23 de septiembre de 2021

Mi sitio (the Nest)

Me he descubierto pensando que esta es la última vez que esta oficina es mi oficina. Que, cuando me levante, este ya no será mi sitio. Otra persona vendrá a ocuparlo. Como yo lo ocupé después de que Valentina se fuera, pero en aquella ocasión ella me lo cedió, me dejó una nota que aún conservo y me invitó a "continuar el legado". No he tenido ocasión de hacer lo mismo con un nuevo PhD. Simplemente he entrado, he vaciado los cajones, he limpiado el escritorio de las cuatro cosas que quedaban y he despejado el tablón de fotos que tenía colgada. 
Le he hecho una foto al "antes" y al "después" de ese tablón, pensaba que para hacer alguna gracia. En realidad, he querido recordarlo para siempre. Como espero recordar esta oficina. Mi oficina. Mi ventana desde la que podía ver el mar. 

Mi sitio.

Los últimos cuatro años de mi vida han estado anclados a esta oficina y en ella he vivido una de las rutinas más agradables. Con sus altos y con sus bajos, pero me encantaba mi, nuestra oficina. Me encantaba llegar de buena mañana y que Yassi ya estuviese trabajando, ver llegar a Clare tres horas tarde, quedarme hasta las y pico, ver atardecer, ver llover, ver nevar, ver oscurecerse al invierno. 
En esta oficina hemos tenido muchísima gente en tiempos pre-pandemia, hemos estado solo dos porque nos lo permitía el espacio de seguridad. Nos hemos reído mucho, hemos celebrado cumpleaños, hemos llorado, hemos vivido situaciones muy extrañas. A todo el mundo que venía a visitarme a St Andrews le he traído a visitar mi oficina, un lugar que durante mucho tiempo llamé the Nest. El nido en lo alto de un cuarto piso en un edificio que se cae casi a pedazos, pero donde resistimos. Anda que no me he hecho tés en aquella máquina maravillosa que dispensaba agua hirviendo automáticamente. Anda que no he gozado mirándome al espejo del baño, el más favorecedor que he encontrado. Nuestro rincón de té llegó a tener una selección maravillosa con la que todas contribuíamos, como si fuese un ritual para las demás. Creo (estoy 95% segura) de que llegué a llevar Spanish Orange después de una de mis visitas a Berlín. Se llegó a acumular un número y variedad de cajas que era hasta ridículo, pero era una de las cosas de las que estaba más orgullosa. Probablemente también fuese cosa de Valentina. Aquella mujer desde luego sabía cómo hacerte sentir en casa. 

Nuestra puerta era realmente algo más. Valentina se encargó de colocar carteles con nuestros nombres cuando Clare y yo llegamos. El mío tenía una cenefa como de iluminación de manuscritos, el de Clare un arco del triunfo. Y estaba cubierta de viñetas, de colores, de fotografías. Ahora que lo pienso, no estoy segura de tener una foto de la puerta. Seguro que sí, porque fue una de las cosas que más me gustó cuando llegué. Hace cuatro años, que se dice pronto. 

En esta oficina he recibido estudiantes y me he sentido toda una profesora. Y ahora, cuando me ponga de pie, se habrá terminado. Ya no será mi sitio, y ahora que estoy mirando al mar me pregunto si estoy preparada. No lo creo. Todo a mi alrededor indica que es el momento. Mi mochila está cerrada y sobre la mesa, mi tablón está vacío, los regalos que le dejo a Clare están en su sitio, el escritorio está desinfectado. 

Y, sin embargo, no me puedo levantar. 

No quiero levantarme. 

No puedo ponerme de pie y asumir que esta es la última vez que entro en esta oficina. No puedo aceptar que de verdad este es el final y que se acaba así, de forma tan vacía. Tengo a Porter Robinson sonando fuerte, como tantas otras veces en que he estado sola y me he permitido el lujo de poner mi música. Necesito que me dé fuerzas para cerrar este tomo con delicadeza y cariño, a pesar de las lágrimas que ya están rodando mejillas abajo y a pesar de ese dolor punzante en el pecho. 

Ya estoy de pie. Ya me he levantado. Ya no es mi sitio. 

Gracias por estos cuatro años, oficina. Seguirás estando congelada muchas mañanas de invierno y ojalá que la persona que ocupe mi escritorio sea la mitad de maravillosa que las mujeres con las que he compartido despacho y vida doctoral. Gracias por ser mi sitio. Mi nido. Mi maravilloso sitio frente al mar, desde donde veía oscurecer, llover, nevar y al sol, las veces que le apetecía salir. 

Tengo que cerrar con llave. Y, cuando lo haga, será la última vez. Hemos terminado la etapa. Que nos quede lo maravilloso que hemos vivido. Te voy a recordar siempre, oficina. 

Porque, por muchos años que pasen o lejos que me vaya, quiero pensar que nos hemos dejado una marca mutuamente. 
Y que siempre vas a ser mi sitio, como siempre vas a ser el sitio de Valentina.
Siempre vas a ser mi sitio. 

Mi sitio. 



Maybe it's a gift that I couldn't recognize
Maybe I don't really need to feel satisfied
Maybe it's a gift that I spent all this time
Just trying to feel alive
Maybe I don't really want to be satisfied
Maybe it's a gift that I couldn't recognize
Maybe this is all
Maybe this was all



PS: Después de dejar la oficina, me fui al Pier y viví un momento de película. Volví a caminar el muro de piedra y me quedé sola allí, completamente sola, durante al menos quince minutos, hasta que decidí volver. Solo entonces empezó a acercarse la gente. 
Agradezco a la vida haber tenido ese momento sola frente al mar, en el que se ha convertido en uno de mis lugares favoritos del mundo. Allí me despedí de St Andrews por el momento, volví a dar las gracias y me dediqué a perderme en lo inmeso y oscuro del mar. Estaba precioso. Me ayudó a sentirme mejor con todo esto de cerrar etapas y me recordó lo maravilloso del capítulo que empieza a continuación.

Voy a volver a escribir sobre esto, cuando el recuerdo dulcifique la experiencia y la convierta casi en una leyenda, en un mito de algo increíble que en realidad sí viví. Y estoy segura de que mis lágrimas serán tan saladas como ese mar al que le di la espalda para regresar. 

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