que tu mano acaricie su cara y le haga despertar. Tráele de vuelta, Señor, indícale el camino porque está perdido en la oscuridad y no sabe dónde camina. Ilumínale, Señor, es mi plegaria desesperada. Ilumina su oscuridad para que vuelva a la luz.
Gracias, de corazón. Sé que no vas a fallarme.
Not while i'm around.
Necesito volver a casa. Cuando termine mis exámenes, volveré. Volveré a ver a mi(s) familia(s) y a mis amigos. A sentirme cerca, aunque no pueda hacer mucho allí. Porque ése es otro tema, claro. Otra vida frágil que no sabe hacia dónde dejarse caer. Señor, dame valor.
Quizá el mundo sí se acabe en 2012. No sé qué pensaré mañana, pero hoy varias partes de mi mundo se están tambaleando.
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