11 de noviembre de 2011

Grave error

"Really sometimes i feel like i'm the only one there. I guess nobody cares."


La gente no es como yo. Partamos de esa base.
No es mejor, ni peor. Sólo no es como yo. Por lo tanto, ni reacciona ni actúa como lo hago yo. Y no va a hacerlo. Nunca. ¿Por qué? Porque hay cosas que no cambian. Nunca. Aunque nos quejemos constantemente, diciendo que ojalá fueran distintas. No van a cambiar, y punto.
A ver si me entra en la cabeza.

Me costará.
Pero tendré que aprender.
O me mataré yo sola, del agotamiento.

Los dragones nunca tuvieron problemas de entrega. Son seres con el fuego dentro, son apasionados, son lanzados, son intensos. Son apasionados. Entregan y regalan todo su ser por los demás. Yo no soy una excepción. Lo hice; lo hago. Es una entrega total y voluntaria, todo por hacer a otra persona un poco más feliz. Y no hace falta mover montañas o cargar contra el huracán. Simplemente, es cuestión de detalles. Pequeños detalles. Una canción a tiempo, un garabato, cuatro palabras en una libreta, un regalo sin fecha señalada, una llamada, una foto. Después, vienen los grandes detalles. Sentarse a escuchar, a escuchar de verdad, porque no sólo escuchas lo que te cuentan, sino que te interesa. Te interesa porque sabes que a ellos les interesa, que les hace feliz compartir sus pasiones contigo. Así que las compartes, desde luego, y terminas siendo toda una cultivada en una enorme diversidad de temas. Las amistades, tan variadas, ya se sabe.
Los entiendes. Al menos, lo intentas. Intentas esforzarte en comprender sus manías y su comportamiento. Te acoplas. Al menos, lo intentas. Todo es estupendo. Todo es genial. Todo, para ellos. Eres el cubo donde descargan sus frustraciones, porque siempre estás, siempre estarás ahí. Es... lo normal. Siempre lo has hecho, ¿por qué iba a cambiar? Porque tú eres así. Tú eres así.

Entrega. Pasión. Espera. Espera. Espera. Espera. Vacío. Negación. Sufrimiento.
Tú eres así. Tú te entregas voluntariamente. Darías la vida, como esos amigos de que presumen los héroes y protagonistas de las novelas. Darías la vida, porque te nace. Porque quieres. Eres pasión, eres fuego. Eres un dragón, y aunque un cachorro, estás empezando a crecer. Siempre has tenido el corazón demasiado grande, Aro de Plata, me comentaron. Pero ése es otro tema. Yo quise y quiero entregarme porque va con mi naturaleza, con mi personalidad, con lo que demonios quiera que vaya. No quería ni quiero que piensen que soy una bendición, un regalo, una estupendísima persona. No. Pablo Milanés cantaba "no me pide nada a cambio de lo que da". No, no lo pido. Pero porque tampoco quiero. Yo doy porque me hace feliz hacer feliz. Y no hay más.
No obstante, no escondo que me gusta recibir. Soy un dragón, pero uno muy humano. Además, un cachorro, una pequeña, una cría. Me gusta recibir, igual que a esas personas que reciben de mí. Porque les gusta. Lo sé. Les encanta tener a alguien con detalles absurdos, llenando sus vidas con pequeñas sonrisas, escuchando sus problemas y sus ilusiones, compartiéndolos. Y a mí... me gusta también. Me encanta sentir eso que sienten cuando yo me entrego. Y creo que es lo mínimo, vaya. Si nos remontamos en el tiempo, lo ordenaba la Ley del Talión: "ojo por ojo, diente por diente".
Hecho de menos a las personas que lo hacían.
Y es que no cuesta tanto. Miradme, yo lo hago sin pensar. No cuesta nada de nada. Ah, pero ahí es donde el dragón va a dar con su cabeza contra una roca. No está en su naturaleza, en su personalidad, en lo que demonios tenga que estar. Ellos no son así, no les nace. No son así, y punto. Palabras que me matan, me atraviesan con la misma limpieza que la hoja de un misericordia. Yo soy así, dicen. Personas solitarias. Y me invaden la tristeza y las ganas de implosionar. ¿Qué pasa cuando soy yo la que necesita algo? Nada, no pasa nada. No se dan cuenta, porque no se lo digo. Joder, ¿es que de verdad es necesario que esté diciendo a todas horas lo que necesito o lo que no? ¿Acaso lo hacen ellos? ¿Es que leo la mente? No, no la leo, los dragones no tenemos esa capacidad. Pero somos intuitivos, seguimos el hilo de los pensamientos y sentimientos más fuertes. Ellos no. No saben si pasa algo, si necesito algo. Yo siempre estoy bien, ¿no? Al cuerno.
¿Dónde se refugia alguien que necesita a otras personas, en quién busca compañía, cuando a su alrededor todo el mundo quiere estar solo? ¿A dónde voy? ¿Dónde me escondo? ¿Dónde me cobijo, dónde descargo mis propias frustraciones, dónde voy a maldecir hasta que me pique la garganta?
La respuesta es, como la canción de Estopa, "a ninguna parte". Ninguna otra parte que no sea mi propio interior, donde arde la llama del recuerdo que me mantiene caliente. Pero aquí el invierno es más frío. Mi hoguera está más lejos y me cuesta mucho mantenerla viva. Ellos, en los que pienso cuando me siento sola, están más lejos que de costumbre. Me vine arriba, me llené de fuerza por su gracia. Estaba demasiado acostumbrada a tener personas como yo a mi alrededor, y ahora que todo es nuevo y me faltan, el agujero es tan grande que no puedo evitar tropezar y caer, caer por él como Alicia cayó por la madriguera.

