25 de octubre de 2020

Mañana ya veré

Estar dentro de mi cabeza no es fácil, y ayer va una de mis ahijadas y me dice que le encantaría ver qué pasa en mi cerebro. Ja-ja, no. No, Eri, no te gustaría. No vive solo de buenos ratos y referencias cruzadas a canciones aleatorias. 

En ti puedo ver la libertad. Tú me haces sentir que puedo volar. 

Pero tú. 
Tú estás tan acostumbrado a la niebla negra de mi mente que te imagino, con tu cara de paciencia y tu sonrisa tierna, apartándola con la mano y abriéndote paso hasta el lugar en el que estoy sentada, cabeza sobre rodillas y nube tormentosa sobre la cabeza. Es esa misma mano la que se acerca a acariciarme la espalda y la que, poco a poco y sin obligarme, me ayuda a ponerme de pie. Es esa misma mano la que me hace cosquillas y consigue que me ría. 

Por eso me pongo triste y me vencen los fantasmas. Porque esa mano no está físicamente aquí, sino en las brumas de mi cabeza. Queda poco, es cierto, pero en este momento parece que tú llevas el manejo del tiempo bastante mejor que yo. La noche no ayuda, siempre he sido una criatura de sol. Pero me acaricias la cara, me sobrepongo, me río y sigo caminando, viendo cómo te alejas de nuevo hasta la próxima vez que necesite que vengas a decirme que me quieres. 
No será eso, que necesito que me quieran mucho y que, además, me lo digan. No seré yo una exigente de cojones. 


"Laus, a ver si lo que pasa es que eres tonta."
"No descartemos posibilidades."

Te quiero. 



Y qué importará ayer, si hoy necesito arder. 



Ayer alguien me dio las gracias por ver a través de su máscara de normalidad y acertar cuando le dije que podía engañar al resto, pero que yo veía que no estaba bien. La persona dijo que se sintió aliviada. Voy a empezar a creer que de verdad tengo poderes. 

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