Soy así.
Hay que joderse.
¿Qué pasará el día que yo me plante, hunda las garras en la tierra, abra las alas, levante la cabeza y grite "yo también soy como soy, y punto"? ¿Qué? ¿Se perderá la relación, porque resultaré incompatible con el resto de mi mundo? ¿Cambiará algo?
No, nada cambiará. Nada cambiará, nunca.
Y eso es algo que tengo que aprender. Que la gente no es como yo, y que debo guardarme mucho más y mejor ese tesoro que late dentro de mis costillas. Porque sí, es un tesoro. Mi corazón es un precioso tesoro; no estoy orgullosa de muchas cosas mías, pero de él sí. Mi corazón es magnífico, porque ha sabido sobreponerse a muchas heridas. Y sé que ahora no me va a dejar en la estacada. Una persona que me ama más que a su propia vida (porque me engendró de ella, soy su fruto y su triunfo, como le gusta decir) me ha pedido por favor que no sufra. Que me guarde, que disfrute de mis pequeños placeres y mande a la porra todo lo demás, todo lo que me haga daño. Y otra persona sabe que, cada vez que sienta ese vacío, ese agujero que mi entorno no sabe llenar, pensaré en ellos. Y los echaré de menos, pero seré feliz.
Porque la gente no es como yo.
Al menos, he tenido la bendición, la suerte, la gracia divina de encontrar a tres o cuatro que sí lo son. Aunque no están aquí. Nadie ni nada es perfecto.

Vivir sin esperar nada.
De nadie.
Y, desde luego, no entregarse. Al menos, no con esa facilidad.
Ser sólo yo.
Seguro que me ahorraré muchos quebraderos de cabeza.
Me costará. Porque lo sé. Son casi veintiún años viviendo conmigo misma. Me costará aprender, soy obcecada. Pero lo conseguiré. Dejaré de dar, y dar, y dar... porque si no me detengo, yo misma mataré de agotamiento a mi precioso corazón.





Mis rituales diarios, mis momentos de contemplación, de abstracción, momentos "zen". Maravillosos, sin los que no podría vivir. Mis rituales domésticos: lavarme la cara y cepillarme los dientes.
Cosas que tienen que ver y otras leyendas urbanas.

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